martes, 20 de junio de 2017

"DESDE EL NIDO DE LA SERPIENTE", Serie Novelística.

Introducción General a la Serie Novelística
“Desde el Nido de la Serpiente”.

Hoy, millones de ciudadanos mexicanos, a quienes  los líderes del Supra Poder Global que nos oprime consideran menos que cosas o bestias, deambulan, llorosos y tambaleantes, sin acertar a hacer otra cosa que enterrar a sus muertos. Esos cadáveres, muchos de ellos decapitados,  –convertidos en áridas estadísticas que ya nos dejan impasibles– que brotan a cada paso: en alcantarillas, terracerías, autos abandonados y tugurios de mala muerte, ante el implacable azote del Narco, nos exigen hurgarnos el alma para encontrar algunos restos de humanidad.
En este instante nos aplasta y nos asfixia un negro velo: el frío congelante nos cristaliza los huesos, las risas se nos ahogan en el pecho, y nuestros ojos, desorbitados, magnifican catastróficos presagios, causando un secreto regocijo a los buitres descerebrados que pretenden dirigir los destinos de la Patria desde los sótanos –atestados de billetes verdes– de sus partidos políticos. Esos volátiles carroñeros, ¿trepanados de la cabeza? –que se auto contemplan como indispensables– son incapaces de sentir ternura y compasión, porque están imposibilitados por propia decisión para actuar con la reciedumbre y la fuerza del Amor. Porque parecen ser la reencarnación de los sacerdotes del sanguinario ídolo Huichilobos –Huitzilopochtli. Bajo el manto protector de los chamanes aztecas se han convertido en hienas que sacrifican al pueblo, en el altar de la impía codicia que los lleva a acumular riquezas estúpidamente monstruosas.
Nos hemos dejado convertir en las víctimas inconscientes y maniatadas de los  “Mass Media”, que impunes y poderosísimos disfrutan de la casi infinita capacidad para doblegar a la inefablemente débil e ignorante clase política. Porque ellos determinan el curso de la vida misma, falsean y distorsionan el comportamiento de las instituciones, encarecen los procesos electorales, cercenan la libertad de expresión de las personas y manejan a su antojo a la sociedad al ritmo del “rating”. Alguien, aun a riesgo de ser tachado de loco, tiene que oponerse a la esclavitud de ese dogma postmoderno que reza: “si no te ven en la TV, no existes”.
Escribo porque quiero denunciar, con frenesí, a los monstruos humanoides que han desbarrancado los más nobles impulsos de nuestro pueblo llano; que están depredando el país al rechazar y desaparecer de la pantalla casera –por incómodos y molestos– los motivos para vivir que se basan en la Virtud y en el destino espiritual de la raza humana. Quiero oponerme a esa incapacidad colectiva para fijar la apocalíptica dimensión de la denuncia que hoy debemos hacer. Porque anhelo mostrar a mis lectores el infinito calibre de la demanda que urge presentar “a quien corresponda” en el altar de la Patria oprimida. Quiero ser cortante, incisivo y despiadado al hacer la disección de las voluntades e inteligencias “Narcopsicópatas” que hoy nos han secuestrado: a las personas, las familias, a la Nación entera. Deseo realizar una cirugía láser que penetre la médula sin afectar los nervios, mediante el discernimiento de los motivos que mueven las voluntades de esos malvados que hoy nos precipitan al abismo.
En  México, como buenos analfabetas funcionales, desconocemos el uso de la “palabra bisturí”, de esa palabra sabia, delicada; guiada por invisibles mecanismos nanotecnológicos en los atestados quirófanos de la vida nacional, porque sólo sabemos operar con primitivos insultos –machetes mellados–, a base de imprecisos porrazos y golpes de ciego asestados con hachas guerreras. Cierto: pocos cierran los ojos ante nuestros evidentes tumores malignos, pero muchos creen, ingenuos, que la intervención será tanto más saludable cuanto más contundente y belicoso sea el mazazo, al estilo picapiedra de ese “maistro” de nuestra deteriorada vida política que es Fernández Noroña. Las células sanas, tanto como las infectadas, reciben así el mismo brutal tratamiento: calumnia, falacia, impostura, traición, mentira, maledicencia. Toda persona que tenga la desdicha de estar cerca del quiste será molida a golpes. No es de extrañar, entonces, que el aullido común en todas las tribus que pelean por el poder sea un himno al vandalismo: “¡duro, duro!”
Nuestra ancestral crudeza en el juicio: “eres un naco”, olvida que el naco perfecto es aquel que piensa que los nacos son los demás. Son los nacos del espíritu, y no tendrán redención mientras carezcan de una aristocrática virtud: la autocrítica. El brutal imperio de los juicios burdos y salvajes: “es mocho”, “es de la ultraderecha”, “es rata de sacristía”, “es dogmático”, deja a las inteligencias cegadas en el reino de los veredictos culpablemente ignorantes, porque cada desmesura nos invita a cometer otra mejor. Confundimos la vehemencia con la profundidad, sin darnos cuenta de que el ímpetu del ataque al adversario es proporcional a nuestra falta de convicciones racionales.
Nuestras declaraciones de guerra son lanzadas desde el montículo de un pretendido trono moral, desde el cual no vale la pena perder el tiempo con discernimientos agudos. Nos volvemos pontificales porque ya no saciamos el hambre de buscar la medida trascendente de las cosas, de la vida humana misma.
Me han criticado por haberme atrevido a escribir esta serie de narraciones con un lenguaje amplio, pleno de palabras poco usuales. Me han señalado que los héroes de mis novelas no son reales porque hablan demasiado bien el castellano. Porque si los mexicanos no hemos aprendidos a leer… ¿quién desgastará sus ojos y sus torpes neuronas en estas complejas líneas? Cierto: por lo general el gran público no es capaz de descifrar un texto complejo ni de expresar con claridad idea alguna por medio de la letra escrita. No sabemos aderezar el lenguaje cotidiano con la hermosa e infinita gama de los adjetivos; ni apreciamos el valor de las circunstancias, las excepciones, los matices y las magnitudes que corren desde lo ínfimo hasta lo excelso. De la inmensa paleta de los colores de nuestro extraordinario idioma, nos quedamos con la pobreza extrema del “güey”, o cuando mucho con el “pendejo” y casi siempre con el “cabrón”.
Sin caer en una narrativa melodramática, donde la exageración y el patetismo sean la nota lacrimógena,  mi épica narrativa tendrá que desplazar al pastelazo taranovelero en el ánimo de las personas de buena voluntad y mejor inteligencia. Nuestras tragedias son tan frecuentes y tan monstruosas que no debemos ni podemos detenernos en piadosos y falsos comedimientos recatados. ¡Hay que levantar la voz: tenemos que gritar y vociferar que la Patria y la Familia se nos escapa de entre nuestros dedos artríticos porque nadie quiere pensar en el sentido mismo de la vida humana! Quiero, pues, evitar la estéril crítica estridente que se ceba únicamente en la indignación, porque eso es una moral de corto plazo, injustificable y absurda.
Así pues: dado que es urgente e impostergable vivir con el valor de enfocarnos sobre el origen de nuestras dolencias –para aligerarlas o curarlas– es imperativo poner nombres a lo que los mexicanos, por lo general, no queremos escuchar ni deseamos saber. Por ello me opongo rabiosamente a esos Supra Poderes que nos han escamoteado el conocimiento de nuestro Origen, la responsabilidad con nuestro Destino y el orgullo de nuestra Identidad cristiana, al secuestrar nuestra Historia y convertirla en un cuento para imbéciles, plagado de falsedades y omisiones. Sólo nos resta defender nuestra dignidad, nuestra libertad, para lo cual se hace impostergable evolucionar desde la burda crítica del mazazo artero hasta la conquista de la espada crítica, dotada de un filo sagaz. Eso pretendo: si lo he logrado o no, tú, lector amable, me lo harás notar, y te daré las gracias, incondicionalmente.

Hay que dejar muy claro un hecho fundamental: no somos un periodista, ni nos dedicamos a dar noticias aterradoras para impactar destructivamente en el ánimo de la gente, y afectar así, para mal, la vida entera de la Nación. Tampoco somos un grupo de  policías ni detectives. Por lo cual todas las historias, por reales que sean o parezcan, no son reportajes que pretendan denunciar algún suceso en particular, de esos que a diario ocultan, distorcionan y a veces publican los medios de comunicación.
No nos ocupamos particularmente de la macabra cauda de cadáveres decapitados, tiroteados, encostalados, encobijados, descuartizados o fundidos en ácido. Ni de la agresiva y malévola acción de Crimen Global Organizado.
Pero sí nos dedicamos a descubrir el verdadero rostro: el de los cupulares, supremos autores intelectuales de las masacres y la  “narcoguerra”. Ese que se camufla muy dentro y arriba del Sistema monolítico que gobierna no sólo a México, sino a la Tierra entera.
Así que no esperen encontrar los lectores un superficial e incompleto recorrido sanguinolento a través de las escenas de horror que enlutan al país y que se reproducen de boca en boca, pero que callan lo esencial, lo medular, no sólo por pánico, sino por una tremenda ignorancia. Tampoco pretendemos hacer un fallido documental ni un pretendido análisis –superficial hasta caer en lo caricaturesco– como el que se hace en la película “Infierno”. Esa cobarde cinta se redujo a filmar una crónica de muertes absurdas, en algún desértico lugar perdido en la inmensa geografía mexicana, sin analizar las verdaderas causas . Ni mucho menos se atrevió el cineasta a señalar a los demoníacos “Señores de las Sombras”, los verdaderamente culpables. Es como si alguien nos mostrase un juego de ajedrez en el cual las únicas piezas que vemos moverse son los peones; si acaso un caballo. Mientras tanto, los alfiles, las torres, las reinas y los reyes que libran la mortífera disputa quedan ocultos a la atónita mirada de ingenuos, y con todo, horrorizados espectadores.
Lo que hacemos es levantar el velo tras el cual se esconden las causas últimas –o más bien, primeras– de esta torturante realidad, de esta sórdida brutalidad bestial: la “c ontracultura de la muerte” que nos hiere con su negra daga de obsidiana, como si el matricida dios azteca, Huitzilopochtli, hubiera regresado para causarnos una insoportable sensación de abandono e infernal desolación. Sin que nadie se atreva a desenterrar y poner a la luz  las auténticas raíces del mal.
Somos la pluma y la tecla de un gran equipo de filósofos, historiadores, novelistas y psicólogos, todos ellos estudiosos y apasionados lectores . Hemos tenido que bajar a las alcantarillas y subido a los palacios que se gobiernan secretamente “Desde el Nido de la Serpiente”. Por eso, insisto, esta no es tampoco una “crónica” sanguinolenta sobre las cruentas peleas de los cárteles por el territorio, los negocios, la usura, el poder y la gloria. Aunque accidentalmente pudiera parecerlo.
No se busca esclarecer la secretísima y huidiza verdad legal –generalmente indemostrable, gracias a la genial psicopatía de los criminales invisibles. Es imposible ganar esta guerra cósmica a base de denuncias legales. Los nombres y apellidos aquí mencionados son intocables gracias a la formidable Impunidad invencible desde la cual hoy se manipula a esta infortunada Nación Mexicana. Impunidad de la cual se puede mirar sólo la brumosa puntita del iceberg.
Esta denuncia, aun cuando la presentamos con acritud y exactitud extremas, es mucho más profunda que la que pueda hacer cualquier periodista o investigador. Relatamos a veces, sí, lo que ocurre en la punta de dicho iceberg. Pero siempre yendo al fondo de esa masa monstruosa que no se ve a simple vista. Porque queda oculta bajo un gris y espeso océano de mentiras, engaños, manipulaciones, falsedades y verdades a medias.
Lo que pretendemos, estrictamente hablando, es realizar un análisis narrativo enfocado a proyectar y revelar ante el lector una profunda visión “histórico-filosófica-teológica-apocalíptica” de mucho mayor alcance de lo que a simple vista pudiera parecer. Es posible afirmar, sin petulancia, en honor al tema central –el Apocalipsis de San Juan– que este es un libro revelador, así como “apocalipsis” significa “revelación”. “La  verdad es un criado torpe que siempre rompe los platos mientras los limpia” –escribió Karl Kraus.  Casi siempre las revelaciones incomodan demasiado. Nosotros anhelamos rabiosamente cuando menos incomodar a uno que otro personaje de nuestro parque jurásico: lo mismo a los “Priranosaurios rex” que a los  “Paniosaurios novus”; sin olvidar a los temibles “Perredáctilus depredatorius” y a los patéticos “Enadondontes stultos”.
Cada día es más desesperante y angustiante el ir conociendo gente de buena fe que no tiene la menor idea de lo que sucede en los diferentes ámbitos del acontecer humano, particularmente en México. Cuando mucho, la mayoría se queda con lo que dicen los medios masivos, esos especialistas en desinformación, deseducación y destrucción de la familia –apoyados desde hace décadas, tal vez siglos, por el monolítico Sistema Global de Poder.
Porque no es posible comprender lo que pasa en la punta del iceberg mundial –ni siquiera una mínima parte– si no se conocen las causas recónditas, insondables. Esas que están diabólicamente agazapadas en la masa oculta, así como los peces abisales medran bajo el mar. Es imposible comprender por qué el Narcotráfico, los secuestros, las extorsiones, la trata de mujeres, niños y migrantes; el lavado de dinero, la piratería y la cibercriminalidad –entre otras docenas de plagas y azotes– están en auge apocalíptico, si nos quedamos en describir los hechos sin adentrarnos en sus razones últimas, en sus causas . Y si no comprendemos los orígenes de nuestros males, no podremos evitarlos ni conquistar los bienes que tanta falta nos hacen, no digamos ya para vivir bien, sino simplemente para sobrevivir.
Si las ganancias de la multinacional “CRIMEN GLOBAL ORGANIZADO  S. A.” son miles o millones de veces superiores a las de cualquier negocio honesto. Si la tasa de utilidades usurarias es fenomenal. Si la rapidez de la recuperación por ejemplo, de Cancún– es prácticamente instantánea. Si los riesgos parecen excesivos, pero la realidad es que los verdaderos capos siempre salen ganando. Si el opio afgano goza de una producción récord, financia talibanes y terroristas tanto en Asia Central como en el Medio Oriente. Si las mafias internacionales distribuyen narcóticos de manera impune en el Globo y mueren muchas personas por sobredosis y violencia asociada en el primer mundo. Si el crimen organizado mueve más del 12% del comercio mundial…
Y si todo mundo habla de “soluciones” que son más de lo mismo –inútil y absurdo– como forma de locura o necedad legendarias: ¿acaso no resulta entonces indispensable –digno y justo– buscar las causas precisamente ahí donde nadie las sospecha, o si alguien las intuye prefiere callar, temeroso o cómplice?
Lo que ocurre rebasa en exceso el concepto común de “delincuencia organizada”, porque ésta es ya una especie maligna de septicemia necrosada que tiene atrapada toda la economía, la política, la sociedad, los Estados, gran parte de la Iglesia Católica, otras confesiones religiosas y hasta las mismas sectas; amén de los ejércitos y las policías de todas las naciones. Cuando los Estados no pactan con él, el CRIMEN ORGANIZADO GLOBAL ¬–de impoluta y decentísima fachada– se opone rotundamente a las pretensiones legales sobre el monopolio de la fuerza y de la fiscalización; y obtiene, impune y avasallador, el absoluto control sobre el territorio y las personas.
México no sufre aislado esa deprimente realidad. Porque con sólo arrojar un vistazo al Planeta Tierra nos damos cuenta de que ya no hay zonas valiosas y significativas que puedan presumir de no haber sido invadidas por los peones, alfiles, torres, caballos, reyes y reinas de la violencia y la maldad organizadas. Insistimos: todo esto es sólo el síntoma, mientras que casi nadie repara en la auténtica enfermedad, en las causas ocultas tras las engañosas ráfagas de la violencia cotidiana.
Si casi todas las mafias se instalan en Alemania, si prosperan en paz entre sí –mientras la sociedad se corrompe y las familias se desintegran. Si la otrora católica España es hoy la “barriga adicta y blanda” de Europa. Si España, Kosovo y Holanda son las naciones por donde más droga invade a Europa. Si las mafias se están comiendo y enseñoreando a toda la Unión Europea… ¿basta como explicación decir que “lo que pasa es que al otro lado del mundo –en Afganistán y Paquistán– surgió un Narcoestado talibán que satisface el 90% de la demanda mundial de heroína, la cual genera sólo ella cien mil millones de dólares al año”?
Si alguien acepta esta explicación como única o principal, entonces no entiende nada. Sería algo así como decir: “lo que pasa es que me duele la cabeza porque tengo dolor  en  la cabeza”. “Tengo pulmonía porque tengo pulmonía”.
Y otra sosería: ¿acaso basta con explicar que “en Colombia la guerrilla pasó de revolucionaria a narcotraficante –en un proceso degenerativo– en el cual el grupo armado negocia y comparte el Narcotráfico con los paramilitares traidores”? ¿Acaso ese fenómeno no es sino una consecuencia de algo mucho más profundo? Pretender ignorarlo es hacerse el imbécil. O algo peor: ¡ser cómplice! Otra necia y superficial explicación: que en China, las famosas “triadas” –tan antiguas y poderosas como la Mafia o la Camorra– “están más fuertes que nunca porque aprovechan el espectacular crecimiento de la economía china”. Y porque su expansión, en el resto del mundo, es paralelo a su rotundo éxito comercial.
Otra “estupenda” explicación: que si los chinos, filipinos y japoneses mafiosos no se limitan a sus actividades criminales adicionales y nuevas –como el tráfico de personas a escala mundial–, sino que tienen una importante participación en la economía legal del mundo, se debe a que “compran a las autoridades del más alto nivel para controlar los centros de producción y bases de tránsito para la droga”. O sea: los efectos como explicación de sí mismos. Según los sabihondos profesores de hoy en día, no hay sino efectos circulares, “ad náuseam”.
Siguen con su hueco sonsonete: si en España e Italia prosperan las mafias rusa, ucraniana, chechena, balcánicas... Si las víctimas en Costa del Sol y Andalucía alimentan la sangrienta crónica cotidiana y la “Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada” advierte de un brutal incremento de las actividades criminales, nos salen con una fantástica explicación:

“Lo que pasa es que el crimen organizado está especialmente presente en la contratación de obras públicas, donde, además de obtener beneficios patrimoniales, las redes amplían sus contactos políticos”.
“Asistimos con impotencia a un fenómeno criminal de primera magnitud: la delincuencia organizada transnacional goza de un poder extraordinario de corrupción y éxito, porque se sabe adaptar a los distintos contextos sociales y políticos”.

Si nadie se salva: ni África, Asia, Bielorrusia, Canadá; y tampoco Australia, y mucho menos los USA, desde luego... ¿qué es realmente lo que hace tan vulnerable el mundo entero a la acción deletérea y corrosiva del Mal? ¿Por qué los policías, soldados y gobernantes del mundo que gritan “¡al Narco!”, y que dicen perseguirlo, al mismo tiempo lo financian, lo cuidan, lo protegen y lo arman, e incluso lo meten en su propio ADN? ¿Por qué los consumidores de Chicago, México, Ottawa, Sídney, Londres, París y Madrid –por sólo citar a unos cuantos– pagan la corrupción de los policías mexicanos, y además financian el terrorismo en África, Asia y Colombia?
¿Por qué nadie que conozcamos se ha ocupado de analizar las verdaderas causas de un crecimiento tan vertiginoso y exponencial de todas las formas posibles de maldad?
¿Por qué aún existen “pseudosabios” –y también personas de indudable buena fe– que insisten en que “ha llegado el momento de discutir en serio la legalización del consumo de droga?”
 Lo peor: muchos políticos –como Vicente Fox, por ejemplo– piensan que “al Narco no se le extermina; sólo se le administra”. Quienes administran al Narco: ¿son acaso inocentes?
Esta serie “novelística” se fundamenta en el Apocalipsis. Porque es el libro más rico en símbolos de toda la Biblia. Su densa simbología y la avalancha de eventos y procesos complican la tarea de interpretar la totalidad del mensaje o Revelación. Por ello ha sido objeto de innumerables investigaciones, interpretaciones y debates a lo largo de la historia.
Bien: Hemos dedicado nuestra pluma a lanzar al viento la visión de un equipo multidisciplinario que ha alcanzado una visión de tal naturaleza distinta a las conocidas, que resulta imperativo darla a conocer como nadie lo ha hecho hasta ahora. Evitando, desde luego, cualquier punto de vista cuya naturaleza pudiera ser tachada como herética por el Magisterio de la Iglesia Católica, al cual alegre y humildemente este equipo se somete.
En este largo y profundo análisis narrativo –a la vez realista que hiperbólico y analógico del Apocalipsis– novelado y simbólico, pero totalmente verdadero e histórico, es también profético. Aquí podremos encontrar –aguzando la mirada– la explicación, el origen y el desenlace de nuestras grandes tragedias en los siete ámbitos más importantes de la Historia Universal:


1) Las moléculas y las funciones del “ADN” del Narcotráfico, como inmenso pulpo global, particularmente cebado en México, Afganistán y Colombia. Éstos como proveedores y los USA como consumidores campeones, seguidos por la Unión Europea, con España como líder.
2) Los orígenes, fundamentos y propósitos del “Novus Ordo Saeculorum” y el gobierno único del “Príncipe de este Mundo”: “El Ojo que todo lo Ve”, y bajo cuya anuencia –“Anuit Coeptis”– la población mundial está siendo paulatina e insensiblemente preparada para aceptar, como único remedio salvador, un mando único rabiosamente anti humano. “Porque él fue homicida desde el principio”.
3) El origen y la razón de ser de la “Banca Internacional Globalizada” que siempre ha existido, porque sus dueños se han creído autorizados por Dios mismo para prestarle al extranjero con usura. Porque para ellos los “extranjeros” somos todos quienes no pertenecemos a su credo, raza o agendas ocultas.
4) El propósito del “Ejército Único” con sede en los USA, Israel y la Unión Europea, que amenaza y azuza habitualmente al Islam con sus innumerables y mortíferos artefactos de destrucción masiva.
5) La razón de ser del monopolio mediático: TV, Prensa, Internet, Radio, que proyecta en todo el Planeta la “Imagen de la Fiera”; “Endemol”, por ejemplo, con su obsesión por destruir la Cultura de la Vida y dar paso a la “Contracultura de la Muerte”.
6) Las intenciones ocultas –cada vez más evidentes– de la “Universidad Global Atea” que le cierra sus puertas al Papa en la propia Universidad de la Sapienza.


A esos seis asuntos hay que añadir el apocalíptico propósito último y final del “Príncipe de este Mundo”: la destrucción irreversible de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y la suspensión definitiva del Sacrificio del Calvario –la Santa Misa, acontecimiento próximo que San Juan llama “la abominación desoladora”. Proclamamos que nuestros relatos son, a la vez que ligeramente ficticios, también profundamente reales –cosa harto paradójica– porque se encuentran fundamentados sobre las estremecedoras e ineludibles profecías del Apocalipsis, esas que se cumplirán indefectiblemente porque son palabra de Dios .  Sólo hay que saber quiénes son los ejecutores que ayer, hoy y mañana están a las órdenes de tal Príncipe.
Aquí se narra cómo han sucedido los hechos –historia–, cómo están ocurriendo –observación aguda– y cómo pasarán –apocalíptica profecía–, utilizando un lenguaje contemporáneo, ya que San Juan Evangelista utiliza multitud de símbolos propios de su época, con significados que se prestan a muy diversas y aun contradictorias especulaciones.
¿Qué tan apasionante y revelador sería entender todo eso con un lenguaje actual, y a la luz de los acontecimientos de la historia contemporánea? Ofrecemos para ello la amplia y profunda visión de un gran equipo de especialistas, con el ánimo profundo de revelarle al lector un camino menos tortuoso e incierto en la feliz conquista de su Último Fin. ¿Qué dice otro Profeta que escribe también su propio “Apocalipsis”, y que es Isaías?:

“La Tierra es arrasada; sí, arrasada, saqueada por completo, porque el Señor ha pronunciado esta palabra. La Tierra está de duelo, desfallece, el mundo se marchita, desfallecen las alturas junto con la tierra que está profanada bajo los pies de sus habitantes, quienes violaron las leyes, transgredieron los preceptos, rompieron la Unión. Por eso la Maldición devora la Tierra y sus habitantes soportan la pena; por eso se consumen los habitantes de la Tierra y no quedan más que unos pocos”. Isaías, 24, 3-6.

Así pues, esta serie literaria pertenece, sobre todo, al género apocalíptico, “revelador”. Esto significa que, salvo indicación contraria, casi todos los sucesos narrados tienen lugar dentro de un futuro cuya fecha nadie conoce,  porque tal fecha a nadie le ha sido revelada. Y los sucesos que se narran en tiempo pretérito o actual están concebidos en función de ese mismo futuro del que nadie escapará: el Juicio de las Naciones, el Juicio Final que cada persona realizará sobre su propia conducta, asumiendo y recogiendo la consecuencia de sus acciones de cara al Verdadero Mesías.

“Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor y qué responde a mi reproche. El Señor me respondió y dijo: ‘Escribe la visión y grábala sobre unas tablas para que se pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará’.” Habacuc, 2, 1-3.

En vez de grabar en unas tablas nuestras personales visiones –no propiamente proféticas, sino más bien novelísticas–, nos valemos de la tecnología a nuestro alcance una computadora, y luego subiré a la red todo el trabajo del equipo que encabezo para que “pueda ser leído de corrido” por millones de personas.
El final del mundo puede ocurrir hoy mismo, o en unas horas, dentro diez años, cincuenta o cuatro mil años. La lectura del libro del Apocalipsis se puede hacer en varios planos: literal, simbólico, por su género literario, dentro del contexto histórico en el que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, como formidable complemento de los Cuatro Evangelios, y como profecías que de algún modo tendrán que cumplirse, aunque nadie, sino el Padre, conozca el día y la hora.
Hemos creído necesario comprender todos los niveles y ámbitos de este libro profético para evitar interpretarlo solamente desde la cerrada y hasta ingenua perspectiva de los “movimientos apocalípticos” supuestamente cristianos –catastrofistas y paranoides– que se centran únicamente en el terror extremo que causaría el anunciado y temido “fin del mundo”.
Una lectura literal del libro es tan simplista y tan fantasiosa como sostener que Dios hizo el cosmos en seis días de 24 horas. El enfoque histórico permite también ubicar la época del autor, junto con las crisis y sucesos que podrían haber influido en la escritura tanto del libro en general como de ciertos pasajes particulares. En el ámbito simbólico es posible entender también lo que para el autor representarían los numerosos signos que aparecen en el libro, pero a la vez permite a otros –como es nuestro caso– interpretarlos desde la propia perspectiva.
Es importante tener presente que el libro es un escrito cristiano. Y que como tal, lleva implícito el mensaje que se encuentra en los Evangelios, centrado en la figura de Jesucristo. Esta será, desde luego, una referencia obligada e ineludible.
Se ha dado también otro error imperdonable: el de suponer que el Apocalipsis es sólo “Preterista”, es decir, que se concentra en subrayar el cumplimiento de las profecías del Apocalipsis durante el siglo primero de nuestra era. Tiende a identificar a los personajes del libro con personajes históricos de la época de ese siglo I, Nerón, por ejemplo.
Como si el cristianismo no hubiera enfrentado, a lo largo de los siglos, tiranos mucho más eficientes, crueles y poderosos que el propio Nerón. Además de los variados ámbitos que ya mencioné, –literario, histórico y evangélico– existen en mis narraciones otros tres enfoques: primero, uno que podría llamarse “idealista”, desde el cual se ha contemplado el Apocalipsis como una alegoría del combate espiritual entre el Bien y el Mal que de hecho sostiene en su interior todo ser humano, con independencia de su denominación religiosa.
El enfoque “futurista” conlleva la identificación de los personajes del Apocalipsis con distintos fieles de las Tinieblas que surgirán en el futuro, descendientes de las “Bestias Actuales”: esas que hacen hasta lo imposible por instalar en el Planeta Tierra una verdadera “Cultura de la Muerte”.
Es claro que a lo largo de la historia humana han surgido verdaderas “Bestias del Apocalipsis”, como Napoleón Bonaparte, Hitler o Stalin. Pero que serán superados, con mucho, por personajes actuales y futuros, que siguen el modelo más opuesto a Cristo: Fidel Castro, Hugo Chávez, Bush, Obama, Osama Bin Laden, cientos o miles de los gobernantes en México y otras naciones, y casi todos los líderes sionistas de la Unión Europea y del absolutista Estado de Israel: esos genocidas que sostienen como válido el inconcebible asedio permanente contra el pueblo palestino.
Durante la redacción de estas líneas nos acabamos de enterar del bombardeo –con muertos y heridos– contra buques que llevaban ayuda humanitaria a la Franja de Gaza.  Y del frecuente  encarcelamiento de varias personas que insisten en llevar a Palestina ayuda humanitaria, a pesar de la ferocidad de los genízaros que casi siempre logran impedir los auxilios.
También se han manejado los argumentos en un enfoque “cosmológico”, ya que hemos pensado que el Apocalipsis expone el plan maestro de Dios para la Historia, de principio a fin, incluyendo la vida particular de la Iglesia Católica. Cada capítulo, párrafo y línea relatan cómo habrán de ocurrir cada uno de los sucesos actuales y previos al Juicio Final, siguiendo fielmente, hasta donde nuestra capacidad nos alcance, el texto de San Juan. Hemos utilizado un lenguaje moderno, descifrando símbolos, considerando las circunstancias históricas que nos afectan desde milenios atrás, que nos laceran hoy y que son la crónica de un Final proféticamente anunciado.
Para quienes así lo decidan, ese final “finalísimo” consistirá, para muchos, en una caída al “Pozo del Abismo” sin retorno ni rectificación posible. Como también será un final de salvación eterna para quienes así lo elijamos, consciente, decidida, congruentemente.
Porque “muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”.
Algunos pasajes concretos se refieren a tiempos presentes, así como otros a épocas pretéritas, pero también futuras. Hemos dado para ello al lector común ciertas indicaciones, para que le sea fácil darse cuenta de en cuál época se ubica cada suceso narrado, por lo que no se asigna una fecha específica alguna, salvo algunas indicaciones como estas: “en la actualidad”, “hace unos años”, “en un futuro cercano”, “en un remoto pasado”, “en un futuro incierto”, etc...

* * *

Con mucha razón algún lector podría cuestionar:
–Y ustedes… ¿quiénes son para atreverte a “revelarnos” tales cuestiones?
Le respondería que por favor haga lo posible para conocernos –por medio de “Facebook”, por ejemplo–, y después nos juzgue como mejor le plazca. Sólo alego a nuestro favor que algo tiene que decir y aun “revelar” una persona que desde los seis años ha mantenido un ritmo de lectura de uno a dos libros por semana, ya que padezco –como un don inmerecido– de esa extraña enfermedad de la inteligencia que en cierta forma podría llamarse “epistemofilia”, es decir: pasión obsesiva por conocer y aprender, y luego transmitir.
Así que, con sincero respeto, sin ironías ni sarcasmos, hemos escrito también para ser un indigno y limitado vehículo que logre “revelar” grandes verdades trascendentes a mis queridos hermanos en Cristo: Narcos y Capos –aparentes y ocultos, “políticos” y “empresarios”– de todos los cárteles, niveles, Cúpulas Planetarias y gobiernos nacionales.
Da lo mismo que sean mexicanos, italianos, colombianos, peruanos, centroamericanos, rusos y de cualquiera otra nacionalidad. El Narconegocio es global. De una vez les digo: ni se molesten conmigo. No vale la pena. Para ustedes soy inocuo e irrelevante, a menos que decidan tomar en cuenta, con toda seriedad, el mensaje de esperanza cristiana que encierran aun los más terribles y oscuros pasajes.  En esta aciaga época apocalíptica no podemos ni debemos los cristianos, ni en nosotros mismos ni en nuestro trato con los demás, quedarnos en la esfera de los enfoques éticos o técnicos meramente naturales.
Si fuésemos nosotros un simple grupo de narradores de “narcosucesos” sangrientos, tendría mucho más sentido grabarse entre la retina y el encéfalo los eruditos y profusos artículos periodísticos de Ricardo Ravelo –respetable cronista que escribe en “Proceso” y que no entiende absolutamente nada de las causas verdaderas de todo lo que él mismo relata– o las bien documentadas historias de diversos periodistas honestos, como Diego Enrique Osorno –de quien recomiendo su “Cártel de Sinaloa” para conocer sólo los datos y los hechos, nunca causas últimas de los flagelos actuales.
Como es previsible, tendré lectores no cristianos, ni siquiera creyentes, y también muchos sedicentes “católicos dísel” –dicen ellos que son católicos– cuando son sólo bautizados, neopaganos, ex cristianos. Mis argumentos y explicaciones sobre “las raíces de mal” llamado “Narco Global” no son meramente naturalistas. Es absurdo e inútil pensar que las explicaciones a tan gravísimos aconteceres pudieran reducirse, entre otras, a causas tan simples como estas:
“Marco legal insuficiente”.
“Bajísimos sueldos de los policías”.
“Escasa preparación táctica”.
“Bajo nivel cultural”.
“Ausencia de mandos únicos en cada estado”.
“Corrupción de todos los órdenes de gobierno”.
“Superior armamento del Narco”.
“Falta de coordinación entre las fuerzas del orden”.
“Burocratismo excesivo”.
“Sistema judicial inoperante”.
“Jueces amenazados o corrompidos”.
“Todo se debe al olvido en el que han estado los jóvenes” –según el “Peje”.
Y un interminable “etcétera” insulso.
Nadie que hayamos conocido hasta la fecha ha señalado las últimas y verdaderas causas del proceso de psicopatización de la sociedad entera. Por ello lo haremos nosotros, con el apoyo mutuo de los elementos del  equipo anónimo que formamos.
Porque los primitivos cristianos –modelos a seguir– no actuaron sólo dentro de un marco natural, sino que dieron sobrenatural testimonio de su Fe. Hoy, empero, estamos avergonzados de ser cristianos. No nos hemos referido  a los autodenominados “cristianos” y que en realidad son sólo una de tantos centenares de miles de sectas espurias que abusan de ese término. Nos referimo a esto: como cristianos: ¿cumplimos con nuestra obligación amorosa por el Bien y la Verdad quedándonos en relatar el Mal y quejarnos de él con toda la amargura y elocuencia posibles?
Creo que no. Porque la esperanza cristiana se nutre de un tesoro sobrenatural que hoy muy pocos comprenden, porque no lo conocen. Y no lo conocen porque el Narcosistema, intencional y rabiosamente, con enorme éxito, ha descristianizado a México cuando menos desde 1917, Constitución “Mexicana” en ristre.
Dicho sea de paso: este “Bicentenario” nos ha puesto  de luto, porque nada había que celebrar. Ni sobre el pasado de la “revolutio” mexicana lleno de mentiras y robos. Ni sobre las realidades actuales. Mucho menos sobre los absurdos alaridos de los criminales como el Cura Hidalgo –finalmente arrepentido– y chusmas carcelarias de las que se valió para retrasar la Independencia de México once años.
Sabemos con certeza, por nuestra experiencia profesional que en muchos de nosotros sobrepasa casi el medio siglo como investigadores, entre otros temas, el de la Historia Universal y de México, que demasiados cristianos vergonzantes creen que para dialogar con los no creyentes, no se debe meter para nada alusión alguna a la Revelación. Nosotros hemos pensado al revés, porque nos convencimos de que si no escribimos desde la verdad y como verdaderos cristianos, podría terminar esto simplemente en el silencio.
Es cierto que no convenceremos a un ateo hablándo directamente acerca de un Evangelio en el cual no cree. No obstante, tenemos que hablarle también cristianamente, con la habilidad necesaria, de manera al menos implícita. No de tal modo que ambos terminemos por callarnos, encerrados en la propia subjetividad estéril. En medio de un razonamiento sólo hedonista, y en el menos grave de los casos simplemente naturalista, un cristiano cae en hipocresía cobarde al no hacer referencias a la Verdad Sobrenatural. Puedo y quiero sostener que en la esencia de nuestro mensaje va precisamente la Buena Nueva de la proximidad del Reino de Dios, que llegó en su Persona hecha Hombre.
Sólo referidos a Cristo y aliados en torno a una dimensión Absoluta, encontraremos la posibilidad de derrotar al Narco y librarnos de sus azotes concomitantes y consecuentes: en la conversión de sus jefes cupulares –que casi nunca son realmente conocidos ni nombrados.
¿Quiénes son entonces “El Chapo”, los Beltrán Leyva, los jefes de “La Familia Michoacana” o los altos mandos de “Los Zetas”, y otros muchos pobres diablos por cuya captura los verdaderos culpables ofrecen millones de dólares? Contesto: simples prestanombres, chivos expiatorios, señuelos, distractores, peones a sueldo del Narco Sistema Global. Ellos no mandan: sólo obedecen. Y pobrecitos cuando se atreven a actuar por su cuenta. Ahí termina su carrera hacia la muerte. Como les ha sucedido a algunos de los personajes cuyas historias narro con toda su crudeza y sus inconcebibles contradicciones.
Nunca podremos encontrar soluciones definitivas a las catástrofes humanas sin hacer una clara y contundente referencia al Absoluto. No existe doctrina moral alguna, ni virtud humana natural, ni solución técnica, política o de cualquiera otra naturaleza horizontalista, capaz, por sí misma, de evitar las desdichas humanas. Sólo Jesucristo nos entrega su preciosa referencia auténticamente redentora, y lo hace justamente mediante un inesperado, “demencial” y “escandalizante” sacrificio: el de su propia vida.
Hemos llegado a creernos –y esta es una de las raíces de la en apariencia invencible maldad– que sólo somos individuos racionales condenados a la aniquilación, arrojados en la “nada” al morir, en un Universo carente de significado. De aquí se deriva el sentido de impunidad absoluta, porque al final de la propia vida –se piensa comúnmente– ni hay rendición de cuentas  ni consecuencia alguna, ni para el santo ni para el héroe, ni para el “Mochaorejas” ni para los grandes sicarios o corruptos; y mucho menos para Stalin, Mao, Bush, Obama o Fidel Castro.
Así que lo repito. Personajes del Crimen Organizado: no pierdan su tiempo en estallidos de iracundia contra alguien que sólo anhela que ustedes  se salven en el mejor sentido de la palabra, para siempre. No sólo de la frágil e incierta justicia humana, sino ante todo del juicio de su propia consciencia, al morir, en presencia del Juez Supremo. Se crea o no, de todas formas allá nos veremos, indefectiblemente. Sólo les recuerdo que “el que ríe al último ríe mejor”.
Además, insistimos de nuevo: por poderosos que ustedes se consideren, la verdad es que carecen de algún poder propio, porque no pasan de ser simples peones desechables de un “Invisible Poder Real”: –“Real Politik”– que se mueve en niveles tan altos, tan sombríos y ocultos para las personas comunes, que son inaccesibles.
Y como ustedes ni siquiera sospechan de su existencia, alguien se los tiene que revelar. Esperamos y deseamos poder hacerlo, para que después tomen sus decisiones de manera más ilustrada, advirtiendo las consecuencias con mayor claridad y suficiente anticipación.
Va el mismo mensaje  y para todas las nomenclaturas: “Los Zetas”, el Cártel del Golfo”, el “Cártel del Atlántico”, el “Cártel del Pacífico”, el “Cártel del Milenio”, el “Cártel de Ciudad de las Muertas” –o “Cártel de Juárez”–, “La Familia Michoacana”; “La Resistencia”, los “Casalesi”, la “‘Ndrangheta”, la “Camorra”, la “Cosa Nostra”, y todas las demás –sin menospreciar a ninguna de las existentes en el ámbito global.
Desde luego: lanzamos el mismo mensaje revelador a la corrupta y monolítica clase política, de la que el “Sistema” que oprime a México desde la expulsión de los jesuitas, en el año de 1767, es sin duda el mejor representante arquetípico –en cuanto a la perfección en la impunidad– de la mafiosa capacidad conspirativa y perpetuación corrosiva contra la doliente Humanidad.
No tiene objeto alguno atacarme ni perseguirme , como algunos cárteles italianos lo hacen, por ejemplo, con el audaz e indomable periodista y escritor italiano Roberto Saviano. Él desnudó a la “Camorra” con sublimes denuncias reveladoras, dentro de su epopéyico libro “Gomorra”. Nosotros no denunciamos ninguna “verdad legal” comprobable, pero procuramos revelar –como “Apocalipsis”– lo más posible. Además, como ya mencionamos, ninguno de los Narcopolíticos miembros del “Crimen Organizado S. A.” va a ser indiciado por estás revelaciones, porque fungimos como periodistas, ni testigos, ni ministerio público. No hago una relatoría de hechos criminales, sino que nos ocupapamos de su origen remoto, de su desconocida identidad y de su trágico e inevitable destino final.
Sólo advierto el terrífico futuro del que podríamos escapar si a tiempo identificásemos al Enemigo real y nos amparásemos bajo el Amigo verdadero. Sin embargo, tal y como hoy se ven las cosas, parece que muy pocos escaparemos de las garras del Maligno. Como dice Cristo, e intencionalmente lo vuelvo a decir: “porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”, entendiendo por “escogidos” no a una especie de sujetos premiados por capricho de Dios, sino más bien personas “auto escogidas”, ya que sólo se salvan los que realmente permanecen fieles a la Gracia, a pesar de todos los embates del Adversario.
“El que te creó sin ti, no te salvará sin ti” –nos explica San Agustín, legendario pecador antes de su conversión. ¡Cuidado! Porque a principios del Tercer Milenio tenemos ya una serie de señales inquietantes, algunas demasiado obvias. Va como ejemplo esta: que ya se completó la “Apostasía General de las Naciones”. Y mucho más en México, el país de la impunidad institucionalizada –una “Impunilandia” protegida por tirios, troyanos y muchos cobardes. Incluyendo a quienes están incrustados, corrompiendo a México de peor manera que todos los cárteles juntos, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Senado, la Cámara Baja y los gobiernos estatales, sin dejar de lado al propio gabinete presidencial.
Nos limito a advertir y a revelar lo que habrá de ocurrir, inexorablemente, a partir de lo sucedido a lo largo de milenios de historia, y de lo que hoy sucede. Porque estas narraciones no se ocupan tanto de los criminales organizados de ínfimo nivel –como “Nacho” Coronel, asesinado hace unos meses, que se creen y los creen lo máximo–, sino de la influencia maléfica que ha ejercido, ejerce y ejercerá sobre todos nosotros el verdadero “Amo Global”, el que opera “desde el lado oscuro de la Fuerza” –auténtico “Príncipe de este Mundo”– y de las consecuencias apocalípticas que hemos sufrido, estamos sufriendo y seguiremos sufriendo, hasta lo inenarrable, al ceder a las exigencias de tal Príncipe, principal “Adversario” de la Humanidad y “Padre de la Mentira”.
Dicho de otro modo: nos refiero a “La Serpiente” –llamada “Saurón” en el “Señor de los Anillos”, y “Lord Sith” en “La Guerra de las Galaxias”. Es obvio que la mayoría de los capos y de los políticos más encumbrados desconocen, sólo parcialmente, la humillante esclavitud a la que están sujetos por tan eficaz y poderoso personaje. Porque si leyeran la letra pequeña de la factura que “él” les va a presentar de modo inevitable –el día de la rendición final de cuentas–, muchos de los criminales de cuello blanco que hoy dirigen el Planeta se cambiarían de bando. Lo mismo aquellos que comandan el Ejército Global, que los que manipulan la Banca Mundial; estos otros que nos mienten cínicamente desde los Mass Media universalizados, sin olvidar a quienes logran engañarnos y castrarnos la mente desde las cátedras universitarias ateas y renegadas.
Y desde luego: esos otros lobos que se disfrazan con piel de obispo y “padres fundadores” dizque católicos para violar niños. Aquellos que trafican con drogas, y finalmente quienes intentan gobernar el mundo entero. Ninguno de ellos permanecería en las filas del Crimen Organizado –ese que dicen combatir, y del cual viven y medran– si de verdad se hubiesen arrepentido.
Y no para ganarse unos dólares con las denuncias, sino por motivos mucho más profundos, como el de conocer la Verdad Revelada, esa Verdad que no es “algo”, sino “Alguien” que cuelga de una cruz, y que, resucitando, los llevaría posiblemente a caer de hinojos, arrepentidos. Como dicen los narcos colombianos en “El Cártel de los Sapos”: “¡estense frescos, fresquitos!”
El único problema que puede surgir es que la conciencia de alguno de ustedes, si nos lee, se sienta lastimada, o tal vez despertada y aun despavorida ante la fuerza apocalíptica de las revelaciones que aquí podrán leerse. ¡Qué bien: ese sí es un objetivo mío, porque una conciencia herida por la revelación de las consecuencias de sus propios actos se verá obligada a rectificar antes de los Juicios personal y Final! Sólo deseo que esos depredadores puedan y quieran salvar su alma, antes de que la muerte física les robe toda posibilidad de arrepentimiento, rectificación y resarcimiento. Para ellos revelo, denuncio, señalo, ataco, clarifico.
Tampoco soy primordialmente un cronista académico a quien le interese narrar hechos profusamente documentados sobre los diversos aconteceres de la Historia Universal o de México. Sin embargo, como analista y estudioso de la Filosofía de la Historia, no eludiré la necesidad de penetrar en “La Otra Historia”, esa de la que nada quieren saber los poderes oficiales establecidos, pero no con propósitos académicos, sino movido por algo mucho más hondo, problemático y categórico: dar a conocer las raíces y las consecuencias últimas de nuestros males, para que al conocerlos alguien rectifique y cambie su destino final.
Quiero revelar –dar a conocer– cómo es y en qué se fija hipnóticamente la luciferina mirada lanzada sobre la Raza Humana “Desde el Nido de la Serpiente”. Esa es nuestro visión del Apocalipsis: cómo nos observa, nos seduce y nos hipnotiza Luzbel, para después cebarse sobre cada alma y hacerla suya para siempre; eso sí, con nuestra anuencia.
Expongo, pues, crudamente, esas raíces remotas del Mal en las que nadie piensa, ni en sus eternas consecuencias. Ni siquiera los líderes mexicanos de la dormida y adocenada Iglesia Católica quieren darse cuenta de que ya están corrompidos por la exquisita y letal acción corrosiva de los sutiles venenos del serpeante y pérfido Maligno.
Y que el final se acerca ya, por lo que quiero irme con la certeza de haber amado no sólo a los míos, sino a todo prójimo, por remoto que físicamente esté. A ese prójimo desconocido quiero revelarle cuestiones, catástrofes, posibilidades y soluciones cuya existencia ni siquiera imagina. A pesar de la evidencia de siete sellos abiertos, siete trompetas de brillantísimos y tremebundos clamores, siete copas llenas de cataclismos y catástrofes –muchas de las cuales aún podríamos evitar. Esa es la razón por la cual no nos ocupo precisamente de narrar sólo ni principalmente los conflictos y matanzas entre clanes, combos, cárteles, países, credos, razas, partidos políticos, etnias, sectas, castas o agentes oficiales.
Tampoco interesan aquí las cifras de los muertos. Mientras escribo estas líneas, el 20 de junio del 2011, los diarios dan a conocer que ya quedó superada varias veces la que en enero fuese la peor jornada en el número de asesinatos violentos a manos de cárteles del Narco Global: 70 muertos, cifra que será ampliamente superada cualquier día cercano... y en el remoto futuro.
La cifra, desde nuestro punto de vista, es irrelevante. Podrían haber sido dos, o cientos de miles. Porque el verdadero problema no es “cuántos mueren”, sino “por qué mueren” y qué sucede con ellos al morir físicamente:
¿Se aniquilan, perdiendo para siempre el “Yo”, la memoria y la conciencia, la inteligencia y la voluntad?
¿O se atienen, para siempre, a la rendición de cuentas de sus propios actos, y asumen las consecuencias de manera ineludible?
La cifra, insisto, es irrelevante, porque al final de cuentas todos habremos de morir, y todos tendremos que asumir las consecuencias de nuestros actos, por toda la Eternidad. Sin embargo, no soslayaré la brutal importancia de las inconcebibles hecatombes que en México se dan diariamente y por docenas, con la máxima alucinante variedad posible. Aunque ya no impacten ni escandalicen a nadie, porque los cincuenta –“sin cuenta”– muertos diarios han pasado a formar parte del paisaje.
 Ahora son tan nimias y tan anónimas todas las muertes, incluso las de civiles y familiares inocentes, que ya se ven letreros que dicen: “Prohibido tirar cadáveres aquí”. Ni nos detengo demasiado en las truculencias o macabras aventuras de los narcos comunes –de diverso nivel jerárquico– sino sobre todo en las de quienes ocupan las cúpulas del Poder. Por supuesto: espero que nuestro serie de revelaciones deje muy en claro que el Poder, para la República Mexicana, por ejemplo, no se ejerce desde “Los Pinos” ni desde Palacio Nacional, como tampoco el Banco de México sirve para lo que dice servir; ni el SAT, ni Secretaría alguna.
Los verdaderos destinos de México se deciden desde muy lejos, a miles de kilómetros de nuestra Ciudad Capital. Más bien he procurado analizar y exponer los dramas y conflictos del máximo nivel político y del más largo alcance histórico, dentro de un contexto cuya profundidad a nadie parece importarle... por lo cual hay que revelárselos. No es tampoco esta obra un paralelismo mexicano de esa excelente creación colombiana llamada “El Cártel de los Sapos”.
Aunque parezca repetitivo hay que decirlo de nuevo: porque algo que triste y fatalmente se ignora o se soslaya en esa espléndida obra –tanto en la literaria como en la televisiva– es que la mayoría de nuestros llamados “grandes capos” en México o en Colombia, lo mismo que en República Bolivariana, Perú, Argentina, Afganistán o Unión Europea, no son los verdaderos Capos.
Éstos son sólo marionetas inconscientes y en gran medida involuntarias, sujetas a un orden de cosas muy superior, invisible, secreto, maléfico, encantador e inexorable, y cuyo libérrimo origen puede rastrearse con singular veracidad, hasta el principio del principio del Mal y su bestial presencia en la Creación. Ni nos ocupo aquí de las “conspiraciones” en las que una ingente multitud cree para escapar a su propia responsabilidad personal.
Claro, las conspiraciones existen y nunca han dejado de provocar brutales cataclismos históricos; y, –lo sepamos o no– seguirán dándose hasta el Juicio Final. Independientemente de su grado de fantasía o realidad, casi todas ellas son falibles, limitadas y caducables, en diversos grados: desde las que fracasan aun antes de comenzar, pasando por las que logran un éxito relativo, hasta aquellas que han perpetrado a la perfección –o casi– sus propósitos, ya sean honestos, ya sean maquiavélicos. Sin embargo, con el afán de brindar a mis lectores un panorama más amplio, profundo y crítico sobre este tema, ofrezco algunas explicaciones al respecto:
El eje rector de esta narración, de medular temática apocalíptica –como ya quedamos– no se ocupará, ni siquiera de manera tangencial, de esas tan fantásticas e increíbles conspiraciones famosas –verdadera psicosis de conspiranoia– que comparten invariablemente cuatro grandes características: fantasía desbocada, superstición y esoterismo, ignorancia culpable o invencible y una buena dosis de fanatismo.
Nos refiero a una interminable lista, en la cual se encuentran, dentro de la misma categoría de absoluta inverosimilitud, algunas que la gente común da por ciertas, en las que generalmente andan metidos los anhelados extraterrestres.
Por otra parte, no existen ciertas “conspiraciones grandiosas” que preocupan obsesivamente a cientos de millones de personas. Una de las más socorridas se llama “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, aunque muchas de las intenciones conspirativas ahí descritas se estén cumpliendo, algunas al pie de la letra. No existen en la historia humana, “complots perfectos”, libres de fallos, ni propiamente de absoluto alcance universal. Sin olvidar que distintos grupos, naciones o ejércitos lo han intentado, o incluso logrado: Alejandro Magno, por ejemplo, tuvo bajo su cetro imperial prácticamente todo el mundo conocido de su época, al igual que algunos de los emperadores de Roma. En sus momentos de gloria, Felipe II de España podía decir “en mis dominios nunca se pone el sol”.
Obviamente no se lograron tales imperios sin penetrar secretamente en las cortes y los gobiernos de las naciones rivales, cualesquiera que éstas fuesen, independientemente de las guerras frontales –terrestres o navales–, las cuales, por su parte, también requerían no sólo de estrategas, armas e insumos militares, sino de hábiles espías y conspiradores, o agentes dobles.
Todo esto ha sucedido desde la legendaria, próspera y decadente ciudad griega Síbaris y la heroica Troya hasta la Guerra del Golfo o la invasión a Irak. Además de los conflictos –¿locales o globales?– que en estos momentos se estén cocinando, a pesar del escepticismo de los que no creen en conspiraciones.
¿O es que aún alguien puede ser tan ingenuo para pensar que Irán y Corea del Norte están solos en sus proyectos y pruebas nucleares o lanzamiento de misiles?
¿O que Rusia sólo desea dotar de centrales nucleoeléctricas a Irán, sin fines militares de ninguna clase?
Creer que actúan por su cuenta, sin lazos inconfesables por parte de sujetos impolutos que viven y medran en Occidente, implica una ignorancia de la historia realmente chusca y ridícula.
No obstante todo lo antes dicho, quiero demostrar que sí existe una especie de conspiración tan absolutamente exitosa como perfectamente atípica. Y es tan exitosa y atan atípica que tendría que bautizarse con un nombre distinto al de “conspiración”. En ella están metidos, sabiéndolo o sin saberlo, casi todos los personajes pasados, presentes y futuros de nuestra “clase política”.
Intentaré revelarla y ponerla al descubierto conforme vaya profundizando en los asuntos, temas y tramas de los que en este libro tendrás que enterarte. Conocer esta sobrehumana conspiración, realizada con medios humanos –tema central de la serie “Desde el Nido de la Serpiente”– te permitirá, si eres un lector de buena fe, encontrar la explicación a ciertos sucesos que rebasan, por mucho, cualquier teoría de las conspiraciones.
Quiero dejar probada la inutilidad de los “complots” como herramientas de explicación de todos los sucesos, los que sean, apoyándome en algo totalmente lógico, racional: la certeza de que cualquier conspiración dirigida sólo por humanos, por excelente que sea en su planificación y en su puesta en marcha, producirá condiciones que son contraproducentes al logro de sus objetivos.
En cambio, no es igual cuando esa “conspiración” está dirigida por fuerzas sobrenaturales que deben ser reveladas para poder defenderse de ellas eficazmente. Así pues, requeriremos varias herramientas y enfoques muchísimo más poderosos que la ingenua explicación que nos dan las “Teorías de las Conspiraciones”.
A pesar de todos los verídicos ejemplos históricos que pudieran darse y que implican conspiraciones reales, ciertamente no existen las “conspiraciones”, tal y como palpitan actualmente e invaden el cerebro de toda clase de personas, desparramándose en el espacio virtual dentro de millones de páginas web.
Aun así, en este libro nos ocuparé primordialmente no de conspiraciones humanas propiamente dichas, sino de dar seguimiento, hacia atrás y hacia adelante, a varias líneas históricas constantes que estrictamente hablando no merecen el nombre de “complots”, sino de “posturas existenciales”, o “concepciones cósmicas en choque”, “revelaciones”, acerca de la Historia y del Destino Humanos. Cuando menos existen cuatro fenómenos de esta clase:
1) El “Pueblo Escogido”, Israel, con su mesianismo antropocéntrico, que sobrevive intacto con sus irreductibles y milenarias concepciones ante cualquier ataque, accidente o fracaso temporal.
2) La “Iglesia Católica Apostólica Romana”, con su Dogma, Moral y Culto sempiternos.
3) El “Islam”, si bien éste apenas comienza en el siglo VII de nuestra era, mientras que las dos anteriores se remontan al comienzo de la Historia.
4) El “Lejano Oriente”, China, con sus más de mil doscientos millones de personas manejadas por el régimen “ideológico/político” más autoritario, cerrado y poderoso que la historia registre. Tenemos que contar con la genial penetración china en todos los mercados. Es obvio que sus intenciones no son sólo de tipo mercantil, ni sus transacciones principales son transparentes. Pero tampoco podemos saber con total precisión qué es lo pretenden, ni cómo lo intentan obtener. Con todo y la no menos famosa teoría del “Amero” en la que, dicen los conspiranoicos, China está involucrada. En cierta forma lo anticipa San Juan en el Apocalipsis, en la Sexta Trompeta, 16-20:l

 “…su ejército consta de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número. En la visión miré así a los caballos y a los jinetes: los jinetes llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre; la cabeza de los caballos se parecía a la de los leones, y su boca vomitaba fuego, humo y azufre. Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los caballos. Porque el poder de esos caballos reside en su boca y en sus colas: sus colas son como serpientes, que tienen cabezas con las cuales hacen daño”.

Estas milenarias constantes históricas tienen un alcance universal, de origen, y han dejado y seguirán colocando señales obvias en casi todo el mundo. Por ejemplo: la concepción mesiánica de la Secta Sionista tiene como meta primordial la de destruir a la Iglesia Católica, desde su fundación misma. No se explican de otra forma la “Matanza de los Inocentes” por Lázaro, ni la pasión y muerte de Jesucristo, ni más de dos mil años de historia después del Nacimiento Redentor, al cual el proyecto sionista insiste en llamarle “El Gran Impostor”, por lo que siguen esperando a su “verdadero mesías” –ese siniestro personaje al que los católicos llamamos “Anticristo”.
  De ahí surge esa oración que casi todos los creyentes y dirigentes judíos rezan desde el año 74, a partir de la destrucción del templo de Salomón a manos de las huestes romanas del general Tito: “el año que viene, en Jerusalén”. No deja de ser asombroso y aun digno de admiración un pueblo que nunca ha sido derrotado, que siempre ha sobrevivido, adherido a sus creencias religiosas y solidísimas tradiciones, con todo y las grandes variantes internas y sus mortíferas rivalidades intrínsecas. La Nación Judía ha sido capaz de afrontar siempre innumerables y cruentas persecuciones, tanto como expulsiones territoriales de casi todos los países de Europa y masacres gigantescas.
Si bien resulta por sí mismo increíble e insostenible el “Mito de los Seis Millones”, –ya que en los actuales campos de Auschwitz la cifra aceptada oficialmente es de sólo un millón–, de todas formas son demasiados asesinatos sin justificación alguna, así fueran una docena.
De cualquier manera, los nazis sólo fueron los ejecutores materiales, mientras que los verdaderos altos jefes de Sión fueron los autores intelectuales del Holocausto al que fueron sometidos sus propios hijos y hermanos. Porque para tales altos jefes fue preferible provocar la muerte inminente de los millones de judíos que vivían en Europa, que permitir y soportar la pérdida del actual territorio de Israel.
Este pueblo, gracias a la soberbia y la tenacidad de sus líderes, ha sido capaz de afrontar interminables confinamientos en barrios especiales, en la mayoría de las ciudades europeas, durante siglos enteros. Y después de casi dos milenios de desarrollar la ciencia, la técnica y el arte necesarios para sobrevivir entre culturas, religiones y pueblos hostiles, logró cumplir uno de sus sueños, para reconquistar la Tierra Prometida: “Eretz Israel”, actualmente ama y señora del mundo de la finanzas, y potencia nuclear impune, ante las debilísimas llamadas de atención del Consejo de Seguridad de la ONU.
En efecto: ninguna nación, estado o ejército, y mucho menos la ONU, han sido capaces –gracias a su complicidad– de oponerse a los incontables latrocinios, masacres, bombardeos, invasiones, asesinatos de civiles, destrucción de ciudades vecinas y otras incontables atrocidades. Israel está tomando venganza de los infernales infortunios a los que ha sido sometida durante interminables milenios. ¿Cuál ha sido su secreto para lograr la hazaña de sobrevivir ahí donde cualquiera otra nación hubiera sido rápidamente aniquilada? De analizar este “milagro” y revelar sus causas, propósitos y razones de ser, tratan mis narraciones. Con énfasis especial en sus letales efectos en México, los USA  y América Latina, sobre todo.
Otro ejemplo digno de estudio es el de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Atacada desde afuera por los emperadores romanos durante casi trescientos años, combatida durante dos milenios, desde adentro, por toda clase de “Masieles”, cismas y herejías; corrompida durante siglos por sus propios papas –sobre todo en la Baja Edad Media y en el Renacimiento–, atacada desde la Reforma Luterana por coaliciones de naciones adversarias, sujeta a los escándalos de sus numerosos sacerdotes pederastas; difamada, perseguida, denostada, criticada y mal comprendida hasta por personas de buena fe, ahí sigue, tan campante.
Cuando Napoleón Bonaparte puso su bota autárquica en el Vaticano y amenazó con que iba a destruir a la Iglesia Católica, el anciano cardenal Consalvi comenzó a reír ruidosamente y con intenso sarcasmo, por lo que el Emperador, furioso, le preguntó:
“–¿No sabe quién soy yo? ¿De qué se ríe, anciano?”. –El sabio cardenal contestó, entre risas:
“–No hemos podido destruirla nosotros en 1800 años ¿y lo va a hacer usted ahora? Recuerde, Su Majestad, que Cristo prometió: «Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella.»
Si tanto Israel como la Iglesia Católica han subsistido hasta el día de hoy, resultaría verdaderamente estúpido creer que lo han logrado sin realizar eficaces y constantes conspiraciones dirigidas, en su más alto nivel, por fuerzas tanto humanas como sobrehumanas. Tampoco concibo a ningún verdadero sabio o al menos erudito profesor universitario que pueda creer que ambos casos son sólo obras de Dios o de Luzbel –al margen de la voluntad y la inteligencia de los hombres. Es indudable que ambas instituciones han realizado incontables cónclaves, unos secretos, otros abiertos, para poder triunfar a lo largo de tantos y tan azarosos siglos.
Si la palabra “complot” aterra a los escépticos y eruditos, pues dejémosla de lado, y utilicemos cualquiera otra que describa lo sucedido “a toro pasado”. Si la palabra “conspiraciones” molesta, echémosla a la basura. Utilicemos un término más adecuado, que de verdad describa las historias acontecidas y por suceder. ¿Cuál término propones tú, paciente lector?
Porque ahí está –para ser revelada a quienes no la conocen– la Hermosa Realidad, necia, contundente, anterior, superior, independiente de quien intenta percibirla, conocerla, dominarla. Analizar a fondo y escribir la historia secreta, “conspirativa y complotista”, de ambos pueblos –el judío y el cristiano– requeriría el estudio concienzudo de millones de páginas legibles, dejando sin escribir ni leer muchas más páginas que las estudiadas y escritas. Supongamos que ese problema ha quedado resuelto, y que en libros como “Historia de los Papas” de Pastor, o “Nueva Historia de la Iglesia” de Jean Daniélou, o bien en “La Historia de los Judíos” de Paul Johnson, son fidedignas, completas y verídicas.
Es cuestión de simple lógica y real sindéresis comprender que en ambos bandos existieron y existen –y van a seguir existiendo “per secula seculorum”– innumerables sucesos, cónclaves, complots, conspiraciones, acuerdos, pactos, traiciones, escisiones, alianzas, cambios y muchos hechos más de los que no tenemos noticias precisamente porque se realizaron con todo éxito, en secreto perfecto. Y por encima de todo: tuvieron, tienen y tendrán un “Alto Mando Unificado”, –a veces en conflicto interno– y fieles agentes ejecutores de todos los rangos concebibles, cuya mayoría ignora la cadena de mando.
Porque a pesar de la temporalidad, las limitaciones, la falibilidad y los efectos colaterales que sin duda se han dado en casi todos esos acontecimientos, lo cierto es que ambas concepciones cosmo-religiosas, hasta la fecha, se han mantenido como ejes de una histórica rivalidad que tendrá que desembocar, tarde o temprano, en el Apocalipsis: guerra global, peste mortífera, hambruna universal, muerte de todos, resurrección de los muertos, Segunda Venida de Cristo y Juicio Final.
El progreso indefinido y sin término es un cuento del “New Age” que sólo puede causar lástima. ¿Cómo le han hecho ambos bandos para mantenerse en pie de lucha hasta el día el hoy? ¿De qué medios se valdrán para sostenerse en el futuro, siendo que ambas concepciones de la Historia son exclusivas y excluyentes? Porque: o Cristo es el Verdadero Mesías, o no lo es. O el Mesías que los judíos esperan es el Anticristo, o es el Salvador.
No puede ser que ambas versiones sean simultáneamente ciertas. Tampoco es factible que ambas triunfen o pierdan a la vez. Lo que sí es factible, y además está sucediendo, es que algunas personas concretas cambien de bando, no una, sino varias veces. La Historia ha demostrado hasta la saciedad que no es posible la coexistencia pacífica de ambas concepciones mesiánicas.
Además de que los sionistas esperan obstinadamente a “su mesías”, los cristianos hemos traicionado al nuestro, si bien no faltan las reconciliaciones, las conversiones ni los arrepentimientos, en ambos bandos. Y se ha visto también que uno de los secretos de la inusitada permanencia, invencibilidad e impertérrito antimestizaje de la Nación Judía, es su credo mesiánico futurista que sí merece el calificativo de conspiranoico: el que la alentó como supremo ideal para lograr reunirse de nuevo en Jerusalén, con la ayuda de los masones de clase mundial que renegaron de su fe cristiana, para treparse al carro de los vencedores provisionales.
Sería ingenuo y aun absurdo pensar que a las dos corrientes adversarias: la “Antropocéntrica Sionista” y la “Cristocéntrica Católica”, las haya guiado al mismo tiempo el Espíritu Santo, jugando al “Paráclito” –“el que está al lado”.
Nos ocuparé, pues, de contar y revelar la guerra apocalíptica en curso y por venir entre esos dos movimientos históricos nacidos de una vocación de absoluto, dirigidos hacia la conquista de la supremacía total: el Sionismo quiere el Poder y la Gloria para sí mismo, mientras que el cristiano auténtico quiere lo mismo, sólo que en otro sentido, opuesto: para Dios hecho Hombre, en el amor total, hasta el martirio, si éste fuese ineludible.
Sin dejar de lado a dos actores que parecen secundarios, pero que están jugando un papel primordial: el mundo islámico y el Lejano Oriente –con las naciones china, india y japonesa– con sus satélites “etnogeográficos” ya cautivos: ¡más de dos tercios de la Humanidad! El drama es que hoy en día el movimiento sionista es demasiado visible y está dotado de recursos prácticamente ilimitados. Se ha armado como pocos países con artefactos nucleares de última generación.
Además, es dueño de una visión cósmica y religiosa de carácter inhumano que fue concebida hace milenios, en el momento en el que todo un pueblo –el “Pueblo Escogido”– rechazó la concepción Cristocéntrica de la Historia de la Salvación del Hombre, para construir su propio proyecto mesiánico centrado exclusivamente en las ambiciones más violentas e inaplazables: la conquista del Poder Absoluto, la acumulación permanente de riquezas mediante la usura, el goce irrestricto de las buenas cosas de la vida, y la fama y la gloria que todo ello acarrean.
Todo esto a pesar de las hondas divisiones que se dan al interior de este pueblo: la Nación Hebrea, cuyos ricos rabíes, comerciantes y altos jefes nunca tuvieron prohibido prestar con usura a todos los pueblos de la tierra. Al contrario: les fue explícitamente permitido, y lo tomaron al pie de la letra.  Es históricamente demostrable que a pesar de los pesares, los judíos siempre tuvieron y tienen un sensacional éxito como fieros prestamistas, particularmente entre los reinos cristianos, aprovechando la patética debilidad de los muy “cristianos” príncipes voraces.
Después de dedicarse a la usura desde su origen, a pesar las prohibiciones de “La Tora”, surge, siglos después, el hecho más significativo de la mentalidad económica: el mercantilismo, basado en la irrupción del préstamo pecuniario a modo de herramienta comercial de primera magnitud. Esta práctica, hasta el siglo XIII, había sido casi restringida al círculo de los agiotistas judíos. A partir de entonces comenzó a convertirse en el instrumento fundamental del nuevo sistema económico, del cual poco a poco, como líderes, y cada vez menos en las sombras, se apoderaron los banqueros judíos. Desde luego: en innumerables ocasiones esta costumbre les acarreó infinidad de desdichas, persecuciones, expulsiones y confinamientos, pero siempre siguieron prestando, muy en su papel, y resurgiendo de entre sus cenizas de manera más “milagrosa” que el “Ave Fénix”.
Lo detestable no es que ellos, por su propia decisión, se hayan convertido en los banqueros del Planeta, sino que los reyes cristianos –y no cristianos– se hayan dejado seducir por el oro, por la sangre de la rapiña y por el dinero virtual, aunque en algunos casos también hayan recurrido al oro judío para defender a sus naciones, de manera legítima. Para después quedar atrapados en deudas tan astronómicas como impagables. Como la Grecia de hoy, por sólo citar un caso entre muchos.
Sólo ruego atender a este hecho demostrable un sinnúmero de ocasiones: que los banqueros no prestaban sólo a uno de los bandos, sino a todos los beligerantes, sin tomar posturas ni a favor ni en contra, sino atendiendo sólo a la interés monetario. Sin olvidar que también puede demostrarse que es la Banca Mundial la que hoy en día, de manera clara y contundente, apoya cualquier tipo de programa que sostenga las finanzas de ese movimiento que Juan Pablo II bautizó con el tétrico nombre de “Cultura de la Muerte”.
¿Merece esto ser llamado “conspiración”? El nombre no es relevante, sino el hecho en sí: por ejemplo, los grandes capitales nunca estén a favor de la vida y la familia, las leyes naturales ni de la concepción cristiana de la vida. Conspiración o no, esta es una realidad contundente: que los grandes capitales bancarios e individuales, invariablemente, se hayan dedicado a aniquilar a la Iglesia Católica y a sus fieles, mediante los más variados e insospechados métodos –no sólo el de la persecución directa, como en el mundo comunista ya colapsado.
El capitalismo financiero actual no representa sino un eslabón superior, un salto cualitativo respecto del capitalismo mercantil, y cuyas funestas consecuencias habrían de hacerse demasiado explosivas con el transcurso del tiempo. Dado que en el nuevo marco implantado por el capitalismo financiero queda suprimida toda noción de corporeidad, el acto económico se convierte en algo de naturaleza abstracta, posibilitándose con ello el lucro a costa del trabajo de terceros.
Lo peor: se consolidó el sistema de dominio absoluto de toda la realidad económica, política y social en unas cuantas manos: los banqueros; y éstos, en su inmensa mayoría, judíos mesiánicos, de cuyas gigantescas fortunas, acumuladas aviesamente durante centurias, pasaron a depender todos los reinos, los imperios y las naciones. Primero los cristianos, y luego todos los demás.
Añádase a esto el hecho de que el sistema monetario está desde hace tiempo en manos de las grandes entidades financieras, lo que les confiere a éstas la potestad no ya de traficar con el dinero ajeno, sino incluso de crearlo de la nada, consolidando de esta forma su dominio a partir de una entelequia imaginaria. Una circunstancia que Frederick Soddy, Premio Nobel de Economía en 1921, calificaría certeramente con estas palabras: “el rasgo más siniestro y antisocial del dinero escritural es que no tiene existencia real”.
Después de siglos de atacar y prohibir la usura, la encíclica “Rerum Novarum”, en 1891, del papa León XIII, habló de la «usura devoradora... un demonio condenado por la Iglesia pero de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos».
En la encíclica “Sollicitudo Rei Socialis”, de 1987, de Juan Pablo II, no aparece ninguna mención explícita a la usura, excepto por su referencia a la crisis de la deuda externa del Tercer Mundo como un nuevo pecado. Esta es una de las constantes de las que nos ocuparemos apocalípticamente, es decir, como revelación: no de la usura como tal, sino de los destinos de las ganancias usureras, las que, dicho sea de paso, a reserva de profundizar a lo largo de la narración, tienen un propósito infinitamente mayor que la mera acumulación de riqueza. Nos ocuparemos, pues, de revelar su verdadera “causa final”.
Yendo de lo general a lo particular señalo una verdad punzante: se han dado muchos complots exitosos en forma de autoatentados, principalmente realizados por el gobierno norteamericano, el cual, a su vez, ha sido poderosamente influido, hasta el tuétano, por el Proyecto Sionista, desde los mismos instantes del parto de los USA, en 1792. La verdad histórica ha dejado al descubierto varios complots exitosos, que no surgieron de la nada, ni siquiera de las circunstancias, sino de ese proyecto mesiánico de largo alcance y duración milenaria al que nos he referido.
Insisto: si alguien no quiere llamarle a esto “conspiración”, que le cambie el nombre. Nunca dejará de ser una visión antropocéntrica que busca el Poder a toda costa. No por el Poder mismo, sino por lo que procuran el Poder Político y el Poder Financiero: almas, voluntades, inteligencias y personas. Señalo que los mayores conflictos de la Humanidad siempre han tenido un profundo carácter religioso y espiritual, porque nacen de dos concepciones cósmicas opuestas y excluyentes: la de la sujeción a Luzbel y la del amor a Cristo.
La primera es una auto condena y una pérdida absoluta para siempre, en tanto que la segunda redime para la Eternidad y es una ganancia perfecta y absoluta.
Aunque desde los relatos mitológicos hasta los más recientes escándalos políticos y corporativos, la idea de la existencia de conspiraciones de alcance global, o cuando menos muy amplio, ha acompañado a la Humanidad desde los albores de la Historia, no podemos declarar como ciertas ninguna de dos cosas extremistas: que todo lo que ocurre está planeado, ni que nada de lo que ocurre está planeado. La realidad debe andar por el justo medio, con sus desviaciones frecuentes e incalculables. Escribo, pues, este libro otorgando el beneficio de la duda en muchos de los casos concretos, para conseguir nuestro propósito: que el esplendor de la Verdad sea revelado y pueda así surgir con toda su fuerza y su belleza.
Porque quiero ser fiel a aquellas hermosas palabras de Juan Pablo II:
“El Espíritu Santo es el único que puede ayudar a las personas y a las comunidades a liberarse de los viejos y nuevos determinismos, guiándolos con la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús”.
Sin pedirlos, a nuestro equipo le fueron concedidos ciertos “dones” o “regalos”. Disposiciones permanentes y naturales para hablar en público, leer y escribir, nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo . Por eso esta obra se inspira y se sostiene, en medio de tantas y terribles batallas para darla a luz, con aquellas palabras de Cristo: “Id y predicad a todas las Naciones”.
Así que, saliendo del ostracismo que nos caracteriza a todos quienes colaboramos en esta obra, de ese aislamiento social en el que hemos vivido durante tantas décadas, pretendemos con esta obra ayudar a revelar y a retomar el camino hacia su Destino Final a las personas de buena voluntad que tengan acceso a esta “serie novelística”.
Porque los cristianos tenemos la obligación de predicar el Evangelio “oportune et importune”, como dice San Pablo clara y contundentemente. Las brutalmente claras constantes históricas, evidentes, a lo largo de la Historia Universal, desde la existencia de la primera pareja humana, hasta nuestros días, son pues, el tema central del que nos ocuparé, intentando adivinar o intuir cómo será el Apocalipsis: el final de la Historia.

* * *

Una advertencia más: las posibilidades de combinaciones argumentales son prácticamente ilimitadas. Con un final que no depende del ridículo “rating”, sino de nuestra libertad personal. Imagina al narcotraficante arrepentido, a los testigos protegidos: unos falsos, otros “sapos” soplones, muchos no convencidos y sólo algunos auténticos. Piensa en el pecador empedernido que anhela y aun busca redención.
O bien, en el sicario que por conveniencia financiera denuncia a su propio jefe para cobrar cincuenta millones de pesos en la corrupta PGR.
Así es como en un santiamén se enriquecen los propios policías que ya sabían dónde se escondían los narcojuniors: esos infelices muchachos de muy buen ver y terrible mal vivir, que como moscas están cayendo por millones hacia principios de este siglo.
¡Porque ahora ya es un negociazo denunciarlos! Porque gana votos algún partido, ganan millones de dólares los denunciantes, ganan poder y rutas los nuevos narcos.
Hay que ir desplazando y sustituyendo a los Capos que ya eran muy buscados o demasiado conocidos. Tal y como las grandes corporaciones trasnacionales sustituyen a sus capitanes.
Total, sangre nueva para ocupar espacios vacíos es lo que más abunda en esta tierra que produce cientos de miles y hasta millones de Narcos, desde Tijuana hasta Cancún, y desde Reynosa hasta Tapachula. ¿Qué tal si los jueces tienen que seguir soltando a muchos –o a todos– de los funcionarios michoacanos que fueron acusados de proteger al Narco?   Bueno: de hecho ya los solaron a todos. Tuvieron que hacerlo, al igual que con el “`priranosaurio mayor” Hank Rhon.
Sería muy plausible que los suelten por presiones de alto nivel: “si tú me acusas, yo te acuso y todos nos acusamos, todos perdemos; en cambio, si a pesar de todo guardamos silencio y nos protegemos, podremos seguir disfrutando del botín de la partidocracia.”
Luego, algunos o todos, narcos y policías, cambian de bando cada vez que mudan de humor, modificando las decisiones y las circunstancias de otros miles de personajes.
Piensa asimismo en el clérigo herético o cismático que finalmente, después de realizar graves fechorías y enseñar infames doctrinas, regresa a casa, contrito. Pero también en el humilde –¿o soberbio?– sacerdote que se hace de la vista gorda recibiendo cuantiosas narcolimosnas. Y cuando los remordimientos lo obligan a desear devolverlas es demasiado tarde: ya es adicto a ellas.
O como ese otro sacerdote, homosexual, que es asesinado por su amante albañil. Por celos, sin darle tiempo a arrepentirse, pues le dispara por la espalda y en la nuca.
Imagina a ese presidente de cualquier nacionalidad, que durante su mandato persiguió con ferocidad a los católicos, pero que minutos antes de morir –como Ricardo Alfonsín, ex presidente argentino– clama porque un sacerdote lo confiese y le imponga la Unción de los moribundos.
Desde que se inventó la informática, navegando por la red de redes, mientras procurábamos no naufragar, nos fuimos encontrando con una multitud de aventuras, complots, conspiraciones, crímenes, declaraciones, documentos, enredos, estudios, ideologías, tesis, investigaciones más o menos serias, testimonios –muchos falsos, algunos verdaderos– y otros muchos asuntos similares, casi todos ellos merecedores de los más variados y aun contradictorios epítetos: divertidos, dramáticos, espantosos, o extraordinarios, simplemente chuscos, trágicos, y hasta falsos o apócrifos.
Lo escribimos todos en alguno de nuestros libros anteriores:
 “Hemos decidido escribir hasta morir, para trascender, trabajando como detonadores de conciencias. Como profetas en nuestra propia tierra, que revela a las multitudes lo que han olvidado o lo que se les ha ocultado intencionalmente. No como usurpadores, sino obedeciendo el violento y amoroso llamado que escuchamos por medio de nuestra conciencia: ‘revelad ya todo lo que se os ha dado a conocer desde que erais niños’.”
Algunos de los documentos incrustados dentro de la trama no están escritos tal como los obtuvimos. Hacemos variaciones para disimular los nombres de quienes pudieran sentirse difamados. Otros pertenecen al mundo real, aunque aquí se les da un nombre ficticio, pero simbólico.
Algunos podrán ser identificados, como el patético “Primitivo Silvestre Zorrilla” y su esotérica bruja “La Zorrita de Palacio”, llamada Esperanza Delasilla; también Caín Delamaldá alias “Lagarto”, y Teocelo “El Gran Tlatoani” Delebresse, también apodado “El Ocelote”; aunque otros, como el policía ítalo mexicano Gian Carlo Tito o el paradigmático policía chilango Lázaro  Garay, –alias “El Garrasahí”– son imaginarios pero prototípicos, porque trasudan realismo por todos sus poros, a la vez que sus apodos y apellidos los podrían identificar como modelos de la corrupción y la crueldad.
Varios nombres son reales, de fantásticos personajes vivos, como Bernardo Provenzano, “El Señor de los Cielos”, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, Vicente “El Mayo” Zambada, los hermanos Beltrán Leyva, algunos Narcopolíticos, etc.
Los nombres de varias ciudades se han cambiado para darle toda la fuerza dramática a la tragedia que hoy viven: la República Mexicana es “El Reino de Nueva Aztlán” y la Ciudad de México se llama “Ciudad Tenochtitlán”, en donde reina un dios pagano y diabólicamente caníbal: Huitzilopochtli, a quien los españoles llamaron “Huichilobos”. Roma es “La Gran Babilonia”, y Venezuela es “La República Bolivariana”. Otros lugares conservan sus nombres actuales.
Dado que los personajes son muchos y muy variadas las tramas y sus complicados nudos, ofrezco como apéndice un completo “Catálogo de Personajes”.
Todos los argumentos están rigurosamente entrelazados, pero sin perder nunca de vista sus referentes históricos, tanto remotos como actuales. Quedará claramente revelado –¿o más confuso aún?– cómo es posible eso de que “el aleteo de una mariposa en Rusia contribuya a causar una catástrofe en México”, mientras que todo se encamina hacia el inevitable y apocalíptico final.
También comprenderás que la triste y humillante derrota de la española “Armada Invencible” a causa de la violencia marítima y de la astucia de los piratas ingleses, el 8 de agosto de 1588 explica en cierto modo, aunque remoto, el origen de los Cárteles del omnipresente y contemporáneo Narco Global, amparado éste en apariencia bajo la égida sajona, estando en realidad sujeto al brazo eficaz del Sionismo. Y por qué obligadamente hablamos inglés.
O que el dólar sea aún la moneda mundial de intercambio. Como también el hecho de que la victoria cristiana en Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, y que fue un combate naval de capital importancia por la definitiva derrota turca, no puede separarse, como causal remota, del terrorismo islámico de la actualidad. Insisto, sin embargo, en que la trama integradora de “los siete hilos” del relato total, sea tal vez difícil de identificar. Sin embargo, creo sinceramente que todo lector aguzado puede descubrirla a fondo. Entonces el interés crecerá, pudiendo llegar hasta el final con menos tropezones.
Las siete tramas dramáticas que serán reveladas están relacionadas entre sí, como inextricable telaraña masónica de inspiración esotérica: Narcocárteles, Milicia, Política, Finanzas, Educación, Mass Media y Religión.
Una pequeña advertencia más: no existen, en la vida real, personas “perfectamente buenas” ni tampoco “totalmente malas”.
Dejemos a los personajes mediáticos –santos o perversos– como muy apropiados para esos cuentos absurdos y narcotizantes abortados desde el “Canal Donde te Estrellas”, lo mismo que desde la muy primitiva “Taravisión Azteca”, y en general desde todos los “Mass Media” generadores de la patética y nauseabunda telebasura. Porque la perfección es un atributo exclusivo del Ser Absoluto, en tanto que la perfectibilidad continua, lo mismo que la inevitable falibilidad, son atributos humanos intrínsecos.
Los seres humanos somos ambivalentes, contradictorios e incongruentes, como resultado de la ruptura de la unidad entre la inteligencia y la voluntad a partir del Pecado Original. Por cierto, querido lector ateo, escéptico, o agnóstico: no es indispensable ser creyente para que te des cuenta de tu propia e irreductible ambivalencia , por otra parte tan espléndidamente documentada, analizada y demostrada por todas las corrientes en psicología moderna.
Nosotros también, al igual que todos nuestros personajes, sin excepción, deberíamos estar conscientes de cuán terrible es el brutal realismo con el que San Pablo describe nuestra escindida y ambivalente condición actual, agravada y convertida en vicio permanente y degenerativo como resultado del pecado personal:


“Pero tú, que te precias de ser judío; tú que te apoyas en la Ley y te glorías en Dios; tú que dices conocer su voluntad e, instruido por la Ley, pretendes discernir lo mejor, presumiendo ser guía de ciegos y luz para los que andan en tinieblas; tú que instruyes a los ignorantes y eres maestro de los simples, porque tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad; ¡tú, que enseñas a los otros, no te enseñas a ti mismo!
“Tú, que hablas contra el robo, también robas. Tú, que condenas el adulterio, también lo cometes. Tú, que aborreces a los ídolos, saqueas sus templos. Tú, que te glorías en la Ley, deshonras a Dios violando la Ley. Porque como dice la Escritura: Por culpa de ustedes, el nombre de Dios es blasfemado entre las naciones.
“Porque sabemos que la Ley es espiritual, en tanto yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Cuando hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena.
“Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne.
“En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.
“Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.
“De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Ay de mí!
 “¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte?
“¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi razón sirvo a la Ley de Dios, y con mi carne sirvo a la ley del pecado”.
Romanos 2, 17-24 y 7, 14-25.


Lo s humanos somos imperfectos y ambivalentes en diversos grados, aunque en particular cada persona sea perfectible. Incansables buscadores del Bien, la Verdad, la Belleza y la Unidad, incluso cuando nos equivocamos: queremos el bien, nunca el Mal en cuanto mal.
Lo único en verdad malo es aquello que no existe. En la penumbra de un Planeta sumergido en la “Contracultura de la Muerte” queremos cantarle a la Vida. Con argumentos racionales y científicos, creíbles por cualquier persona inteligente y de buena fe, sin importar su credo religioso.
Seguiremos ciertos modelos actuales que están teniendo mucho éxito, tanto en los medios masivos como en la literatura. Así que habrá “temporadas”, dentro de una o varias “series”. “Personajes típicos” y cierto tipo de “héroes” –aunque no infalibles ni perfectos.
Verás en acción y en conflicto intrapsíquico a toda una colección de “villanos” –no siempre tan perversos o malvados como los que nacieron del esquizoide cerebro del “Señor Taranovela”– y una mayoría de personas comunes que enfrentan una avalancha de desgarradores dilemas nada sencillos de resolver.
Lo más probable es que te encuentres a ti mismo en algunas o muchas de estas páginas. Y que te sientas, como nosotros, avergonzado ante el cúmulo de nuestras humanas debilidades, pero movido también al sincero arrepentimiento antes de que ya no sea posible hacerlo; esto es, y lo repetimos, a riesgo de parecer repetitivos: cuando la muerte biológica cancele todas nuestras posibilidades de rectificación.

Aclaración o advertencia sobre el lenguaje:

El lenguaje escrito es la más importante fuerza reveladora de los bienes y de los males del mundo. Así como la principal potencia corruptora. En el tratamiento descuidado y escatológico de los contemporáneos hacia la lengua, hay un evidente signo de abandono de los valores y las virtudes, en general. Hemos leído a muchos autores mexicanos, de todos los colores, olores y sabores. Casi siempre –salvo excepciones notables– con mucho esfuerzo, gran pena y poco gusto.
Desde el mal comprendido genio, “Maestro de América” –Don José Vasconcelos–, el erudito y sabio Rubén Marín, pasando por el irredento Octavio Paz y aterrizando en la estatura ínfima de José Agustín, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes –cuya fama, dicho sea de paso, me resulta imposible de comprender y aceptar. Muchos de ellos escriben, tal como suenan, todas las leperadas, suciedades, giros, caló, groserías y demás “lindezas” típicas de nuestro soberbio analfabetismo.
No es nuestro caso. Porque nuestros personajes hablan de manera normal. Cuando son groseros, cosa en la que naturalmente algunos de ellos incurren con frecuencia, hacemos una de dos: o lo damos a entender, o en el contexto se sobreentiende, lógicamente. Rara vez, entonces, verás escritas las escatológicas expresiones tepiteñas o alvaradeñas. No tiene caso. No pertenecen al arte, sino a su negación.
Todos nuestros personajes, cuando hablan, escriben o se comunican entre sí, utilizan un lenguaje más o menos correcto; algunos son muy cultos y aun elegantes, incluso operan dentro de un nivel literario de alta escuela.
Cuando el tipo es de suyo vulgar, grosero, inculto y malhablado, difícilmente ponemos las palabrotas textuales en sus labios, para no manchar las páginas ni seguir deteriorando ética, estética y culturalmente al lector. Preferimos referirnos a lo escatológico y lo sucio en forma descriptiva e indirecta, sin recurrir al manido y ramplón recurso comercial en el que intencionalmente cae el ya citado –entre otros muchos mexicanos– seudoescritor Carlos Fuentes, cuyo populachero y decadente modelo pleno de suciedades de todos tipos he seguido al pie de la letra para escribir justamente el revés de como él lo hace.
No cabe duda: ellos buscan sólo vender; pero nosotros buscamos encontrar y proponer el Bien, desarrollarnos y desarrollar a otros con el amor a la Verdad y disfrutar de la Belleza, buscando siempre la Unidad con todos nuestros hermanos, con toda la raza humana.
Por otra parte, como una especie de alegre revancha, después de seis años de asfixia idiomática, política, intelectual –víctimas de ese ranchero inculto, bucólico, enamoradizo y primitivo que fue el presidente Vicente Fox– podemos retomar, sin miedo a las primitivas feministas, el buen castellano. Disfrutaremos mucho cada vez que en vez de decir “niños y niñas, chiquillos y chiquillas”, escribamos simplemente “niñez”, sin sentir que ofendemos a su inculta e insoportable electorera “majestad”, como tampoco a las respetables féminas de deformación perredista.
Gozaré cuando escriba “Hombre”, en el sentido del “ántropos” griego, es decir, la “Persona Humana”, en vez de decir “hombres y mujeres, frijoles y frijolas, jóvenes y jóvenas”. Y menos aún el insoportable y absurdo “las y los”. No menos revanchista será eludir el colmo de la estupidez encerrada en la expresión informática “niñ@s”, en vez de referirnos a la infancia o la niñez.

 Postura Contra el Antisemitismo.

La creación misma del Estado de Israel está ligada con la promesa que hace miles de años hizo Yahvé a Moisés. Todo el fundamento legal del moderno Estado judío descansa en esa premisa histórica. Tanto, que su sociedad sigue debatiendo si vive bajo una virtual teocracia o una con democracia parlamentaria de corte occidental.
Y es que si bien un alto porcentaje de los israelíes se declara laico, pacifista y democrático, son los sectores conservadores y religiosos –“Sionistas”– quienes han bloqueado sistemáticamente una solución pacífica con Palestina. Aunque frecuentemente los eternos rivales se sienten a efectuar tan pomposos como inútiles y estériles “diálogos por la Paz”. Los sionistas son casi los únicos que determinan la geopolítica.
Cuando por medio de la prosa narrativa intentamos demostrar que en gran medida los Azotes y las Plagas –así, con mayúsculas– que hoy padece la Humanidad entera no son producto del azar ni de la evolución –suponiendo que éstos existan– sino que son fenómenos intencionalmente creados y genialmente dirigidos por pequeños pero cuasi todopoderosos grupos de inspiración y raíces sionistas, no nos convertimos por ello en antisemitas ni en conspiranoicos.
A continuación leemos lo que nos cuenta Uri Avnery, valiente periodista israelita oculto y perseguido, sobre la totalmente deshumanizada “Agenda Oculta” o “Ruta Secreta del Sionismo”:


 “La auténtica visión sionista no admite mapas, pues consiste en un Estado sin fronteras que se expande incesantemente en función de su poderío económico, demográfico, militar y político. La estrategia sionista es como las aguas de un río que fluyen hacia el mar: avanzan por el paisaje trazando meandros y esquivando obstáculos, se desvía ora a la derecha, ora a la izquierda; discurre a veces por la superficie y otras bajo tierra, y en su camino va captando el caudal de otras corrientes. Hasta que al final llega a su destino. Esa es la auténtica agenda, inmutable, oculta, consciente e inconsciente. No requiere decisiones, fórmulas o mapas, pues está grabada en el código genético del movimiento.
“Ello explica, entre otras cosas, la construcción de los asentamientos ‘ilegales’. Cada uno de los millares de funcionarios y oficiales que se consagraron durante décadas a esa empresa sabían exactamente qué hacer, incluso sin recibir instrucciones expresas.
“Esta es la razón de la negativa de David Ben-Gurion a incluir en la Declaración de Independencia del Estado de Israel ninguna alusión a las fronteras. El hombre no tenía la más mínima intención de conformarse con las fronteras fijadas por la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947.
“Todos sus predecesores compartían idéntico punto de vista. Incluso en los acuerdos de Oslo se delineaban “zonas” pero no se fijaba ninguna frontera. El cómplice presidente Bush padre dio por bueno este planteamiento cuando propuso “un Estado Palestino con fronteras provisionales", todo  un absurdo en el ámbito de la legislación internacional.
“Israel se parece a la Unión Americana, que se fundó a lo largo de la Costa Este y que no descansó hasta alcanzar la Costa Oeste en el extremo opuesto del continente. El incesante y masivo flujo de inmigrantes procedentes de Europa se desparramó hacia el Oeste, rompiendo fronteras, violando todos los tratados, exterminando a los nativos americanos, desencadenando una injusta guerra contra México, anexándose todos los estados fronterizos del sur, e invadiendo Centroamérica y Cuba. La consigna que los espoleaba y que justificaba todas sus acciones la acuñó en 1845 John O'Sullivan: el “Destino Manifiesto". “La versión israelí del ‘Destino Manifiesto’ es el slogan de Moshe Dayan: <Estamos predestinados>. Dayan, un típico representante del sionismo dijo: <Ante sus propios ojos –los de los palestinos de Gaza– estamos transformando en nuestra patria las tierras y pueblos en los que moraron ellos y sus antepasados. Es el destino de nuestra generación, la opción de nuestra vida: estar preparados y armados, ser fuertes y recios, o de lo contrario la espada se deslizará de nuestras manos y nuestra vida se extinguirá>.
<Estamos condenados a vivir en un permanente estado de lucha con los árabes. Para los cien años del Regreso a Sión estamos trabajando en dos frentes: construir la tierra y construir el pueblo. Es un proceso de expansión que requiere más judíos y más asentamientos. Es un proceso que no ha llegado a su fin. Aquí hemos nacido y aquí encontramos a nuestros padres, que vivieron antes que nosotros. No es vuestro deber alcanzar el final. Vuestro deber es añadir vuestro grano de arena para expandir los asentamientos en la medida en que podáis a lo largo de toda vuestra vida ... (y) no decir: este es el final, hasta aquí, hemos acabado>.
“Dayan no se refería solamente a su generación. El segundo discurso es menos conocido pero más importante. Lo pronunció en agosto de 1948, tras la ocupación de los Altos del Golán, frente a una concentración de jóvenes kibbutzniks:
“Dayan, que conocía muy bien las antiguas escrituras, tenía en mente la frase del Capítulo de los Patriarcas que constituía la base del Talmud:

<No te corresponde a ti acabar el trabajo, pero no eres libre de abandonarlo>.

“Esa es terrorífica la agenda oculta. Debemos desenterrarla de las simas de nuestro subconsciente para traerla al ámbito de lo consciente y poder confrontarla, revelando así el terrible peligro que encierra, el peligro de una guerra eterna que sin límites de tiempo puede acabar conduciendo a este Planeta al desastre Apocalíptico final”.


Hemos dicho que desde los primeros instantes de la Historia, tras la Caída, la promesa salvífica de Dios Padre a sus atribulados hijos Adán y Eva, nuestros primeros padres, fue tomada siempre en una de dos vertientes: la primera, de carácter “Cristocéntrico”; y la segunda de inspiración luciferina y por lo tanto “Antropocéntrica”, hoy reconocida con el nombre de “Sionismo”, porque fue en Monte Sión donde Abraham recibió la “promesa” de marras.
El Sionismo consiste, primordialmente, en la auto expulsión del plan de Dios para ser salvos después del Pecado Original: en vez de morir al pecado para resucitar por siempre en la Gracia, el hombre que se adhiere explícita o implícitamente al Sionismo rechaza a Cristo como Salvador, para sumergirse en el drama de la rebelión demoníaca y hacer depender sus propias esperanzas y las de la Humanidad en el triunfo definitivo de un Mesías guerrero todopoderoso, humano, que instalará en la Tierra una paz milenaria –paradójicamente por medio de las armas de destrucción masiva– apoyado en sus poderes superiores y en el sometimiento de las Naciones que previamente habrán apostatado de su Fe en Cristo.
El pueblo judío, dispersado por Roma entre las naciones, hubiera podido proclamar con sus palabras y sus hechos las verdades de la existencia de Dios y Su Revelación –Buena Nueva, Evangelio– para todo hombre. Pero de la manera más trágica posible, dos eventos colisionaron contra gran parte de los judíos para nublar su entendimiento, quebrar su voluntad y alejarlos de Dios. Primero, el exilio se prolongó por cientos y por casi dos mil años. Segundo, a lo largo de la Historia, muchos judíos –al igual que muchos cristianos traicionaron la Palabra de Dios– abandonaron una fe basada en la Torah. Esos judíos ya no vivieron el exilio en términos Divinos, sino que trataron de explicarlo y resolverlo conquistando el poderío absoluto sobre este mundo, mediante la casi infalible capacidad corrosiva de las ordenes secretas y masónicas, tanto como de las innumerables guerras y revoluciones por ellos provocadas.
En su hondísima y acérrima frustración, a causa de la insoportable largura del exilio, ellos satanizaron e infiltraron a casi todas las Naciones. Según su punto de vista, todos los Gentiles siempre odiarían al pueblo judío. Entonces ellos concluyeron: “debemos acabar el exilio por medios políticos y aun militares”. De esta forma nació la pretendida “religión” del Sionismo, al que más bien deberíamos llamar “secta”.
Porque ni todos los judíos son sionistas, ni todos los sionistas son judíos. Admiramos a los judíos auténticos –judíos bíblicos, ortodoxos– no sólo por su capacidad de diálogo con las otras dos religiones monoteístas: Catolicismo e Islam, sino por su forma mística y de inconcebible profundidad espiritual al contemplar su propio exilio milenario.
El Rabino Samson Rafael Hirsch  –líder judeo-alemán durante casi todo el siglo XIX– dijo, textualmente, con admirable sencillez y profunda humildad:

“Durante el reinado del emperador romano Adrián, cuando ocurrió la rebelión de Bar Cojba, todo resultó ser un desastroso error. A partir de ahí se volvió esencial que los judíos seamos recordados y respetados por todas las generaciones por un importante y esencial hecho: específicamente, que el pueblo de Israel nunca debe intentar restaurar su independencia nacional por medio de su propio poder; sino que deberá solamente confiar su futuro como Nación únicamente a la Providencia Divina.”

Más adelante, el mismo Rabí Hirsch escribe con claridad refulgente:

“Nosotros nos enlutamos ante la destrucción del Templo de Jerusalén. Anidamos en nuestro corazón la dureza que cultivamos en nuestros años de vagar como consecuencia del justo castigo de Nuestro Padre Dios, impuesto sobre nosotros para que fuésemos mejores. Lamentamos hoy la pérdida de la observancia de la Torah que esta ruina ha traído, ruina que nos obliga a manifestar nuestra nostalgia por la lejana tierra sólo en el luto, en el hecho de desear y en esperar pacientemente. Y sólo por medio del cumplimiento honesto de todas las obligaciones judías podemos esperar la realización de esta esperanza. Pero Dios nos prohíbe luchar por la reunión o por la posesión de la tierra excepto por medios espirituales.”

El intento de explicar el exilio mundanamente –al estilo Sionista– no es sólo un error de doctrina o una distorsión de la historia judía. Es algo que golpea en el centro de la fe judía y la destruye. El Maharal de Praga –Rabino checoslovaco y líder judío medieval –1525 a 1609– dice:

 “…un judío debe de dar su vida antes de tratar de terminar el exilio conquistando la Tierra Santa”. ¿Por qué? ¿Por qué esto fue visto como tan básico para las creencias judías? En términos simples, si se mira el exilio o ‘Diáspora’ como el resultado de causas y efectos militares, y no como resultado de nuestros propios pecados, entonces el mismo corazón y el alma son desgarrados de su destino judío y guía Divina. Podemos usar nuestra libertad para alterar el plan Divino de exiliarnos como un castigo. Así, el arrepentimiento, la expiación y el regreso milagroso no ocurrirán. Acertamos con la esencia del destino judío cuando aceptamos que sólo puede ser cambiado para nuestro bien únicamente por nuestras fuerzas espirituales. De otra forma, la mundana, Dios es exiliado de nuestro drama y de la final resolución de las esperanzas de la Humanidad”.

El abandono intencional del Plan Divino, libremente ejecutado, con plena advertencia, alevosía y ventaja por la pandilla sionista requirió, entre otros genocidios –Pearl Harbor, Dresden, Vietnam, Corea, Irak, Afganistán, Irán, Líbano– masacrar y esclavizar a los habitantes palestinos de la Tierra Prometida. El movimiento Sionista, y después el estado Israelí conquistado por los herejes, lograron caracterizar a los seguidores de Alá como enemigos irracionales, para quienes la conquista militar y aun la aniquilación son su único destino. Así, las metas espirituales del exilio –el arrepentimiento y la obligación de servir como “una luz para las naciones”– fueron exterminadas por la ideología demoníaca del Sionismo antropocéntrico y anticristiano.
Al afirmar a lo largo de este relato la innegable intervención de las autoridades religiosas judías –no todos los judíos del tiempo de Jesús, ni de todas las épocas– en la condena y muerte de Jesús es, sencillamente, servir a la Verdad.
Pero esto no significa llamar a todos los judíos de todas la épocas “deicidas”, ni fomentar el execrable antisemitismo, ni mucho menos aplaudir las persecuciones antisemitas de tipo nazi –si bien no comulgamos con la gigantesca rueda de molino del mal llamado “Holocausto”.
Jesús, el único Mesías, no fue ajusticiado exclusivamente por el poder político de La Gran Babilonia, sin la intervención del Sanedrín Judío. El juicio civil ante Pilatos nunca ha suscitado dudas en cuanto a su historicidad.
El juicio religioso, en cambio, involucra claramente al tribunal judío del Sanhedrín en el juicio contra Jesús. La historicidad de los relatos evangélicos del proceso de Jesús, que hablan del juicio ante el tribunal judío con sentencia que éste no puede ejecutar sin permiso de Roma, y otro juicio del gobernador romano, no admite dudas razonables.
Por otra parte esta actuación del Sanhedrín contra Jesús resulta coherente con el inmenso escándalo que su predicación y su actividad suscitan en los celosos guardianes de la ortodoxia judía. Insistimos: no ofrecemos en nuestro relato ni en nuestras personas tintes de antisemitismo, sino sólo apego a la verdad histórica. Conocer las circunstancias en las que murió Jesús es particularmente provechoso para entender el fanático anticatolicismo que se ha venido desatando, “Desde el Nido de la Serpiente”, como nunca, en esta época postmoderna.
La forma en que la historia ha llegado hasta nosotros en los libros del Nuevo Testamento nos permite reconstruir la realidad de los acontecimientos. De hecho, en la antigüedad, la historicidad del proceso a Jesús no constituyó problema. Su condena por el tribunal religioso judío fue muy pronto un tema que aumentó la polémica entre los judíos que no creyeron en Él y los cristianos.
La discusión giraba en torno a la interpretación de los hechos, no en torno a la historicidad del relato evangélico. Coinciden en este punto la tradición judía y las cartas de san Pablo, que no atribuyen a Pilatos un papel relevante en la muerte de Jesús y sólo hablan de responsabilidad judía.
Hasta hace dos siglos, en el judaísmo no creyente en Jesús no se negó la intervención del alto tribunal judío en la condena de Jesús . La responsabilidad de Pilatos en la muerte de Jesús, que la tuvo grande, apenas es subrayada. Es en la época moderna cuando surge otra polémica de tipo científico: la afirmación de que “el proceso de Jesús ante el Sanedrín no es histórica”.
 Estudiosos judíos sujetos a un sesgo intelectual comprensible, pero finalmente insostenible, y algunos ingenuos cristianos, piensan –colmados de fanatismo o ignorancia– que la muerte de Jesús en la Cruz fue obra exclusivamente del procurador romano; que las autoridades judías no intervinieron en ella, o al menos no en la forma de un proceso religioso contra Jesús, en el que fuera condenado a muerte por blasfemia, como “pretenden” los evangelistas.
De no aceptarse la absoluta historicidad del proceso ante el Sanhedrín, Jesús habría muerto ajusticiado por el gobernador romano como un “pretendiente mesiánico” más. Sin embargo, si así hubiera sido, muy fácilmente hubiera sido considerado por la tradición judía como un héroe.
Contra todas las variantes que, durante los dos últimos siglos, han presentado la teoría de un Jesús Mesías político, afirmamos: el proceso de Jesús que narran los evangelios, del que forma parte esencial la actuación fiscal del Sanhedrín, armoniza perfectamente con lo que fue la actividad de Jesús y la reacción que provocó en los grupos sionistas fanáticos, en extremo celosos de la Ley y la tradición –deformadas por el enfoque antropocéntrico– y en las prepotentes y enquistadas autoridades religiosas judías.
Es imposible, por tanto, explicar el proceso y la condena de Jesús como obra exclusiva de la autoridad romana, representada por el procurador Poncio Pilatos.
También el Sanhedrín, en el que ejercían su poder los saduceos, hizo su juicio mortífero y emitió su despiadada condena. El Sanhedrín no estaba constituido por todos los judíos del tiempo de Jesús ni los judíos de todos los tiempos, injustamente acusados estos últimos de algo que no hicieron. A los picados por el virus del antisemitismo y capaces de echar la culpa de la muerte de Jesús exclusivamente a los judíos, les viene bien la recomendación que San Pablo dirigía a los cristianos de Roma provenientes del paganismo: «Porque no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no seáis sensatos por vosotros mismos: que el obcecarse una parte de Israel sucedió para que la plenitud de los pueblos entrara».
Es un misterio el por qué tuvo que morir Jesús. Son históricas las claras divisiones de las autoridades judías respecto a Jesús. Entre la casta religiosa de Jerusalén no solamente el fariseo Nicodemo o el notable José de Arimatea eran en secreto sus discípulos, sino que durante mucho tiempo hubo disensiones a propósito de Cristo. En la misma víspera de la Pasión, San Juan pudo decir de ellos que “un buen número creyó en Él, aunque de una manera imperfecta”.
Eso no tiene nada de extraño si se considera que al día siguiente de Pentecostés multitud de sacerdotes iban aceptando la fe cristiana y que algunos de la secta de los Fariseos habían abrazado la fe en Cristo. Incluso Santiago puede decir a San Pablo que “miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley”.
Las autoridades religiosas de Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir respecto de Jesús. Los fariseos amenazaron de excomunión a los que le siguieran. A los que temían que todos creerían en Él y que vendrían los romanos y destruirían el Lugar Santo y la Nación Judía, el Sumo Sacerdote Caifás les propuso: “es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”. El Sanhedrín declaró a Jesús reo de muerte como blasfemo, pero habiendo perdido el derecho a condenarlo a muerte, lo entregó a los romanos, acusándole de revuelta política, lo que le pondrá en paralelo con Barrabás acusado de sedición. Son también las amenazas políticas las que los sumos sacerdotes ejercen sobre Pilatos para que éste condene a muerte a Jesús.
Sostenemos, entonces, que los Judíos como Nación o Pueblo no son responsables colectivamente de la muerte de Jesús. Los individuos identificables con precisión como culpables de la crucifixión, son muy pocos, desde el punto de vista histórico. Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso de Jesús, y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso –Judas, el Sanedrín, Poncio Pilatos– lo cual sólo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén, a pesar de los hostiles alaridos de una muchedumbre manipulada y de las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de Pentecostés.
El mismo Jesús perdonando en la Cruz, y Pedro siguiendo su ejemplo, apelan a la ignorancia invencible de la mayoría de los Judíos de Jerusalén, e incluso de algunos de sus jefes. Sin dejar de reconocer y aun señalar que debió darse un buen número de culpables conscientes, así como también de ignorantes culpables. Incluso el grito aquel de “¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” no ratifica la responsabilidad a los restantes judíos en el espacio y en el tiempo.  Tanto es así que la Iglesia ha declarado en el Concilio Vaticano II:

 “Lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy. No se ha de señalar a los judíos como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se dedujera de la Sagrada Escritura”.

Sostemos que todos los pecadores –mucho más que la misma Secta Sionista– somos los autores de la Pasión de Cristo. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en el Magisterio de su Fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que “los pecadores mismos somos los autores y los instrumentos de todas las penas que soportó el Divino Redentor”.
Nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo. La Iglesia Católica no duda en imputar a los cristianos contumaces en el pecado la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que nosotros, con frecuencia, hemos abrumado únicamente a los judíos. Haciendo gala no sólo de nuestra ignorancia, sino precisamente del espíritu más anticristiano posible. Porque todos los seres humanos, sin distinción de ninguna clase, somos hermanos.
Consideramos como culpables de la horrible falta de la crucifixión de Cristo a quienes continuamos recayendo en nuestros pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal crucificamos por nuestra parte de nuevo al Hijo de Dios y lo exponemos a pública infamia. Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los Judíos. Porque según el testimonio del Apóstol, “de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria”.
Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de Él con nuestras acciones, le ponemos encima, de algún modo brutal, nuestras manos criminales.  Y tampoco son los Demonios quienes le han crucificado, si bien el Mundo, el Demonio y la Carne nos tientan constantemente a hacerlo; somos cada uno de nosotros, los pecadores, quienes con nuestros pecados lo hemos crucificado y lo seguimos crucificando todavía, deleitándonos en los vicios y en los peores crímenes, como bien lo señaló San Francisco de Asís.

Postura ante la Iglesia Católica, Apostólica, Romana.

En el Apocalipsis de San Juan, capítulo 17, leemos unos versículos de difícil interpretación: “Ven a ver el castigo de la Gran Prostituta… Vi a una Mujer sentada sobre un monstruo de color escarlata, y la mujer estaba vestida de púrpura, ataviada de oro, piedras preciosas y perlas… Ya cayó, ya cayó la Gran Babilonia, porque del vino enloquecedor de su prostitución han bebido todas las naciones, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los mercaderes del mundo por la enormidad de su lujo se enriquecieron”.
Desde los primeros años de la Era Cristiana, hasta la fecha, se ha venido acusando a la Iglesia Católica en particular, y a veces a las “iglesias cristianas”, como a “mujeres vestidas de púrpura”, dedicadas a la prostitución con los reyes y los millonarios de todo el mundo. Estas acusaciones, muchas veces verdaderas, las han realizado –no por amor a la Verdad, sino por odio a Cristo– los adversarios de la única Religión Revelada y los cristianos deseosos de lograr reformas a fondo, a tono con sus gustos y debilidades o preferencias personales, incluyendo las antinaturales. Sobre todo ahora, con el amplísimo y decadente menú postmoderno.
Esto nos lo señala osadamente el Papa Benedicto XVI, cuando declara, con toda su fuerza, que el peor enemigo de la Iglesia Católica se encuentra, ayer, hoy y siempre, en su propio seno:

“Aceptemos la realidad aterradora: la persecución, los sufrimientos de la Iglesia Católica, no vienen de fuera, sino justo del interior de la Iglesia, del pecado que existe en el seno de la Iglesia”.

Así, Benedicto XVI ha tomado asertivamente la ruta autocrítica seguida en otras épocas por los grandes líderes del Papado. La historia se repite en un constante retorno, por lo que mis narraciones son temas recurrentes, pero con lenguaje, armas, tecnología, escenarios y juicios actuales. Por ello, a quienes torpemente se escandalizan por la frecuencia, los nombres y el número de nuestros personajes eclesiásticos corruptos –pederastas, narcos, adictos, mafiosos, masones, herejes, infiltrados y otros– es indispensable aclararles algunas verdades contundentes:

Primera. Entre “Los Doce Apóstoles” ya había un banquero de corazón y mente sionistas: Judas Iscariote, quien entrega a su Maestro con un beso en la mejilla. Si hoy en día existen 182 cardenales, es de suponer que veinte de ellos sean otros tantos “Judas” que lanzan besos a diestra y siniestra, aunque a simple vista parezcan merecer el título de “Su Eminencia”. ¿Para qué escandalizarnos, pues?
Segunda. Personajes corruptores en la Iglesia siempre los ha habido, sobre todo entre los años 870 y 1050, y luego en el Renacimiento. Se han dado sujetos de triste y nefasta influencia, como el papa Sergio III, cuya elección fue organizada por el senador Teofilacto y su esposa Teodora. Es igualmente cierto que hoy disfrutamos, desde hace varios siglos, de un ejército excelso de papas virtuosos, santos y hasta geniales.

Desde San Pedro hasta Benedicto XVI han reinado 264 papas. Han sido canonizados un total de 81. Se han dado 38 antipapas. Un antipapa es quien se proclama sumo pontífice, sin haber sido legítimamente elegido. Como lo hizo el tan patético y esquizofrénico político autoproclamado “Pejidente Lejítimo” mexicano. Por lo tanto son impostores, carecen de autoridad y no son sucesores de San Pedro, aunque ellos y los adversarios de la Iglesia los consideren legítimos. Incluso utilizan sus macabras historias –como la del cadáver de un antipapa que fue exhumado, juzgado y mutilado varias veces– para atacar lo inatacable.
Cuando Jesucristo estableció su Iglesia, la quiso construir sobre los Apóstoles como “columnas”, “fundamentos” o “piedras”, de modo que debemos entender que Jesús participó a otros de su oficio sagrado. Pero Jesús no hizo que los Apóstoles fuesen “impecables” como lo era él, es decir, que fuesen necesariamente santos. Un ejemplo muy dramático es el caso de San Pedro, elegido por el Señor para “confirmar a sus hermanos” y pastorear “a sus ovejas”, quien habiendo recibido ya la plenitud del Espíritu Santo en Pentecostés, fue reprochado por San Pablo porque “fingía”, y fingir en cuestiones importantes como lo que se narra en Gálatas, es un pecado grave.
¡Y eso que estamos hablando del Pedro que recibió el Espíritu Santo en Pentecostés! Pues bien, ese mismo Pedro, sin errar en su doctrina, ciertamente cayó en la “corrupción” por su modo de obrar: no quería comer con los gentiles, por miedo a los judíos. Esto era evidentemente una acción corrupta, que llevaba a gran escándalo a los cristianos. San Pablo se enojó mucho con él y lo corrigió en público. No conocemos la respuesta de San Pedro, pero es lógico deducir que se arrepintió y cambió su modo de obrar.
Si el propio San Pedro, primer Papa, cayó en ese error –no doctrinal, como sabemos, pues predicaba el evangelio correctamente; sino que se trató de una mala acción suya– ¿debemos pensar que Jesús renegó de él?
¿Que el evangelio de Pedro estaba equivocado?
¿Que la oración de Jesús falló cuando oró para que la fe de Pedro no decayera?
¿Que la Iglesia de Pedro no era la verdadera?
¿Acaso Jesús amparó estos hechos?
¿Fue cómplice del fingimiento de Pedro, o ahora lo es de la pederastia de Marcial Maciel?
Ciertamente no; pero entonces, la acción pecaminosa de Pedro y de todos los sacerdotes católicos: ¿significa que el cristianismo –del cual Pedro era sin duda el exponente principal– estaba equivocado?
¿Qué Marcial Maciel era un hereje o un cismático? Es lo que de hecho dicen los sectarios “evangelistas”: “como los papas, muchas veces, se corrompen, luego la Iglesia Católica no puede estar avalada por Cristo”.
La solución es más sencilla de lo que parece. Jesús no prometió a ninguno de sus apóstoles, ni siquiera a Pedro, que habrían de ser impecables. Tampoco existe humano alguno que sea impecable e infalible éticamente. Y la historia nos dice que de hecho los pastores de la Iglesia, aun los santos antes de serlo, han cometido gravísimos pecados, quién más, quién menos.
Todos eran y son pecadores. Como muchos obispos, sacerdotes y religiosos mexicanos. Sobran los ejemplos, cuyas traiciones, arrepentimientos, dudas, ambivalencias, perfidias, conflictos interiores, desviaciones sexuales y afectivas veremos contadas y analizadas al detalle en estas páginas. Porque es verdad que ha sido tan fuerte la sospecha del vínculo de la Iglesia Católica Mexicana con el Narco Global, que el Papa Benedicto XVI expresó su preocupación desde su cátedra.
Como es cierto también que el muy opulento y rico señor Obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, fue recientemente denunciado por fraude al simular un préstamo por 130 millones de dólares y que cuando lo llamaron a declarar, mandó un mensaje con sus abogados: “…ustedes me la persignan, ya hablé con el presidente de la República”.
Expresión más propia de un peladito de barrio que de un dignatario de la Iglesia.
Otro no menos excesivo Monseñor, el Cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez, ha sido polémico por su opulencia y sus agresivas e imprudentes declaraciones: “Se necesita no tener madre para ser protestante…”. “Las mujeres no deben de andar provocando, por eso hay muchas violadas…”. “Los militantes del PRD son hijos de las tinieblas”. También ha sido señalado por estar inmiscuido en las “narcolimosnas”.
En 2003 se filtró una investigación sobre lavado de dinero que el Procurador Jorge Carpizo interpuso en contra del Cardenal ante la Procuraduría General de la República, en la que se señala que el prelado recibió “narcolimosnas” de personajes como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, los hermanos Lupercio Serratos, Rafael Aguilar Guajardo y Rafael Muñoz Talavera, a partir de 1996.
Desde entonces, este clérigo posee ranchos, granjas y grandes extensiones de tierras para el cultivo de maíz, ubicadas en su mayoría en Nextitlán, Teocaltiche y Tapalpa, donde los lugareños veían bajar con frecuencia diversas narco avionetas. Además, es público y notorio que ha recibido considerables donaciones de caballos, cerdos, toros y aves de corral.
Otro caso que dio de qué hablar fue el del obispo de la Diócesis de Aguascalientes, Ramón Godínez Flores, quien en abril de 2007, apoyado en el pasaje bíblico en el que María Magdalena le lava los pies con perfume a Jesucristo, admitió que a la Iglesia Católica llegan limosnas del Narco, “pero que se purifican al entrar a ella”. Explicó, pretendiendo justificar lo injustificable, hasta caer en el absurdo:
 “Donde quiera se dan limosnas del Narco, como en Aguascalientes y en Tepezalá. No nos toca a nosotros investigar el origen del dinero. No porque el origen sea malo hay que quemarlo. Hay que transformarlo, más bien. Todo dinero puede ser transformado, como una persona también que está corrompida se puede transformar. Si una persona se puede transformar, cuanto más lo material”.
Lo que Jesús le prometió a Pedro, y en comunión con él a todos los pastores de su pueblo, es la infalibilidad doctrinal, que es algo totalmente distinto: se trata del don del Espíritu Santo que hace que la Iglesia predique el Evangelio sin error alguno, gracias a esta promesa: “las puertas del infierno no prevalecerán” contra la Iglesia en cuestiones de fe y de moral, y nada más. El Espíritu Santo no permitirá –lo ha prometido y lo ha cumplido Jesús– que la Iglesia, en cuestiones de fe y de moral, equivoque su enseñanza “ex cathedra”.
Que tal o cual Papa sea un santo, y tal otro un corrupto, no cambia nada. Claro: el ejemplo de santidad es un testimonio vivo del Evangelio, y la corrupción no lo es. Dios hubiese podido hacer de su Iglesia una sociedad perfecta, pero no lo hizo. Y quien sostenga que no ha cometido pecado es un mentiroso contumaz.
Los evangélicos dicen que Jesús dijo: “el árbol bueno no puede producir frutos malos”, queriendo decir que los frutos malos de los papas católicos son una prueba clara de que el catolicismo es un “árbol malo”. Preguntémosle a cualquiera de ellos si nunca ha pecado. Y si sostiene que nunca lo ha hecho, con sólo esa respuesta estaría cometiendo el peor de los pecados: el de soberbia. Es un hecho que en las primeras comunidades cristianas se cometían también muchos pecados. Lo demuestran las dos cartas de San Pablo a los Corintios.
¿Podemos concluir que esas comunidades no estaban avaladas por Jesús, siendo que fueron fundadas por los mismos apóstoles? Jesús no avala el pecado. Sin embargo, el hecho de que alguien peque no significa que la comunidad a la que pertenece sea toda ella desaprobada y desamparada por Jesús. Sería absurdo concluir que la religión cristiana querida por Dios es aquella donde nadie comete ningún pecado. En todo caso, tal religión no existió nunca, ni existe hoy, ni existirá jamás.
La historia de la Iglesia está llena de Papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos corruptos; pero mucho más de Papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos santos; y más que en cualquier otra religión. Esos no me espanta ni se oculta en la Iglesia. Ella nunca ha enseñado que sus pastores sean todos santos, aunque algunos cristianos que no conocen bien su fe pueden pensar cualquier cosa. Al contrario, sabemos que somos todos grandes pecadores, y que el deseo de santidad y la santidad misma son un regalo de la misericordia de Dios. Ojalá tengamos siempre papas santos, pero no necesariamente tiene que ser ni va a ser así.
La potencia de Dios se muestra “en la debilidad”, como misteriosamente lo dejó en claro San Pablo ; no confiamos en nuestra santidad, sino en la de Dios. Y si Jesús no quiso que los pastores fuesen necesariamente santos, pienso que tampoco lo debemos esperar nosotros a priori. Nos preguntan muchos católicos incultos y de mente cuadriculada:
–¿Cómo puede ser que un Papa o un obispo sean grandes pecadores? –Nosotros les contestamos:
–Pues pregúntate primero tú: “¿cómo puede ser que tú y nosotros, bautizados, rescatados, nueva creación, nacidos de lo alto y de nuevo por el agua y el Espíritu, creyentes en Jesús, experimentemos sin embargo todos los días los efectos del pecado?”
La respuesta es la misma para ti, para mí y para todos los papas, sacerdotes y ministros, no sólo del catolicismo, sino de cualquiera otra confesión religiosa. La Iglesia Católica tiene registrados los hechos de los Papas corruptos, porque finalmente nada se oculta. Los hechos están ahí, registrados por la historia. Hay grandes enciclopedias con las vidas de los Papas que se pueden consultar en las buenas bibliotecas. Todos los documentos pontificios y eclesiásticos se guardan en los archivos, abiertos sin restricción alguna a todos los historiadores.
Nuestra conclusión es que el Papado es un hecho que no puede ser explicado a la sola luz natural de la razón humana. No puede existir ninguna explicación natural acerca de sucesos como estos:
Uno: que el Papado haya resistido, incólume, la acción corrosiva de sus astutísimos adversarios infiltrados en su seno desde los primeros instantes de su historia.
Dos: que ningún Papa legítimo haya jamás caído en contradicciones doctrinales de fondo respecto de ninguno de sus antecesores.
Tres: que el cúmulo de pecados y crímenes, tracciones y perjurios, abusos y engaños de todos tipos cometidos por muchos de sus miembros y principales líderes, no hayan destruido a la Iglesia. Por el contrario, todos los imperios de la tierra han caído, sin excepción, víctimas de sus propios crímenes, en tanto la Iglesia se sienta a las puertas de la basílica de San Pedro a ver pasar los cadáveres de sus enemigos. Por ahí han desfilado Napoleón, Hitler, Mussolini y otros muchísimos. Obama, Castro, Chávez y el “PRIANRD” también pasarán.
Cuatro: que la Iglesia es un hecho –milagro– divino, resultante de un complejísimo e inimaginable proyecto, cuya flamígera trayectoria nos guía a través del tiempo. Es la Palabra de Dios que se anuncia a sí misma a la Humanidad.
Como cristianos y católicos no podemos deshacer o desconocer el pasado ni comenzar a escribir a nuestro propio antojo una novela ficción –al estilo de ese voraz vendedor disfrazado de escritor llamado Dan Brown–, porque conocemos que la morada de Dios está entre nosotros y que, además, todos somos criaturas del tiempo, personalidades constituidas y formadas por lo que nos ha ocurrido, por lo que constituye nuestra historia pasada, por nuestras predisposiciones genéticas y sobre todo por aquello que ha sido objeto de nuestra propia elección o que hemos realizado bajo nuestra libre responsabilidad.
El Papado es, pues, una de las formas concretas en las que el orden, la unidad y la fidelidad a la Verdad han sido preservados en la Iglesia, a pesar de la indignidad de muchísimos de sus miembros y dignatarios.
Porque, además: ¿cuántas historias existen –como la que a continuación resumo– entre las muy conocidas y las muchas más que permanecen secretas? No importa: ninguna de ellas ha destruido a la Iglesia, haya sido narrada o no. Nosotros preferimos contar algunas de las que conocemos, para resaltar aún más el esplendor de la Verdad, “ad Maiorem Dei Gloriam”:


El corrupto y muy poderoso senador Teofilacto reunía en su persona tres poderes: cabeza de la aristocracia romana, jefe de las fuerzas armadas y alto funcionario pontificio. Su esposa, la hermosísima Teodora, desde su rutilante pubertad, era una intrigante psicópata de primer nivel. Esta pareja controló el Papado durante más de veinte años, si bien nunca logró que el Papa Sergio III–ni ninguno otro– incurrieran en herejía o en cisma.
Sergio III se acomodó a la tutela de aquel par de pillos, al grado que se hizo amante una de sus hijas, Marozia, de sólo veinte años –en extremo bella, sensual y seductora desde muy joven. De ese amasiato nació un astuto varón que llegaría a ser el Papa Juan XI. A la muerte de Teofilacto, la señora Marozia tomó el mando, y con la ayuda de su esposo, el conde Vito de Toscana, mandó encarcelar y luego asesinar al papa Juan X, el cual pretendía emanciparse de los poderes mundanos de La Gran Babilonia. Después de nombrar dos papas de transición, Marozia impuso al hijo bastardo que había tenido del papa Sergio III. Por ello Juan XI fue sumiso y eficaz instrumento corruptor de su madre. Años después, le tocó al nieto de Marozia sentarse en la silla de Pedro, bajo el nombre de Juan XII, cuando acababa de cumplir dieciséis años. La escandalosa vida sexual de aquel Papa Juan, quien además gustaba de las bacanales y de la violencia en cuanto generadora de placer, indignó y enfureció al mismo pueblo de La Gran Babilonia, acostumbrado a ver, sentir y vivir las más variadas formas de putrefacción moral.
“Uno de sus sucesores fue otro Juan, el decimotercero, hijo de “Teodora la Joven”, la hermana pequeña de Marozia. En este negrísimo y largo periodo, los obispos medraban integrados a la “nobleza” feudal, y consideraban sus respectivas diócesis como bienes útiles y deleitables de exclusiva propiedad familiar.
“Todo se vendía al mejor postor: parroquias, abadías, indulgencias y sacramentos. Un sínodo reunido en el año 909, en Francia, se lamenta así: “los malos sacerdotes se pudren en el estiércol de la lujuria y su mala conducta daña la reputación de los que siguen castos, puesto que los laicos dicen, con razón, que tales son los sacerdotes de la Iglesia”.
Un virtuoso y ejemplar obispo italiano puede decir entonces a su clero: “Me da vergüenza hablar, pero creo que callarse es peligroso; varios entre ustedes están tan subyugados por la pasión que permiten a obscenas cortesanas vivir en su casa, compartir sus alimentos, salir en público con ustedes. Conquistados por sus encantos, las dejan regentear su casa, nombran como herederos a sus bastardos, y para que sus mujeres anden bien ataviadas, las iglesias quedan despojadas y los pobres sufren”.
En la luciferina figura femenina de Marozia se inspira la leyenda de la “Papisa Juana”, recientemente llevada al cine. Este período se resume como “El Reinado de las Hetairas”, o bien “el período de la Pornocracia”. Aunque Marozia fue amante de Sergio III, madre de Juan XI, abuela de Juan XII y tía de Juan XIII, ninguno de los papas fue hereje ni pudo destruir la obra de Cristo.
“Fueron necesarias las intervenciones de varios emperadores alemanes y de varios virtuosos papas reformadores para liberar al Papado de los poderes lanzados contra la Silla de Pedro ‘Desde el Nido de la Serpiente’ ”.


A principios de Tercer Milenio no tenemos papisas ni hetairas en el gobierno de la Iglesia. No obstante, hay algo mucho peor: sufrimos la presencia de tenebrosos personajes, como Marcial Maciel y otros muchos –incluso cardenales– menos famosos, y en extremo poderosos y bien camuflados bajo sus sotanas púrpuras, blancas, multicolores o negras. Y hoy en día, como nunca antes en la Historia Universal, el odio a la vida, inspiración nacida “Desde el Nido de la Serpiente”, aplaude el aborto y todas las formas “de convivencia” que hacen imposibles el amor y la vida.
Como decía el controvertido y escandalizante secretario de gobernación, Carlos María Abascal Carranza: “El país se encuentra frente al germen de una dictadura. Hitler no les concedió el derecho de vivir a los judíos. Llegó al poder por la vía de la democracia y sus propuestas se aprobaron en el parlamento alemán por la mayoría de votos”.
Ese personaje no habló desde su concepción personal, sino desde un punto de vista objetivo, universal, inherente a nuestra naturaleza racional, espiritual y trascendente. Y afirmamos con él: es peor la interrupción del embarazo que el Holocausto, sin importar las dimensiones reales de éste. Porque los nonatos no pueden defenderse –mientras que los judíos sí– y hoy el sitio más inseguro para un pequeñito de esos, indeseados, es el vientre de su propia madre. Particularmente en la “Ciudad de la Esperanza”.
El fanatismo de nuestros adversarios se opone a la esencia del ser y nos descalifica por pensar y actuar en sentido contrario a la “Cultura de la Muerte”. De ahí que con toda justicia, los promotores de las leyes que favorecen todo lo antinatural –aborto, “matrimonio” homosexual, adopción por parejas del mismo sexo– no pueden ser equiparados con narcotraficantes: o son mucho peores, o padecen una ceguera de la que son culpables.
Sí: culpables por no atreverse a salir en búsqueda de una Verdad que es superior, anterior e independiente de cualquier observador. Igualmente, tenemos que reconocer que nuestro gobierno de facto es un “Narco Estado” eficiente en el “Crimen S. A.” y fallido en el Estado de Derecho. Precisamente aquí depredan, en este país cuyo verdadero nombre es “Impunilandia”, muchos de quienes se han dedicado a atacar a la Iglesia Católica durante milenios, si bien su rabia es ahora indescriptible, y su eficaz astucia insuperable.
Al hablar y escribir sobre ellos nuestra intención no es juzgarlos en su fuero interno. No nos toca hacerlo, pues ya se las vieron o se las verán con Jesucristo en persona. Pero nos parece indispensable y obligatorio hacer un análisis que nos permita mirarnos detenidamente a nosotros mismos en el espejo de nuestras propias miserias: fanatismo, superstición, ignorancia culpable. La enfermedad es de todos, como de todos es también el remedio. Bien lo dijo un obispo italiano del siglo X: “callarse es peligroso”.
Benedicto XVI está hablando. Nosotros, obedientes a su reinado virtuoso, procuramos emularlo. También aclaramos que es mucho y muy grave lo que todos nosotros, los autores de estas narraciones, vivimos de niños, de jóvenes y aun de adultos, bajo el poder manipulador y tiránico de eclesiásticos corruptos. En vez de respirar por la herida –como los tardíos detractores de Maciel– sólo queremos que todos los hombres de buena voluntad, unidos, hagamos nuestra parte para derrotar o al menos contener a los cínicos poderosos que, dentro de la Iglesia Católica y dentro de nuestro pésimo gobierno –sujeto ya a los poderes cupulares del Planeta– hacen el mal y protegen a los malvados.
En las perversas y nauseabundas historias aquí entrelazadas con cierto detalle, no pretendemos atacar ni difamar a nuestro Iglesia, ni mancillar a nuestro amado México, ni denigrar a persona alguna. Al escribir sobre los innumerables y nefandos crímenes cometidos por políticos, civiles, militares y eclesiásticos, nos asombramos ante un hecho imponente: que donde abunda el pecado sobreabunda la Gracia, siempre, y de todas maneras. Conoceremos las historias –clonadas y adecuadas al siglo XXI– de algunos emperadores, como Otón y Enrique; y la vida de algunos papas, como Silvestre II, Benedicto VIII, León IX, los Papas Borgia y della Rovere.
También la del famoso monje Hildebrando que reinó con el nombre de Gregorio VII –el de la reforma gregoriana– para saber qué nos toca hacer a cada quién para contribuir a la salvación de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Esa Iglesia Católica que volvió a los abismos del hedonismo durante los papas Borgia, y que resurgió nuevamente gracias a la acción de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y otros muchísimos santos que también hoy en día actúan en heroico silencio. No cabe duda que debemos repetir y reconocer: “las puertas del Infierno no prevalecerán”.
La obra completa se dividirá en siete “Temporadas”, cuyos nombres, en atención al suspenso de la trama, por ahora sustraemos parcialmente a tu natural curiosidad. La primera está en tus manos: “Los Narcopsicópatas de Huichilobos”, con sus tres partes o tomos. Este es el primero: “México en la Piedra de los Sacrificios”. ¿El argumento? Lo anuncio: como en la novela histórica “El Gatopardo” del italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, sucede que el “gatopardismo” consiste en “cambiar algo para que nada cambie”. Los Altos Mandos del Poder Planetario hacen todo lo necesario para sostener su estrategia fundamental: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Y siendo así la inconcebible realidad oculta: ¿de qué nos ocuparemos en el desarrollo del  argumento? No, por supuesto, de las truculentas y manidas historias de los tiroteos interminables con su trágica cauda de miles de cadáveres descuartizados, encostalados, decapitados, quemados, encajuelados o capados. Eso no es lo importante, porque nada cambia con hacer el periodístico recuento y la descripción numérica o circunstancial de las masacres.
Aunque parezca que en el “Tablero de Ajedrez del Narco” los “alfiles” estén “cayendo”, se trata de una mera estrategia genialmente mentirosa. García Abrego, Oziel Cárdenas, Nacho Coronel, Beltrán Leyva, “El Tony Tormenta”, “El Vicentillo”, “La Barbie”, “El Grande”, “El Z-18”, “El Charro”, “El Mamito”, “El Chango” y otros de su calaña luciferina, son meros instrumentos desechables, que son sustituidos al instante. Valga la redundancia sobre el tema, para que quede lo más claramente asentado posible.
Por eso todo sigue igual y peor, porque el “Mando Único”, ese del que nadie habla porque nadie quiere conocer, porque nadie se atreve a reconocer su existencia, sigue al frente del negocio global –¿cuál, de verdad?– “Desde el Nido de la Serpiente”.
Los periodistas azotan sus teclados entre gritos, mientras permanecen ciegos ante las verdaderas fuerzas que pretenden denunciar, sin siquiera sospechar su verdadera esencia y el grado de su malignidad trascendente:
–“¡Un policía muerto allá, y dos mil de aquí!” Perdón, señores periodistas, pero el dato, por sí solo, nada significa.
El General Sandy Winnefeld, quien encabeza el “Comando para la Defensa Espacial de América del Norte”, dijo que su país debe seguir apoyando a México, “siempre, siempre con respeto pleno a la soberanía”, mientras que es evidente que los mandos supremos están diseñando la estrategia para justificar una invasión armada –policial y militar– contra México.
Exactamente como en estos momentos, cuando escribo este párrafo: las tropas de la OTAN bombardean algunas ciudades de la Libia de Muamar El Gadafi, “ese perro loco” –así lo llamó George “War” Bush– supuestamente para impedir que la población civil siga siendo masacrada por un tirano. “O ese sátrapa asesino se larga, o atacamos” –prometió Barack Obama, cancerbero del Imperio Global en marcha hacia la hegemonía total, con el más puro estilo hollywoodesco que las masas adoran.
Cuento una muy historia larga pero muy superficialmente conocida: el poderoso vecino del norte consume el 60% de las drogas que la Tierra produce, hace astronómicos negocios con la venta de armas a los Capos y México pone docenas de miles muertos, muchos de ellos inocentes. Tan inocentes como las doncellas que los mayan arrojaban en los cenotes “sagrados”, o como los niños aztecas que eran ofrendados al diabólico Huichilobos –Huitzilopochtli–, el ídolo matricida.
Mientras que a uno de los agentes del Servicio Migratorio y Aduanas de los USA, Jaime Zapata, le rinden honores y el presidente yanqui manifiesta su pesar por ese homicidio, aquí ya dejaron de escucharse los redobles de los tambores y pasaron al olvido las guardias a militares y agentes asesinados. Hoy se habla de muertos en México como si fueran estadísticas sobre la inflación o el desempleo. La costumbre de ver ríos de sangre ha insensibilizado casi absolutamente a la población. Sólo se quejan quienes pierden a sus seres queridos o son víctimas de secuestros. Pero… ¿por qué ocurre esto? Nadie se ha ocupado de descubrir la verdad.
¿Quién se cree esta sarta de verdades al uno por ciento?


“Tras el arresto en México de los presuntos asesinos del agente Jaime Zapata —en el que según confirmó ayer la Casa Blanca habrían colaborado agencias federales de EU—, una coalición de agencias federales encabezadas por la DEA, el FBI, la agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) y la Agencia para el Control de Contrabando de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF) participaron en una agresiva campaña de capturas e incautación de armas, explosivos, drogas, oro y dinero en efectivo.
 “Este es un asunto personal en honor de Jaime Zapata”, dijo el agente de operaciones especiales de ICE, Louis García.
“El portavoz de la DEA, Michael Sanders, informó que ‘la razón subyacente de las redadas fue ver si podíamos obtener cualquier tipo de información de los atacantes que ayude al FBI en su investigación del asesinato de Zapata.
 “Se trata de una respuesta a la muerte del agente... Estamos sacudiendo el árbol para obtener información de inteligencia buena y dura”, dijo Sanders sobre la operación llevada a cabo en San Diego, San Antonio, Chicago, Detroit, Atlanta, Newark, Miami y Denver.
“Ayer por la mañana los agentes en Atlanta, San Luis, Denver, Detroit, San Antonio, San Diego, Chicago y Nueva Jersey habían incautado 9 millones de dólares en efectivo y una veintena de armas; confiscado unos 12 kilos de metanfetaminas, 107 de coca, 2.5 de heroína y 150 de mariguana en unos 150 lugares distintos.
“Los arrestos iniciaron el miércoles, continuaron ayer y se espera que sigan el viernes, cuando las autoridades podrían dar a conocer cifras consolidadas a nivel nacional.


El 24 de agosto del año 2010 hubo 135 asesinatos a manos del Narco. Fue el día más cruento de la “guerra”. El segundo peor fue el 14 de junio de ese mismo años, y el tercero correspondió al viernes 18 de febrero del 2011. A pesar de ello, se advierten las presiones, desde frentes múltiples, que exigen el retiro de las fuerzas armadas.
¿Quiénes en el mundo oficial se estremecen y reaccionan proactivamente ante las masacres? Nadie: las redes sociales están atascadas de mensajes tan insulsos como este: “Yo voy con Creel”. “Todos somos jóvenes Bravos”. A estos animales políticos –“presupuestívoros”– sólo les interesa ganar, a como dé lugar, la carrera por el Poder. Aunque tengan que aliarse “políticamente” con un clon del Adversario al que desean vencer. Será muy tarde si se alían y luego vean los deplorables pero previsibles y evitables resultados
Los gobernadores son responsables de garantizar tranquilidad en sus entidades, pero la Constitución no los obliga a combatir el tráfico de drogas por tratarse de un delito federal. Las leyes no han cambiado sobre el particular. Así que a nadie debe sorprender que los gobernadores, verdaderos “Virreyes”, sean, en muchos estados, los verdaderos jefes de la Narcomafia.
Bien: pero… ¿por qué? ¿Cómo llegaron hasta ahí, manejando el “Narcosexenio”? ¿Por cuáles motivos, con qué apoyos, en qué circunstancias y realizando cuáles proyectos? De eso se trata esta “novela”, que más bien es un fiel análisis atípico y profundo de lo que sólo podemos ver en sus aspectos sintomáticos y superficiales. Porque los Mass Media, cómplices o ignorantes, ocultan y deforman la amarga verdad.
Cada día crece el número de muertos y surgen nuevos cárteles, entre otros el “Del Sur” en Guerrero y “La Resistencia” en Jalisco, además de aumentar la crueldad de “La Línea”, derivado de la poderosa mafia de Sinaloa, identificada también como “La Federación”.
Fue detenido Juan Carlos Vasconcelos –“El Canas”– un cínico criminal que, confiesa, su trabajo consiste en asesinar. Como él hay millones en el país. Pero nadie se pregunta ni sospecha por qué se formaron como bestias, ni de dónde vienen, ni quiénes son realmente sus fabricantes, ni cuál es su propósito final. De eso nos ocuparé.
En tanto el crimen organizado asuela a México, lo cual se menciona en el mundo y se nos compara con Afganistán e Irán, en los Estados Unidos se multiplican las voces sobre una intervención armada en nuestro país para “garantizar la seguridad” de su Imperio. El alcalde de Brownsville, Pat Ahumada, propone que soldados y policías entren a México a poner orden. Y mientras a Jaime Zapata le hacen honores en su tierra, aquí nos devoran todos los demonios. Es la diferencia. Pero… ¿por qué tienen que ser así las cosas?
¡Atrevámonos a levantar el telón del Narcocirco, para mostrar la verdad desnuda!

Resumen ejecutivo de los viajes de Juan Bosco Abascal recabando información y asesoría de alto nivel para fundamentar mejor la serie novelística DESDE EL NIDO DE LA SERPIENTE.
Se invirtieron $250,000.00 en compra de tiempo para el autor, pago de honorarios instructores suplentes, viajes no patrocinados, equipos de cómputo, libros (más de cincuenta).

I) Opiniones de Art Novela, como conclusiones de varios foros de discusión con diversas personalidades académicas, periodísticas, policiales y políticas. Viaje parcialmente patrocinado por Art Novela, ya que el Dr. Juan Bosco es miembro de la Fundación Arché:
1) La serie DNS es una obra literaria de gran valor, de alcances épicos e históricos realmente asombrosos e impactantes. Es digno, justo y necesario publicarla, pero con varias precisiones en cuanto a tiempos, forma y contenidos:
1.1) No nos parece adecuado publicarla con prisas para esta Navidad, aun cuando pudiera ser un buen regalo para algunas personas. Existen otras condiciones más adecuadas como ventana de lanzamiento, y éstas son:
a) La carrera por la presidencia en México. Esperar a saber, a principios del 2011, quiénes serán los contendientes de cada uno de los tres partidos grandes. De ahí se pueden desprender varias conclusiones que apoyen el clima adecuado para un lanzamiento más favorable. El PAN continuará la guerra hasta perderla. El PRI y el PRD pueden pactar de nuevo con el Narco. Pero el consumo será creciente en ambas naciones. No se ha tomado en cuenta que el 25% de los jóvenes mexicanos ya consumen cuando menos mariguana. Ver datos sobre el tema.
b) Están sucediendo tragedias en estas semanas nunca antes vistas en el Mundo: las masacres juveniles. Se esperan 135 muertos más por estos días, sólo como consecuencia de las 135 toneladas de mariguana decomisadas en Tijuana. Hay que incluir uno o varios capítulos sobre los sicarios  jóvenes que asesinan a adolescentes de su edad. c) El análisis sociológico, ético y familiar de estos asesinos tan jóvenes no está actualmente incluido en la novela, y sería una grave omisión, ya que corresponde a la tesis central del libro: el regreso de Huichilobos a gobernar México. Lo más predecible es que este tipo de matanzas se multiplique de manera indefinida e imposible de prevenir. Debe tratarse a fondo en la trama. Escribirlo de manera entrelazada y ligada con todo lo ya escrito, y con los personajes actuales, puede ser cuestión de un trabajo arduo que dure varias semanas.
2) El estilo es ágil, limpio, brillante y seductor. Es imposible dejar el libro una vez comenzado. Sin embargo, no es parejo en la intensidad narrativa: tiene picos y valles que pueden suavizarse para mantener el delirante ritmo que atrapa al lector, aun cuando pudiera bajar un poco la calidad académica en aras de un público menos culto pero mucho más amplio, para garantizar el éxito comercial.
3) Se sugiere hacer una edición de toda la serie basada en el concepto de LIBRO INTELIGENTE: virtual, interactivo, con audios y además, impreso. Con diversos niveles de costos según permisos. Ejemplos: bajarlo sólo para leerlo, un precio. Bajarlo para imprimirlo de manera limitada, otro precio. Y así sucesivamente. Bajar audio para iPod, Ipad y audiolibros en diversos formatos, pero sin acceso a las ediciones impresas, otro precio. Una vez teniendo el “domy” del primer tomo se pueden hacer todos los cálculos sobre costos y formas de lanzamiento.
4) Hay que hacer un censo real de los lectores ya cautivos entre al numeroso alumnado del autor, para medir la cantidad de ejemplares que conviene publicar, además de los que se puedan colocar por otros medios. Una encuesta bien hecha entre los 8000 alumnos del autor nos puede dar un universo muy preciso.

II) Opiniones de los directivos académicos del IPADE:
1) El Dr. Juan Bosco Abascal es, con mucho, el mejor instructor y escritor mexicano actual. Es asombroso el nivel de seducción persuasiva que ejerce sobre sus alumnos. Literalmente, “los hipnotiza”. Lo mismo logra con sus escritos, tanto académicos como novelísticos. Es sumamente laudable publicar esta obra, en toda su magnitud, más que con una mentalidad comercial, con propósitos de evangelización. No conocemos una mejor forma de presentar la verdad que esta que el Dr. Abascal utiliza, tanto académica como novelísticamente. El único problema que vemos es que si él se muere antes de lograr formar sucesores, su obra morirá con él. Se le sugiere que se enfoque fuertemente a lograr heredar su cauda de conocimientos y experiencia a varias personas, de manera muy firme, disciplinada y a largo plazo, pero constante.
Como resultado de la asesoría de estas personas, se están desarrollando proyectos de colaboración con el IPADE para la impartición de cursos, talleres y eventos en conjunto.

III) Opiniones de autoridades políticas y policiales de diversas nacionalidades no mexicanas. (Argentinos, chilenos, uruguayos)
Aplaudimos el valor personal que implica publicar una obra que, sin ser periodística, de todas formas es una obra de poderosa denuncia, tan formal y eficaz como ninguna otra sobre el tema del narcotráfico y las Organizaciones del Poder Planetario que lo protegen como su principal fuente de divisas. No cabe duda que los intelectuales mexicanos siguen siendo “Maestros de América”, en la línea de Don José Vasconcelos, quien fuera el mentor del propio Doctor Juan Bosco Abascal. Sólo queremos sugerir algunas mejoras:
1) Manejar de manera un poco menos académica y más “popular” el suspenso, en aras de llegar a más personas que se interesen en un tema tan crucial, y que puede cambiar muchas vidas. Para lo cual hacemos las siguientes sugerencias, después de leer varios capítulos de su maravilloso primer tomo “Los Narcopsicótas de Huichilobos”: (Pueden llevarse algunas semanas de arduo trabajo para el autor, pero valen la pena:
Hacer imposible al lector predecir quién será fiel a su equipo original y quién se cambiará de bando.
Un presidente del PRI (o del PAN, o del PRD) denuncia todas las transas de su partido, en vivo y a todo color, en la televisión mundial, convencido por los Aliados, que lo secuestran para hacerle ver las cosas como son, y no como él las ve.
El tercer tomo, donde son cerrados a los USA los flujos de droga, bien puede ser el primero, aunque ocurra en el futuro, y luego presentar lo que sucedió antes, como precuela, al estilo de “La Guerra de las Galaxias” o “El Señor de los Anillos”. Son obras de éxito probado, y podrían utilizarse sus técnicas narrativas en contrapunto.
Hacer impredecible la conversión de algunos líderes sionistas: Napoleón puede ser redimido por una Cynthia Desirée impredeciblemente arrepentida, al enfrentarse al vacío y conocer providencialmente a Vanozza, cuyo arrepentimiento es profundo.
Raskolnikov se arrepiente en el último instante, antes de asesinar al Papa legítimo al comprender lo imperdonable de su magnicidio.
Los conversos u operarios de la última hora, según el Evangelio, pueden ser la mitad: cuatro. Maitreya no se arrepiente.
César Borgia no se arrepiente, pero Fulgencia sí, al hacerse amiga de Déborah Leonor, quien se convierte antes al renunciar al amor de Maurice.
Cuando todo parece perdido amorosamente para Déborah Leonor y Maurice, se suicida Karenina Oicheia, la esposa de éste, dejándolo libre. Ambos se casan e secreto, y tienen hijos que continuarán la lucha, con sus mismos nombres.
Colocar escenas de tortura física al estilo de Jack Bauer pero con finales diferentes, debido a uso de tecnología o PNL.
Renergard Azcargorta denuncia a la Fiera desde su Televisión Global, e vivo, y de manera que nadie puede frenar la transmisión hasta que se termina. Consecuencias apocalípticas, pero también extraordinarias.
Aprovechar el Proyecto HAARP hasta donde sea creíble.
Todos los dramas particulares y pequeños deben incrustarse como catalizadores insertados en las grandes tramas.
Déborah Leonor finge todas sus jugadas: salva a un Narco adversario principal (escogerlo) para lograr su gratitud, en una ESCENA REAL. Por ejemplo mata a un policía que lo va a tomar preso, pero que no trabaja para la PGR, sino para su propio Cártel en guerra.
Relatar la votación secreta para decidir si Los tronos deciden o no soltar el ataque neutrónico, y los votos arrojan un empate a cuatro, porque Maitreya no tiene voto de calidad. ¿Qué sucede entonces?
La Temporada uno deberá hacerse en sólo dos tomos, y debe apuntar al Apocalipsis, pero como suspenso, ya que los Tronos, al no estar de acuerdo entre sí, no pueden lanzar el ataque final. En otras temporadas debe narrarse la precuela de cómo llegaron a tal empate. La conversión de algunos de ellos puede ser de gran suspenso e impacto narrativo.
Las declaraciones de las autoridades en público contradicen radicalmente las instrucciones, alianzas, complicidades y charlas en privado. Debe usarse la ironía, las suposiciones y otros trucos que resalten la doble moral perfectamente oculta de las grandes organizaciones del Poder Mundial.
Casos en los que las grandes decisiones, buenas o malas, perjudican a los autores intelectuales, y que de manera imprevista los hacen cambiar de bando o de opinión, desconcertando a todo el mundo y rompiendo paradigmas.
Jugar siempre a "que pasaría si fulano de tal hace algo que nunca ha hecho": perdonar, arrepentirse, no corromperse, corromperse, traicionar, dejarse llevar por el miedo. La narración debe centrarse en el análisis de las consecuencias de la decisiones éticas o inmorales, siempre cambiantes e impredecibles.
2) Una sugerencia extremadamente importante, y que la novela no toca, es narrar qué sucede dentro de los penales mexicanos. Es fundamental narrar el pacto entre Vicente Fox y el Chapo Guzmán, En Sudamérica estamos impactos, porque diversos personajes ligados a la seguridad nacional mexicana nos han estado informado acerca del pacto entre la presidencia y ese poderosísimo narco, al que todos acá lo apodamos “El Ganón”, porque se quedó con casi todo el negocio y está protegido por el Sistema.

IV) Opiniones de Vicente Oltra, alto directivo académico de la Universidad Complutense, conocido intelectual español.
From: vicenteoltrac@terra.es
To: juanboscoabascal@me.com
Subject: RE: Serie Desde el Nido de la Serpiente, para que por favor lo leas y nos des tu opinión
Date: Fri, 15 oct 2010 16:33:26 +0200

Querido Juan Bosco:
He leído sobrevolando los 3 primeros capítulos y me parece que el escritor es persona versada en lo que escribe. Moderno en sus conceptos y términos tecnológicos utilizados. Ágil en su narrativa y apasionado en lo que cree. Influido por todo cuanto está viviendo en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Hasta la página 60 la palabra “sionismo” aparece solo en 12 ocasiones y la palabra “mason” en 4 ocasiones. Más adelante sigue en la tónica del uso de dichos términos lo que hace que el autor tenga, al menos me lo parece, el sentimiento de que ambos grupos tengan que ver con lo que ocurre. En su opinión ¿La manipulación de los ingenieros sociales deriva de esos dos grupos?
Ya me lo dirás.
Si buscas en google “un futuro de esperanza” encontrarás un trabajo mío sobre la materia.
No se si esto es lo que querías, pero: En definitiva me gusta el estilo del autor y su tema. Creo que una buena editorial podría publicar sus libros y ver el éxito en el lanzamiento.
Vicente Oltra, Director académico. Universidad Complutense.
Otras notas:
- Te ayudo con la revisión, y No por dinero.
- ¿Habría alguna manera –lo vería Vd. oportuno- para que pudiera publicar el Volumen 1 por entregas semanales en el curso de un año? Hay alguna editorial en Méjico que se dedique a ese tipo de publicaciones. Tal vez la división en tres entregas como Vd. propone ya es buena…pero no mantiene el largo…en las conciencias de la sociedad.
- ¿Se podría alimentar la salida de los tres libros con continuidad semanal en artículos sobre la materia en los que se incluyera el material “masoneria, sionismo, waspismo kkk, islamismo, trata de blancas y pornografía, droga, mafias, manipulación embrionaria y genética; aborto, eutanasia, esterilización masiva; Las Poderosas Multinacionales de la Cultura de la Muerte y la de la Pornografía? Los multimillonarios negocios de la pornografía y de la Cultura de la Muerte y de la droga, muy superiores a los del Peligrosas Multinacionales del petróleo y del armamento?

V) Sugerencias de los mejores historiadores mexicanos no alineados con el Sistema: Celerino Salmerón y Salvador Borrego.
1) Así como se intercala la historia de la traición de Alonso del Trueno para ser ministro de la suprema Corte, sería genial intercalar los siguientes pasajes históricos hacia atrás hasta llegar al comienzo de la interpretación sionista de la Historia Universal:
1.1) El pacto de los Generales que da origen al PRI, para descristianizar a México, destruir a la familia, repartirse el territorio y eternizarse en el Poder.
1.2) Las grandes traiciones de Benito Juárez.
1.3) El parricidio contra agustín de Iturbide.
1.4) Cómo los sionistas hacen estallar la Revolución Francesa.
1.5) Infiltración en España hasta destruirla.
1.6) La expulsión de los jesuitas que explica el atraso educativo. (ya)
1.7) Los papas decadentes del renacimiento. Ya están.
1.8) El Sionismo en la Edad Media.
1.9) Cómo el sionismo abre las puertas de España a los moros.
1.10) La caída el Imperio Romano.
1.11) La destrucción de Jerusalem y la diáspora, y como desde entonces los sionistas se dedican a la usura.
1.12) Los motivos políticos de la crucifixión de Jesús.
1.13) La interpretación Sionista de la promesa de Abraham. (ya)
1.14) La Caída de Adán y Eva.
1.15) La caída de los ángeles y el comienzo del reino de Luzbel.
1.16) El motivo de la creación de los ángeles y los hombres.
1.17) La creación del Cosmos.



Atentamente
Dr. Juan Bosco Abascal C.

29 de octubre del 2010.




Huixquilucan, México, 15 de Agosto del 2011.

Juan Bosco Abascal Carranza.



A lo largo de toda la serie novelística “Desde el Nido de la Serpiente” –lacerante, brutal, que trata del asalto permanente del Mal contra la Humanidad– se refiere, en esta primera temporada, a una guerra que parece perdida sin remedio: la guerra contra el Narco Global, en la cual México juega hoy un relevante papel, en espera de que los “Estados Unidos comprendan o acepten que tienen que poner algo más que gestos simbólicos en el combate al Narco”, según dijo a George “War” Bush el Presidente Felipe Calderón, quien aseguró además que “el Gobierno Mexicano está poniendo hasta la vida en esto”, durante el encuentro de ambos mandatarios en Mérida, en marzo del 2007.
Sí: estamos perdiendo miles de vidas en la guerra contra un Adversario que nadie parece identificar; tan sanguinario, atroz, inicuo e inexorable como ninguno otro ha existido desde el arranque mismo de la Historia Universal. Las multitudes –lo mismo que las personas, las familias y los funcionarios públicos; pero también los policías y los soldados– tiemblan ante la ofensiva del Narco. Mientras albergan un miedo cerval, crecen en sus gargantas y corazones los brutales efectos de una desbocada taquicardia. Ese miedo se traduce en odio y en ganas de realizar un desafío ante el cual se sienten inermes. Traducen entonces sus miedos en superstición: por eso, torpes, ingenuos e infantiles, rezan lo mismo a los santos que a la Virgen o a Dios, pidiéndoles los bienes o los éxitos que sólo a cada persona corresponde conquistar, mediante el sabio uso de la libertad y de la inteligencia.
Pero no: ahí están “la Santa Muerte”, San Malverde, Madame Sassú, Jaime Mausán, Walter Mercado, el pasaje esotérico de Plaza Galerías en el Distrito Federal; pero también los brujos de San Andrés Tuxtla, las limpias de chamanes a las que muchos imbéciles políticos se prestaron, para no ser menos que las adocenadas misses –esas con tersas, fragantes pieles de hoy, carroñas del mañana– que se exhiben en los concursos de carne fresca de mamíferos femeninos. Todos corren despavoridos para salvar la vida. Sienten a sus espaldas el azote de un látigo invisible. Se sienten sin hogar, sin techo, sin refugio. El alma de esta generación hedonista es como el cuervo de Noé que fue de un lado para otro y no halló dónde posar sus patas para descansar porque la tierra aún estaba cubierta de agua.
Son muchas –todas ellas muy importantes para mí– las diversas personas que deseo conozcan las entrañas mismas de la trama de esta serie de novelas del género realista, con sus tintes de narración histórico/profética, sobre todo apocalíptica; con sus rasgos de complicada intriga, cardiopático suspenso, lacerante drama humano. Sin embargo, nadie tan importante como la familia de la cual soy responsable. Aunque también son muy importantes mis alumnos y amigos, mis compatriotas todos. También, en cierta forma, el Género Humano, porque todos somos hermanos.
Para leerme todo lector tendrá que estar bien informado. Por ello invito a mis eventuales lectores a navegar por la red –sin naufragar– a leer temas vinculados, a desempolvarse las neuronas. Para eso existen, a cada paso, multitud de referencias bibliográficas. Si los lectores se quedan dentro de los asfixiantes límites de sus paradigmas acostumbrados, comprenderán poco o nada. Yo mismo, para no perderme en el laberinto de pasiones metafísicas, conflictos interminables, guerras cósmicas, traiciones imprevisibles, ambivalencias enloquecedoras, tengo que mantenerme estrictamente guiado por varios hilos conductores, procurando llegar al final –suponiendo que haya un final– de una manera divertida, aun apasionante; pero coherente, convincente.
Busco entretener y divertir. Sin embargo, también deseo también ilustrar, advertir. Sobre todo: hacer pensar, y a un provocar decisiones, acciones nunca antes realizadas. Quiero provocar una violenta “explosión de conciencia” acerca de tres cuestiones cotidianas que todo mundo parece soslayar: Origen, Identidad, Destino.
¿Quién, aun a costa de lo que sea, no quiere ser feliz? Desde los más antiguos míticos héroes –Aquiles y su afán de fama, Leónidas con su heroica muerte en las Termópilas, Héctor ofrendando su vida por Troya, por sólo citar tres ejemplos– pasando por los mártires cristianos de los primeros tres siglos después de Cristo, llegando hasta nuestros días a los innumerables, hedonistas consumidores de drogas que desean vivir los máximos impactos sensoriales, todos anhelamos la Gloria, la Felicidad perpetuas, que en estos tiempos muchos llaman autorrealización o plenitud.
Escribo, además, porque ese Enemigo implacable, sañudo, encarnizado, que no se detiene ante humano alguno; cuya fuerza de Bestia virulenta sólo puede enfrentarse con el poder de la Virtud, representa, para quien así lo decida, la oportunidad de darle sentido a su existencia.
Así pues, motivado grave, profunda, entusiastamente, por la búsqueda de ese destino humano –la Felicidad– que es el anhelo intrínseco de nuestra naturaleza; empeñado en conocer de dónde venimos, quiénes somos, a dónde vamos, deseo hacer a todo mundo un gesto empático, pero firme, que sea capaz de tocar su corazón. Por ello me propuesto reflexionar, investigar, escribir, de diversas formas, sobre lo que más nos importa:
¿Somos seres para la nada, para la aniquilación, o somos seres trascendentes?
¿Importa nuestra historia personal más que la historia de una hormiga?
¿Es la muerte física sinónimo de la absoluta aniquilación del Yo?
¿O es ella sólo el paso obligado para vivir un “más allá” del que nadie ha regresado?
Si existe por sí mismo un “más allá”: ¿en qué consiste?
¿Acaso no vale la pena plantear estas más otras cuestiones relacionadas, de manera no académica, sino apasionante, misteriosa, divertida?
¿Cuál puede ser el freno o la guía de un criminal de cuello blanco –o sucio–, o de un delincuente organizado –o desorganizado– cuando tiene en su mente el paradigma de su propia e impune aniquilación al morir?
Mi desbordada pasión por leer y escribir comienza hace muchos años, cuando yo era un niño de apenas seis. Mi padre me dijo, después de leer mi primer cuento: “Juan Bosco: tú serás un escritor famoso”, secundado por mi madre, la cual añadió: “nadie explica sus ideas como tú, nadie escribirá tan bien como tú”.
Desde luego: pienso ahora –a casi 60 años de distancia– tales reconocimientos excesivos nacieron de un ciego amor, pero al espetármelos con emoción sincera mis padres me empujaron hacia mi destino. Hace más de medio siglo que me estoy preparando para este momento. He leído, estudiado, aprendido, reflexionado, vivido, pensado demasiado, en comparación a lo poco que he actuado. Ya es hora, pues, de volcar el resultado de todo ese proceso de introyección, en millares de líneas, en millones de letras que puedan hacer historia en la voluntad, en la inteligencia de los lectores cuya atención llegue a conquistar.
Lo sé de antemano: a muchos, apenas abiertas estas páginas, se les caerán de las manos. No me preocupa, porque esto siempre ha sido así: es muy difícil acudir a la iglesia al escuchar el sonido de las campanas. Pero es más, mucho más difícil, abrir un libro cualquiera y terminarlo de leer. Sobre todo cuando no está catalogado entre los “best seller” de moda, ni contiene ideas que le den pábulo a nuestra pereza intelectual –de la que tan orgullosos parecemos estar en México. Qué difícil es aprender cuando todo se nos da hecho, gracias a nuestro decadente, subdesarrollado nivel intelectual; gracias a que alguien muy poderoso tiene varias décadas haciendo “televisión para jodidos”.
Sin embargo, comenzar a escribir ha sido un parto afectivo doloroso, lleno de altibajos. Después de muchos ajustes y desajustes prácticos y aun financieros, se me ha facilitado comenzar a realizar el sueño de toda mi vida, mi verdadera vocación: escribir, no sólo libros relacionados con mi profesión académica, sino escribir dentro del género más popular en la historia de la literatura: novela realista. Porque la realidad siempre será superior, mucho más fantástica que la propia fantasía.
Comencé, hace muchos años –a los seis– una travesía por el mundo de las letras, absorbiendo todo tipo de conocimientos a mi alcance. Ahora la concluyo con un nuevo amanecer: espero y deseo que sea largo, fructífero. Al Espíritu Santo –a ese al que finalmente reconoció José Vasconcelos; el cual aparece, mutilado, en el lema de la Universidad Nacional– encomiendo mis esfuerzos, así como la dirección creativa y espiritual de esta pequeñísima trinchera en la batalla metafísica entre el Bien y su Adversario.
Por otra parte, debo decir que desde que se inventó la informática, navegando por ella, mientras procuraba no naufragar, me fui encontrando con una multitud de documentos, testimonios, estudios, aventuras, declaraciones, enredos, complots, ideologías, crímenes, conspiraciones más otros asuntos similares, casi todos ellos merecedores de los más variados, aun contradictorios epítetos: extraordinarios, trágicos, divertidos, dramáticos, espantosos, o simplemente chuscos.
Dado que desde niño he tenido una desbocada imaginación, decidí ponerle un freno, unas riendas, una dirección; ahora, cuando comienza esta etapa que muchos llaman de “adultos en plenitud”, pero que en realidad debería llamarse de “adultos productivos en decadencia”.
Así pues: antes de que mis dedos se paralicen, mi inteligencia se nuble, o mi espalda me impida estar más de quince horas continuas escribiendo, leyendo o estudiando, he decidido escribir, hasta morir para trascender.
Deseo estimular tu capacidad de amar, tu hambre de conocer, pero también tu necesidad de divertirte, de divertirte mucho. Si no lo consigo, podrás escribirme para reclamarme. Si logro mi objetivo, espero tus reconocimientos, o cuando menos tus comentarios. Encontrarás mi dirección electrónica al final de esta novela, y de todas las que le sigan: siete, en total.
Algunos de los documentos incrustados dentro de la trama están escritos en primera persona, tal como los obtuve de la red –con algunas variaciones– para disimular los nombres reales de quienes pudieran sentirse difamados. Otros nombres son reales, de personajes vivos. Tú, lector, como cualquiera otra persona dotada de inteligencia y libre albedrío, tomarás partido, con toda seguridad.
Algunos capítulos narran, en tiempo pasado, lo ya ocurrido. Pero algunos más transcurren en tiempo real. No faltarán los que ocurran dentro de algún futuro más o menos cercano, más o menos lejano.
Los personajes son muchos; muy variadas las tramas; todas, poco a poco, entrelazadas entre sí. Te quedará claro cómo es posible que un “pasón” con cocaína que se mete una linda chica drogadicta –en cualquier parte del planeta– contribuya a causar una guerra en Afganistán o en México, mientras todo se encamina hacia el inevitable apocalíptico final.
Existe, sin embargo, una trama integradora. Si puedes identificarla, tu interés crecerá, pudiendo entonces llegar hasta el final con menos tropezones.
Por otra parte, una pequeña advertencia: no existen, en la vida real, personas “perfectamente buenas” ni tampoco “totalmente malas”. Eso es un cuento absurdo del “Canal de las Estrellas”. La perfección es un atributo exclusivo del Ser Absoluto. Todos los demás seres somos imperfectos, en diversos grados, aunque en particular cada ser humano sea siempre perfectible, incansable buscador del Bien, de la Verdad. Por cierto: lo único en verdad malo es lo que no existe.
Ahora tengo 64 años, recién cumplidos. ¿Cuánto tiempo más estaré escribiendo? No lo sé. Mi padre murió a los 90, en perfecto estado de lucidez, mientras escribía. Así quiero que me encuentre la muerte: trabajando, pensando, escribiendo, fiel a mi vocación dentro del destino que he elegido: trascender.
Por ello seguiré ciertos modelos actuales que están teniendo mucho éxito, tanto en los medios masivos como en la literatura tradicional. Así que encontrarás “temporadas”, dentro de una o varias “series”; “personajes típicos”, “héroes” –aunque no infalibles ni perfectos–; también “villanos” –no siempre tan perversos o malvados. Lo más probable es que te encuentres a ti mismo, en algunas o muchas de estas páginas. La obra completa se dividirá en siete “Temporadas”. La primera se describe a continuación, sin adentrarse en la trama, explicando el tema central.

1) Temporadas. Siete, en total. (Ver en “Apéndices” la temática y personajes de cada una de las demás).

Primera: Los Narcopsicópatas de Huichilobos. (1)
En esta primera Temporada, los miembros de un poderoso y eficiente grupo privado que se autodenomina “La Alianza Momprácem” –nacido al calor de la guerra contra los narcotraficantes de clase mundial– se plantean algunas cuestiones fundamentales:
¿Cómo siquiera comenzar una guerra en la que casi todo el mundo aspira a servirse de la ley para continuar el pillaje? México está secuestrado hoy dentro de una ciclónica espiral sicológica y social que perpetúa no sólo la pobreza, sino la desigualdad y la impunidad. En suma, la ley escrita –parcialmente desvinculada, con dolo, del Derecho Natural, y por ende del Divino– espolea la rapacería de los poderosos para establecer, como aspiración aniquilante, que todos pasemos a formar parte del manejo o la redacción de dicha ley para poder vulnerarla –sólo por ser mayoría– sin tomar en cuenta que la mayoría muy frecuentemente se equivoca. Así, los sátrapas, aparados en el número, se sirven hoy de ella a su antojo, mientras fingen –casi todos– ser mandatarios del pueblo que los eligió como servidores públicos… (2)
Si las instituciones existentes –tanto nacionales como globales– no sólo no contrarrestan la concentración de poder y riqueza en México y en otras muchas naciones, sino que la incrementan: ¿existe alguna forma de contener tal incremento monstruoso, donde los pobres son cada vez más en cantidad y profundidad, en tanto el decreciente número de ricachones dispara sus capitales a la estratósfera?
Si el narcotráfico mexicano representa el nueve por ciento de nuestro producto interno bruto: ¿es posible pelear contra quienes lavan y manipulan tales fortunas, sin quedarnos en meras transformaciones teatrales, o en persecuciones peliculescas contra pequeños delincuentes usados por sus altos jefes como carne de cañón?
¿Cómo combatir contra el Narco, cuando lo sabemos incrustado en la oligarquía reinante, sin que nadie se va a declararse miembro de tal oligarquía, –o recurrir a la denuncia audaz– sino que por el contrario, todos los oligarcas dirán que están peleando contra el crimen organizado?
¿Cómo pelear –con posibilidades de triunfo– en una guerra contra individuos, personas morales u organizaciones que son brutalmente insensibles hacia las necesidades y sentimientos de otras personas, pues sólo cuentan ellos mismos?
¿Cómo luchar contra seres que sólo se interesan en otros sólo si les son útiles para alcanzar sus fines secretos? Sobre todo cuando tales sujetos son en extremo astutos e inteligentes, sintiendo enorme predilección por los puestos o actividades que les aseguren el acceso al Poder Absoluto, en todas sus variantes.
¿Es al menos posible –no digamos probable– vencer en una guerra en la que son juez y parte cientos de autoridades municipales, estatales y federales, que han comprado miles de millones de pesos de publicidad, spots de televisión o radio, complicidades, candidaturas, amarres de huesos públicos, prebendas, privilegios y promesas?
La cuestión se le complica a la “Alianza Momprácem” cuando sus líderes se dan cuenta de que “Los Narcopsicópatas de Huichilobos” tienen una notable capacidad para seducir, para convencer a otros de “hacer que hagan o sientan” lo que ellos quieren, para su egoísta conveniencia. Activos, aventureros, energéticos, espontáneos; conquistan fácilmente a los incautos, los inocentes, los tontos, haciéndose pasar por inocentes corderos. También a los no tan corruptos, pero de menor capacidad intelectual.
La “Alianza Momprácem” cuestiona, entonces, todas las tácticas y medios comunes de todos los Estados y países del Mundo. Se preguntan: ¿cómo ganar una guerra, ya interminable, que se está perdiendo, cuando en los grandes capos no parece haber ninguna culpabilidad asociada con el comportamiento agresivo o inmoral? Con el agravante de que tienden a crear sus propias normas de ética, moral o conducta, en contra de los valores universales, porque su conciencia parecer ser más un legislador consentidor que un juez severo. Para colmo: les atraen con particular fuerza el Poder, las Riquezas, la Fama, los Placeres, porque el cónyuge o los hijos –la familia, en general–, son simples credenciales o acompañantes de adorno en algunas reuniones de protocolo.
Parece que “Los Narcopsicópatas de Huichilobos” –en México denominados “La Estirpe de Huichilobos”– son invencibles, entre otras causas, porque la sibarita sociedad hedonista –sedicente laica pero en realidad atea e iconoclasta– los fabrica y los multiplica con una velocidad aceleratriz, en tanto las formas de crear antídotos están en proceso de extinción.  Por ser incapaces de ser fieles a sus alianzas o afectos transitorios, toman venganzas excesivas por las ingratitudes o los engaños: lo demuestran en sus “narcomensajes” dejados sobre cabezas cercenadas o cadáveres mutilados. No pueden ni quieren ser leales con sus amigos ni familiares: prefieren otros beneficios, mientras conciertan relaciones de corta duración basadas en inextricables complicidades, mercenarismos serviles. Su legendaria capacidad para realizar magnos negocios ilegales –al amparo de formidables e inconcebibles fortunas– brota de que ninguno de los insignes delincuentes sufre de psicosis o locuras: todos ellos conservan su intacto sentido de la realidad, aunque la deformen, manipulándola, acomodándola, reconstruyéndola a su entera conveniencia.
¿Se le puede ganar la guerra al Gran Narco Global? A riesgo de parecer ingenuos, los héroes de la “Alianza Momprácem” creen que sí, pero piensan que para ello se requieren personas dotadas de ciertas virtudes, valores, armamentos e ideales de los cuales carecen los gobiernos de la Tierra, casi sin excepción. Ellos creen –actuando en consecuencia– que se requiere con extrema urgencia la acción social de esas personas heroicas que tal vez hoy no existen en la realidad, o que apenas están en gestación.
¿Qué hacer, como, cuándo, para derrotar a algunos de los Malignos de la época actual, los grandes Capos del Narco Global? Los miembros de la Alianza Momprácem buscan, reclutan y entrenan héroes modernos, parecidos en virtudes y recursos a los que hubo en otras épocas: Temístocles salvador de Grecia, Juana de Arco victoriosa sobre los pérfidos anglosajones en Francia, Catalina de Siena unificando Europa, Don Juan de Austria triunfador frente a los moros, por sólo citar a cuatro.
Otro grave problema para la Alianza es: aunque las armas más avanzadas existan, ¿quién será capaz de esgrimirlas en defensa del Bien y la Verdad, en vez de causar con ellas impunes genocidios, como en Ruanda, Kosovo, Croacia, Chechenia, Afganistán o Irak? ¿Existen esas personas?
No, al menos, –ellos estaban casi seguros– en estos tristes momentos en los que el crimen organizado avanza masacrando con impunidad lo mismo a gente inocente que culpable; causando más víctimas que en el propio Irak, país injustamente invadido, presa de guerras civiles inducidas por canallas –aunque Condoleezza Rice sostenga que “se hicieron para evitar males y tiranías mucho mayores.”
Esta “Temporada Uno” es también un homenaje sincero, conmovido, a ciertos héroes incomprendidos, casi siempre periodistas –Don Jesús Blancornelas es uno de ellos– que han sido los más valientes paladines en esta guerra que parece perdida.
Es también un homenaje a otro tipo de héroes: unos cuantos ideólogos e intelectuales que el “Sistema” –también llamado en México “Régimen Revolucionario”– ha decidido echar al basurero de la Historia por haberse negado a ser sus cómplices.
Al igual que los miembros de la “Alianza Momprácem”, el autor piensa que es obligatorio para el gobernante actual volver a considerar la posibilidad de aplicar en este combate las ideas, principios, valores y virtudes humanas de estos grandes olvidados. Sólo si alguien, valeroso en extremo –sin llegar a la temeridad– retoma esos ideales, podrá hacer un justo homenaje a aquellos formidables guerreros borrados de la historia oficial. Ellos, hoy olvidados, vilipendiados, escarnecidos por el Sistema, ocultos por las vergüenzas que suscitan en los cobardes de hoy –incluyendo a muchos señores Obispos y Cardenales–; ellos, vencedores para siempre en lo espiritual –aunque hayan caído ante las balas de sus asesinos, ya venadeados como fieras, ya fusilados en el paredón– tienen bellos mensajes de virtud heroica que los miembros de la Alianza Momprácem han introyectado. Sólo buscan la forma de convertir sus ideales en eficacia combativa.
Atrévete, pues, lector, a conocer una realidad que la prensa cotidiana no aborda, porque está muy lejos de su capacidad de investigación. Sólo nos dan las notas necrófilas, la lista de muertos, los lugares donde los encontraron, cuántos balazos les dieron. Pero nadie quiere realmente hablar del asunto: ninguna clase de policías o funcionarios, ni periodistas ni académicos, mucho menos los hombres o mujeres del Sistema, por razones obvias. Ni lo enfrentan de verdad los gobernantes de ningún nivel, porque parecen ciegos, o porque están atados a compromisos inconfesables. Aunque parece que en México –Mayo del 2007– comienza a formarse en el horizonte una leve nubecilla azulosa prometedora de esperanza, con la inicial aparente derrota de los sanguinarios Zetas.
¿Qué sucederá a lo largo de esta guerra sin cuartel, que un puñado de hombres y mujeres emprenderá con más entusiasmo que capacidad de combate? Ellos pelean agrupados en torno a la “Alianza Momprácem”, cuyo nombre hace honor a legendarios héroes que siglo y medio atrás lograran arrancar grandes reinos de la Malasia de las garras de los piratas ingleses, convertidos éstos en admirados y honrados nobles –pero siempre deshonestos– por su Majestad británica, empenachada cabeza visible de la invencible Pérfida Albión.
En la amplia galería de personajes que cruzan sus destinos, que chocan con fragor sus lanzas en singular combate, que entregan su vida para ver realizados lo mismo sus más altos ideales que sus más viles deseos, encontrarás algunos como estos:
Déborah Montenegro, una bella, rica y atlética bailarina de “bellidance”, –oriunda de Acapulco, Guerrero– cuyo padre es decapitado por el Narco. Esta joven, valerosa y fiera mujer busca ejecutar la venganza por su propia mano, porque, además, ha sufrido una niñez en extremo traumática ante la cual es amnésica.
Un Monseñor de la Curia del Vaticano, llamado Giuliano della Rovere, más enfocado a asuntos terrenales que a la práctica de su ministerio sacerdotal; amante del arte y la vida, pero que está harto de la corrupción que genera el Narco Global en todos los ámbitos de la existencia humana.
Maurice de la Croix, un alto funcionario federal mexicano, cuya madura honestidad le impide progresar, y que es testigo presencial de un asesinato múltiple que es ocultado del público por razones de estado.
Mikael Arkángelos, genial científico e inventor, rico de abolengo, que ha dedicado, enfocado e invertido su inverosímil fortuna financiera en un combate definitivo contra el narco.
Aparecen también varios de los más famosos y potentes narcos mexicanos, italianos, colombianos: más famosos por su eficiencia y crueldad, más que incluso por sus faraónicas fortunas.
También desfilan algunos valientes policías de distintas nacionalidades: Pietro Galileo, Gian Carlo Tito, Laura Centella. Estos son sólo algunos de los muchos personajes, reales, de esta primera temporada. Ellos, de pronto, se encuentran enfrentados en una apocalíptica batalla dirigida, magistralmente, “Desde el Nido de la Serpiente”, por el misterioso Maitreya El Kunar, Gran Maestre de la “Verdadera Iglesia de la Nueva Luz del Mundo.”
Fortunas incalculables, tecnología avanzada, capacidad de aniquilación: son algunos de los medios que utilizan ambos bandos para pelear a muerte entre sí, además de la infiltración, la traición, la simulación, el espionaje; los cambios o conversiones intelectuales y morales de los diversos contendientes. Los Aliados luchan a muerte –tras discutir el concepto de “guerra justa” en legítima defensa– porque concluyen que este es uno de los medios para enfrentar a la Narcotiranía de psicópatas luciferinos.
 Los Aliados están convencidos, con toda profundidad, de que los Narcopsicópatas de Huichilobos están al servicio –consciente o inconscientemente– de un grupo de sujetos del más alto nivel mundial, grupo de “Real Politik” que busca establecer un Gobierno Mundial al servicio de las fuerzas del Mal. Esta pandilla, encabezada por Maitreya y sus huestes, pelea porque está en su papel: ese que cada uno de ellos escogieron desde el principio de su historia, cuando al verse a sí mismos –tan bellos y poderosos–, exclamaron, de cara a su Creador: “¡Non Serviam! ¿Quién como Nosotros?”
¿A quién sonreirá al final la veleidosa Victoria, después de qué peripecias, a qué costos, y con cuáles resultados?

2) Así pues, si nos atenemos al género novelístico de esta serie –de apocalíptico realismo– en ninguna de las “Temporadas” encontrarás:
2.1) Héroes varones, tan buenos, tan maravillosos, tan virtuosos, que dejen a los santos en calidad de simples pecadores estándar. Este tipo de sujetos nunca han existido, porque la realidad es que nadie, en nuestra forma de vida, está confirmado en gracia. Por ello es lógico pensar, tener siempre presente, que “el que de santo resbala hasta demonio no para”. Además, que en el hombre más perverso cabe la decisión del arrepentimiento, así como el más virtuoso podría, aunque como posibilidad remota, traicionar sus ideales; por decirlo en leguaje cinematográfico, “pasarse del lado oscuro de las fuerza”. San Pedro negó tres veces a su Maestro, a pesar de su “palabra de honor” de que no lo haría, mientras que Dimas, el “buen ladrón”, cambió su destino final unos momentos antes de morir. La realidad se parece mucho a ese dramático momento cinematográfico –nacido del genio de Tolkien–, cuando Frodo se niega, finalmente, a dejar caer el “Anillo de Poder” en el “Pozo del Destino” (3).
2.2) Mujeres tan extraordinarias, tan perfectas, que dejen a las vírgenes cristianas de las catacumbas en calidad de prostitutas. No: casi nunca, ni Televisa ni TV Azteca, han construido en sus infumables telenovelas –todas embarradas tristemente con la palabra “amor” prostituida o mal comprendida hasta la saciedad– una heroína real, de carne y hueso, ambivalente como toda persona humana, con fortalezas y debilidades extremas; con violentas luchas interiores, tal como son, dentro del complejo corazón humano, la totalidad de las mujeres. Sólo una, María, fue concebida sin pecado, sin ambivalencia. María de Magdala pasó, de ser una perdida, a conquistar las más altas cimas de la virtud. Santa Juana de Arco, a pesar de su heroica valentía, vivió trágicos momentos de incertidumbre, y aun debilidad, durante su cautiverio en manos de sus inicuos verdugos ingleses, antes de morir quemada en leña verde, dentro de la máxima expresión del sadismo anglosajón.
2.3) Persecuciones espectaculares en las que autos viejos o inverosímiles vuelan como aves, para pasar de un edificio a otro, como si fueran monos en la selva. Pueden rodar casi de lado en solo dos llantas, mientras que sus ineptos, presuntos captores, sólo pueden hacerlo en cuatro. Por supuesto: tampoco vas a leer nada en estas líneas acerca de formidables explosiones y accidentes mortales de las que el héroe sale vivo –al estilo de James Bond, como en “Casino Royal”– por arte de la casualidad o de la buena suerte.
2.4) Tampoco habrá coincidencias “milagrosas”, como esa donde un oportuno eclipse salva a un prisionero de ser sacrificado; o una pantera –en un hábitat donde no hay panteras– escondida en la copa de un árbol, protege al inocente perseguido para después comerse a los antropófagos malandrines. Ni encontrarás situaciones fantásticas: sólo sucesos que, por increíbles que puedan parecerte, han tenido lugar –o lo van a tener– en la realidad concreta, tangible.
2.5) Por supuesto: no hay súper héroes dotados de maravillosos, sobre humanos poderes especiales –los Cuatro Fantásticos, por ejemplo–, así que ningún personaje de mis novelas se parecerá al Hombre Araña ni a Superman –dicho sea con todo respeto–; mucho menos a la hermosa y felina Gatúbela –criada por gatos agradecidos–, pero tampoco a la “Mujer Maravilla”. Mucho menos al “Capitán América” –aunque el cómic de su muerte se venda en miles de dólares. Ni tendrá nadie poderes sobrehumanos, ni vías mentales de comunicación, ni nacimientos debidos a “coincidencias científicas afortunadas”, como esa donde una mosca mezcla sus genes con un ser humano. O menos aún: donde alguien se vuelve invisible por una sensacional casualidad técnica. Tampoco habrá personas “fuera de serie” dotadas con miembros cibernéticos –tipo “La Mujer Biónica”– ni con cerebros provistos de poderes “superiores”. Todo eso es francamente irreal –llegando a veces al extremo de lo ridículo–, y por divertido que pueda ser para algunas mentes débiles, sólo nos aleja de la “Hermosa Realidad”.
Sin embargo, hago dos advertencias:
Primera: “Cualquier tecnología en verdad avanzada es indistinguible de lo sobrenatural para un cerebro común”, según sabias palabras geniales de Arthur C. Clarke, honesto, famoso escritor, científico inglés.
Segunda: otro genial filósofo, escritor; un ateo también británico, converso al catolicismo, Gilbert Keith Chesterton, nos dice: “Lo más increíble de los milagros es que sí ocurren”.

3) Por lo tanto, lo que sí encontrarás, pueden ser cosas como estas:
3.1) Pavorosos e insolubles problemas, dramas humanos sin desenlace romántico, es decir, sucesos cotidianos de la vida real –pero no al estilo amelcochado, fantasioso– donde los ingenuos dicen que “todo tiene una solución”… echándole muchas ganas. (4)
3.2) Personas dotadas de virtudes extraordinarias –en cuanto que muy pocas las han desarrollado– que les permiten lograr hazañas ético/morales dignas de ser contadas. Después de todo, el saludo de los “Caballeros Jedi” de “La Guerra de las Galaxias” es de los símbolos más realistas que el cine ha producido: “Que la fuerza te acompañe…”. Significa “que la virtud sea contigo”. Nada tan brutalmente realista, tan humano, como el espeluznante doble personaje de “El Señor de los Anillos”, Gollum–Smeagol, bueno–malo, santo–demonio. (5)
3.3) Armas, tecnologías, artilugios, sistemas, inventos, descubrimientos formidables que aún no están comercializados ni son del dominio público, sobre todo los relacionados con la nano tecnología, la nano robótica o la mecatrónica. Y que pueden ser usados, ya para hacer el bien, ya para causar el mal, ambos en proporciones apocalípticas e inimaginables. (6)
3.4) Personajes de la vida real, con nombre, con apellido, que están tomando decisiones que afectan a millones de personas, para bien o para mal. Mis personajes se mueven en plena época contemporánea, son “hijos de su tiempo”; se relacionan con sujetos conocidos por casi todos. Nadie puede explicarse el mundo actual sin seres tan reales como nuestros políticos saltimbanquis, capos –tanto patibularios como dandys–, empresarios buenos o malos, servidores públicos –pocos honestos, muchos reverendos pillos–, encueratrices que pretenden ser cantantes; obispos –muchos cobardes, pocos con vocación de mártires–, policías corruptos y honestos. Considerando además toda la “fauna humana” que contamina o adorna las primeras planas de la prensa o de los retumbantes noticieros televisivos. Sin perder de vista que: “…la televisión destruye por sistema la diferencia entre lo normal y lo anormal, porque en sus parámetros lo normal carece en sí de interés suficiente: siempre habrá entonces que enfrentarlo a una alternativa absurda, pero divertida”, según las sabias palabras de un filósofo alemán: Robert Spaemann.
3.5) Vas a encontrar personajes opuestos, rasgo por rasgo, a los que has admirado tal vez en las inefables corruptoras taranovelas. Refiriéndose de manera peyorativa a la multitud de estultos que pululan por el planeta, “El Tigre” Emilio Azcárraga Milmo dijo, en su tiempo: “yo hago televisión para jodidos”. ¡Vaya que lo han cumplido, él y sus sucesores! Claro, concedamos que los pobres mentales siempre han existido; lo malo es que ahora la Imagen de la Fiera los aglutina a todos en “la hora pico” –lo mismo que “Sex and the City”–, para seguirlos lobotomizando, atrofiando su capacidad de pensar, decidir. Antes estaban anulados por su propia atomización dispersa. Hoy, sin embargo, los vemos instalados en sus “salas de estar” –que es a veces también comedor, fábrica, narcotiendita, recámara y patio– donde físicamente juntos –pero afectivamente separados– se reúnen, se multiplican potenciándose ad infinitum. En esos televidentes condenados a prisión perpetua quiero provocar una explosión de conciencia, por más que tal vez mi deseo sea muy ingenuo: que alguno de ellos pesque este libro. Porque a medida que la Imagen de la Fiera va llenando la aulas con televisores –porque los “enanos” se tienen que divertir– logra que los niños no aprendan ni siquiera a escribir. Porque la escuela domestica al teleniño sin darle alternativas. El “homo sapiens” ha sido sustituido por el “homo stulto”, necio e ignorante en grado invencible, porque ni siquiera él mismo sabe que es ignorante. Pero, eso sí, lo saben sus manejadores. En la antigüedad, los estultos, aunque en número infinito –al igual que hoy en día– eran anónimos: por ello mismo no tenían peso relevante. Pero cuando los Mass Media los juntan a todos, a la misma hora, la masa irracional adquiere una fuerza casi invencible, descomunal. Encontrarás personajes, pues, querido lector, que desean arrancarte de esa cárcel donde tal vez tú has penado varios años, en poder de unos cuantos astutos psicópatas. Tus telecarceleros, con el apoyo de inmensas fortunas y objetivos de colonización espiritual muy claros, te han quitado la racionalidad, el lenguaje lógico, el pensamiento abstracto, ese que se desenvuelve de manera deductiva, desde la premisa hasta la consecuencia lógica. Al dejarte arrancar tu racionalidad te dejaste mutilar una esencial parte de tu ser. Anhelo restituirte, con mis tramas, anécdotas, narraciones y personajes, el amor por la sabiduría; que es “logos”, que no es “pathos”, mucho menos sólo imagen. (7)
3.6) Es imposible comprender lo que sucede en estas “novelas” –tanto como, además, en tu propia vida cotidiana– sin hacer referencias implícitas o explícitas a los grandes sucesos de la historia universal: lo mismo la caída del Muro de Berlín que la legalización de la homosexualidad o el aborto; los cataclismos ecológicos –Nueva Orleáns, dejada casi morir criminalmente–, pero también la Batalla de Lepanto o la Caída de Roma –en Oriente y en Occidente–, así como las ansias mesiánicas de algún conspicuo psicópata, –tropical político mexicano– de corte mesiánico. También la corrupción insultante de los grandes circuitos financieros que navegan con el membrete de la “legalidad”: los bancos globales en tu casa, nacidos de la rapiña, la piratería; de los grandes despojos históricos realizados por personajes que hoy nos son impuestos, desde el kínder, como grandes héroes: rapaces banqueros, seudo libertadores e indignos –pero anhelados hasta el delirio– modelos a seguir.
3.7) Encontrarás muchos símbolos de todas clases: históricos, poéticos, literarios, religiosos, sociales, psicológicos, trascendentales, e incluso espirituales. Pero los símbolos no son imaginarios, aunque puedan ser arbitrarios: sólo ocupan el lugar de la cosa real.
3.8) Aprenderás de personas remotas, de los tiempos bíblicos, de edades oscuras, del Renacimiento, de la verdadera historia de la Conquista de México o del Imperio Romano. Porque el Hombre real –centro de la Historia– es siempre el mismo: inteligente, libre; capaz de los más sublimes heroísmos, al igual que de los más abyectos crímenes. Así que verás desfilar tanto a los Judas como a las “Santa Juana de Arco”.
3.9) Una advertencia: acerca de la Historia, lo mismo de la de México que de la Universal: si no vacías tu taza mental corres el riesgo de enfurecerte –inútilmente, por cierto– con el descubrimiento de que los “héroes oficiales” son casi siempre tétricos traidores, en tanto los verdaderos héroes permanecen desconocidos, para mantener el pueblo en la ignorancia, la superstición, el fanatismo –triple azote del traicionado, vilipendiado, manipulado pueblo mexicano.(8) Gran parte de los acontecimientos que van desgranándose en esta serie tienen se remota raíz argumental en ese aciago año de 1767, en el México Colonial, cuando al fin, después de varios siglos de intrigas, el Gobierno español de Carlos III cae en manos de la Masonería, cuya esencia es anticristiana y antihispánica. Esta brutal expulsión se realizó en todos los dominios de España con la abominable, depravada intención, de descristianizar y debilitar particularmente a México. Los perseguidores se robaron todos los bienes dedicados a la enseñanza para rematarlos entre los poderosos y los masones de la época a precios de ganga. Este acto inicuo interrumpió la Evangelización y la Civilización en el norte y noroeste de México(9), con las desastrosas consecuencias sociales que ahora nos asfixian mediante el Narcoterror –entre otros instrumentos de tortura colectiva. Lector: toma nota de que al 19 de Mayo del 2007 los asesinatos ligados al Narcotráfico alcanzaron tan sólo en lo que va del año la cifra récord de más de 1000. Durante las últimas 24 horas –mientras escribo estas líneas– cayeron 11 personas ante el fuego mortal. ¿Por qué? En esta serie analizaremos a fondo, con personajes reales, de carne y hueso –de esos que han venido tomando las más graves y determinantes decisiones desde los albores de la historia humana– qué tiene que ver, por ejemplo, la remota expulsión de los jesuitas con los asesinatos de las últimas horas, a dos siglos y medio de distancia. Poner de manifiesto ese vínculo, oculto intencionalmente para la inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra –sobre todo vedado a los mexicanos– es uno de mis propósitos centrales al narrar estas historias verdaderas en forma de novela.
Bien: deseo de corazón que la lectura te sea leve, divertida, estimulante, pero que, sobre todo, “la Fuerza de la Virtud –valga la redundancia– te acompañe siempre”. La vas a necesitar.


Huixquilucan, México 24 de Mayo del 2007, Fiesta de María Auxiliadora.


Apéndices.
Temas de las Próximas Temporadas.

1.2) Segunda Temporada: “Los Halcones de la Guerra”.

Para entender, en principio, de qué se trata esta estrujante temporada, cabe recordar que Francia, el 18 de noviembre de 1975, había firmado un convenio con el Irak de Saddam Hussein, para construir una poderosa central nuclear. Negocio que celebraron, con vibrantes choques de copas de cognac y champaña, Saddam y el entonces jefe del gobierno francés, Jacques Chirac, quien ya sabía lo que sucedería sólo seis años después. Pero el negocio estaba hecho. Los Sionistas, con ese “católico” peón bien agarrado al Poder, al Dinero, nunca olvidaron detalle alguno para obtener sus pingües beneficios, llegado el momento oportuno.
Porque se trataba de un maravilloso, redondo negocio: mil 500 millones de francos. Pero cuando las huestes y los financieros de Saddam –extorsionando, aterrorizando a su paupérrimo, atribulado pueblo– ya habían pagado casi hasta el último franco, y estaba a punto de  llegarse a la culminación del amenazante proyecto, súbitamente, sin aviso previo, el 7 de junio de 1981, ocho bombarderos israelíes F–16, escoltados por seis cazas F–15 norteamericanos, volatilizaron la central atómica iraquí. Nada les importó a los atacantes, quienes ya habían asegurado sus utilidades, que ese dinero hubiera salido de los bolsillos exhaustos de uno de los pueblos más atracados por sus propios gobernantes. Negocios son negocios.
El título de esta Temporada dedicada a los “dioses de la Guerra” podría variar, pero con referencias al mismo tema: las guerras que exterminan irremediablemente la esperanza de la Paz. Se trata de las desventuras de una humanidad sujeta a los designios de los fabricantes de armas, conflictos, guerras, en interminable, sanguinaria sucesión. Independientemente de lo que haya sucedido con el Narco Global, se hayan o no legalizado o extirpado las drogas, se derrote o no a los grandes cárteles de los narcomafiosos globalizados, una permanente realidad brutal es la de la Guerra, sostenida por unos bestiales corredores armamentistas, detrás y arriba de los cuales se encuentran algunos de los siniestros personajes de esta Temporada, con nombres, apellidos, familias famosas; diversas clases de inmensas fortunas. Durante y después de su guerra contra el Narco, la “Alianza Momprácem” descubre al enemigo camuflado: los “Halcones de la Guerra”. Y los sobrevivientes –Maurice, Giuliano, Pietro, Gian Carlo, entre otros– se preguntan:
¿A quiénes benefician las docenas de cruentos conflictos armados que comienzan proponiendo la solución a diversos dramas humanos, mientras que durante su desarrollo sólo se ahondan hasta volverse interminables, en tanto se van añadiendo otros conflictos que no existían? Las invasiones y bombardeos contra Irak y Afganistán fueron seguidas del bombardeo contra “el necio Irán, porque se negó contumazmente a cancelar su programa nuclear”.
Lo que nunca se aclaró ante la opinión mundial, pero que la Alianza descubre previamente, es que el programa  nuclear iraní estuvo financiado, desde su comienzo, por los mismos banqueros que aconsejaron al Presidente norteamericano soltar bombas de aniquilación contra la confiada nación islámica. Los altos mandos de ese país musulmán confiaban, de acuerdo con sus propios paradigmas, en que los banqueros que enviaban secretamente cuantiosos recursos para apoyar los avances nucleares, no destruirían el objeto de sus propias, enormes inversiones. Pero se habían equivocado, y muchos de ellos ya no estaban vivos para contarlo: el bombardeo, interminable, inmisericorde, pleno de “daños colaterales” injustificables, había regresado a Irán a las condiciones propias de la edad de piedra: sin recursos, sin infraestructura, sin servicios públicos. Con hambre, sed, peste; millones de enfermos, muertos, o lisiados de por vida. Con sólo unos cuantos millones de aterrorizados sobrevivientes, que no lograban comprender ni asimilar la monstruosidad cometida contra su pueblo, en nombre de Dios, de la Justicia, la Paz, la Libertad. Bueno, el menos ese había sido el discurso de los altos jefes norteamericanos. Condoleezza nunca se conmovió: sólo aplaudió la mortífera precisión de los bombardeos.
Y los Aliados, consternados, se preguntan, sin encontrar respuestas suficientemente convincentes:
¿Quiénes triunfan en las guerras de exterminio –desde hace milenios– en las que casi siempre se da una especie de derrota global, mientras unas cuantas personas –intocables e invisibles– salen realmente beneficiadas con fortunas, poderes incalculables?
¿Con que finalidad estas personas realizan hábiles, secretas maniobras, que apoyan y refaccionan con armas, dinero, relaciones, estrategias y recursos de todo tipo, a los dos o tres bandos en conflicto? ¿Por qué juegan en nivel mortal ese juego de “vamos a pelear tú y él”?
¿Por qué, para qué –por citar aquí sólo un caso– los mismos que elevaron a los sátrapas –Adolf Hitler, Stalin, Saddam Hussein, Osama Bin Laden, entre otros– hasta la cumbre del poder, son los mismos que desde el principio, en forma simultánea, van tramando su aniquilación, hasta obtenerla, a cualquier costo?
¿Por qué, para qué, se han puesto de acuerdo los más altos e invencibles jerarcas secretos –constituyendo una especie de invisible poder paralelo– para simular rivalidades terroríficas que en la realidad no existen, mientras obtienen pingües beneficios?
Es demasiado evidente –para la Alianza y para los que analizamos a fondo las noticias, sin conformarnos con los interminables, machacones marcadores deportivos– que se ha constituido una especie de “Nuevo Orden Mundial”, con sólo una superpotencia globalizante al frente. Bien: ¿qué quiere, para qué lo quiere, cómo lo obtendrá? ¿Quiénes son realmente los altos mandos, situados por encima de muchos tontos útiles, algunos de ellos casi analfabetos?
El profeta Daniel, israelita exiliado en Babilonia, conoció la existencia del Imperio Romano quinientos años antes que el general romano Pompeyo conquistara el Reino de Israel para Roma. También vio al Imperio Romano retratado como una bestia espantosa, terrible, armada con dientes de hierro y diez cuernos, que dominaba todo el mundo.
Parece ser que gran parte de esta revelación recibida por Daniel ya se ha cumplido parcialmente, pero hay mucho que todavía aguarda su cumplimiento. Históricamente, Roma derrotó al Imperio Helénico en el primero y segundo siglo a.C., y dominó el mundo mediterráneo con su poderío militar durante los quinientos años siguientes. Pero, ¿qué pasa hoy en día con los diez dedos/cuernos y el juicio que reciben del Señor?
El apóstol Juan, escribiendo más de 150 años después de que Roma conquistó Israel, también recibió una visión de Dios relacionada con esta misma “Bestia”, tal como lo escribe en su Apocalipsis. Parece ser que estos diez reyes gobiernan todos al mismo tiempo. Así que estamos todavía aguardando que esta expresión final del Imperio Romano se consolide en el escenario mundial, porque ya está comenzando claramente a asomar con un signo inequívoco: las diez potencias nucleares. No obstante, la interpretación podría ser otra, mucho peor:
Las organizaciones como Club de Roma, La Trilateral, el Club Bilderberg, tienen su centro de operaciones en Roma. Sin embargo, estos diez reyes bien podrían representar diez divisiones del mundo, unificados bajo el estandarte de trabajar en conjunto para construir una civilización global que se adhiera a los antiguos principios romanos, con sus ambivalentes e inequívocos sellos imperiales: tiranía contra civilización, estabilidad sobre la esclavitud, plutocracia con base en la democracia, magia mejor que la tecnología, paganismo con máscara cristiana, leyes que amparan al corrupto.
¡Cómo pelear contra semejante bestia apocalíptica, que va tejiendo la urdimbre de la unidad política y poderío militar dentro de una economía global? Si bien el mundo no ha llegado a este punto todavía, claramente está siendo dirigido, intencionalmente, en esta dirección. Políticamente, Occidente ahora domina incluso dentro de las “Naciones Unidas”, ya que las divisiones anteriores parecen haber sido superadas. Debido al poderío militar de Occidente, los antiguos enemigos aparecen por ahora como amistosos –excepto la mayoría de las naciones teocráticas de religión Islámica. La clave tal vez sea la economía: todos los países desean fervientemente un nivel de vida más alto. ¿Cómo se relaciona esto con las profecías bíblicas de esta expresión final del Imperio Romano? La Bestia romana conquista todo el mundo, aplasta toda oposición, lo que indica un abrumador poderío militar. Y, como se retrata en el lamento de los mercaderes y de los marineros por “Babilonia” en Apocalipsis 18, es también un gran sistema económico. Estos diez reyes podrían representar al mundo partido en los diez grandes bloques político–económicos que se están formando claramente en torno a un solo mando militar, como un “Nuevo Orden Mundial” para establecer por la fuerza una nueva “Pax Romana”. Sí, pero esta “pax” sepulcral no es la meta: es sólo el medio. ¿Para lograr qué? ¿Cuándo? ¿Con qué costos?
Si esta unificación global ha de tener lugar, lo más probable es que ocurra pacíficamente, no por la fuerza. Como se unificó recientemente casi toda Europa. La mayor parte del mundo, de hecho, aplaudirá esta unidad. Pero, ¿serán unificadas realmente todas las diversas culturas y religiones? En la superficie, sí, debido a factores económicos. Pero los diez dedos de la imagen de Nabucodonosor tenían hierro y barro cocido mezclados. Daniel mismo notó que estas sustancias no se mezclan entre sí: su unidad es ficticia.
Si bien estos diez reyes parecerán estar unidos, en realidad su “alianza” no funcionará por mucho tiempo, por ser ficticia, superficial. No importa si la razón es religiosa, económica o simplemente deseosa de dominar; pero de lo que estoy cierto es de que este “Imperio Mundial Global” final simplemente se derrumbará en brutales deflagraciones internas. Es entonces cuando el Anticristo hará su maniobra para unificar al Imperio bajo su control absoluto. Se describirá a sí mismo como divino, tal como lo hicieron muchos de los emperadores romanos y no romanos en el tiempo del apóstol Juan, además de otras épocas.
Como en el siglo de Juan, aquellos que no adoren al emperador serán perseguidos o asesinados. Sólo que en la época bíblica se utilizaban armas manuales, pero ahora, un amplísimo, terrorífico arsenal de armas de destrucción masiva, –o medios tecnológicos suaves– con alcances que casi nadie conoce, excepto los “Señores de la Guerra”. Tal vez por eso Galileo Galilei decía: “cada avance tecnológico es contestado por las masas con un alarido de terror”
Siempre se ha sabido que “la Historia es la Maestra de la Vida.” Por ello, como preámbulo a esta brutal Temporada de “Los Señores de la Guerra”, sólo quiero hacer mención de uno de los más perfectos modelos de lo que vendrá en los tiempos apocalípticos:
Me refiero a la filosofía –los motivos últimos, secretos– que inspiraron al régimen del Terror instaurado en Francia por la dictadura jacobina. Nada mejor para captar su alcance, significado, que reproducir los términos empleados por el dirigente Couthon, términos que serían recogidos por la ley represiva del 24 Pradial del año II, del 10 de Junio de 1794: “No se trata de castigar a los enemigos de la Revolución, sino de exterminarlos”.
Es decir, de cometer tantos genocidios como fueran necesarios para hacer triunfar definitivamente a la “filantropía revolucionaria”, pues eso, no otra cosa, fueron las matanzas perpetradas en la Vendée por los dirigentes secretos de la Revolución Francesa, verdaderos “Señores de la Guerra”, como lo son ahora los fabricantes de armas y guerras, capitaneados por sus geniales financieros ocultos. El aluvión de víctimas causadas por la represión del Gran Terror no fueron nobles ni mucho menos los ricos banqueros –entre éstos no hubo ni una sola víctima– sino que, aproximadamente un 86%, se registraron en las capas sociales más inferiores, entre los más pobres e inocentes. Desde entonces se ha visto cómo –en México, Rusia, España, por sólo citar a tres naciones– esa ha sido la norma de todas las “revoluciones desencadenadas para liberar a los parias”: el genocidio.
Hoy son ya bien conocidas la sevicia y la saña con las que el régimen jacobino “francés” combatió a sus adversarios, en primera instancia, para seguidamente exterminar a todo aquél que no comulgara con sus procedimientos. De la dureza con la que fueron reprimidos sus oponentes dan buena cuenta varias órdenes oficiales dirigidas por el Comité de Salud Pública a sus delegados departamentales. Sirva como muestra al respecto el decreto dictado en 1794 para aplastar la rebelión lionesa: “La ciudad de Lyon debe ser destruida. Sobre sus ruinas se levantará una columna que dará testimonio a la posteridad de los crímenes y el castigo de los realistas de dicha ciudad con esta inscripción: ‘Lyon combatió contra la libertad’; ‘Lyon dejó de existir’”.
Pero donde sin ninguna duda desplegó el Terror jacobino su más abyecta política exterminadora fue en las regiones del noroeste, especialmente en la católica región de la Vendée. La proclama emitida por la Convención burguesa tan pronto como tuvo noticia del levantamiento vandeano, no dejaba lugar a dudas sobre el fanatismo criminal con que se iba a desarrollar la represión subsiguiente: “Se trata de exterminar a los bandoleros de la Vendée para purgar completamente el suelo de la libertad (sic) de esa raza maldita”.
  ¿Quiénes eran esos “bandoleros” a los que había que exterminar? En la Vendée, sencillamente, toda la población. Una población que, dicho sea de paso, se había inclinado en los primeros momentos por el nuevo régimen revolucionario, pero que, al igual que ocurriera en otros lugares de Francia, acabó levantándose contra las arbitrariedades, las tropelías, la desolación y la miseria provocadas por aquél. Las levas masivas decretadas por el poder republicano fueron el acicate definitivo para el desencadenamiento de la insurrección.
Acto seguido, vinieron uno tras otro los pronunciamientos criminales de la Convención. “Se trata de despoblar la Vendée”, rezaba uno de ellos, cosa que fue llevada a cabo de manera sistemática mediante una política de matanzas indiscriminadas de todo cuanto se tuviera en pie: prisioneros, ancianos, mujeres, aunque estuvieran encintas, y niños.
Como la destrucción debía ser completa, la Convención elevó sus resoluciones al Comité de Salud Pública para que el territorio rebelde fuera devastado, una de las cuales decía así: “No se ha incendiado bastante en la Vendée; es preciso que durante un año ninguna persona, ningún animal, encuentren subsistencia en ese suelo”.
El genocidio fue tan exitoso, que más de 200 años después esa región católica de La Vandée es notablemente inferior en densidad de población y producto interno bruto al resto de Francia.
Así que, mi estimado lector, prepárate para averiguar, a lo largo de esta cataclísmica Temporada, la respuesta a algunos de los inquietantes enigmas que no dejan de enfrentar los miembros de la “Alianza Momprácem”:
¿Quiénes serán los que triunfen en las guerras locales y globales que están en curso, más otras que se avecinan, artificial e intencionalmente fabricadas?
¿Quiénes triunfaron al terminar los bombardeos de Kosovo? ¿La “Ley, el Orden”, o algunos otros personajes cuyos propósitos ocultos nadie conoce? Aunque muchos de ellos digan, hoy: “no hay tal secretismo, pues todo está a la vista: el Nuevo Orden Mundial se impondrá, por medios pacíficos o por la fuerza, pero terminará imponiéndose.” –Según palabras de Rockefeller, durante la reciente cumbre en Bilderberg en el 2006.
¿Quiénes se declararon verdaderamente vencedores, en el momento en el cual cae al abismo –ahorcado– el indudablemente monstruoso Saddam Hussein? ¿Los pueblos de Irán e Irak –hoy sujetos a toda clase de martirios internos y externos– o algunas entidades que permanecen ocultas, pero que a la vez viven operando a plena luz del día, en total impunidad, dueñas de nombres maravillosamente “waltdisneydianos”, pero profundamente malévolas? Como la ONU, la OTAN, la OMS, la Unión Europea, y otras docenas.
¿Para quiénes sonarán las trompetas de la victoria cuando caigan –si es que caen– Osama Bin Laden con su poderosa, hasta ahora inatrapable pero terrorífica “Al–Qaeda” y los líderes de otras muchas organizaciones terroristas que aseguran el avance del negocio de las armas?
¿Quiénes se quedarán con el agua que reste en el planeta, mientras se sigue agotando la que hay, al endiablado ritmo de la contaminación depredadora, aniquilante, impuesta por el Imperio?
¿Por qué a ninguno –de los países realmente poderosos– les interesa realmente frenar o eliminar las causas que seguramente provocarán otra guerra mundial de proporciones apocalípticas, la guerra por sed, por la falta de agua?
Así como Darío, Xerjes y otros sátrapas en extremo poderosos quisieron, en su época –aunque no pudieron– aniquilar a las naciones griegas de las que hoy somos aún nietos o biznietos culturales, ¿quiénes y por qué desean aniquilar lo que queda de la Cultura Occidental, de raíz grecolatina, pero sobre todo cristiana?
Como simple ejemplo pregunto: ¿bajo las órdenes de quiénes se niegan los primeros ministros y líderes de la Unión Europea a reconocer sus raíces cristianas –con el pretexto de no hacer enojar a los árabes–, mientras introducen con impunidad toda una “cultura de la muerte”, estableciendo la blasfemia generalizada “hecha obra de arte”, como base de la libertad expresión, vomitando su odio a Cristo, a la Virgen María y otras personas sagradas en lo que resta de la decadente Cultura Occidental?
Pero lo más apasionante: ¿surgirán o no –en torno a la Alianza Momprácem– otros nuevos reyes Leónidas, que con sólo 300 espartanos defiendan el paso de las Termópilas? ¿Habrá traidores como Efialtes para que el rey bárbaro pueda saquear los reinos que sólo anhelan la paz?
¿Surgirá de nuevo el espíritu de Temístocles, para vencer al Imperio del Mal, en nuevas batallas de Platea y Salamina? ¿Habrá o no otras mujeres como Santa Juana de Arco, que arrojen al mar a la “Pérfida Albión” –mejor conocida como Inglaterra, la “Gran Pirata de la Historia”– aunque su victoria les cueste morir de nuevo en la hoguera?
Averígualo en esta trepidante Temporada, dedicada a “Los Halcones de la Guerra”.

1.3) Tercera Temporada: La Imagen de la Fiera.
Simultáneamente, algunos miembros femeninos de la “Alianza Momprácem”, que por su perfil diferente no pueden ni deben enfrentarse armados contra los “Halcones de la Guerra”, comienzan a analizar cuidadosamente la producción de los Mass Media actuales. Surge en la mente de estas mujeres la pregunta, incontenible, urgente. Esta temporada comienza cuando Eurídice, madre de las tres hijas de Pietro Galileo, y Juana de Arco, joven hija de Maurice –recién llegada a la Alianza– se cuestionan, mientras los hombres –maridos, padres, hermanos–, combaten contra “Los Halcones de la Guerra”:
 ¿Qué ven nuestros hijos en la televisión? Y se contestan, aterradas:
“Además de unos pocos programas valiosos de diversos géneros, contemplan, inermes, cientos de asesinatos por año, irracional violencia gratuita, antivalores estéticos, simples desnudistas caderonas convertidas a capricho en estrellas del espectáculo; pornografía disfrazada de arte, cine del género ‘snuff’, adulterios bajo el maquillaje del ‘verdadero amor’, intercambios de parejas, comportamientos antinaturales”.
Todo esto y más encuentran en el menú de la llamada “nueva cultura liberadora”, presentada por los Mass Media como “remedio contra la esclavitud que había impuesto la rígida, pasada de moda e inhumana Iglesia Católica Romana”.
El “remedio” lo había ofrecido un pretendido filósofo, supuesto teólogo, el decrépito Hans Kung –enemigo personal de Joseph Ratzinger, después Benedicto XVI–, quien desde su visita a México en el 2007, había afirmado que: “el embrión en la etapa anterior a los doce meses no puede ser todavía considerado como persona… que el aborto beneficia a las mujeres más pobres… La Iglesia Católica debería tener una posición de misericordia, porque oponerse al aborto no es una actitud cristiana...”
Lo demoledor de estas ideas, que antes eran motivo de debate, es que ahora son dogmas incuestionables, más cuando sobran “valientes, bellísimas mujeres” que aparecen en la TV, dentro de horarios “pico”, par dar “maravillosos testimonios” de cómo, finalmente, han logrado “expulsar al intruso”, para seguir gozando de una plena sexualidad, sin temores ni restricciones. Y que eso de que el aborto deja crueles secuelas en las mujeres, es puro cuento, un mito absurdo, pues ellas, con su salud, su belleza, su alegría, constituyen muestras vivientes de que la realidad es que el aborto ha sido el más liberador, maravilloso, responsable acto de su vida.
Otra cosa que llama poderosamente la atención de Eurídice y sus Aliadas es la frecuencia y la intensidad con la cual, desde la inefable TV, se lanzan al voraz público consumidor una serie de “tiernísimos personajes”, cuya función, a primera vista, es la de divertir.
Pero mediante un análisis más serio la conclusión de la Alianza es que no se trata de eso, sino de lograr cautivar a millones de personas para lograr que dejen de pensar.
En efecto: esos personajes le absorben al espectador secuestrado, por ojos, oídos, nariz y garganta, toda su capacidad de crítica, para filtrarle insensiblemente toda suerte de imbecilidades: ¿ejemplos? Sobran.
Eurídice da una conferencia magistral a los asombrados miembros de la Alianza, para demostrarles cómo el “Compayito” adicto compulsivo al fútbol, en realidad es un medio formidable para ejecutar un crimen impune: hacerle creer al la gente que muy gracioso, mientras alimenta el analfabetismo verbal, la falta de capacidad crítica, junto con un insulso infantilismo, al grado de que los mismos comentaristas tienen que aclarar que “así no es correcto hablar”. También analizó al “Chavo del Ocho” –convertido ya en idiotizantes “monitos”– como si el programa televisivo no hubiera sido, ya de por sí, una infumable caricatura que ha contribuido a estupidizar más aún a los pobres pueblos de todo el mundo, donde los productos de su subcultura han sido exportados por Televisa.
Desde luego, demostró que el programa llamado “En Familia” del famoso “Chabuelo” mexicano, era el causante directo de que millones de niños vivieran sujetos a la maldición de las caries, –con sus nefastas consecuencias– debido a la frenética venta de caramelos y otras golosinas lograda desde su estúpido e infantiloide programa. El cual, además, tenía la virtud –aplaudida por los Amos de la Trilateral y del Club Bilderberg– de haber acabado con la costumbre de asistir, desde temprano, a la misa dominical. “Chabuelo”, pues, ocupaba ya, desde décadas atrás, el lugar que no habían sabido o querido conservar los sacerdotes católicos: el púlpito.
Así mismo se refirió a una de las más clásicas, estupidizantes telenovelas, titulada “La Fea más Bella”, realmente asombrosa por la capacidad de sus personajes para espetar y vomitar sobre el cautivo espectador tantas tonterías juntas, una detrás de otra, a una velocidad aceleratriz, en tiempo récord.
Pero lo que más irrita a la genial Eurídice Ferreira, lo expresa ella misma: “me siento ofendida por el uso irrestricto de la palabra ‘amor’ –como si fuera un producto desechable– en casi todas las producciones ‘taranovelescas’ de ‘Televisa’ y de ‘Televisión Azteca’, porque además ya han logrado inundar al planeta entero con la exportación de su excremento. En la otrora intelectual sociedad rusa, tanto como en la muy austera China comunista, ‘María la del Barrio’ y ‘Perfume de Mujer’ son ya los nuevos íconos paganos.
Eurídice demuestra que la lista de la palabra “amor”, hábilmente prostituida, suma más de doscientas repeticiones, y así, explica, “el espectador ingenuo cree de buena fe que la trama tratará del ‘Amor’, sólo para encontrarse secuestrado, día a día, horas enteras, por toda clase de fenómenos violentos: pasiones, envidias, contubernios, deseos, triángulos, adulterios, preferencias especiales, todo ese baturrillo enfundado en el concepto del ‘verdadero amor’.”
Pero “todo esto” –se preguntan Eurídice y sus Aliados–: “¿por qué y para qué?”
¿Quiénes, por cuáles razones conducen intencionalmente a la niñez, a la juventud, a la pérdida de la inocencia, a la insensibilidad ante los afectos delicados de largo plazo, inextinguibles e indisolubles? ¿Por qué llevar también a los adultos al disfrute irrestricto, hedonista, de los vicios de todo género, mediante una invasión mercadotécnica que comienza por asaltar la recámara y la sala de descanso de millones de hogares en todo el Planeta, para terminar instalándose –¡oh, paradoja, inconscientemente– en la propia conciencia? Como se dice ahora: “si no estás en la Tele, no existes”.
¿Por qué rematar la conquista de la persona interior con la obnubilación de la capacidad de juicio, con la anulación del libre albedrío de las grandes multitudes masificadas, estandarizadas?
Para encontrar la respuesta a las anteriores preguntas, Eurídice y su equipo tendrán que conocer, analizar y denunciar esa ideología seudo mesiánica, herméticamente laica, así como la amoralidad del amo que le es inherente, que exige que sus autores reprogramen a rodos los demás hombres. Como lo dice Renegard Azcargorta, el Líder Máximo de los Mass Media globales, “…hay que reprogramarlos física, psicológicamente; hay que planificar su producción, su educación, su destino; para ello, habrá que utilizar el explosivo hedonismo –la incuestionable ‘Imagen de la Fiera’–, y contar con la ansiosa búsqueda del placer, como principio rector de la vida…”
Pero Eurídice se pregunta, en un ejercicio mínimo de autocrítica: “¿realmente sólo la voracidad del “rating” es la que exige esta prostitución de los hogares?”
Este discurso ideológico, que tiene la virtud de eliminar el sentido de la responsabilidad, la visión objetiva de la verdad, tanto como la capacidad de acción en las personas, que ejerce además la misma influencia en el plano de la sociedad, ¿es sólo un negocio financiero, o es algo mucho más profundo?
Ampliando sus ámbitos de investigación, los miembros de la Alianza Momprácem sólo pueden exclamar:
“¡Qué extraordinariamente bien colaboran con la Televisión, la ‘prensa del corazón’, la permisividad en todas las esferas sociales, y la implantación política de unas enseñanzas miserables! Como claramente lo dijo en marzo del 2007 la Secretaria de Educación, en México, Josefina Vázquez Mota: ‘se reinstala la materia de civismo, pero sin contenidos partidarios, para que nadie se enoje’. Renunciando a transmitir a millones de niños los principios de su partido, el cual, además, tiene la grave responsabilidad de ser el partido gobernante: Dignidad de la Persona Humana, Solidaridad, Subsidiariedad, Bien Común. Al igual que el ‘católico’ Valery Giscard d’Estaing, antiguo Presidente de Francia, al afirmar, por escrito: ‘A nosotros nos toca preparar la moral nueva que gobernará la conducta del mundo; a nosotros nos toca inventar la moral de la especie en el solo nivel en que sea posible, el del Mundo…’”
Eurídice y sus amigas cuestionan:
“¿Son ella y él, la mexicana y el francés, cómplices encubiertos, o simplemente se vieron obligados a obedecer secretas consigas… de quiénes? ¿Y todo en nombre de la Libertad, la Fraternidad y la Igualdad –sospechosas palabras– por ser los diabólicos símbolos de la aniquiladora Revolución Francesa?
Se dan cuenta de que cuando menos para el Tercer Mundo, en particular, estas ideas son totalmente desastrosas. Porque han logrado hacer creer que la pobreza es natural, y que es una fatalidad estrictamente ligada a un exceso de crecimiento demográfico. Así que: “si no tienes hijos, serás rico: hay que ser menos para vivir mejor”.
Eurídice y su eficiente equipo se dan cuenta del extraordinario poder intrusivo de los “Mass Media”, mediante el cual se bombardea en los hogares con una idea central: la utilidad es el criterio único que debe tenerse en cuenta a la hora de admitir la entrada de un ser humano a la familia. ¿Produce o consume bienes? ¿Produce beneficios o placer? Si las respuestas son negativas, el nuevo ser es nocivo: es un enemigo. Y como nada garantiza siquiera que –de ser útil– lo seguirá siendo siempre, el ser humano no nacido o potencialmente existente, se constituye por sí mismo en una amenaza permanente contra la seguridad de sus semejantes.
Eurídice contempla el arrollador triunfo de lo que desde el año 2000 se conocía con el nombre de “ideología de la seguridad demográfica”, la cual tiene por fundamento y término único la muerte. La ejecución del niño antes de nacer camufla la violencia de nuestra sociedad, tanto más cuanto que la materialidad de esta ejecución se realiza de manera furtiva, y ahora, en muchos países, se ha elevado a la categoría de crimen legalizado. La aceptación social del aborto irrestricto se ha extendido de manera aterradora, –gracias a la ubicua Imagen de la Fiera– y constituye el máximo desprecio de la vida humana, lo que a su vez constituye la negación misma de la condición personal.
El niño muerto en el seno de su madre no es sacrificado: no se le reconoce como sagrado para proteger la cohesión de la especie y la comunidad humanas. Es rabiosamente ejecutado sin que la violencia sea al menos reconocida como tal.
Porque sí como el aviador moderno no tiene que ver los ríos de sangre que hacen correr sus bombas, así tampoco la mujer que consiente en el asesinato de su vástago indefenso: ella tampoco tiene que ver el cadáver mutilado ni el cuerpecito quemado. ¡Qué horror! “No, que no lo vea, porque podría arrepentirse para luchar por la vida de ambos”.
Eurídice concluye que “para esta sociedad nuestra, totalmente ‘laica’ –término sustituto de ‘atea’– nada es sagrado, incluida la vida. El sufrimiento, la muerte, carecen de sentido: justifican la rebelión contra el Dios Padre. Por lo tanto, el niño al que se mata significa la destrucción del Padre. Su ejecución no conjura la violencia; anuncia, al contrario, mucha más violencia. Y lo que es más grave aún: una de las funciones de la ‘ideología de la seguridad demográfica’ es la de disimular esa violencia, difundiéndola como ‘el derecho de la mujer a hacer de su cuerpo lo que le plazca’. Con el apoyo irrestricto de la impune e ilimitada taravisión, que intencionalmente se sustrae al control de la razón.”
Ante estas realidades bestiales, Eurídice y su equipo alterno –mientras el otro grupo pelea contra los ‘Halcones de la Guerra’– deciden atacar a los proyectistas, creadores humanos de la “Imagen de la Fiera”, sólo para descubrir que el asunto es infinitamente más grave de lo que simple vista parece.
Porque, por ejemplo, se dan cuenta de que la legalización del aborto no sólo señala el aplastante éxito de un delirio irracional, disimulado bajo el camuflaje engañoso de una ideología hedonista de la autoprotección, sino algo mucho más grave, diabólico, inexplicable.
Deciden entonces enfrentarse, solas, a una especie de “Imperialismo Integral”, sin fronteras ni jefes visibles. Eurídice y sus leales seguidoras se rebelan para intentar restablecer la Justicia a favor del “no nacido”, inminentemente abortado. Aunque su misión parece “imposible”, porque el casi omnipotente e invencible “Príncipe de este Mundo” –Luzbel– se cuida muy bien, logrando ocultarles su verdadero rostro, de todas formas su pelea tiene tintes de epopeya griega.
Su más importante victoria va más allá del hecho de sólo desenmascararlo, “porque Luzbel –explica Eurídice– siempre quiere hacernos creer que no existe, porque así nadie le combatirá.” Pero ahora todo mundo sabrá de quién es la “Feroz Imagen” que seduce y engaña, para poder tomar verdaderas, libres decisiones.
Denuncian a los altos políticos influyentes que están atrapados por el bolsillo al poder de los medios de comunicación. Salvo raras excepciones, dichos políticos han carecido de libertad para informar libremente a sus electores acerca de la verdad de lo que ocurre. Porque cumplen una función de ocultamiento o desinformación indispensables: la información ha de ser tratada según los intereses de los que la producen, según los gustos de los que la consumen. La colonización de la opinión debe tener efectos tranquilizadores en los unos, angustiantes en los otros. Los proyectos de la legalización del aborto no han sido, en suma, sino la parte visible de un iceberg que oculta inconcebibles peligros para nuestro “Titánic”, para la Humanidad entera.
La exitosa, demoledora denuncia que logran hacer Eurídice y su puñado de heroínas casi anónimas, cambia la historia, pero coloca a los dirigentes mundiales frente a una decisión tremebunda: ¿están a favor de la Fiera o en contra? ¿Quiénes se alinearán con el bellísimo Luzbel, o con el espantoso Cristo sangrante y moribundo?
En ese contexto que descubren Eurídice y sus Aliadas, los actuales “progresistas” quedan descobijados como simples marionetas manejadas por ultra capitalistas, porque están servilmente al servicio de los intereses de éstos.
Para una buena parte de ellos el progreso ha consistido en destruir toda la civilización judeocristina, occidental; empresa más que difícil, pero que había comenzado a tener éxito, hasta que apareció la “maldita Eurídice”.
Ella luchará contra la Fiera, pero sin olvidar, que el Enemigo no está afuera, sino adentro, como lo descubrió hace muchos años “Luke Sky Walker”, cuando le quita la capucha a su enemigo, en el cuarto episodio de “La Guerra de las Galaxias”, y contempla, bajo la máscara del asesino, su propio rostro.
Eurídice logra denunciar que desde los “Mass Media” brota, rugiente, de bellas boquitas pintadas, grandes pechos turgentes –semiabiertos en hipnotizantes escotes– un violento “no”, visceral, ferozmente arcaico, contra el catolicismo verdadero, cuya doctrina eterna ha logrado oponerse frontalmente a las desaforadas pretensiones de la Fiera. No en vano, ni espontáneamente, Mary Boquitas, una de las carnes jóvenes de Sergio Andrade, dice que exhibirse desnuda en una revista pornográfica la hacer sentirse amada. Pero que ahora, con una sonrisa celestial, observada desde nuestros maravillosos receptores planos, desde la comodidad del santuario de nuestros hogares, están triunfando irremediablemente los más inteligentes ataques a la Familia, al matrimonio, a la enseñanza tradicional de la Iglesia, centrada en el Amor de benevolente e incondicional donación.
Porque toda clase de programas promueven y favorecen las relaciones sexuales de cualquier tipo, comenzando por las más antinaturales, por esas en las cuales los espermatozoides, segura y fatalmente, sólo encuentran mierda, en su búsqueda de óvulos que fecundar. El nuevo modelo de héroe es Oscarito, quien ya reconoció, en un acto inusitado de “heroísmo”, sus verdaderas preferencias sexuales.
“Cuando yo era niña –explica Eurídice– el comentario entre amigas hubiera sido brutalmente realista: ‘ya se volvió maricón’. Hoy, esa expresión, nos costaría cuando menos una denuncia ante la sagrada nueva inquisición de raíz jacobina: la Comisión de los Derechos Humanos. Y genera gritos histéricos de emoción desbordada: ‘¡qué valiente muchachito heroico!’”
Eurídice denuncia cómo y por qué se legalizan los abortos; cómo y para qué se legalizan, contra natura, las relaciones entre homosexuales; por qué se apoya la adopción de menores por parejas de homosexuales, cuando ni las parejas normales pueden adoptarlos, porque literalmente tienen que ir hasta China por ellos. Pero estas denuncias, realizadas desde “El Nido de la Serpiente” –que Eurídice y sus muchachas han violado–, causan tales conmociones, que obligan a los Líderes Mundiales a tomar posturas que desembocan en inevitables y desastrosos conflictos de alcance global.
Conflictos nacidos del hecho de que la educación que se nos impuso durante décadas logró dar catastróficos resultados para el pueblo, en tanto deliciosamente hedonistas y utilitarios para los orquestadores de la estrategia. Y nadie quiere dejar el hedonismo y las ganancias inmediatas asociadas a tal estilo de vida. Todos se culpan entre sí, pero nadie quiere comenzar las acciones indispensables para expulsar a la Fiera de los hogares. Aunque los hogares luzcan como altares ensangrentados, como lucían los templos dedicados a Huichilobos en los tiempos cumbres de la contracultura azteca.
Solapadamente la Fiera ha logrado eliminar la educación religiosa: ¡fue tan eficiente en destruir lo que tocaba como enemiga de sustituir lo poco bueno que nos quedaba por algo mejor! Y ante la “muerte de Dios” en casi todo el mundo, la Fiera recobra su capacidad de acción, a pesar del heroísmo de Eurídice y sus Aliadas, quienes tendrán que continuar la lucha, porque las denuncias, aunque indispensables, no han sido suficientes.
Miles de millones de seres humanos, gracias a las grandes mentiras de la TV y de la prensa, ni siquiera se han enterado, por ejemplo, de que el muro de Berlín cayó hace tiempo. Tampoco se van a enterar de las denuncias de Eurídice y de lo que les suceda a ellas y a sus Aliadas. Porque así como lograron ocultarnos el mundo comunista de la muerte –más de cien millones de asesinatos–, terror y miseria, resultado de una dictadura más nefasta y sanguinaria que la capitalista, así mismo... ¿lograrán ocultar los verdaderos fines de la creación, desde la Tele, del Culto a la Muerte, de la Filosofía de la aniquilación?
La principal trama en esta temporada, “La Imagen de la Fiera”, centrará su interés en saber si los miembros femeninos de la “Alianza Momprácem”, sin la ayuda de sus maridos y novios, lograrán invadir y paralizar el “Nido de la Serpiente”, para que desde ahí mismo puedan poner al descubierto las maniobras letales de dicha Fiera Apocalíptica.
¿Qué tecnología utilizarán?
¿Mediante qué jugadas de ajedrez lograrán engañar al “Padre del Engaño”? Las jóvenes y vírgenes bellezas que luchan contra la Serpiente, bajo la bandera de la Alianza, ¿podrán resistirse al embrujo que les brindarán los “Mass Media”, para convertirse en las mejores y más remuneradas estrellas de la gran farándula mundial?
¿Podrán ellas detener la riada de excremento que inunda hasta el techo las recámaras de nuestros hogares, y que anula nuestra capacidad de pensar y decidir?

1.4) Cuarta Temporada: “La Estirpe del Rey Midas”.
Según la leyenda griega, Midas –llamado Mita en fuentes asirias– fue un rey de Frigia que vivió a finales del siglo VIII antes de Cristo. Luchó contra Sargón II de Asiria. Durante su reinado, Frigia sufrió invasiones cimerias. Pero interesante es el mito que lo rodea: Midas, hijo de Gordius, fue un famoso rey frigio, quien gracias a su generosa hospitalidad con Sileno, recibió del dios Dioniso el poder de convertir en oro todo cuanto tocara. Viendo el rey que no podía comer los alimentos que a su contacto quedaban transformados en dicho metal, antes de morir de hambre le pidió al dios que le liberara de su don, para lo cual tuvo que bañarse en el río Pactolo, que desde entonces se llenó de auríferas arenas.
Su final no fue afortunado, pero a diferencia de él, sus “hijos”, su estirpe o descendencia, sí han tenido una creciente riqueza, hasta llegar a niveles donde para explicarnos y cuantificar ciertas fortunas, tendríamos que pensarlas en cifras astronómicas, en miles de millones de millones. Aunque hay que reconocer que también sobre esta estirpe pesa una terrible maldición: todo lo convierten en oro, sí, pero no pueden comer “el Pan de la Vida”, al cual tienen acceso los cristianos en estado de Gracia. Por lo cual, aun teniendo todo el oro del mundo, no tendrán Vida Eterna… a menos que decidan abandonar su patológico o criminal apego al aurífero metal.
En esta estrujante y dorada “Temporada”, Maurice de la Croix, profundamente afectado ante las catástrofes causadas en su vida familiar por los descendientes de este Rey Midas, decide exterminarlos. Para comenzar su epopeya se pregunta:
¿Por qué mientras los ricos incrementan su voluminosa, monstruosa e insultante riqueza en ritmos de más del sesenta por ciento anual, –Carlos Slim, Bill Gates, por sólo citar a dos– los pobres sólo incrementan sus paupérrimos salarios en un porcentaje veinte veces menor?
¿Qué pretenden los geniales pero perversos dueños del Gran Capital, quienes, por cierto, han cumplido varios milenos en el proceso de convertirse en billonarios? Se trata sólo de seguir haciéndose inmensamente ricos, o el propósito… ¿va más allá de la compulsiva acumulación de riquezas meramente materiales?
¿Qué otras cosas quieren coleccionar?
Descubrir la verdad sobre el origen del enriquecimiento monstruoso de “La Estirpe del Rey Midas” será el nuevo y arriesgado reto de un selecto equipo seccional de la “Alianza Momprácem”, dirigido por Maurice –apoyado por su hijo Hernán–, mientras que el grupo de los guerreros, capitaneados por Monseñor Giuliano, pelea contra los “Halcones de la Guerra” y el equipo de Eurídice y Juana de Arco se enfrentan a la “Imagen de la Fiera”.
El joven Hernán, hijo de Maurice, también reclutado por la “Alianza Momprácem”, tendrá que averiguar por qué alguien insiste en continuar hasta lo irracional la incesante explotación de “las gallinas de los huevos de oro” –los pobres de todo el mundo– a pesar de que sólo es previsible la extinción de las fuentes de riqueza de los propios ricos.
¿Qué es entonces lo que buscan los ricos, si aun siendo medianamente inteligente, cualquier magnate puede comprender que su riqueza quedará amenazada por la inminente quiebra, si no comparte tal riqueza, cuando menos en formas superficialmente justas y medianamente productivas?
Hernán penetra en el conocimiento de los objetivos de la “Comisión Trilateral”, formada exclusivamente por los más ricos entre los ricos: ¿por qué éstos se componen de una amalgama de enunciados teóricos y de planteamientos prácticos sin ninguna relación entre sí?
¿Se trata, pues, de separar la retórica de la realidad, para construir una realidad a la medida de sus ambiciones desbordadas?
Entre los enunciados teóricos con los que se va familiarizando el joven Hernán, figuran varios estereotipos simplistas, reduccionistas, característicos de la demagogia oficial. La declaración trilateralista enunciada en el “World Affairs Council” de Filadelfia, desde el 24 de octubre de 1975, le ofrece una buena muestra, cuyas consecuencias pragmáticas tiene que advertir y anular:

“Todos los pueblos forman parte de una comunidad mundial, dependiendo de un conjunto de recursos. Están unidos por los lazos de una sola humanidad y se encuentran asociados en la aventura común del planeta tierra....La remodelación de la economía mundial exige nuevas formas de cooperación internacional para la gestión de los recursos mundiales en beneficio tanto de los países desarrollados como de los que están en vías de desarrollo.”  

Efectivamente, Hernán se da cuenta de desde que fuera creada la Comisión Trilateral, y después de más de treinta años de “distribución” de los recursos mundiales, éstos son acaparados en más de un 90% por los países pertenecientes a la órbita de la Comisión, países que apenas representan en su conjunto el 10% de la población mundial.
Se entera de que, prescindiendo de las declamaciones rimbombantes y de los descarados efectismos hipócritas, lo cierto es que uno de los objetivos para los que fue creada la Comisión se basa justamente en lo contrario. Esto es, en consolidar la hegemonía del “Primer Mundo” sobre los países del Tercer Mundo, y en impedir que éstos puedan obstaculizar el éxito actual y futuro de ese predominio.
De ahí que una de las primeras propuestas que le repite a Hernán de la Croix el ideólogo trilateralista Z. Brzezinski, consiste en decirle que:
“(nuestra meta es) el establecimiento de un sistema internacional que no pueda verse afectado por los ‘chantajes’ del Tercer Mundo”.
En ese mismo sentido se habían manifestado los ricos durante la cumbre de Kyoto de 1975, donde señalaron explícitamente que “el eje esencial de los conflictos ya no se sitúa entre el mundo occidental y el mundo comunista, sino entre los países desarrollados y los que aún no lo están”, en una declaración que reflejó la doctrina desarrollada por la “Comisión Trilateral” en sus relaciones con el bloque marxista. Dicho de otra forma, Hernán descubre y denuncia que el dinero, la riqueza, el poder, la fama y los honores, son propiedad exclusiva de “los triunfadores”, para los señalados por el dedo flamígero e infalible del “Señor de los Ejércitos Sionistas” como “los Elegidos que heredarán la Tierra”.
En esta temporada, algunas de las preguntas, de los misterios, y enigmas que Hernán y sus jóvenes amigos tendrán que enfrentar, son:
¿Cuál es el verdadero conjunto de fines que los ricos entre los ricos se proponen lograr? ¿Sólo más riquezas? ¿Son ellas en sí mismas el fin último de sus procesos de enriquecimiento aceleratriz?
O, quizás por el contrario: ¿son las riquezas simples medios para comprar y adquirir entidades más valiosas que las meras posesiones materiales?
Tanta inteligencia, tanto tiempo encauzado al enriquecimiento ilimitado, no se pueden justificar ni entender –en personas indudablemente inteligentes– sin sospechar en propósitos más profundos, más importantes, tal vez inconfesables.
La Temporada comienza cuando Hernán es secuestrado en su colegio, sito en la ciudad de Dublín, y se ve obligado a establecer relaciones con los secuestradores, como medio necesario para salvar su propia vida. Adentrándose con habilidad desusada en un joven de su edad, va descubriendo las negras verdades que se ocultan tras el límpido y seductor brillo del oro.
¿Podrá recuperar su libertad? ¿Pagará Maurice el extraño e inusitado rescate? ¿Cómo lucharán los Aliados para liberar a Hernán del “Nido de la Serpiente”?

1.5) Quinta Temporada: “Los Gurús del Conocimiento”.
Esta Temporada comienza cuando Monseñor Giuliano se entera de la terrorífica y exitosa aplicación aniquilante de un reciente descubrimiento científico: la clonación de seres humanos es ya una realidad demostrada.
Y comienza a hacer una serie de cuestionamientos:
¿Realmente la Ciencia de hoy nos acerca a Dios, o nos aleja de Él? ¿Por qué los científicos, las universidades de renombre, los centros de investigación, los llamados “gobiernos democráticos”, insisten en imponernos autocráticamente una visión del Cosmos, donde brilla por su ausencia el “Diseñador Inteligente”, y comienza a imponerse, a consolidarse, un “Culto a la Materia” disfrazado de sabiduría?
¿Por qué la Unión Europea insiste en desconocer sus raíces históricas de filiación innegablemente cristiana? ¿Por qué los Estados Unidos, si bien dicen en sus billetes “en Dios confiamos” –“In God We Trust”– en la realidad sólo confían en el Poder, las Riquezas, los Placeres y los Honores mundanos?
¿A dónde quiere conducirnos el “Gran Gendarme” de la Tierra, no sólo con el poder casi infinito de sus armas de generación avanzada, sino con sus posturas relativistas, profundamente hedonistas, valiéndose del Conocimiento y de la Ciencia?
¿Por qué y para qué quieren, los científicos de mayor renombre académico y poder financiero, clonar seres humanos, y reproducir en sus laboratorios sólo cierto tipo de sujetos seleccionados de acuerdo con los más altos y exigentes requerimientos de inteligencia, belleza y atributos atléticos?
Giuliano y los Aliados descubren y denuncian que la ideología imperialista tiene una función utilitaria diseñada desde las más prestigiadas universidades de clase mundial. Denuncian, ante la opinión pública de todo el Planeta, que toda posible búsqueda filosófica o teológica de la verdad del Hombre, la sociedad y el mundo ha sido subvertida, secuestrada y prostituida por los rectores de los grandes centros de enseñanza. Y que están “fabricando” soldados perfectos para terminar de conquistar el Planeta Tierra.
¿La idea de “Dios como Creador”? Los “Gurús del Conocimiento” han logrado convencer a la Humanidad de que es inútil considerarla, ni siquiera como simple idea. Los Aliados documentan, profunda y cuidadosamente, cómo hoy, por ejemplo, a la sociedad española le parece más propio de la “madurez intelectual” prescindir de la necesidad racional de Dios que aceptar su papel como Primer Motor Inmóvil. La sociedad atea se declara omnipotente: una nueva religión civil ha nacido, un nuevo pragmatismo político, un nuevo reino, cuyas divinidades paganas llevan por nombre Poder, Eficacia, Riqueza, posesión y Ciencia. Giuliano y los Aliados se sienten cercados, anulados, vencidos, ante el Poder invencible que –desde sus centros universitarios y de investigación científica– logran integrar los “Gurús del Conocimiento”, porque, además, gozan de una enorme fama mundial, de formidable prestigio avasallador.
Muchos ricos, sabios y poderosos se unen para destruir a la “Alianza Momprácem”, pues quieren demostrarle al Mundo, gracias a su triunfo sobre los débiles, que están justificados para ejercer una especie de papel mesiánico y selectivo acerca de quiénes tienen derecho a vivir, y quiénes no. En ellos todo el mundo debe encontrar, en efecto, tanto la medida de sí mismos, como la de los demás.
Giuliano rastrea hasta su edición príncipe un agotado libro misterioso, escrito por uno de los mejores conocedores del entramado oligárquico mundial, al que no en vano perteneció durante largo tiempo, el historiador Carroll Quigley. Este autor fue profesor de historia en la Universidad de Georgetown, además de ser profesor invitado en las Universidades de Harvard y Princeton. Fue miembro asimismo de la “Asociación Americana de Economía” y de la “Asociación Americana para el Avance de la Ciencia”, becario de la “Brookings Institution” y colaborador de la “Smithsonian Institution”, organismos todos ellos adscritos a los círculos del Establishment.
Fruto de sus muchos años de estudios e investigaciones en los archivos de dichas entidades, Quigley publicó en 1965 un valeroso y sensacional libro titulado “Tragedy and Hope” –“Tragedia y Esperanza”– cuya primera, única edición, se agotó en pocos días, porque fue secretamente secuestrada, en su totalidad, antes de que llegara a las manos de sus potenciales lectores.
La obra, incluso, había desaparecido de las bibliotecas y establecimientos similares de acceso público. Pero el astuto y sorprendente Giuliano, valiéndose de sus extraordinarias capacidades tecnológicas, logra rescatar un original que contiene los planes secretos de un “Poder Mundial Paralelo” que ya había sido lanzado –y continuaba siéndolo– contra las mentes ingenuas de todos los alumnos de las mejores universidades del Planeta. A pesar de que la obra en cuestión no había conocido nuevas reediciones, Giuliano logra reconstruirla y publicarla, pero bombardeada con miles de notas críticas al margen.
Muchos rectores bien intencionados, en diversas universidades del mundo, se ven obligados, de pronto, a tomar partido por una de dos corrientes: una muy débil –a favor de la Cultura de la Vida– y otra extremadamente poderosa, partidaria de la “Cultura de la Muerte”. Muchos rectores tendrán que escoger entre renunciar a sus puestos, y abandonar el ingreso de enormes sumas, prestaciones y privilegios. Otros, que no se enteran, siguen trabajando, desde las más altas cátedras, a favor de la Cultura de la Muerte. Los Aliados los atacan y los secuestran, con la idea de evitar los asesinatos de millones de “no nacidos”, con diversos grados de éxito, desde victorias rutilantes hasta dolorosas y costosas derrotas.
Uno de los más esclarecedores párrafos que Quigley redactara en su libro acerca de la “Round Table”, –sociedad secreta mundial dueña de una amplísima gama de dominación– nacida mucho antes que el Club Bilderberg, antes que otras agrupaciones más actuales, es este. “El párrafo –piensa Giuliano– no tiene desperdicio”, y dice así:

 “Existe, y ha existido durante una o varias generaciones, una red anglófila y anti hispánica que opera con el objeto de que la derecha radical crea en la acción comunista. De hecho, esta red, que podríamos identificar con los grupos de la ‘Round Table’, no tiene aversión a cooperar con los comunistas o con cualquier otro grupo, y así lo hace frecuentemente. Sé de las operaciones de esta red porque las he estudiado durante veinte años, y pude, durante dos años, a principios de 1960, examinar sus papeles y grabaciones secretas. No tengo aversión por ella ni por la mayoría de sus fines, y he estado mucho tiempo de mi vida cerca de ella y de muchos de sus instrumentos. He objetado, tanto en el pasado como recientemente, algunos de sus procedimientos. Pero en general, mi principal diferencia de opinión son sus deseos de permanecer desconocida, y creo que su papel en la historia es suficientemente significativo como para ser conocida”.

Después de su lectura, la Alianza Momprácem considera que no puede quedarse con los brazos cruzados, y determina la decisión de atacar –apoyada en el concepto de “Guerra Justa” – a las cabezas de “Round Table”. Las consecuencias con apocalípticas, imprevisibles, inenarrables.
Giuliano, a instancias del agonizante Adalberto, se hace algunas preguntas extremadamente profundas, cuya respuesta va conociendo y ahondando a lo largo de la trama de esta Temporada. Por ejemplo:
¿Por qué la “Universidad Nacional Autónoma de México”, alguna vez denominada “Real y Pontificia Universidad”, mochó, cortó, o mutiló su lema original “Por mi Raza hablará El Espíritu… Santo”? ¿A pesar de que su autor había sido nada menos que el ínclito y reconocido como “Maestro de América” –Don José Vasconcelos– quien terminó renunciando al “Sistema” que primero lo encumbró y luego lo aniquiló? ¿Por qué este ilustre prohombre, antes de morir, pidió no ser enterrado en la envidiada y famosa “Rotonda de los Hombres Ilustres”, al señalar que en ese lugar estaban enterrados los más rabiosos enemigos de su Patria? ¿Cuáles fueron esas traiciones?
Giuliano y los Aliados mexicanos hacen un alucinante recorrido por la Historia de México, por la “Otra Historia”, descubriendo sucesos que han sido ocultados a la totalidad del pueblo de esa Nación, para garantizar la gobernabilidad y la sujeción de sus habitantes a una especie de moderna esclavitud: la que constituye una diabólica tríada formada por la Superstición, la Ignorancia y el Fanatismo.
Y lo peor: esa tríada es enseñada, promovida, precisamente por quienes tienen, intrínsecamente, la obligación de combatirla: los maestros, en su totalidad, desde los simples profesores de kínder hasta los altos académicos universitarios de postgrado.
En esta temporada se narran también, de manera entrelazada con las peripecias de Giuliano y los Aliados, las aventuras de una joven, de nombre Joan Andrews, norteamericana, quien fuera encarcelada durante cinco años por entrar a una clínica abortista en Tallase, Florida, a desconectar el equipo de succión usado para matar a los fetos. Sin embargo, ella no se da por vencida, y al salir de la cárcel, después de haber vivido brutales experiencias, comienza una larga y fructífera investigación a la que denomina “Operación Rescate”.
Ayudada providencialmente por la “Alianza Momprácem”, Joan rescatará de la cárcel a dos mil jóvenes que han sido encarcelados por participar en pacíficas manifestaciones en contra del aborto y a favor de la vida, y formará un poderoso ejército para luchar a favor de los derechos de los “no nacidos” cuyas madres desean abortarlos. Joan y sus leales seguidores se encuentran con la misma aterradora realidad que Giuliano ya conoce: que los proyectos para generalizar en el mundo entero una aceptación hacia la “Cultura de la Muerte”, obedecen a una consigna de “Round Table”, lanzada con el apoyo de las principales universidades del planeta, y de organizaciones como la ONU, la OMS, la UNESCO, la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford. También está implicado el campeón de los ricos, el inefable Bill Gates, no obstante de ser considerado una especie de “gurú” de la ayuda a los necesitados.
Descubre Joan también que la obsesión de los sabios y rectores de las principales universidades de clase mundial se basa en la consigna fundamental de “la destrucción de la Familia, del Matrimonio, y del concepto cristiano del Amor”, para instalar en su alumnado, mediante los más poderosos y convincentes argumentos, una cultura centrada en el hedonismo. Como ella lo dice, “se trata principalmente de fabricar jóvenes y profesores universitarios que sólo tengan un cerebro lavado, las uñas listas para la rapiña, sus órganos sexuales siempre dispuestos para el placer de fornicar, un gran estómago para beber y tragar… y nariz y venas para introducirse toda clase de narcóticos.”
¿Qué suerte correrán Giuliano y los Aliados, Joan y sus seguidores, en el combate a la muy científica y técnica “Cultura de la Muerte”? Las grandes cabezas del “Nido de la Serpiente” han aprendido de sus derrotas ante la “Alianza Momprácem”, por lo que más que nunca pueden triunfar, para conservar su secretismo y su impunidad.

1.6) Sexta Temporada: “Los Amos del Planeta”.

Esta Temporada comienza cuando Maurice de la Croix, dolido ante los recientes sucesos de alcance mundial, lee a sus Aliados un párrafo que acaba de descubrir:

“Si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de criminales a gran escala? Y esas bandas ¿qué son, sino reinos en pequeño? Son un grupo de hombres, se rigen por un jefe, se comprometen en pacto mutuo, reparten el botín según la ley por ellos aceptada. Supongamos que a esta cuadrilla se le van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos. Abiertamente se autodenominan entonces ‘reino’, título que a todas luces les confiere no la ambición depuesta, sino la impunidad lograda. Con toda profundidad le respondió al célebre Alejandro un pirata caído prisionero, cuando el rey en persona le preguntó: ‘¿qué te parece tener el mar sometido a pillaje?’ ‘Lo mismo que a ti –le respondió– el tener al mundo entero. Solamente que a mí, que trabajo en una ruin galera, me llaman bandido, y a ti, por hacerlo con toda una flota, te llaman emperador”. San Agustín de Hipona.

Un ejemplo perfecto de lo anterior es lo ocurrido en Cuba, desde el asalto al Poder de Fidel Castro Ruz, “el emperador” al que se refiere el pirata citado por San Agustín.
Como punto de partida para comprender el tema de esta Temporada, analicemos las estrujantes palabras del fundador y director del más influyente líder católico cubano: Dagoberto Valdés Hernández, quien se atrevió a decir –abril del 2007– que “la Iglesia Católica es la única institución en Cuba donde todavía hay huellas de la sociedad civil que, por lo demás, está aniquilada”.
Precisamente: los Amos del Planeta aniquilan a las sociedad civiles, valiéndose de la más amplia diversidad de métodos: desde el hedonismo rampante de la jaula de oro, hasta la aniquilación de personas físicas y morales.
Continuando con el tétrico ejemplo de lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá en Cuba en tanto lo decidan los Amos del Plantea, es la absoluta “incertidumbre por la falta de información sobre el acontecer en la isla, y a que su futuro está secuestrado, no por algún grupo de ciudadanos, sino por las líderes de las más altas esferas del poder político mundial. En la vida del pueblo cubano se suman y se multiplican entre sí las salvajes consecuencias de un daño antropológico irreversible causado por el control absoluto, totalitario, que impide que cada persona desarrolle plenamente su libertad, sus derechos y responsabilidad.
Estos son los hechos. Pero… ¿y las causas? ¿Cuál es el propósito de secuestrar naciones enteras? Algunas, como Chile o España, se salvaron de este cruel método, pero no pudieron hacerlo ante el embate de la contracultura de la muerte, centrada astutamente en un Hedonismo hediondo, disfrazado de felicidad y progreso. Toda Europa del Este fue aparentemente liberada de las garras del Oso Ruso, pero sus pueblos se mecen ahora en la hamaca de un supuesto progreso que aniquila las bases mismas de su sociedad: la Familia es obligada a batirse en retirada, mediante los más inteligentes y eficaces procesos de corrupción, desvinculación y desintegración, también disfrazados de humanismo progresista.
Por ello, Maurice les explica a sus compañeros de combate que “sólo los ingenuos y los necios son incapaces de ver cómo la Humanidad entera está siendo conducida, como rebaño inerme, al matadero de un solo Gobierno Mundial. Nada tendría de peligroso un gobierno global que se fundara sobre la dignidad intrínseca de la Persona Humana, basándose sobre la conquista de su Último Fin. Sin embargo: ¿cómo justificar un régimen autocrático en el cual está prohibido disentir, pensar, ser realmente libre en la toma de las decisiones, por ejemplo, que afectan para mal tanto el desarrollo natural como la educación de nuestros hijos? ¿Por qué tiene ese gobierno que imponernos su ausencia de Fe, su forma de pensar, actuar, decidir, educar y hasta divertirnos, en el marco de un hedonismo decadente, propio de un materialismo rampante? Lo peor: esa imposición está siendo colocada en las constituciones de todos los pueblos del mundo en nombre de la Libertad.
Las facciones más poderosas de la ONU han logrado convencer a sus pares de otras naciones que “las libertades de asociación, empresa, pensamiento y religión, han sido siempre combatidas por la Iglesia Católica, mediante la fuerza de sus Dogmas, su pretensión de Infalibilidad, la rigidez de su inhumana moral, y su absurda exigencia de que “fuera de la Iglesia no hay Salvación”.
La Alianza Momprácem pegunta y estudia la cuestión:
¿Quiénes salen favorecidos en realidad?
Obviamente, una selecta minoría –para esa fecha, en marzo del 2012, existen sólo cien mil millonarios– que está constituida por personas con grandes recursos de todos los países, que se sentirán halagadas al ser admitidas en grupos informales, más o menos conocidos –como el Club de Bilderberg, la Comisión Trilateral o el Club de Roma– y otros nuevos y más poderosos, no fácilmente identificables. Esa selecta minoría que se ha arrogado, desde tiempos inmemoriales, la misión de regentar el mundo –porque ha tenido, tiene y tendrá bajo su control a todo un cuerpo internacional de intelectuales y políticos a su servicio–, es la médula al aire libre del Gobierno Mundial.
En cuanto la élite aceptó su propia colonización ideológica, esta misma élite se separó de sus pueblos, para ser capaces de lograr todas las abdicaciones posibles. A partir de entonces, los millonarios del mundo, unidos, culminaron su proceso interior para ser utilizados gozosamente como repetidores de un “Centro de Poder Único” de un tipo totalmente nuevo.
El Imperio que ha seguido construyéndose –se han dado cuenta los Aliados, tiempo atrás– es un imperio de alcances globales, que emana del consenso establecido, por encima de las fronteras, por la “Internacional de la Riqueza”, propiedad de “La Estirpe del Rey Midas–, para constituirse en “Los Amos del Planeta”, al amparo de los “Halcones de la Guerra”, con la poderosa influencia de los “Gurús del Conocimiento” y la incontenible “Imagen de la Fiera”. ¿Fuentes de financiamiento? Los “Barones de la Droga”, nueva formación criminal globalizada que ha sustituido poco a poco, insidiosamente, a la de los extintos Narcopsicópatas.
Maurice y Giuliano, apoyados en su equipo –quienes ante cada nuevo enemigo descubierto han tenido la oportunidad de crecer y fortificarse–, enfrentan esta vez un obstáculo en apariencia invencible: un Gobierno Mundial democrática y legalmente electo.
Si todo ha sido legal, transparente, democrático y apoyado por la mayoría abrumadora, ¿cómo oponerse? Han sido aceptados todos los comportamientos combatidos por la Alianza desde su fundación: las drogas se han legalizado, las uniones homosexuales predominan sobre las antes llamadas “normales” –que ahora viven, temerosas, casi a la sombra. Las lesbianas han impuesto su ley, y adoptan bebés con los que juegan como con muñecos de peluche y les imponen su propia concepción de la sexualidad. El virus de Sida ha sido finalmente derrotado, por lo que la gente de todas las edades fornica con singular alegría y total impunidad. De ahí se deriva una realidad social: los abortos alcanzan cifras innumerables en tanto son vistos por la gente con entera naturalidad. En consecuencia, la pirámide poblacional se ha invertido, incluso en los países latinoamericanos, que ante la presión de la Unión Europea y de los Estados Unidos de América, han legalizado todos los procedimientos que garantizan su propio suicidio. Unas cuantas familias luchan –desesperadamente, en la clandestinidad–, por mantener vivas a sus familias, tanto conceptual como físicamente.
La Iglesia Católica tiene entre sus filas casi una totalidad de obispos y aun cardenales que sostienen que “la Nueva Moral” es la “única fuente de salvación para la raza humana”, y han apostatado de sus “arcaicas convicciones dogmáticas”. Sólo el Papa y unos cuantos cardenales permanecen fieles a sus eternas enseñanzas, pero viven escondidos, camuflados bajo identidades protegidas, cambiando constantemente de domicilio, y sufriendo toda clase de crueles persecuciones y limitantes burocráticas que los paralizan.
La “Alianza Momprácem” casi ha sido extinguida mediante la traición o el asesinato de algunos de sus antiguos militantes, y necesitan reclutar sangre nueva para continuar con su misión sobre la Tierra.
Adalberto ha muerto. Josefina también. Sobreviven –entre otros– Maurice y sus hijos, quienes han comprendido que su misión ahora es llevar la palabra de Cristo, tanto a los más apartados rincones de la tierra, como a los tronos más elevados, y predicarles el fin del mundo, la llegada del Anticristo y el triunfo final de Jesús, quien triunfante derrotará a la Serpiente en los campos de Armagedón.
Pocos les creen, menos los apoyan, y sus crisis existenciales hacen que atraviesen por experiencias “límite”, realmente difíciles y enloquecedoras. Sin embargo, sacan fuerzas de su propia flaqueza. Mediante su propio ejemplo logran reconvertir a algunos miembros de la antigua Alianza –cuyos nombres ocultamos en aras del interés del lector– y todos unidos comienzan la verdadera, la última batalla, en nombre de la Civilización del Amor a Dios, por medio del prójimo –quien en realidad es el mismo Cristo muerto y resucitado para el rescate de una Humanidad que lo ha abandonado y traicionado. Judas y Barrabás parecen haber revivido en las conductas y actitudes de la abrumadora mayoría de la gente común. Porque movida con el arrastre de los líderes sionistas, la multitud exclama nuevamente: “¡caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos!”
Algunos jefes sionistas –banqueros, militares, eclesiásticos herejes y apóstatas, lo mismo que narcotraficantes, académicos e intelectuales– sin embargo, comprenden que se están realizando las trágicas profecías de San Juan Evangelista, escritas en el Apocalipsis. Al principio con timidez, y finalmente con arrollador entusiasmo, se acercan a la “Alianza Momprácem”, su acérrima enemiga, para pedir ayuda moral y apoyo afectivo ante la potencia destructora de sus propias dudas, vacilaciones y miedos indescriptibles.
Muchos de ellos se convierten, y arrastran a multitudes de judíos, sionistas, paganos y gentiles hacia una conversión de última hora. Pero desde el “Nido de la Serpiente”, con iracundia y afanes de venganza, el Anticristo se prepara para obtener el aniquilamiento de los traidores, porque la hora del triunfo de Satanás ha llegado.
¿Qué sucederá al final?
¿Prevalecerán las “Puertas del Infierno” –desde el Nido de la Serpiente–, o será el llamado Cristo el vencedor sobre la “Contracultura de la Muerte”?
¿A qué precio pagarán su combate contra los “Amos del Planeta” los miembros perseverantes de la “Alianza Momprácem” –tanto los que permanecieron fieles como los recién llegados a la hora sexta, y los conversos del último minuto– ante el postrero embate de un Satanás dueño del mundo para la conquista y la perdición de las almas?
¿Se sumirán en los definitivos “Olvido” y “Náusea” de la Nada, puesto que como afirmaba Jean Paul Sartre: “el Hombre es una pasión inútil en un Universo sin significado”, o, por el contrario, seguirán siendo conscientes, conocedores y poseedores de un Bien Absoluto, para vivir trascendiendo todas las fronteras de la Historia, y alcanzar así, antes de morir, o resucitados gloriosamente, los confines de una dichosa Eternidad?
Tales son las graves cuestiones que nuestros Aliados sobrevivientes, pero también los Caídos –con honor o sin él–, tendrán que resolver definitivamente, ante el avasallador poder absoluto del Gobierno Mundial, el cual, para seguirse consolidando, se hace pasar por el mejor amigo de la Humanidad, mientras prepara la aniquilación neutrónica de todas las formas de vida. Al fin y al cabo ellos, los “Caballeros de la Mesa Redonda”, ya tienen su nueva morada lejos de la órbita terrestre y están seguros de su absoluta impunidad.
Sin embargo, de pronto, esta impunidad es severamente cuestionada por la naturaleza herida: cataclismos climáticos nunca antes vistos se desatan en ese verano. Porque los Estados Unidos habían seguido su alegre costumbre de contaminar la atmósfera como ningún otro país lo hacía, mientras Alemania, encabezando a la Unión Europea, intentaba, en vano, contrarrestar el efecto invernadero.
Los norteamericanos, durante las últimas décadas, habían arrojado sobre el planeta más gases calientes que todas las demás naciones juntas. Expusieron a miles de millones de personas a sufrir los brutales impactos del cambio climático, incluso dentro de su propio país, sólo para seguir favoreciendo los intereses económicos de la industria petrolera, y, de pronto, en consecuencia, se encontraron con que estaba comenzando el Apocalipsis ecológico.
Durante ese año y los subsiguientes, el Gobierno Mundial tiene que enfrentar las consecuencias simultáneas de cincuenta huracanes de la máxima potencia hasta entonces conocida, a la vez que el incontenible deshielo de ambos casquetes polares. Los océanos han subido casi diez metros sobre su nivel habitual, pero eso no es lo más grave. Ya en años anteriores se notaba la creciente hinchazón marítima, pero se había logrado contener, gracias a que los huracanes no habían empujado el agua tierra adentro. Pero ese año fatídico, cuando el Gobierno Mundial se prepara para celebrar un aniversario muy especial, los vientos huracanados –lanzados a más de doscientos cincuenta kilómetros por hora– inundan con agua salada casi toda la zona oriental de la Unión Americana, la cual queda casi totalmente devastada, bajo una tumultuosa marejada que llega, incluso, a las faldas de la Cordillera de las Rocallosas. Houston, Nueva York, Filadelfia, Boston, y docenas más de grandes ciudades costeras, son ahora, súbita, impensadamente, sólo sepulcrales museos bajo el agua.
Millones de aterrorizados ciudadanos corren, con los medios a su alcance, a ponerse bajo la protección de las tierras altas del Oeste, pero a su frenético paso sólo encuentran gigantescos embotellamientos de tránsito, inundaciones interminables, carestía de alimentos, insalubridad, enfermedades contagiosas, muerte, destrucción, pero sobre todo, el pillaje y las matanzas de los grupos “apocalípticos” de supervivencia.
Media Europa, comenzando por los Países Bajos, sufre inundaciones nunca antes vistas, como si se repitiera el Diluvio Universal. Holanda, curiosamente la primera nación entregada, desde el Renacimiento, a las garras del comercio y la usura sionistas, ha dejado de existir. Sus famosos tulipanes flotan, destrozados, sobre aguas embravecidas.
Los grandes ríos europeos –el Rhin, el Danubio, el Elba, el Ródano, y docenas más– arrastran por sus cauces los restos humanos y materiales de ciudades enteras, barridas por la fuerza de las aguas como si se tratara de simples chozas de paja.
La Alianza se siente impotente para hacer algo a favor de la doliente humanidad.
Pero la totalidad de sus miembros –ya suman más de diez mil, en todo el Planeta– decide hacer algo inusitado: una campaña de oración por la conversión de los líderes mundiales. Al principio sufren persecuciones, burlas, sarcasmos y saboteos. Pero algunos hechos que se antojan milagrosos logran atraer la atención de algunos altos Jefes de Estado, los cuales entran en conflicto con los Amos del Gobierno Mundial.
Y las Guerras Apocalípticas se desatan.
El Anticristo aparece, finalmente, con toda oportunidad, y anuncia el cese de las garantías y las libertades individuales y nacionales, con el fin de restablecer el orden en un planeta Tierra herido de muerte. La “Alianza Momprácem” y las naciones donde ha logrado imponerse se niegan a someterse a los designios del enemigo personal de Cristo, por lo que la lucha se desata, en todo su apocalíptico esplendor.
¿Con qué resultado final?

1.7) Séptima Temporada: La Iglesia del Anticristo.
Los Aliados supervivientes de la Temporada anterior viven la consumación de dos hechos históricos que han comenzado, innegablemente, a desarrollarse en la actualidad –desde abril del 2007.
Estas macrotendencias eran ya muy obvias y visibles desde esa remota fecha:
Primero, que los fieles de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, habían disminuido dramática, voluntariamente, al pasarse, por cisma, apostasía o herejía, al bando de Maitreya.
Y ahora: ¿tendrá esta Iglesia milenaria que adaptarse a las exigencias de las multitudes de los últimos tiempos, para no terminar con sus templos totalmente vacíos, convertidos en lugares de esparcimiento o de simple curiosidad turística?
Segundo, que van en arrollador aumento los seguidores de las diversas sectas satánicas y asociaciones religiosas que prometen algo así como “pare de sufrir, sea feliz”, afiliándose a nuestra “Nueva Iglesia de la Verdadera Luz del Mundo”. Además: en las prédicas cotidianas de las denominaciones protestantes se habla ya de la “inminente llegada de Cristo”, el cual es visto y descrito “como relámpago que sale de oriente y destruye en menos de un nanosegundo a los infieles, a los pecadores”. Pero son tiempos en los que nadie se siente infiel ni pecador.
Porque se ha perdido la conciencia de pecado, y los “malos” son los “católicos retrógradas”, que aun perseguidos con saña especial, continúan neciamente predicando la muerte al Pecado y la “Resurrección en Cristo”, por la muerte de Cruz. Y en efecto: miles, tal vez millones, son literalmente crucificados, como espectáculo liberador dedicado a los “hombres de buena voluntad”, para lograr el profundo escarmiento de los “arcaicos defensores de los reductos del Dogma y la Moral Católica”. A muchos les parece que aquellas palabras de Cristo: “Yo estaré con vosotros, Pedro, con tus sucesores, tus obispos y tus fieles, hasta la consumación de los siglos”, han resultado, finalmente, una enorme falsedad. Y se pasan al lado de Maitreya, que promete, y parece cumplir, vida eterna. Porque sólo los seguidores de Maitreya parecen eludir los terribles dolores de la Tierra y de los Hombres todos.
Las señales visibles del Culto continúan, pero convertidas ya en grandiosos y televisados espectáculos de masas, que ávidas de fuertes impactos y formidables emociones, contemplan, por ejemplo, no una crucifixión actuada o fingida, sino sacrificios reales, con personas vivas, de esas que se han constituido en un grave peligro para el éxito de una sociedad humana que centra su dicha en la cultura del sexo sin amor ni paternidad, en la sola “Cultura del Placer”.
Además, como las antiguas ciudades mayas y aztecas, miles de vírgenes necias, que se niegan a entregarse a la cultura del placer, son sacrificadas con moderna tecnología de aniquilación electrónica, para hacer las delicias de multitudes enloquecidas, que esperan aplacar la furia de Tláloc y de Eolo –antiguas deidades paganas– con tales sacrificios. Pero las catástrofes ecológicas continúan, a pesar de los innumerables sacrificios.
Y no sólo: algunos de los Presidentes reconocidos por el Consejo Supremo del Gobierno Mundial, al rebelarse –lo mismo por causas religiosas que meramente financieras o políticas– han declarado la guerra nuclear a dicho Consejo. Comienza entonces una conflagración cuyas armas comunes, forzosamente, son de destrucción masiva. Cientos de misiles atómicos transcontinentales, son lanzados por los tres o cuatro bandos en conflicto. Asia, con China y la India a la cabeza, forman un sólido y pobladísimo bloque. La Unión Europea, con Rusia, otro más. Las naciones africanas han logrado sacudirse el imperialismo sionista, y crear, todas juntas, un inusitado poderío militar, político y económico, con base en sus extraordinarios recursos naturales y en su abundante y baratísima mano de obra, con base en esclavos negros de sus mismos territorios. Los Estados Unidos de América obligan a todo el continente latino a pelear a su lado, so pena de destrucción final. Australia tiene que seguir pegada a la teta de la Reina Madre, la Pirata de la Historia, la Pérfida Albión, a pesar de que sus muy escasos habitantes –más de la mitad de ellos homosexuales– claman por la paz mundial.
Docenas de los misiles lanzados son anulados o destruidos en la estratósfera, incluso en la atmósfera, antes de aniquilar a las ciudades escogidas como blancos. Pero algunos logran impactar en el centro de grandes urbes, lo mismo que en el corazón de gigantescos complejos industriales donde se fabrican, lo mismo contenedores con bacterias mortíferas –para desatar guerras biológicas– que gases neurotóxicos o bombas de neutrones. Estos complejos, al ser atacados, dejan de funcionar, pero liberan bacterias, gases y efectos de destrucción masiva en cadena.
La Tierra es desviada unos cuantos metros de su eje de rotación, ante la sacudida simultánea de bombas dotadas de una potencia millones de veces superior a la de las arcaicas bombitas atómicas, aquellas que más de un siglo antes cayeran sobre Hiroshima y Nagasaki, y que merecieran el terrible comentario de Albert Einstein: “Señor presidente, hemos trabajado para el Diablo…”
Los casquetes polares aceleran su deshielo, por lo cual los océanos siguen subiendo; las ciudades, incluso las que están construidas cientos de metros sobre el nivel del mar, son anegadas sin misericordia: la Naturaleza jamás perdona.
Para terminar de paralizar y desesperanzar a los seres humanos –han muerto cientos de millones de ellos– el movimiento cinético provocado por los bombazos, causa impactos en las placas tectónicas, y comienzan una serie de terremotos de más de doce grados Richter, que producen inmensas hendiduras por donde son precipitadas al abismo grandes ciudades enteras. Se desgajan cordilleras completas, se vacían grandes lagos, se hunden islas densamente habitadas, y emergen volcanes por doquier. Su lava y sus emanaciones sulfúricas, sumadas a la lluvia de polvo volcánico, tapan densamente la luz del sol. Comienza entonces una larga noche, terrífica, espeluznante, pues a las grandes centrales eléctricas, tanto nucleares como de tipo primitivo, les es imposible continuar produciendo electricidad. Las zonas urbanas y suburbanas se sumen en las tinieblas, el pillaje, la absoluta ausencia del estado de derecho. Grandes masas de gente enferma de miedo encuentra, en la transitoria fuga de las drogas sintéticas y heroicas, un momentáneo y placentero refugio.
Los Narcos, grandes y pequeños, van regresando a la escena mundial, para buscar hacer sus astronómicos negocios de otros tiempos, pero se encuentran con una sociedad planetaria totalmente desarticulada, incomunicada, sin dinero circulante, sin bienes para el trueque. Los Hombres sólo anhelan escapar de la noche apocalíptica que parece haberlos alcanzado a todos, sin remedio. Y arrancan las drogas de las manos de los fabricantes, de los distribuidores, de otros consumidores. Ya no se lucha por alimentos, ni por agua, ni por contacto humano: sólo por unas cuantas horas de artificial escape de la realidad.
Entre tanto, el triunfo que más emborracha a Maitreya el Anticristo, presentado ya como el Verdadero Dios, con una gigantesca euforia, es que el sacrificio de la Misa ha sido abolido, aniquilado, en todas partes, de modo que ni el último Papa puede ya celebrarlo.
Y en medio de la apostasía general desatada comienza el brutal sufrimiento de innumerables mártires, sin el consuelo ni la ayuda de los sacramentos, pero con el auxilio todopoderoso de la Gracia –que no les faltará– que en circunstancias extraordinarias no está ligada a la recepción material de los sacramentos: nadie les impedirá el acto de contrición perfecta, el deseo ferviente de la Penitencia, de la Eucaristía. Esto ensombrece la euforia de Maitreya, para lo que crea un ejército especial de agentes dobles que denuncian a los “contritos”, para someterlos a toda clase de torturas, hasta que lo reconozcan como el Dios Único.
En efecto: los Aliados toman nota de que Maitreya se ha descarado, finalmente, pues a través de manipulaciones bíblicas, se hace llamar “Jesucristo Hombre”, “Dios Verdadero”, el cual logra sorprender, enamorar profundamente a sus seguidores, al señalar que sólo él es el Anticristo, derrotando al falso Anticristo de la Temporada anterior. Su vibrante discurso, en una pletórica plaza de San Pedro, en abierto reto al Papa –quien sólo se asoma, impotente, prisionero, encadenado, desde su tradicional ventana–, contiene estas flamígeras palabras:
“Yo, el que todos creían como sólo el ‘Apóstol Maitreya’, en realidad soy el verdadero Cristo porque he edificado la Iglesia con mi propio evangelio. He decretado la aniquilación de la pérfida Iglesia Católica y de las otras malvadas denominaciones cristianas, –pero también de los falsos anticristos– porque todos ellos han prostituido la enseñanza original acerca del camino de la salvación para el género humano. No temáis, niños del mundo, porque Yo, como Verdadero Dios, soy el mejor amigo de la Verdadera Iglesia de la Luz del Mundo”.
Enseguida invita a todos los televidentes del Planeta Tierra a escucharlo sin temor. A pesar de las hecatombes causadas por las guerras y los cataclismos naturales que siguen en aumento, pasan de los siete mil millones. Gracias a los avanzados sistemas informáticos y televisivos alcanzados en aquellos fúlgidos momentos, Maitreya está a la vista de todo mundo. Exige a cada persona a seguir su ejemplo: el de tatuarse una marca salvífica muy especial, que es el número “666”, el cual, según señala con ademanes en extremo tranquilizadores, “no es satánico, porque el mal y el pecado en realidad no existen”.
También invita a todos los pueblos de habla hispana a tatuarse las letras “SSS”: “Seiscientos Sesenta y Seis”, que significan, según explica, “Salvo, Siempre Salvo”, en una interpretación literal del texto bíblico, aunque él oculta, valiéndose del estado de ignorancia culpable de la mayoría, que ese texto se había escrito originalmente en griego.
En la Iglesia Católica, a puertas cerradas, en las Catacumbas romanas, se habla de todos estos acontecimientos, pero con mucha cautela y discreción. Los Aliados sobrevivientes asisten a las secretas reuniones, y las enriquecen con su sabiduría y su experiencia. ¿Son estos realmente los tiempos apocalípticos? El final de la historia, con la esperada Segunda Venida de Cristo –después del tan cacareado Anticristo– ¿es ya una realidad insoportable, o sólo una hábil, maquiavélica forma de manipular, para seguir sosteniendo poderes teocráticos de alcance mundial? ¿Cuál es la explicación profunda acerca de estos hechos?
Cuando muchos años antes, desde marzo del 2007, el Papa Benedicto XVI advirtiera a sus veinte nuncios apostólicos que estuvieran atentos a los “lobbies” que pudieran formarse “para incidir negativamente sobre los procesos legislativos que apoyan los divorcios y las uniones libres, tanto como el aborto”, no imaginaba con precisión lo que iba a suceder:
Ahora ya no hay Papa visible: escondido o secuestrado, la Iglesia Católica parece acéfala. Pero Maitreya hace milagros. Verdaderos milagros, al menos eso parece, porque delante de una gigantesca multitud, se da un tiro en la boca. Todo mundo contempla, catatónico, salir volando los sesos y la sangre, por una despedazada nuca. Los médicos certifican que el tipo está completamente muerto, con “rigor mortis”. Sin embargo, “al tercer día resucita, según las escrituras” resucita.
Lo constatan miles de millones de asombrados espectadores, quienes en vivo, por medio de la ubicua TV, ven cómo, Maitreya, rehace sus tejidos deshechos, se pone de pie, y se declara capaz de de triunfar sobre la Muerte. Proclama, “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo:
“Por este y otros milagros que haré, me declaro, por mi propio derecho, a ser considerado como el Verdadero Cristo, el verdadero Dios. El Papa es sólo un impostor, al igual que lo fueron todos los papas anteriores, desde Pedro hasta este que ahora, aterrado, está escondido en alguna catacumba romana. Pero lo encontraremos, y como al ladrón perverso, lo crucificaremos, para demostrar que es un simple mortal.”
Mientras que San Pedro y todos sus sucesores, nunca se cansaron de insistir en velar por “la familia”, puesto que “la familia seguirá siendo –por los siglos de los siglos– una característica primordial de la cultura humana en el ámbito mundial”, los prohombres de las agrupaciones más progresistas, guiados ahora por el “Verdadero Cristo”, claman por la total y definitiva instalación de la “Cultura de la Muerte”, quejándose de que todos los pontífices del papado católico intentaron y lograron bloquear las leyes que hubieran permitido alcanzar desde mucho antes la verdadera felicidad humana. Al suprimirse, en boca del Verdadero Cristo, el concepto de “mal”, “pecado”, “infierno”, todos “estamos en el Cielo, con el sólo hecho de hacer lo que se nos antoje”.
Declararon entonces como absolutamente abominable que los Papas dijeran que “…es necesario reafirmar que el matrimonio y la familia tienen sus fundamentos en el núcleo más íntimo de la verdad sobre el Hombre y sobre su Destino; sólo sobre la roca del Amor conyugal, fiel y estable entre hombre y mujer, se puede edificar una comunidad digna”.
La ambición de controlar la vida humana desde su concepción hasta la muerte ha sido conquistada. Es ya la máxima expresión de los distintos rostros y cuerpos de un mismo Anticristo: finalmente han triunfado el marxismo–comunismo, los fascismos, el nazismo, los imperialismos antiguos y el actualmente llamado “Imperialismo Integral”. En todos ellos, Dios y Cristo –que en realidad son uno sólo– son condenados a muerte para ser sustituidos por otros dioses basados en los modelos del César, el Emperador, Hitler, Mao Tse Tung, Stalin, el Dinero, el Placer, las Drogas, el Anticristo...
Para combatir el triunfo definitivo de ese imperialismo satanocrático que nace y se consolida ante los impotentes ojos de la Alianza Momprácem, sus miembros sobrevivientes buscan y discuten entre sí cómo realizar el último esfuerzo de su vida.
Mientras el Anticristo logra elaborar una Constitución Global basada en la “ideología de la muerte del llamado Cristo”, –que sólo tiene como objetivo central lo que decía siglos atrás Voltaire: “Aplastad a la Infame”–, los Aliados deciden dar su última batalla.
Pero… ¿cómo? ¿Con qué medios? ¿Con qué posibilidades de éxito? Maitreya puede hacer milagros. Y los hace:
Reconcilia entre sí a los Presidentes del Consejo Supremo del Gobierno Mundial. Logra también firmar la Paz con los rebeldes. Pone fin a la guerra nuclear. China y la India se le unen, y estas dos naciones, mediante hábiles maniobras diplomáticas, convencen a la Unión Europea y a Rusia de firmar la Paz, reconociendo a Maitreya como el Verdadero Dios.
Las naciones africanas dudan, pero finalmente son convencidas por Maitreya en persona. Los cristianos y los católicos que quedan en los Estados Unidos de América, en su mayoría, son fulminados, porque se niegan a creerle a Maitreya.
Australia, con su mayoría de homosexuales, condiciona el reconocimiento al “verdadero Dios” si acepta que él también es homosexual. Maitreya no duda ni un instante en ir más allá: “no sólo soy homosexual, sino también bisexual y aun transexual”. Con lo cual logra que Australia firme también la paz mundial.
Otro milagro: los efectos causados por las docenas de misiles atómicos y neutrónicos que lograron impactar en grandes urbes, son borrados, restaurados. ¡Como si ahí no hubiera pasado nada! Las ciudades, grandes y pequeñas, los campos agrícolas y ganaderos, mágicamente reconstruidos, gozan de cabal salud, belleza y perfección arquitectónica o ecológica, sólo tres días después de su anterior destrucción. Maitreya explica a todo el mundo: “La única explicación posible es que Yo soy Dios, porque he podido reconstruir los templos, los campos, la naturaleza y las ciudades del Planeta, al tercer día, según las Escrituras”. ¿Cómo no creerle?
Sólo la mayoría de los Aliados están conscientes de que el Anticristo está facultado para hacer milagros, como prueba definitiva para constatar la lealtad de los verdaderos católicos.
Maitreya continúa realizando sus milagros: aniquila súbitamente a las bacterias mortíferas empleadas en las muy recientes guerras biológicas. Impide que los gases neurotóxicos logren sus efectos de destrucción masiva.
Y realiza su milagro más espectacular: hace que la Tierra regrese a su eje normal, anulando el devastador efecto de la sacudida simultánea de las bombas estalladas en la guerra terminada apenas unas horas atrás.
Detiene el deshielo de los casquetes polares, gracias a lo cual los océanos dejan de subir, y rápidamente van regresando a los niveles que tenían a principios del milenio.
 Las ciudades, hacía unas cuantas horas aún anegadas, son puestas de nuevo al alcance del radiante sol, e incluso son reconstruidas como por una fuerza celestial.
Cesa el caótico movimiento de las placas tectónicas, y terminan los terremotos aniquilantes. Las hendiduras por donde se habían precipitado al abismo grandes ciudades enteras, se cierran. Las cordilleras regresan a su antiguo lugar, se vuelven a llenar los grandes lagos, emergen del fondo del mar las islas hundidas, y los volcanes cesan su actividad eruptiva.
 La luz del sol vuelve a brillar. Comienza entonces una temporada maravillosa, milagrosa, donde la gente vuelve a reír, a gozar, porque además de que la Naturaleza retorna como amiga de la Humanidad, han sido abolidos todos los códigos éticos de la Iglesia Católica, pero también todas las leyes restrictivas. Sólo tienen poder y autoridad los deseos y necesidades personales de cada cual. Las riquezas se desparraman, abundantes, y a nadie le falta nada. Todos tienen pan, vestido, vivienda, salud, recursos naturales en abundancia. Las palabras del rey Xerjes vuelven a atronar las puertas de Esparta y de todo reino, de todas las ciudades del Planeta: “larga y feliz vida tendréis, si en señal de sumisión me das agua y tierra”. Todo mundo obedece la orden. Nadie se atreve a tirar al pozo –como siglos atrás lo hiciera el Rey espartano, Leónidas– a los heraldos de Maitreya. ¿Cómo oponerse a sus designios, si es el Verdadero Dios, que ha venido a restaurar todas las cosas?
Las grandes centrales eléctricas, tanto las nucleares como las primitivas, han vuelto a generar electricidad. Las zonas urbanas y suburbanas recuperan rápidamente su esplendor. Cesa el pillaje y se restablece el estado de derecho bajo el Imperio de Maitreya. Las drogas, sintéticas y heroicas, finalmente legalizadas, ya no son una fuga, sino una eufórica forma de celebrar tanta felicidad. Los Narcos, grandes y pequeños, logran regresar a la escena mundial, no para hacer sus astronómicos negocios de otros tiempos, sino para hacer felices a todos los Hombres, con cuanta droga quieran consumir.
 Ya no se lucha por nada. Hay abundancia de alimentos, de agua, de contacto humano. Maitreya reina, en un mundo feliz.
Los Aliados están desconcertados. Porque ningún miembro de la Alianza posee tales poderes. Y mientras “La Infame” a la que se refiriera Voltaire es perseguida y casi aniquilada, los Aliados recuerdan la promesa del verdadero Cristo: “Las Puertas del Infierno no prevalecerán”. ¿Será cierto? Algunos de ellos dudan, y piensan, incluso, cambiarse de bando, para sobrevivir. Porque los que no traen la marca de Maitreya, los que no le han ofrecido sumisión, son aniquilados, de las más variadas formas, para diversión de un público que ha sustituido los deportes –no más fútbol, ni béisbol o básquetbol, ni deporte de masas alguno– por un nuevo espectáculo: la lenta y atroz, pero divertida muerte, de los que prefieren el martirio, como el sangriento Cristo católico, en vez de la dulce vida que ofrece Maitreya, el verdadero Dios.
Sin embargo, Hernán y Juana de Arco hacen ver a sus Aliados que los milagros de Maitreya son falsos. Que ese hombre demoníaco no desea la salvación del Genero Humano, sino su condenación dentro de un mentido paraíso. Por si fuera poco, afirman que “el que nos creó sin nosotros no nos salvará sin nosotros…”. Así que, aun siendo centro de los ataques del Anticristo, junto con los restos de la Iglesia Católica y sus contadísimos fieles, deciden entrar al combate final contra el anticristo y sus innumerables huestes, en absoluta inferioridad tecnológica, financiera, numérica y probabilística.
¿Quién y cómo prevalecerá al final de la Historia Humana?
Algunos de los Aliados, y millones de católicos resfriados, son abatidos emocional e intelectualmente ante la triunfante “abominación de la desolación”, que consiste en la consolidación triunfal del Anticristo, el cual ha manchado el interior de las almas con sus infaustos sacrilegios, se ha sentado en el Templo de Jerusalén para usurpar el solio de la Divina Majestad. Ha logrado confirmar en las almas la huella de su perfidia, haciendo ver, por medio de su explicación convincente de las Sagradas Escrituras, que él es el Verdadero Cristo. Pocos resisten el encanto de sus promesas, la seducción de su belleza, el narcótico de su ternura, la magnitud apocalíptica de sus asombrosos milagros.
Entonces llega la hora de la prueba final:
¿Será fiel la “Alianza Momprácem” a sus lineamientos ideológicos, a esos que le dieron vida y origen, o se dejará seducir por la soberbia embriaguez de sus propios éxitos intelectuales, políticos, militares, religiosos y sociales, logrados en todas y cada una de sus campañas anteriores? ¿Sucumbirán los Aliados, finalmente, ante los ingentes y maravillosos prodigios de Maitreya?
Y Maitreya mismo, ¿logrará vencer al Cordero de Dios? ¿Qué sucederá en los campos de Armagedón? Lo sabrás a ciencia cierta cuando hayas terminado la lectura de toda la serie “Desde el Nido de la Serpiente”.
Aquí termina la Historia, y junto con ella, la última Temporada.

Estas son las “Siete Temporadas” de una obra literaria de largo alcance. Y repito: la realidad siempre será mejor que la fantasía.



Introducción General a la Serie Novelística
 “Desde el Nido de la Serpiente”.

No podemos en justicia estricta llamar a nuestra civilización “occidental” sólo por haberse desarrollado principalmente en Europa, así como al cristianismo no podemos llamarlo “judío” sólo para haber tenido su cuna en Palestina. Sería tanto como pretender que la energía atómica es “Oriental”, por haberse manifestado por primera vez en Hiroshima con sus catastróficos efectos.
La distribución geográfica actual de nuestra civilización, adoptada principalmente por el mundo occidental actual, en Europa y América no puede tampoco permitirnos, en la más estricta lógica, calificarla de “Occidental”. Todo lo que ha creado: ideas, costumbres, principios, valores, habilidades, conocimientos y virtudes, son de un valor universal, mundial.
Nuestra cultura es “global”, “universal”, y por ende “católica” Pero también es global en su anticatolicismo y anticristianismo la contracultura que rabiosamente se opone al Hombre y su destino último natural y sobrenatural desde la cuna de la Humanidad. Así, hoy como nunca sufrimos la aniquilante conflagración de que se lleva a cabo entre ambas corrientes históricas: la “Cristocéntrica” y la “Antropocéntrica”. en cada rincón del Planeta. De modo tenaz, ininterrumpido, constante y sin cuartel, esta guerra no tiene límites geográficos. No se da en Oriente u Occidente, en el Norte o en el Sur, sino en todas partes de la Tierra, simultáneamente, sorda, pero mortífera, callada pero terrible. En esta guerra global se dan algunos paréntesis; sí, pero  éstos son llenados por el ensordecedor aquelarre de los genocidios y las masacres aquí y acullá, punteada por la permanente amenaza de los misiles transcontinentales nucleares y al ritmo de los atentados terroristas de todos los colores y toda una gama de fundamentalistas motivaciones irracionales.
En el fondo de tal guerra permanente se da una sola motivación fundamental, que lo explica todo: la rebatinga por las almas humanas. El propósito esencial no es de orden material. A ninguno de los dos adversarios –Cristo y Lucifer– les importan en cuanto fines el Poder, la Fama, los Honores, las Riquezas y los Placeres. Para Luzbel esos cinco valores –convertidos por él en contravalores– son sólo los medios para seducir a las almas y obtener de ellas un “sí” voluntario, frenético, irreversible, tan irreversible como el propio pecado del Ángel de la Luz. Un sí al Demonio que es la vez un “no” rotundo a Dios, a Cristo, y por ende a la propia salvación. Y cuando Cristo concede o quita a los Hombres esos mismos cinco bienes, lo hace sólo con la mira permanente de salvar a cada alma, ya sea por medio de la ventura material, o –las más de las veces– por la prueba terrible de la pérdida de todo ello. Sin que esa labor incasable del Buen Pastor aniquile la íntima libertad de cada persona.
Vivimos en una época babélica, en donde las palabras, a fuerza de distorsiones y piruetas mentales, han perdido por completo su significado y parecen diluirse como simples ondas, de sonido, sin ningún contenido ideológico o conceptual. Parece como si la palabra en la actualidad, en lugar, de representar fielmente un concepto y adaptarse a él como algo intrínseco a su naturaleza, ha tomado el aspecto de esas piezas de ropa ajustables, que se ciñen a todas las tallas, con la diferencia de que, en este caso, la palabra tiene una flexibilidad tan práctica y tan comercial que se acomoda a todo, pero con la condición de que nunca haya nada adentro.
Así, vivimos en un mundo confuso y desorientado, en donde más que nunca la labor de comprensión de los fenómenos, antes de ser una tarea de contemplación y estudio, es de precisión y de aclaración. Eso es lo que pretendo en esta serie de narraciones: precisión y aclaración. No en términos periodísticos, sino en forma de novela histórica que siga el marco y el hilo del Apocalipsis de San Juan Evangelista.
Se nos impone hoy, desde la “Imagen de la Fiera”, un erróneo significado de los más esenciales conceptos, error que lleva a las masas y a muchos dizque intelectuales, a establecer y creer en “conclusiones” totalmente alejadas de la Verdad. Tales significados  se nos presentan en una perfecta concatenación lógica y dialéctica, que le da al conjunto de mentiras la apariencia  de algo verídico e irreprochable, pero que en realidad es monstruoso y falaz. La luz de la precisión nos permitirá ver con claridad la grosera substitución del fundamento en el cual se sustenta la totalidad de la abrumadora desconstrucción de la palabra y su significado.
Desde la época de la Torre de Babel, en que el orgullo humano quiso enfrentarse a Dios y vencerlo en sabiduría y clarividencia, el castigo divino descendió a los hombres en forma de-confusión de la£ lenguas.. Y estamos seguros que cuantas veces la sociedad se crea superior a Dios en saber, tendrá que sufrir, el mismo castigo-de la confusión, porque desde aquellos remotos días, el Supremo Hacedor dejó decretado que el género humano forjara  su cultura sobre la base deleznable de unas, cuantas palabras: libertad, . democracia, civilización, bien, justicia, etc., que se han aplicado', a ideas y conceptos cardinalmente distintos y que llevan por lo tanto, en su significado, el destructivo germen de la confusión. No es queriendo adoptar las palabras a nuestras ideas preconcebidas como lograremos la claridad; eso es necio orgullo o dolo manifiesto y desemboca necesariamente en la confusión.
La. labor, de aclaración hay que llevarla a cabo con humildad y sencillez, aceptando plenamente el Origen divino en el contenido de los conceptos axiológicos; reconocerlos, utilizarlos,  y  adaptarse  a  ellos  denominándolos  debidamente, con  plena  franqueza, en  lugar de  revestirlos  de  palabras que  no  les  corresponden,  por  el  mero  hecho  de  que  nos  conviene  para  engañar  a  los  semejantes.
Ha  sido  labor  sistemática  de  la  contra civilización,  en nuestros  últimos  tiempos,  Henar  de "confusión  el  mundo  de nuestras,  ideas,  con  objeto;  de  poder  convencer  de lo  malo, con  nombre  bueno.  Pretende  crear  otra  Torre  dé  Babel, pero  esta  vez  el.  orgullo  ha llegado  hasta  los  límites  de  la locura;  sé  vencerá  a  Dios  con  sus  mismas  armas;  antes de  construir;  la  Torre,  se  construye  la  confusión.  Si en  el ejemplo  bíblico,  la.  humanidad  se  vio  detenida  en  su  osadía por  la  confusión,  ahora  la  humanidad-  creará  la  confusión para,  lograr  la'--osadía  de  las  osadías:  acabar  con  el  Creador, construyendo la  más  gigantesca  de  las  edificaciones:  el  comunismo mundial.
Cuando  el  confusionismo  verbal  empezó  a  invadir  el mundo  .cómo  una  opaca  "niebla,,  haciendo,  desaparecer  los perfiles  de  las  ideas  aún  claras  qué  las  palabras  representaban,  fue  precisamente  en  el  momento  en  que  aparece  en; la  escena  mundial  una  de-las  principales  figuras  de  la  contracivihzacíón,  cuyo  nombre  fue.  Lenin,  creador  del.  lenguaje que  él  mismo  denominó,  "esópico",  y  cuya muestra  puede verse  én  su  panfleto  publicado  en  Rusia  antes  dé  la  revolución  y  titulado:  "Imperialismo,  la  fase  nías  elevada  del capitalismo".
En  el  prólogo  a  las  ediciones  francesa  y  alemana,  el  jefe comunista  señala  la  necesidad  de  valerse  continuamente  de. ese  lenguaje  para  poder  engañar  con  facilidad.' A,  .partir, de  entonces,  el  término  "libertad",  por  ejemplo,  se  usa  para señalar,  tanto  la  situación  de  los  habitantes  de una.,  democracia,  como  para  mostrar  el  estado  de  los  que  radican  en el  paraíso  bolchevique.  Igual  asegurarán  los  anarquistas  que. sólo  en  su  doctrina  •  puede  adaptarse  cómodamente  la  palabra,  como  los  naturistas  afirmarán  que  el  estado  de  naturaleza  es  la  única  y  verdadera libertad,  mientras  los  juristas: pensarán  qué  en  la  naturaleza,  al  regir el  imperio  de la fuerza,  se  nulifica la  libertad  y  solamente,  bajo  el  manto. protector  de  la  ley,  es  donde  se  logra  tan  preciado  bien.
Igualmente  vemos  aplicar  la  palabra  Democracia,  tanto al  sistema  soviético,  como  al  régimen  suizo;  igual  al  desarrollo  político  de  Norteamérica,  que  a  los  gobiernos  hispano americanos. ¿Y  qué  diríamos  de  las  palabras  "Paz",  "Pueblo",  '"Revolución",  etc.,  que  ya  parecen  simples  etiquetas  que  pueden pegarse  en  cualquier  parte?  Qué poco  significan  ya, las  palabras!  Hoy  más  que  nunca,  es  preciso  aferrarse  á  la  relación  que  existe  entre  las palabras  y  las  ideas;  y  entre  éstas  y  los  hechos,  sin  perder de  vista  esta  interdependencia  fundamental.  Sólo  batiendo fuertemente  las  alas  de  Dédalo,  podremos,  salir  del  laberinto.




Hay que dejar muy claro un hecho fundamental: no somos un equipo de periodistas, ni nos dedicamos a dar noticias aterradoras para impactar destructivamente en el ánimo de la gente, y afectar así, para mal, la vida entera de la Nación. Tampoco somos un grupo de  policías o detectives. Por lo cual todas las historias, por reales que sean o parezcan, no son reportajes que pretendan denunciar algún suceso en particular, de esos que a diario ocultan, distorsionan y a veces publican los medios de comunicación.
No nos ocupamos particularmente de escribir con sangre la macabra cauda de cadáveres decapitados, tiroteados, encostalados, encobijados, descuartizados o fundidos en ácido. Ni de la agresiva y malévola acción de Crimen Global Organizado.
Pero sí nos dedicamos a descubrir el verdadero rostro: el de los cupulares, supremos autores intelectuales de las masacres y la “narcoguerra”. Ese que se camufla muy dentro y arriba del Sistema monolítico que gobierna no sólo a México, sino a la Tierra entera.
Así que no esperen encontrar los lectores un superficial e incompleto recorrido sanguinolento a través de las escenas de horror que enlutan al país y que se reproducen de boca en boca, pero que callan lo esencial, lo medular, no sólo por pánico, sino por una tremenda ignorancia. Tampoco pretendemos hacer un fallido documental ni un pretendido análisis –superficial hasta caer en lo caricaturesco– como el que se hace en la película “Infierno”. Esa cobarde cinta se redujo a filmar una crónica de muertes absurdas, en algún desértico lugar perdido en la inmensa geografía mexicana, sin analizar las verdaderas causas. Ni mucho menos se atrevió el cineasta a señalar a los demoníacos “Señores de las Sombras”, los verdaderamente culpables. Es como si alguien nos mostrase un juego de ajedrez en el cual las únicas piezas que vemos moverse son los peones; si acaso un caballo. Mientras tanto, los alfiles, las torres, las reinas y los reyes que libran la mortífera disputa quedan ocultos a la atónita mirada de ingenuos, y con todo, horrorizados espectadores.
Lo que hacemos es levantar el velo tras el cual se esconden las causas últimas –o más bien, primeras– de esta torturante realidad, de esta sórdida brutalidad bestial: la “contracultura de la muerte” que nos hiere con su negra daga de obsidiana, como si el matricida dios azteca, Huitzilopochtli, hubiera regresado para causarnos una insoportable sensación de abandono e infernal desolación. Sin que nadie se atreva a desenterrar y poner a la luz las auténticas raíces del mal.
Somos la pluma y la tecla de un gran equipo de filósofos, historiadores, novelistas y psicólogos, todos ellos estudiosos y apasionados lectores. Hemos tenido que bajar a las alcantarillas y subido a los palacios que se gobiernan secretamente “Desde el Nido de la Serpiente”. Por eso, insisto, esta no es tampoco una “crónica” sanguinolenta sobre las cruentas peleas de los cárteles por el territorio, los negocios, la usura, el poder y la gloria. Aunque accidentalmente pudiera parecerlo.
No buscamos tampoco esclarecer la secretísima y huidiza verdad legal –generalmente indemostrable, gracias a la genial psicopatía de los criminales invisibles. Es imposible ganar esta guerra cósmica a base de denuncias legales. Los nombres y apellidos aquí mencionados son intocables gracias a la formidable Impunidad Invencible, desde la cual hoy se manipula a esta infortunada Nación Mexicana. Impunidad de la cual se puede mirar sólo la brumosa puntita del iceberg.
Esta denuncia, aun cuando la presentamos con acritud y exactitud extremas, es mucho más profunda que la que pueda hacer cualquier periodista o investigador. Relatamos a veces, sí, lo que ocurre en la punta de dicho iceberg. Pero siempre yendo al fondo de esa masa monstruosa que no se ve a simple vista. Porque queda oculta bajo un gris y espeso océano de mentiras, engaños, manipulaciones, falsedades y verdades a medias.
Lo que pretendemos, estrictamente hablando, es realizar un análisis narrativo enfocado a proyectar y revelar ante el lector una profunda visión “histórico-filosófica-teológica-apocalíptica” de mucho mayor alcance de lo que a simple vista pudiera parecer. Es posible afirmar, sin petulancia, en honor al tema central –el Apocalipsis de San Juan– que este es un libro revelador, así como “apocalipsis” significa “revelación”. “La  verdad es un criado torpe que siempre rompe los platos mientras los limpia” –escribió Karl Kraus.  Casi siempre las revelaciones incomodan demasiado. Nosotros anhelamos rabiosamente cuando menos incomodar a uno que otro personaje de nuestro parque jurásico: lo mismo a los “Priranosaurios Rex” que a los  “Paniosaurios novus”; sin olvidar a los temibles “Perredáctilus depredatorius” y a los patéticos “Enadondontes Stultos”.
Cada día es más desesperante y angustiante el ir conociendo gente de buena fe que no tiene la menor idea de lo que sucede en los diferentes ámbitos del acontecer humano, particularmente en México. Cuando mucho, la mayoría se queda con lo que dicen los medios masivos, esos especialistas en desinformación, deseducación y destrucción de la familia –apoyados desde hace décadas, tal vez siglos, por el monolítico Sistema Global de Poder.
Porque no es posible comprender lo que pasa en la punta del iceberg mundial –ni siquiera una mínima parte– si no se conocen las causas recónditas, insondables. Esas que están diabólicamente agazapadas en la masa oculta, así como los peces abisales medran bajo el mar. Es imposible comprender por qué el Narcotráfico, los secuestros, las extorsiones, la trata de mujeres, niños y migrantes; el lavado de dinero, la piratería y la cibercriminalidad –entre otras docenas de plagas y azotes– están en auge apocalíptico, si nos quedamos en describir los hechos sin adentrarnos en sus razones últimas, en sus causas. Y si no comprendemos los orígenes de nuestros males, no podremos evitarlos ni conquistar los bienes que tanta falta nos hacen, no digamos ya para vivir bien, sino simplemente para sobrevivir.
Si las ganancias de la multinacional “CRIMEN GLOBAL ORGANIZADO  S. A.” son miles o millones de veces superiores a las de cualquier negocio honesto. Si la tasa de utilidades usurarias es fenomenal. Si la rapidez de la recuperación por ejemplo, de Cancún– es prácticamente instantánea. Si los riesgos parecen excesivos, pero la realidad es que los verdaderos capos siempre salen ganando. Si el opio afgano goza de una producción récord, financia talibanes y terroristas tanto en Asia Central como en el Medio Oriente. Si las mafias internacionales distribuyen narcóticos de manera impune en el Globo y mueren muchas personas por sobredosis y violencia asociada en el primer mundo. Si el crimen organizado mueve más del 12% del comercio mundial…
Y si todo mundo habla de “soluciones” que son más de lo mismo –inútil y absurdo– como forma de locura o necedad legendarias: ¿acaso no resulta entonces indispensable –digno y justo– buscar las causas precisamente ahí donde nadie las sospecha, o si alguien las intuye prefiere callar, temeroso o cómplice?
Lo que ocurre rebasa en exceso el concepto común de “delincuencia organizada”, porque ésta es ya una especie maligna de septicemia necrosada que tiene atrapada toda la economía, la política, la sociedad, los Estados, gran parte de la Iglesia Católica, otras confesiones religiosas y hasta las mismas sectas; amén de los ejércitos y las policías de todas las naciones. Cuando los Estados no pactan con él, el CRIMEN ORGANIZADO GLOBAL ¬–de impoluta y decentísima fachada– se opone rotundamente a las pretensiones legales sobre el monopolio de la fuerza y de la fiscalización; y obtiene, impune y avasallador, el absoluto control sobre el territorio y las personas.
México no sufre aislado esa deprimente realidad. Porque con sólo arrojar un vistazo al Planeta Tierra nos damos cuenta de que ya no hay zonas valiosas y significativas que puedan presumir de no haber sido invadidas por los peones, alfiles, torres, caballos, reyes y reinas de la violencia y la maldad organizadas. Insistimos: todo esto es sólo el síntoma, mientras que casi nadie repara en la auténtica enfermedad, en las causas ocultas tras las engañosas ráfagas de la violencia cotidiana.
Si casi todas las mafias se instalan en Alemania, si prosperan en paz entre sí –mientras la sociedad se corrompe y las familias se desintegran. Si la otrora católica España es hoy la “barriga adicta y blanda” de Europa. Si España, Kosovo y Holanda son las naciones por donde más droga invade a Europa. Si las mafias se están comiendo y enseñoreando a toda la Unión Europea… ¿basta como explicación decir que “lo que pasa es que al otro lado del mundo –en Afganistán y Paquistán– surgió un Narcoestado talibán que satisface el 90% de la demanda mundial de heroína, la cual genera sólo ella cien mil millones de dólares al año”?
Si alguien acepta esta explicación como única o principal, entonces no entiende nada. Sería algo así como decir: “lo que pasa es que me duele la cabeza porque tengo dolor en  la cabeza”. “Tengo pulmonía porque tengo pulmonía”.
Y otra sosería: ¿acaso basta con explicar que “en Colombia la guerrilla pasó de revolucionaria a narcotraficante –en un proceso degenerativo– en el cual el grupo armado negocia y comparte el Narcotráfico con los paramilitares traidores”? ¿Acaso ese fenómeno no es sino una consecuencia de algo mucho más profundo? Pretender ignorarlo es hacerse el imbécil. O algo peor: ¡ser cómplice! Otra necia y superficial explicación: que en China, las famosas “triadas” –tan antiguas y poderosas como la Mafia o la Camorra– “están más fuertes que nunca porque aprovechan el espectacular crecimiento de la economía china”. Y porque su expansión, en el resto del mundo, es paralelo a su rotundo éxito comercial.
Otra “estupenda” explicación: que si los chinos, filipinos y japoneses mafiosos no se limitan a sus actividades criminales adicionales y nuevas –como el tráfico de personas a escala mundial–, sino que tienen una importante participación en la economía legal del mundo, se debe a que “compran a las autoridades del más alto nivel para controlar los centros de producción y bases de tránsito para la droga”. O sea: los efectos como explicación de sí mismos. Según los sabihondos profesores de hoy en día, no hay sino efectos circulares, “ad náuseam”.
Siguen con su hueco sonsonete: si en España e Italia prosperan las mafias rusa, ucraniana, chechena, balcánicas... Si las víctimas en Costa del Sol y Andalucía alimentan la sangrienta crónica cotidiana y la “Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada” advierte de un brutal incremento de las actividades criminales, nos salen con una fantástica explicación:

“Lo que pasa es que el crimen organizado está especialmente presente en la contratación de obras públicas, donde, además de obtener beneficios patrimoniales, las redes amplían sus contactos políticos”.
“Asistimos con impotencia a un fenómeno criminal de primera magnitud: la delincuencia organizada transnacional goza de un poder extraordinario de corrupción y éxito, porque se sabe adaptar a los distintos contextos sociales y políticos”.

Si nadie se salva: ni África, Asia, Bielorrusia, Canadá; y tampoco Australia, y mucho menos los USA, desde luego... ¿qué es realmente lo que hace tan vulnerable el mundo entero a la acción deletérea y corrosiva del Mal? ¿Por qué los policías, soldados y gobernantes del mundo que gritan “¡al Narco!”, y que dicen perseguirlo, al mismo tiempo lo financian, lo cuidan, lo protegen y lo arman, e incluso lo meten en su propio ADN? ¿Por qué los consumidores de Chicago, México, Ottawa, Sídney, Londres, París y Madrid –por sólo citar a unos cuantos– pagan la corrupción de los policías mexicanos, y además financian el terrorismo en África, Asia y Colombia?
¿Por qué nadie que conozcamos se ha ocupado de analizar las verdaderas causas de un crecimiento tan vertiginoso y exponencial de todas las formas posibles de maldad?
¿Por qué aún existen “pseudosabios” –y también personas de indudable buena fe– que insisten en que “ha llegado el momento de discutir en serio la legalización del consumo de droga?”
 Lo peor: muchos políticos –como Vicente Fox, por ejemplo– piensan que “al Narco no se le extermina; sólo se le administra”. Quienes administran al Narco: ¿son acaso inocentes?
Esta serie “novelística” se fundamenta en el Apocalipsis. Porque es el libro más rico en símbolos de toda la Biblia. Su densa simbología y la avalancha de eventos y procesos complican la tarea de interpretar la totalidad del mensaje o Revelación. Por ello ha sido objeto de innumerables investigaciones, interpretaciones y debates a lo largo de la historia.
Bien: Hemos dedicado nuestra pluma a lanzar al viento la visión de un equipo multidisciplinario que ha alcanzado una visión de tal naturaleza distinta a las conocidas, que resulta imperativo darla a conocer como nadie lo ha hecho hasta ahora. Evitando, desde luego, cualquier punto de vista cuya naturaleza pudiera ser tachada como herética por el Magisterio de la Iglesia Católica, al cual alegre y humildemente este equipo se somete.
En este largo y profundo análisis narrativo –a la vez realista que hiperbólico y analógico del Apocalipsis– novelado y simbólico, pero totalmente verdadero e histórico, es también profético. Aquí podremos encontrar –aguzando la mirada– la explicación, el origen y el desenlace de nuestras grandes tragedias en los siete ámbitos más importantes de la Historia Universal:


1) Las moléculas y las funciones del “ADN” del Narcotráfico, como inmenso pulpo global, particularmente cebado en México, Afganistán y Colombia. Éstos como proveedores y los USA como consumidores campeones, seguidos por la Unión Europea, con España como líder.
2) Los orígenes, fundamentos y propósitos del “Novus Ordo Saeculorum” y el gobierno único del “Príncipe de este Mundo”: “El Ojo que todo lo Ve”, y bajo cuya anuencia –“Anuit Coeptis”– la población mundial está siendo paulatina e insensiblemente preparada para aceptar, como único remedio salvador, un mando único rabiosamente anti humano. “Porque él fue homicida desde el principio”.
3) El origen y la razón de ser de la “Banca Internacional Globalizada” que siempre ha existido, porque sus dueños se han creído autorizados por Dios mismo para prestarle al extranjero con usura. Porque para ellos los “extranjeros” somos todos quienes no pertenecemos a su credo, raza o agendas ocultas.
4) El propósito del “Ejército Único” con sede en los USA, Israel y la Unión Europea, que amenaza y azuza habitualmente al Islam con sus innumerables y mortíferos artefactos de destrucción masiva.
5) La razón de ser del monopolio mediático: TV, Prensa, Internet, Radio, que proyecta en todo el Planeta la “Imagen de la Fiera”; “Endemol”, por ejemplo, con su obsesión por destruir la Cultura de la Vida y dar paso a la “Contracultura de la Muerte”.
6) Las intenciones ocultas –cada vez más evidentes– de la “Universidad Global Atea” que le cierra sus puertas al Papa en la propia Universidad de la Sapienza.


A esos seis asuntos hay que añadir el apocalíptico propósito último y final del “Príncipe de este Mundo”: la destrucción irreversible de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y la suspensión definitiva del Sacrificio del Calvario –la Santa Misa, acontecimiento próximo que San Juan llama “la abominación desoladora”. Proclamamos que nuestros relatos son, a la vez que ligeramente ficticios, también profundamente reales –cosa harto paradójica– porque se encuentran fundamentados sobre las estremecedoras e ineludibles profecías del Apocalipsis, esas que se cumplirán indefectiblemente porque son palabra de Dios.  Sólo hay que saber quiénes son los ejecutores que ayer, hoy y mañana están a las órdenes de tal Príncipe.
Aquí se narra cómo han sucedido los hechos –historia–, cómo están ocurriendo –observación aguda– y cómo pasarán –apocalíptica profecía–, utilizando un lenguaje contemporáneo, ya que San Juan Evangelista utiliza multitud de símbolos propios de su época, con significados que se prestan a muy diversas y aun contradictorias especulaciones.
¿Qué tan apasionante y revelador sería entender todo eso con un lenguaje actual, y a la luz de los acontecimientos de la historia contemporánea? Ofrecemos para ello la amplia y profunda visión de un gran equipo de especialistas, con el ánimo profundo de revelarle al lector un camino menos tortuoso e incierto en la feliz conquista de su Último Fin. ¿Qué dice otro Profeta que escribe también su propio “Apocalipsis”, y que es Isaías?:

“La Tierra es arrasada; sí, arrasada, saqueada por completo, porque el Señor ha pronunciado esta palabra. La Tierra está de duelo, desfallece, el mundo se marchita, desfallecen las alturas junto con la tierra que está profanada bajo los pies de sus habitantes, quienes violaron las leyes, transgredieron los preceptos, rompieron la Unión. Por eso la Maldición devora la Tierra y sus habitantes soportan la pena; por eso se consumen los habitantes de la Tierra y no quedan más que unos pocos”. Isaías, 24, 3-6.

Así pues, esta serie literaria pertenece, sobre todo, al género apocalíptico, “revelador”. Esto significa que, salvo indicación contraria, casi todos los sucesos narrados tienen lugar dentro de un futuro cuya fecha nadie conoce, porque tal fecha a nadie le ha sido revelada. Y los sucesos que se narran en tiempo pretérito o actual están concebidos en función de ese mismo futuro del que nadie escapará: el Juicio de las Naciones, el Juicio Final que cada persona realizará sobre su propia conducta, asumiendo y recogiendo la consecuencia de sus acciones de cara al Verdadero Mesías.

“Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor y qué responde a mi reproche. El Señor me respondió y dijo: ‘Escribe la visión y grábala sobre unas tablas para que se pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará’.” Habacuc, 2, 1-3.

En vez de grabar en unas tablas nuestras personales visiones –no propiamente proféticas, sino más bien novelísticas–, nos valemos de la tecnología a nuestro alcance una computadora, y luego subiré a la red todo el trabajo del equipo que encabezo para que “pueda ser leído de corrido” por millones de personas.
El final del mundo puede ocurrir hoy mismo, o en unas horas, dentro diez años, cincuenta o cuatro mil años. La lectura del libro del Apocalipsis se puede hacer en varios planos: literal, simbólico, por su género literario, dentro del contexto histórico en el que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, como formidable complemento de los Cuatro Evangelios, y como profecías que de algún modo tendrán que cumplirse, aunque nadie, sino el Padre, conozca el día y la hora.
Hemos creído necesario comprender todos los niveles y ámbitos de este libro profético para evitar interpretarlo solamente desde la cerrada y hasta ingenua perspectiva de los “movimientos apocalípticos” supuestamente cristianos –catastrofistas y paranoides– que se centran únicamente en el terror extremo que causaría el anunciado y temido “fin del mundo”.
Una lectura literal del libro es tan simplista y tan fantasiosa como sostener que Dios hizo el cosmos en seis días de 24 horas. El enfoque histórico permite también ubicar la época del autor, junto con las crisis y sucesos que podrían haber influido en la escritura tanto del libro en general como de ciertos pasajes particulares. En el ámbito simbólico es posible entender también lo que para el autor representarían los numerosos signos que aparecen en el libro, pero a la vez permite a otros –como es nuestro caso– interpretarlos desde la propia perspectiva.
Es importante tener presente que el libro es un escrito cristiano. Y que como tal, lleva implícito el mensaje que se encuentra en los Evangelios, centrado en la figura de Jesucristo. Esta será, desde luego, una referencia obligada e ineludible.
Se ha dado también otro error imperdonable: el de suponer que el Apocalipsis es sólo “Preterista”, es decir, que se concentra en subrayar el cumplimiento de las profecías del Apocalipsis durante el siglo primero de nuestra era. Tiende a identificar a los personajes del libro con personajes históricos de la época de ese siglo I, Nerón, por ejemplo.
Como si el cristianismo no hubiera enfrentado, a lo largo de los siglos, tiranos mucho más eficientes, crueles y poderosos que el propio Nerón. Además de los variados ámbitos que ya mencioné, –literario, histórico y evangélico– existen en mis narraciones otros tres enfoques: primero, uno que podría llamarse “idealista”, desde el cual se ha contemplado el Apocalipsis como una alegoría del combate espiritual entre el Bien y el Mal que de hecho sostiene en su interior todo ser humano, con independencia de su denominación religiosa.
El enfoque “futurista” conlleva la identificación de los personajes del Apocalipsis con distintos fieles de las Tinieblas que surgirán en el futuro, descendientes de las “Bestias Actuales”: esas que hacen hasta lo imposible por instalar en el Planeta Tierra una verdadera “Cultura de la Muerte”.
Es claro que a lo largo de la historia humana han surgido verdaderas “Bestias del Apocalipsis”, como Napoleón Bonaparte, Hitler o Stalin. Pero que serán superados, con mucho, por personajes actuales y futuros, que siguen el modelo más opuesto a Cristo: Fidel Castro, Hugo Chávez, Bush, Obama, Osama Bin Laden, cientos o miles de los gobernantes en México y otras naciones, y casi todos los líderes sionistas de la Unión Europea y del absolutista Estado de Israel: esos genocidas que sostienen como válido el inconcebible asedio permanente contra el pueblo palestino.
Durante la redacción de estas líneas nos acabamos de enterar del bombardeo –con muertos y heridos– contra buques que llevaban ayuda humanitaria a la Franja de Gaza.  Y del frecuente  encarcelamiento de varias personas que insisten en llevar a Palestina ayuda humanitaria, a pesar de la ferocidad de los genízaros que casi siempre logran impedir los auxilios.
También se han manejado los argumentos en un enfoque “cosmológico”, ya que hemos pensado que el Apocalipsis expone el plan maestro de Dios para la Historia, de principio a fin, incluyendo la vida particular de la Iglesia Católica. Cada capítulo, párrafo y línea relatan cómo habrán de ocurrir cada uno de los sucesos actuales y previos al Juicio Final, siguiendo fielmente, hasta donde nuestra capacidad nos alcance, el texto de San Juan. Hemos utilizado un lenguaje moderno, descifrando símbolos, considerando las circunstancias históricas que nos afectan desde milenios atrás, que nos laceran hoy y que son la crónica de un Final proféticamente anunciado.
Para quienes así lo decidan, ese final “finalísimo” consistirá, para muchos, en una caída al “Pozo del Abismo” sin retorno ni rectificación posible. Como también será un final de salvación eterna para quienes así lo elijamos, consciente, decidida, congruentemente.
Porque “muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”.
Algunos pasajes concretos se refieren a tiempos presentes, así como otros a épocas pretéritas, pero también futuras. Hemos dado para ello al lector común ciertas indicaciones, para que le sea fácil darse cuenta de en cuál época se ubica cada suceso narrado, por lo que no se asigna una fecha específica alguna, salvo algunas indicaciones como estas: “en la actualidad”, “hace unos años”, “en un futuro cercano”, “en un remoto pasado”, “en un futuro incierto”, etc...

* * *

Con mucha razón algún lector podría cuestionar:
–Y ustedes… ¿quiénes son para atreverte a “revelarnos” tales cuestiones?
Le respondería que por favor haga lo posible para conocernos –por medio de “Facebook”, por ejemplo–, y después nos juzgue como mejor le plazca. Sólo alego a nuestro favor que algo tiene que decir y aun “revelar” una persona que desde los seis años ha mantenido un ritmo de lectura de uno a dos libros por semana, ya que padezco –como un don inmerecido– de esa extraña enfermedad de la inteligencia que en cierta forma podría llamarse “epistemofilia”, es decir: pasión obsesiva por conocer y aprender, y luego transmitir.
Así que, con sincero respeto, sin ironías ni sarcasmos, hemos escrito también para ser un indigno y limitado vehículo que logre “revelar” grandes verdades trascendentes a mis queridos hermanos en Cristo: Narcos y Capos –aparentes y ocultos, “políticos” y “empresarios”– de todos los cárteles, niveles, Cúpulas Planetarias y gobiernos nacionales.
Da lo mismo que sean mexicanos, italianos, colombianos, peruanos, centroamericanos, rusos y de cualquiera otra nacionalidad. El Narconegocio es global. De una vez les digo: ni se molesten conmigo. No vale la pena. Para ustedes soy inocuo e irrelevante, a menos que decidan tomar en cuenta, con toda seriedad, el mensaje de esperanza cristiana que encierran aun los más terribles y oscuros pasajes. En esta aciaga época apocalíptica no podemos ni debemos los cristianos, ni en nosotros mismos ni en nuestro trato con los demás, quedarnos en la esfera de los enfoques éticos o técnicos meramente naturales.
Si fuésemos nosotros un simple grupo de narradores de “narcosucesos” sangrientos, tendría mucho más sentido grabarse entre la retina y el encéfalo los eruditos y profusos artículos periodísticos de Ricardo Ravelo –respetable cronista que escribe en “Proceso” y que no entiende absolutamente nada de las causas verdaderas de todo lo que él mismo relata– o las bien documentadas historias de diversos periodistas honestos, como Diego Enrique Osorno –de quien recomiendo su “Cártel de Sinaloa” para conocer sólo los datos y los hechos, nunca causas últimas de los flagelos actuales.
Como es previsible, tendré lectores no cristianos, ni siquiera creyentes, y también muchos sedicentes “católicos dísel” –dicen ellos que son católicos– cuando son sólo bautizados, neopaganos, ex cristianos. Mis argumentos y explicaciones sobre “las raíces de mal” llamado “Narco Global” no son meramente naturalistas. Es absurdo e inútil pensar que las explicaciones a tan gravísimos aconteceres pudieran reducirse, entre otras, a causas tan simples como estas:
“Marco legal insuficiente”.
“Bajísimos sueldos de los policías”.
“Escasa preparación táctica”.
“Bajo nivel cultural”.
“Ausencia de mandos únicos en cada estado”.
“Corrupción de todos los órdenes de gobierno”.
“Superior armamento del Narco”.
“Falta de coordinación entre las fuerzas del orden”.
“Burocratismo excesivo”.
“Sistema judicial inoperante”.
“Jueces amenazados o corrompidos”.
“Todo se debe al olvido en el que han estado los jóvenes” –según el “Peje”.
Y un interminable “etcétera” insulso.
Nadie que hayamos conocido hasta la fecha ha señalado las últimas y verdaderas causas del proceso de psicopatización de la sociedad entera. Por ello lo haremos nosotros, con el apoyo mutuo de los elementos del  equipo anónimo que formamos.
Porque los primitivos cristianos –modelos a seguir– no actuaron sólo dentro de un marco natural, sino que dieron sobrenatural testimonio de su Fe. Hoy, empero, estamos avergonzados de ser cristianos. No nos hemos referido  a los autodenominados “cristianos” y que en realidad son sólo una de tantos centenares de miles de sectas espurias que abusan de ese término. Nos referimos a esto: como cristianos: ¿cumplimos con nuestra obligación amorosa por el Bien y la Verdad quedándonos en relatar el Mal y quejarnos de él con toda la amargura y elocuencia posibles?
Creo que no. Porque la esperanza cristiana se nutre de un tesoro sobrenatural que hoy muy pocos comprenden, porque no lo conocen. Y no lo conocen porque el Narcosistema, intencional y rabiosamente, con enorme éxito, ha descristianizado a México cuando menos desde 1917, Constitución “Mexicana” en ristre.
Dicho sea de paso: este “Bicentenario” nos ha puesto  de luto, porque nada había que celebrar. Ni sobre el pasado de la “revolutio” mexicana lleno de mentiras y robos. Ni sobre las realidades actuales. Mucho menos sobre los absurdos alaridos de los criminales como el Cura Hidalgo –finalmente arrepentido– y chusmas carcelarias de las que se valió para retrasar la Independencia de México once años.
Sabemos con certeza, por nuestra experiencia profesional que en muchos de nosotros sobrepasa casi el medio siglo como investigadores, entre otros temas, el de la Historia Universal y de México, que demasiados cristianos vergonzantes creen que para dialogar con los no creyentes, no se debe meter para nada alusión alguna a la Revelación. Nosotros hemos pensado al revés, porque nos convencimos de que si no escribimos desde la verdad y como verdaderos cristianos, podría terminar esto simplemente en el silencio.
Es cierto que no convenceremos a un ateo hablando directamente acerca de un Evangelio en el cual no cree. No obstante, tenemos que hablarle también cristianamente, con la habilidad necesaria, de manera al menos implícita. No de tal modo que ambos terminemos por callarnos, encerrados en la propia subjetividad estéril. En medio de un razonamiento sólo hedonista, y en el menos grave de los casos simplemente naturalista, un cristiano cae en hipocresía cobarde al no hacer referencias a la Verdad Sobrenatural. Puedo y quiero sostener que en la esencia de nuestro mensaje va precisamente la Buena Nueva de la proximidad del Reino de Dios, que llegó en su Persona hecha Hombre.
Sólo referidos a Cristo y aliados en torno a una dimensión Absoluta, encontraremos la posibilidad de derrotar al Narco y librarnos de sus azotes concomitantes y consecuentes: en la conversión de sus jefes cupulares –que casi nunca son realmente conocidos ni nombrados.
¿Quiénes son entonces “El Chapo”, los Beltrán Leyva, los jefes de “La Familia Michoacana” o los altos mandos de “Los Zetas”, y otros muchos pobres diablos por cuya captura los verdaderos culpables ofrecen millones de dólares? Contesto: simples prestanombres, chivos expiatorios, señuelos, distractores, peones a sueldo del Narco Sistema Global. Ellos no mandan: sólo obedecen. Y pobrecitos cuando se atreven a actuar por su cuenta. Ahí termina su carrera hacia la muerte. Como les ha sucedido a algunos de los personajes cuyas historias narro con toda su crudeza y sus inconcebibles contradicciones.
Nunca podremos encontrar soluciones definitivas a las catástrofes humanas sin hacer una clara y contundente referencia al Absoluto. No existe doctrina moral alguna, ni virtud humana natural, ni solución técnica, política o de cualquiera otra naturaleza horizontalista, capaz, por sí misma, de evitar las desdichas humanas. Sólo Jesucristo nos entrega su preciosa referencia auténticamente redentora, y lo hace justamente mediante un inesperado, “demencial” y “escandalizante” sacrificio: el de su propia vida.
Hemos llegado a creernos –y esta es una de las raíces de la en apariencia invencible maldad– que sólo somos individuos racionales condenados a la aniquilación, arrojados en la “nada” al morir, en un Universo carente de significado. De aquí se deriva el sentido de impunidad absoluta, porque al final de la propia vida –se piensa comúnmente– ni hay rendición de cuentas ni consecuencia alguna, ni para el santo ni para el héroe, ni para el “Mochaorejas” ni para los grandes sicarios o corruptos; y mucho menos para Stalin, Mao, Bush, Obama o Fidel Castro.
Así que lo repito. Personajes del Crimen Organizado: no pierdan su tiempo en estallidos de iracundia contra alguien que sólo anhela que ustedes se salven en el mejor sentido de la palabra, para siempre. No sólo de la frágil e incierta justicia humana, sino ante todo del juicio de su propia consciencia, al morir, en presencia del Juez Supremo. Se crea o no, de todas formas allá nos veremos, indefectiblemente. Sólo les recuerdo que “el que ríe al último ríe mejor”.
Además, insistimos de nuevo: por poderosos que ustedes se consideren, la verdad es que carecen de algún poder propio, porque no pasan de ser simples peones desechables de un “Invisible Poder Real”: –“Real Politik”– que se mueve en niveles tan altos, tan sombríos y ocultos para las personas comunes, que son inaccesibles.
Y como ustedes ni siquiera sospechan de su existencia, alguien se los tiene que revelar. Esperamos y deseamos poder hacerlo, para que después tomen sus decisiones de manera más ilustrada, advirtiendo las consecuencias con mayor claridad y suficiente anticipación.
Va el mismo mensaje y para todas las nomenclaturas: “Los Zetas”, el Cártel del Golfo”, el “Cártel del Atlántico”, el “Cártel del Pacífico”, el “Cártel del Milenio”, el “Cártel de Ciudad de las Muertas” –o “Cártel de Juárez”–, “La Familia Michoacana”; “La Resistencia”, los “Casalesi”, la “‘Ndrangheta”, la “Camorra”, la “Cosa Nostra”, y todas las demás –sin menospreciar a ninguna de las existentes en el ámbito global.
Desde luego: lanzamos el mismo mensaje revelador a la corrupta y monolítica clase política, de la que el “Sistema” que oprime a México desde la expulsión de los jesuitas, en el año de 1767, es sin duda el mejor representante arquetípico –en cuanto a la perfección en la impunidad– de la mafiosa capacidad conspirativa y perpetuación corrosiva contra la doliente Humanidad.
No tiene objeto alguno atacarme ni perseguirme, como algunos cárteles italianos lo hacen, por ejemplo, con el audaz e indomable periodista y escritor italiano Roberto Saviano. Él desnudó a la “Camorra” con sublimes denuncias reveladoras, dentro de su epopéyico libro “Gomorra”. Nosotros no denunciamos ninguna “verdad legal” comprobable, pero procuramos revelar –como “Apocalipsis”– lo más posible. Además, como ya mencionamos, ninguno de los Narcopolíticos miembros del “Crimen Organizado S. A.” va a ser indiciado por estás revelaciones, porque fungimos como periodistas, ni testigos, ni ministerio público. No hago una relatoría de hechos criminales, sino que nos ocupamos de su origen remoto, de su desconocida identidad y de su trágico e inevitable destino final.
Sólo advierto el terrífico futuro del que podríamos escapar si a tiempo identificásemos al Enemigo real y nos amparásemos bajo el Amigo verdadero. Sin embargo, tal y como hoy se ven las cosas, parece que muy pocos escaparemos de las garras del Maligno. Como dice Cristo, e intencionalmente lo vuelvo a decir: “porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”, entendiendo por “escogidos” no a una especie de sujetos premiados por capricho de Dios, sino más bien personas “auto escogidas”, ya que sólo se salvan los que realmente permanecen fieles a la Gracia, a pesar de todos los embates del Adversario.
“El que te creó sin ti, no te salvará sin ti” –nos explica San Agustín, legendario pecador antes de su conversión. ¡Cuidado! Porque a principios del Tercer Milenio tenemos ya una serie de señales inquietantes, algunas demasiado obvias. Va como ejemplo esta: que ya se completó la “Apostasía General de las Naciones”. Y mucho más en México, el país de la impunidad institucionalizada –una “Impunilandia” protegida por tirios, troyanos y muchos cobardes. Incluyendo a quienes están incrustados, corrompiendo a México de peor manera que todos los cárteles juntos, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Senado, la Cámara Baja y los gobiernos estatales, sin dejar de lado al propio gabinete presidencial.
Nos limito a advertir y a revelar lo que habrá de ocurrir, inexorablemente, a partir de lo sucedido a lo largo de milenios de historia, y de lo que hoy sucede. Porque estas narraciones no se ocupan tanto de los criminales organizados de ínfimo nivel –como “Nacho” Coronel, asesinado hace unos meses, que se creen y los creen lo máximo–, sino de la influencia maléfica que ha ejercido, ejerce y ejercerá sobre todos nosotros el verdadero “Amo Global”, el que opera “desde el lado oscuro de la Fuerza” –auténtico “Príncipe de este Mundo”– y de las consecuencias apocalípticas que hemos sufrido, estamos sufriendo y seguiremos sufriendo, hasta lo inenarrable, al ceder a las exigencias de tal Príncipe, principal “Adversario” de la Humanidad y “Padre de la Mentira”.
Dicho de otro modo: nos refiero a “La Serpiente” –llamada “Saurón” en el “Señor de los Anillos”, y “Lord Sith” en “La Guerra de las Galaxias”. Es obvio que la mayoría de los capos y de los políticos más encumbrados desconocen, sólo parcialmente, la humillante esclavitud a la que están sujetos por tan eficaz y poderoso personaje. Porque si leyeran la letra pequeña de la factura que “él” les va a presentar de modo inevitable –el día de la rendición final de cuentas–, muchos de los criminales de cuello blanco que hoy dirigen el Planeta se cambiarían de bando. Lo mismo aquellos que comandan el Ejército Global, que los que manipulan la Banca Mundial; estos otros que nos mienten cínicamente desde los Mass Media universalizados, sin olvidar a quienes logran engañarnos y castrarnos la mente desde las cátedras universitarias ateas y renegadas.
Y desde luego: esos otros lobos que se disfrazan con piel de obispo y “padres fundadores” dizque católicos para violar niños. Aquellos que trafican con drogas, y finalmente quienes intentan gobernar el mundo entero. Ninguno de ellos permanecería en las filas del Crimen Organizado –ese que dicen combatir, y del cual viven y medran– si de verdad se hubiesen arrepentido.
Y no para ganarse unos dólares con las denuncias, sino por motivos mucho más profundos, como el de conocer la Verdad Revelada, esa Verdad que no es “algo”, sino “Alguien” que cuelga de una cruz, y que, resucitando, los llevaría posiblemente a caer de hinojos, arrepentidos. Como dicen los narcos colombianos en “El Cártel de los Sapos”: “¡estense frescos, fresquitos!”
El único problema que puede surgir es que la conciencia de alguno de ustedes, si nos lee, se sienta lastimada, o tal vez despertada y aun despavorida ante la fuerza apocalíptica de las revelaciones que aquí podrán leerse. ¡Qué bien: ese sí es un objetivo mío, porque una conciencia herida por la revelación de las consecuencias de sus propios actos se verá obligada a rectificar antes de los Juicios personal y Final! Sólo deseo que esos depredadores puedan y quieran salvar su alma, antes de que la muerte física les robe toda posibilidad de arrepentimiento, rectificación y resarcimiento. Para ellos revelo, denuncio, señalo, ataco, clarifico.
Tampoco soy primordialmente un cronista académico a quien le interese narrar hechos profusamente documentados sobre los diversos aconteceres de la Historia Universal o de México. Sin embargo, como analista y estudioso de la Filosofía de la Historia, no eludiré la necesidad de penetrar en “La Otra Historia”, esa de la que nada quieren saber los poderes oficiales establecidos, pero no con propósitos académicos, sino movido por algo mucho más hondo, problemático y categórico: dar a conocer las raíces y las consecuencias últimas de nuestros males, para que al conocerlos alguien rectifique y cambie su destino final.
Quiero revelar –dar a conocer– cómo es y en qué se fija hipnóticamente la luciferina mirada lanzada sobre la Raza Humana “Desde el Nido de la Serpiente”. Esa es nuestro visión del Apocalipsis: cómo nos observa, nos seduce y nos hipnotiza Luzbel, para después cebarse sobre cada alma y hacerla suya para siempre; eso sí, con nuestra anuencia.
Expongo, pues, crudamente, esas raíces remotas del Mal en las que nadie piensa, ni en sus eternas consecuencias. Ni siquiera los líderes mexicanos de la dormida y adocenada Iglesia Católica quieren darse cuenta de que ya están corrompidos por la exquisita y letal acción corrosiva de los sutiles venenos del serpeante y pérfido Maligno.
Y que el final se acerca ya, por lo que quiero irme con la certeza de haber amado no sólo a los míos, sino a todo prójimo, por remoto que físicamente esté. A ese prójimo desconocido quiero revelarle cuestiones, catástrofes, posibilidades y soluciones cuya existencia ni siquiera imagina. A pesar de la evidencia de siete sellos abiertos, siete trompetas de brillantísimos y tremebundos clamores, siete copas llenas de cataclismos y catástrofes –muchas de las cuales aún podríamos evitar. Esa es la razón por la cual no nos ocupo precisamente de narrar sólo ni principalmente los conflictos y matanzas entre clanes, combos, cárteles, países, credos, razas, partidos políticos, etnias, sectas, castas o agentes oficiales.
Tampoco interesan aquí las cifras de los muertos. Mientras escribo estas líneas, el 20 de junio del 2011, los diarios dan a conocer que ya quedó superada varias veces la que en enero fuese la peor jornada en el número de asesinatos violentos a manos de cárteles del Narco Global: 70 muertos, cifra que será ampliamente superada cualquier día cercano... y en el remoto futuro.
La cifra, desde nuestro punto de vista, es irrelevante. Podrían haber sido dos, o cientos de miles. Porque el verdadero problema no es “cuántos mueren”, sino “por qué mueren” y qué sucede con ellos al morir físicamente:
¿Se aniquilan, perdiendo para siempre el “Yo”, la memoria y la conciencia, la inteligencia y la voluntad?
¿O se atienen, para siempre, a la rendición de cuentas de sus propios actos, y asumen las consecuencias de manera ineludible?
La cifra, insisto, es irrelevante, porque al final de cuentas todos habremos de morir, y todos tendremos que asumir las consecuencias de nuestros actos, por toda la Eternidad. Sin embargo, no soslayaré la brutal importancia de las inconcebibles hecatombes que en México se dan diariamente y por docenas, con la máxima alucinante variedad posible. Aunque ya no impacten ni escandalicen a nadie, porque los cincuenta –“sin cuenta”– muertos diarios han pasado a formar parte del paisaje.
 Ahora son tan nimias y tan anónimas todas las muertes, incluso las de civiles y familiares inocentes, que ya se ven letreros que dicen: “Prohibido tirar cadáveres aquí”. Ni nos detengo demasiado en las truculencias o macabras aventuras de los narcos comunes –de diverso nivel jerárquico– sino sobre todo en las de quienes ocupan las cúpulas del Poder. Por supuesto: espero que nuestro serie de revelaciones deje muy en claro que el Poder, para la República Mexicana, por ejemplo, no se ejerce desde “Los Pinos” ni desde Palacio Nacional, como tampoco el Banco de México sirve para lo que dice servir; ni el SAT, ni Secretaría alguna.
Los verdaderos destinos de México se deciden desde muy lejos, a miles de kilómetros de nuestra Ciudad Capital. Más bien he procurado analizar y exponer los dramas y conflictos del máximo nivel político y del más largo alcance histórico, dentro de un contexto cuya profundidad a nadie parece importarle... por lo cual hay que revelárselos. No es tampoco esta obra un paralelismo mexicano de esa excelente creación colombiana llamada “El Cártel de los Sapos”.
Aunque parezca repetitivo hay que decirlo de nuevo: porque algo que triste y fatalmente se ignora o se soslaya en esa espléndida obra –tanto en la literaria como en la televisiva– es que la mayoría de nuestros llamados “grandes capos” en México o en Colombia, lo mismo que en República Bolivariana, Perú, Argentina, Afganistán o Unión Europea, no son los verdaderos Capos.
Éstos son sólo marionetas inconscientes y en gran medida involuntarias, sujetas a un orden de cosas muy superior, invisible, secreto, maléfico, encantador e inexorable, y cuyo libérrimo origen puede rastrearse con singular veracidad, hasta el principio del principio del Mal y su bestial presencia en la Creación. Ni nos ocupo aquí de las “conspiraciones” en las que una ingente multitud cree para escapar a su propia responsabilidad personal.
Claro, las conspiraciones existen y nunca han dejado de provocar brutales cataclismos históricos; y, –lo sepamos o no– seguirán dándose hasta el Juicio Final. Independientemente de su grado de fantasía o realidad, casi todas ellas son falibles, limitadas y caducables, en diversos grados: desde las que fracasan aun antes de comenzar, pasando por las que logran un éxito relativo, hasta aquellas que han perpetrado a la perfección –o casi– sus propósitos, ya sean honestos, ya sean maquiavélicos. Sin embargo, con el afán de brindar a mis lectores un panorama más amplio, profundo y crítico sobre este tema, ofrezco algunas explicaciones al respecto:
El eje rector de esta narración, de medular temática apocalíptica –como ya quedamos– no se ocupará, ni siquiera de manera tangencial, de esas tan fantásticas e increíbles conspiraciones famosas –verdadera psicosis de conspiranoia– que comparten invariablemente cuatro grandes características: fantasía desbocada, superstición y esoterismo, ignorancia culpable o invencible y una buena dosis de fanatismo.
Nos refiero a una interminable lista, en la cual se encuentran, dentro de la misma categoría de absoluta inverosimilitud, algunas que la gente común da por ciertas, en las que generalmente andan metidos los anhelados extraterrestres.
Por otra parte, no existen ciertas “conspiraciones grandiosas” que preocupan obsesivamente a cientos de millones de personas. Una de las más socorridas se llama “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, aunque muchas de las intenciones conspirativas ahí descritas se estén cumpliendo, algunas al pie de la letra. No existen en la historia humana, “complots perfectos”, libres de fallos, ni propiamente de absoluto alcance universal. Sin olvidar que distintos grupos, naciones o ejércitos lo han intentado, o incluso logrado: Alejandro Magno, por ejemplo, tuvo bajo su cetro imperial prácticamente todo el mundo conocido de su época, al igual que algunos de los emperadores de Roma. En sus momentos de gloria, Felipe II de España podía decir “en mis dominios nunca se pone el sol”.
Obviamente no se lograron tales imperios sin penetrar secretamente en las cortes y los gobiernos de las naciones rivales, cualesquiera que éstas fuesen, independientemente de las guerras frontales –terrestres o navales–, las cuales, por su parte, también requerían no sólo de estrategas, armas e insumos militares, sino de hábiles espías y conspiradores, o agentes dobles.
Todo esto ha sucedido desde la legendaria, próspera y decadente ciudad griega Síbaris y la heroica Troya hasta la Guerra del Golfo o la invasión a Irak. Además de los conflictos –¿locales o globales?– que en estos momentos se estén cocinando, a pesar del escepticismo de los que no creen en conspiraciones.
¿O es que aún alguien puede ser tan ingenuo para pensar que Irán y Corea del Norte están solos en sus proyectos y pruebas nucleares o lanzamiento de misiles?
¿O que Rusia sólo desea dotar de centrales nucleoeléctricas a Irán, sin fines militares de ninguna clase?
Creer que actúan por su cuenta, sin lazos inconfesables por parte de sujetos impolutos que viven y medran en Occidente, implica una ignorancia de la historia realmente chusca y ridícula.
No obstante todo lo antes dicho, quiero demostrar que sí existe una especie de conspiración tan absolutamente exitosa como perfectamente atípica. Y es tan exitosa y atan atípica que tendría que bautizarse con un nombre distinto al de “conspiración”. En ella están metidos, sabiéndolo o sin saberlo, casi todos los personajes pasados, presentes y futuros de nuestra “clase política”.
Intentaré revelarla y ponerla al descubierto conforme vaya profundizando en los asuntos, temas y tramas de los que en este libro tendrás que enterarte. Conocer esta sobrehumana conspiración, realizada con medios humanos –tema central de la serie “Desde el Nido de la Serpiente”– te permitirá, si eres un lector de buena fe, encontrar la explicación a ciertos sucesos que rebasan, por mucho, cualquier teoría de las conspiraciones.
Quiero dejar probada la inutilidad de los “complots” como herramientas de explicación de todos los sucesos, los que sean, apoyándome en algo totalmente lógico, racional: la certeza de que cualquier conspiración dirigida sólo por humanos, por excelente que sea en su planificación y en su puesta en marcha, producirá condiciones que son contraproducentes al logro de sus objetivos.
En cambio, no es igual cuando esa “conspiración” está dirigida por fuerzas sobrenaturales que deben ser reveladas para poder defenderse de ellas eficazmente. Así pues, requeriremos varias herramientas y enfoques muchísimo más poderosos que la ingenua explicación que nos dan las “Teorías de las Conspiraciones”.
A pesar de todos los verídicos ejemplos históricos que pudieran darse y que implican conspiraciones reales, ciertamente no existen las “conspiraciones”, tal y como palpitan actualmente e invaden el cerebro de toda clase de personas, desparramándose en el espacio virtual dentro de millones de páginas web.
Aun así, en este libro nos ocuparé primordialmente no de conspiraciones humanas propiamente dichas, sino de dar seguimiento, hacia atrás y hacia adelante, a varias líneas históricas constantes que estrictamente hablando no merecen el nombre de “complots”, sino de “posturas existenciales”, o “concepciones cósmicas en choque”, “revelaciones”, acerca de la Historia y del Destino Humanos. Cuando menos existen cuatro fenómenos de esta clase:
1) El “Pueblo Escogido”, Israel, con su mesianismo antropocéntrico, que sobrevive intacto con sus irreductibles y milenarias concepciones ante cualquier ataque, accidente o fracaso temporal.
2) La “Iglesia Católica Apostólica Romana”, con su Dogma, Moral y Culto sempiternos.
3) El “Islam”, si bien éste apenas comienza en el siglo VII de nuestra era, mientras que las dos anteriores se remontan al comienzo de la Historia.
4) El “Lejano Oriente”, China, con sus más de mil doscientos millones de personas manejadas por el régimen “ideológico/político” más autoritario, cerrado y poderoso que la historia registre. Tenemos que contar con la genial penetración china en todos los mercados. Es obvio que sus intenciones no son sólo de tipo mercantil, ni sus transacciones principales son transparentes. Pero tampoco podemos saber con total precisión qué es lo pretenden, ni cómo lo intentan obtener. Con todo y la no menos famosa teoría del “Amero” en la que, dicen los conspiranoicos, China está involucrada. En cierta forma lo anticipa San Juan en el Apocalipsis, en la Sexta Trompeta, 16-20:l

 “…su ejército consta de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número. En la visión miré así a los caballos y a los jinetes: los jinetes llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre; la cabeza de los caballos se parecía a la de los leones, y su boca vomitaba fuego, humo y azufre. Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los caballos. Porque el poder de esos caballos reside en su boca y en sus colas: sus colas son como serpientes, que tienen cabezas con las cuales hacen daño”.

Estas milenarias constantes históricas tienen un alcance universal, de origen, y han dejado y seguirán colocando señales obvias en casi todo el mundo. Por ejemplo: la concepción mesiánica de la Secta Sionista tiene como meta primordial la de destruir a la Iglesia Católica, desde su fundación misma. No se explican de otra forma la “Matanza de los Inocentes” por Lázaro, ni la pasión y muerte de Jesucristo, ni más de dos mil años de historia después del Nacimiento Redentor, al cual el proyecto sionista insiste en llamarle “El Gran Impostor”, por lo que siguen esperando a su “verdadero mesías” –ese siniestro personaje al que los católicos llamamos “Anticristo”.
  De ahí surge esa oración que casi todos los creyentes y dirigentes judíos rezan desde el año 74, a partir de la destrucción del templo de Salomón a manos de las huestes romanas del general Tito: “el año que viene, en Jerusalén”. No deja de ser asombroso y aun digno de admiración un pueblo que nunca ha sido derrotado, que siempre ha sobrevivido, adherido a sus creencias religiosas y solidísimas tradiciones, con todo y las grandes variantes internas y sus mortíferas rivalidades intrínsecas. La Nación Judía ha sido capaz de afrontar siempre innumerables y cruentas persecuciones, tanto como expulsiones territoriales de casi todos los países de Europa y masacres gigantescas.
Si bien resulta por sí mismo increíble e insostenible el “Mito de los Seis Millones”, –ya que en los actuales campos de Auschwitz la cifra aceptada oficialmente es de sólo un millón–, de todas formas son demasiados asesinatos sin justificación alguna, así fueran una docena.
De cualquier manera, los nazis sólo fueron los ejecutores materiales, mientras que los verdaderos altos jefes de Sión fueron los autores intelectuales del Holocausto al que fueron sometidos sus propios hijos y hermanos. Porque para tales altos jefes fue preferible provocar la muerte inminente de los millones de judíos que vivían en Europa, que permitir y soportar la pérdida del actual territorio de Israel.
Este pueblo, gracias a la soberbia y la tenacidad de sus líderes, ha sido capaz de afrontar interminables confinamientos en barrios especiales, en la mayoría de las ciudades europeas, durante siglos enteros. Y después de casi dos milenios de desarrollar la ciencia, la técnica y el arte necesarios para sobrevivir entre culturas, religiones y pueblos hostiles, logró cumplir uno de sus sueños, para reconquistar la Tierra Prometida: “Eretz Israel”, actualmente ama y señora del mundo de la finanzas, y potencia nuclear impune, ante las debilísimas llamadas de atención del Consejo de Seguridad de la ONU.
En efecto: ninguna nación, estado o ejército, y mucho menos la ONU, han sido capaces –gracias a su complicidad– de oponerse a los incontables latrocinios, masacres, bombardeos, invasiones, asesinatos de civiles, destrucción de ciudades vecinas y otras incontables atrocidades. Israel está tomando venganza de los infernales infortunios a los que ha sido sometida durante interminables milenios. ¿Cuál ha sido su secreto para lograr la hazaña de sobrevivir ahí donde cualquiera otra nación hubiera sido rápidamente aniquilada? De analizar este “milagro” y revelar sus causas, propósitos y razones de ser, tratan mis narraciones. Con énfasis especial en sus letales efectos en México, los USA  y América Latina, sobre todo.
Otro ejemplo digno de estudio es el de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Atacada desde afuera por los emperadores romanos durante casi trescientos años, combatida durante dos milenios, desde adentro, por toda clase de “Masieles”, cismas y herejías; corrompida durante siglos por sus propios papas –sobre todo en la Baja Edad Media y en el Renacimiento–, atacada desde la Reforma Luterana por coaliciones de naciones adversarias, sujeta a los escándalos de sus numerosos sacerdotes pederastas; difamada, perseguida, denostada, criticada y mal comprendida hasta por personas de buena fe, ahí sigue, tan campante.
Cuando Napoleón Bonaparte puso su bota autárquica en el Vaticano y amenazó con que iba a destruir a la Iglesia Católica, el anciano cardenal Consalvi comenzó a reír ruidosamente y con intenso sarcasmo, por lo que el Emperador, furioso, le preguntó:
“–¿No sabe quién soy yo? ¿De qué se ríe, anciano?”. –El sabio cardenal contestó, entre risas:
“–No hemos podido destruirla nosotros en 1800 años ¿y lo va a hacer usted ahora? Recuerde, Su Majestad, que Cristo prometió: «Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella.»
Si tanto Israel como la Iglesia Católica han subsistido hasta el día de hoy, resultaría verdaderamente estúpido creer que lo han logrado sin realizar eficaces y constantes conspiraciones dirigidas, en su más alto nivel, por fuerzas tanto humanas como sobrehumanas. Tampoco concibo a ningún verdadero sabio o al menos erudito profesor universitario que pueda creer que ambos casos son sólo obras de Dios o de Luzbel –al margen de la voluntad y la inteligencia de los hombres. Es indudable que ambas instituciones han realizado incontables cónclaves, unos secretos, otros abiertos, para poder triunfar a lo largo de tantos y tan azarosos siglos.
Si la palabra “complot” aterra a los escépticos y eruditos, pues dejémosla de lado, y utilicemos cualquiera otra que describa lo sucedido “a toro pasado”. Si la palabra “conspiraciones” molesta, echémosla a la basura. Utilicemos un término más adecuado, que de verdad describa las historias acontecidas y por suceder. ¿Cuál término propones tú, paciente lector?
Porque ahí está –para ser revelada a quienes no la conocen– la Hermosa Realidad, necia, contundente, anterior, superior, independiente de quien intenta percibirla, conocerla, dominarla. Analizar a fondo y escribir la historia secreta, “conspirativa y complotista”, de ambos pueblos –el judío y el cristiano– requeriría el estudio concienzudo de millones de páginas legibles, dejando sin escribir ni leer muchas más páginas que las estudiadas y escritas. Supongamos que ese problema ha quedado resuelto, y que en libros como “Historia de los Papas” de Pastor, o “Nueva Historia de la Iglesia” de Jean Daniélou, o bien en “La Historia de los Judíos” de Paul Johnson, son fidedignas, completas y verídicas.
Es cuestión de simple lógica y real sindéresis comprender que en ambos bandos existieron y existen –y van a seguir existiendo “per secula seculorum”– innumerables sucesos, cónclaves, complots, conspiraciones, acuerdos, pactos, traiciones, escisiones, alianzas, cambios y muchos hechos más de los que no tenemos noticias precisamente porque se realizaron con todo éxito, en secreto perfecto. Y por encima de todo: tuvieron, tienen y tendrán un “Alto Mando Unificado”, –a veces en conflicto interno– y fieles agentes ejecutores de todos los rangos concebibles, cuya mayoría ignora la cadena de mando.
Porque a pesar de la temporalidad, las limitaciones, la falibilidad y los efectos colaterales que sin duda se han dado en casi todos esos acontecimientos, lo cierto es que ambas concepciones cosmo-religiosas, hasta la fecha, se han mantenido como ejes de una histórica rivalidad que tendrá que desembocar, tarde o temprano, en el Apocalipsis: guerra global, peste mortífera, hambruna universal, muerte de todos, resurrección de los muertos, Segunda Venida de Cristo y Juicio Final.
El progreso indefinido y sin término es un cuento del “New Age” que sólo puede causar lástima. ¿Cómo le han hecho ambos bandos para mantenerse en pie de lucha hasta el día el hoy? ¿De qué medios se valdrán para sostenerse en el futuro, siendo que ambas concepciones de la Historia son exclusivas y excluyentes? Porque: o Cristo es el Verdadero Mesías, o no lo es. O el Mesías que los judíos esperan es el Anticristo, o es el Salvador.
No puede ser que ambas versiones sean simultáneamente ciertas. Tampoco es factible que ambas triunfen o pierdan a la vez. Lo que sí es factible, y además está sucediendo, es que algunas personas concretas cambien de bando, no una, sino varias veces. La Historia ha demostrado hasta la saciedad que no es posible la coexistencia pacífica de ambas concepciones mesiánicas.
Además de que los sionistas esperan obstinadamente a “su mesías”, los cristianos hemos traicionado al nuestro, si bien no faltan las reconciliaciones, las conversiones ni los arrepentimientos, en ambos bandos. Y se ha visto también que uno de los secretos de la inusitada permanencia, invencibilidad e impertérrito antimestizaje de la Nación Judía, es su credo mesiánico futurista que sí merece el calificativo de conspiranoico: el que la alentó como supremo ideal para lograr reunirse de nuevo en Jerusalén, con la ayuda de los masones de clase mundial que renegaron de su fe cristiana, para treparse al carro de los vencedores provisionales.
Sería ingenuo y aun absurdo pensar que a las dos corrientes adversarias: la “Antropocéntrica Sionista” y la “Cristocéntrica Católica”, las haya guiado al mismo tiempo el Espíritu Santo, jugando al “Paráclito” –“el que está al lado”.
Nos ocuparé, pues, de contar y revelar la guerra apocalíptica en curso y por venir entre esos dos movimientos históricos nacidos de una vocación de absoluto, dirigidos hacia la conquista de la supremacía total: el Sionismo quiere el Poder y la Gloria para sí mismo, mientras que el cristiano auténtico quiere lo mismo, sólo que en otro sentido, opuesto: para Dios hecho Hombre, en el amor total, hasta el martirio, si éste fuese ineludible.
Sin dejar de lado a dos actores que parecen secundarios, pero que están jugando un papel primordial: el mundo islámico y el Lejano Oriente –con las naciones china, india y japonesa– con sus satélites “etnogeográficos” ya cautivos: ¡más de dos tercios de la Humanidad! El drama es que hoy en día el movimiento sionista es demasiado visible y está dotado de recursos prácticamente ilimitados. Se ha armado como pocos países con artefactos nucleares de última generación.
Además, es dueño de una visión cósmica y religiosa de carácter inhumano que fue concebida hace milenios, en el momento en el que todo un pueblo –el “Pueblo Escogido”– rechazó la concepción Cristocéntrica de la Historia de la Salvación del Hombre, para construir su propio proyecto mesiánico centrado exclusivamente en las ambiciones más violentas e inaplazables: la conquista del Poder Absoluto, la acumulación permanente de riquezas mediante la usura, el goce irrestricto de las buenas cosas de la vida, y la fama y la gloria que todo ello acarrean.
Todo esto a pesar de las hondas divisiones que se dan al interior de este pueblo: la Nación Hebrea, cuyos ricos rabíes, comerciantes y altos jefes nunca tuvieron prohibido prestar con usura a todos los pueblos de la tierra. Al contrario: les fue explícitamente permitido, y lo tomaron al pie de la letra.  Es históricamente demostrable que a pesar de los pesares, los judíos siempre tuvieron y tienen un sensacional éxito como fieros prestamistas, particularmente entre los reinos cristianos, aprovechando la patética debilidad de los muy “cristianos” príncipes voraces.
Después de dedicarse a la usura desde su origen, a pesar las prohibiciones de “La Tora”, surge, siglos después, el hecho más significativo de la mentalidad económica: el mercantilismo, basado en la irrupción del préstamo pecuniario a modo de herramienta comercial de primera magnitud. Esta práctica, hasta el siglo XIII, había sido casi restringida al círculo de los agiotistas judíos. A partir de entonces comenzó a convertirse en el instrumento fundamental del nuevo sistema económico, del cual poco a poco, como líderes, y cada vez menos en las sombras, se apoderaron los banqueros judíos. Desde luego: en innumerables ocasiones esta costumbre les acarreó infinidad de desdichas, persecuciones, expulsiones y confinamientos, pero siempre siguieron prestando, muy en su papel, y resurgiendo de entre sus cenizas de manera más “milagrosa” que el “Ave Fénix”.
Lo detestable no es que ellos, por su propia decisión, se hayan convertido en los banqueros del Planeta, sino que los reyes cristianos –y no cristianos– se hayan dejado seducir por el oro, por la sangre de la rapiña y por el dinero virtual, aunque en algunos casos también hayan recurrido al oro judío para defender a sus naciones, de manera legítima. Para después quedar atrapados en deudas tan astronómicas como impagables. Como la Grecia de hoy, por sólo citar un caso entre muchos.
Sólo ruego atender a este hecho demostrable un sinnúmero de ocasiones: que los banqueros no prestaban sólo a uno de los bandos, sino a todos los beligerantes, sin tomar posturas ni a favor ni en contra, sino atendiendo sólo a la interés monetario. Sin olvidar que también puede demostrarse que es la Banca Mundial la que hoy en día, de manera clara y contundente, apoya cualquier tipo de programa que sostenga las finanzas de ese movimiento que Juan Pablo II bautizó con el tétrico nombre de “Cultura de la Muerte”.
¿Merece esto ser llamado “conspiración”? El nombre no es relevante, sino el hecho en sí: por ejemplo, los grandes capitales nunca estén a favor de la vida y la familia, las leyes naturales ni de la concepción cristiana de la vida. Conspiración o no, esta es una realidad contundente: que los grandes capitales bancarios e individuales, invariablemente, se hayan dedicado a aniquilar a la Iglesia Católica y a sus fieles, mediante los más variados e insospechados métodos –no sólo el de la persecución directa, como en el mundo comunista ya colapsado.
El capitalismo financiero actual no representa sino un eslabón superior, un salto cualitativo respecto del capitalismo mercantil, y cuyas funestas consecuencias habrían de hacerse demasiado explosivas con el transcurso del tiempo. Dado que en el nuevo marco implantado por el capitalismo financiero queda suprimida toda noción de corporeidad, el acto económico se convierte en algo de naturaleza abstracta, posibilitándose con ello el lucro a costa del trabajo de terceros.
Lo peor: se consolidó el sistema de dominio absoluto de toda la realidad económica, política y social en unas cuantas manos: los banqueros; y éstos, en su inmensa mayoría, judíos mesiánicos, de cuyas gigantescas fortunas, acumuladas aviesamente durante centurias, pasaron a depender todos los reinos, los imperios y las naciones. Primero los cristianos, y luego todos los demás.
Añádase a esto el hecho de que el sistema monetario está desde hace tiempo en manos de las grandes entidades financieras, lo que les confiere a éstas la potestad no ya de traficar con el dinero ajeno, sino incluso de crearlo de la nada, consolidando de esta forma su dominio a partir de una entelequia imaginaria. Una circunstancia que Frederick Soddy, Premio Nobel de Economía en 1921, calificaría certeramente con estas palabras: “el rasgo más siniestro y antisocial del dinero escritural es que no tiene existencia real”.
Después de siglos de atacar y prohibir la usura, la encíclica “Rerum Novarum”, en 1891, del papa León XIII, habló de la «usura devoradora... un demonio condenado por la Iglesia pero de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos».
En la encíclica “Sollicitudo Rei Socialis”, de 1987, de Juan Pablo II, no aparece ninguna mención explícita a la usura, excepto por su referencia a la crisis de la deuda externa del Tercer Mundo como un nuevo pecado. Esta es una de las constantes de las que nos ocuparemos apocalípticamente, es decir, como revelación: no de la usura como tal, sino de los destinos de las ganancias usureras, las que, dicho sea de paso, a reserva de profundizar a lo largo de la narración, tienen un propósito infinitamente mayor que la mera acumulación de riqueza. Nos ocuparemos, pues, de revelar su verdadera “causa final”.
Yendo de lo general a lo particular señalo una verdad punzante: se han dado muchos complots exitosos en forma de autoatentados, principalmente realizados por el gobierno norteamericano, el cual, a su vez, ha sido poderosamente influido, hasta el tuétano, por el Proyecto Sionista, desde los mismos instantes del parto de los USA, en 1792. La verdad histórica ha dejado al descubierto varios complots exitosos, que no surgieron de la nada, ni siquiera de las circunstancias, sino de ese proyecto mesiánico de largo alcance y duración milenaria al que nos he referido.
Insisto: si alguien no quiere llamarle a esto “conspiración”, que le cambie el nombre. Nunca dejará de ser una visión antropocéntrica que busca el Poder a toda costa. No por el Poder mismo, sino por lo que procuran el Poder Político y el Poder Financiero: almas, voluntades, inteligencias y personas. Señalo que los mayores conflictos de la Humanidad siempre han tenido un profundo carácter religioso y espiritual, porque nacen de dos concepciones cósmicas opuestas y excluyentes: la de la sujeción a Luzbel y la del amor a Cristo.
La primera es una auto condena y una pérdida absoluta para siempre, en tanto que la segunda redime para la Eternidad y es una ganancia perfecta y absoluta.
Aunque desde los relatos mitológicos hasta los más recientes escándalos políticos y corporativos, la idea de la existencia de conspiraciones de alcance global, o cuando menos muy amplio, ha acompañado a la Humanidad desde los albores de la Historia, no podemos declarar como ciertas ninguna de dos cosas extremistas: que todo lo que ocurre está planeado, ni que nada de lo que ocurre está planeado. La realidad debe andar por el justo medio, con sus desviaciones frecuentes e incalculables. Escribo, pues, este libro otorgando el beneficio de la duda en muchos de los casos concretos, para conseguir nuestro propósito: que el esplendor de la Verdad sea revelado y pueda así surgir con toda su fuerza y su belleza.
Porque quiero ser fiel a aquellas hermosas palabras de Juan Pablo II:
“El Espíritu Santo es el único que puede ayudar a las personas y a las comunidades a liberarse de los viejos y nuevos determinismos, guiándolos con la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús”.
Sin pedirlos, a nuestro equipo le fueron concedidos ciertos “dones” o “regalos”. Disposiciones permanentes y naturales para hablar en público, leer y escribir, nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo. Por eso esta obra se inspira y se sostiene, en medio de tantas y terribles batallas para darla a luz, con aquellas palabras de Cristo: “Id y predicad a todas las Naciones”.
Así que, saliendo del ostracismo que nos caracteriza a todos quienes colaboramos en esta obra, de ese aislamiento social en el que hemos vivido durante tantas décadas, pretendemos con esta obra ayudar a revelar y a retomar el camino hacia su Destino Final a las personas de buena voluntad que tengan acceso a esta “serie novelística”.
Porque los cristianos tenemos la obligación de predicar el Evangelio “oportune et importune”, como dice San Pablo clara y contundentemente. Las brutalmente claras constantes históricas, evidentes, a lo largo de la Historia Universal, desde la existencia de la primera pareja humana, hasta nuestros días, son pues, el tema central del que nos ocuparé, intentando adivinar o intuir cómo será el Apocalipsis: el final de la Historia.

* * *

Una advertencia más: las posibilidades de combinaciones argumentales son prácticamente ilimitadas. Con un final que no depende del ridículo “rating”, sino de nuestra libertad personal. Imagina al narcotraficante arrepentido, a los testigos protegidos: unos falsos, otros “sapos” soplones, muchos no convencidos y sólo algunos auténticos. Piensa en el pecador empedernido que anhela y aun busca redención.
O bien, en el sicario que por conveniencia financiera denuncia a su propio jefe para cobrar cincuenta millones de pesos en la corrupta PGR.
Así es como en un santiamén se enriquecen los propios policías que ya sabían dónde se escondían los narcojuniors: esos infelices muchachos de muy buen ver y terrible mal vivir, que como moscas están cayendo por millones hacia principios de este siglo.
¡Porque ahora ya es un negociazo denunciarlos! Porque gana votos algún partido, ganan millones de dólares los denunciantes, ganan poder y rutas los nuevos narcos.
Hay que ir desplazando y sustituyendo a los Capos que ya eran muy buscados o demasiado conocidos. Tal y como las grandes corporaciones trasnacionales sustituyen a sus capitanes.
Total, sangre nueva para ocupar espacios vacíos es lo que más abunda en esta tierra que produce cientos de miles y hasta millones de Narcos, desde Tijuana hasta Cancún, y desde Reynosa hasta Tapachula. ¿Qué tal si los jueces tienen que seguir soltando a muchos –o a todos– de los funcionarios michoacanos que fueron acusados de proteger al Narco?   Bueno: de hecho ya los solaron a todos. Tuvieron que hacerlo, al igual que con el “`priranosaurio mayor” Hank Rhon.
Sería muy plausible que los suelten por presiones de alto nivel: “si tú me acusas, yo te acuso y todos nos acusamos, todos perdemos; en cambio, si a pesar de todo guardamos silencio y nos protegemos, podremos seguir disfrutando del botín de la partidocracia.”
Luego, algunos o todos, narcos y policías, cambian de bando cada vez que mudan de humor, modificando las decisiones y las circunstancias de otros miles de personajes.
Piensa asimismo en el clérigo herético o cismático que finalmente, después de realizar graves fechorías y enseñar infames doctrinas, regresa a casa, contrito. Pero también en el humilde –¿o soberbio?– sacerdote que se hace de la vista gorda recibiendo cuantiosas narcolimosnas. Y cuando los remordimientos lo obligan a desear devolverlas es demasiado tarde: ya es adicto a ellas.
O como ese otro sacerdote, homosexual, que es asesinado por su amante albañil. Por celos, sin darle tiempo a arrepentirse, pues le dispara por la espalda y en la nuca.
Imagina a ese presidente de cualquier nacionalidad, que durante su mandato persiguió con ferocidad a los católicos, pero que minutos antes de morir –como Ricardo Alfonsín, ex presidente argentino– clama porque un sacerdote lo confiese y le imponga la Unción de los moribundos.
Desde que se inventó la informática, navegando por la red de redes, mientras procurábamos no naufragar, nos fuimos encontrando con una multitud de aventuras, complots, conspiraciones, crímenes, declaraciones, documentos, enredos, estudios, ideologías, tesis, investigaciones más o menos serias, testimonios –muchos falsos, algunos verdaderos– y otros muchos asuntos similares, casi todos ellos merecedores de los más variados y aun contradictorios epítetos: divertidos, dramáticos, espantosos, o extraordinarios, simplemente chuscos, trágicos, y hasta falsos o apócrifos.
Lo escribimos todos en alguno de nuestros libros anteriores:
 “Hemos decidido escribir hasta morir, para trascender, trabajando como detonadores de conciencias. Como profetas en nuestra propia tierra, que revela a las multitudes lo que han olvidado o lo que se les ha ocultado intencionalmente. No como usurpadores, sino obedeciendo el violento y amoroso llamado que escuchamos por medio de nuestra conciencia: ‘revelad ya todo lo que se os ha dado a conocer desde que erais niños’.”
Algunos de los documentos incrustados dentro de la trama no están escritos tal como los obtuvimos. Hacemos variaciones para disimular los nombres de quienes pudieran sentirse difamados. Otros pertenecen al mundo real, aunque aquí se les da un nombre ficticio, pero simbólico.
Algunos podrán ser identificados, como el patético “Primitivo Silvestre Zorrilla” y su esotérica bruja “La Zorrita de Palacio”, llamada Esperanza Delasilla; también Caín Delamaldá alias “Lagarto”, y Teocelo “El Gran Tlatoani” Delebresse, también apodado “El Ocelote”; aunque otros, como el policía ítalo mexicano Gian Carlo Tito o el paradigmático policía chilango Lázaro Garay, –alias “El Garrasahí”– son imaginarios pero prototípicos, porque trasudan realismo por todos sus poros, a la vez que sus apodos y apellidos los podrían identificar como modelos de la corrupción y la crueldad.
Varios nombres son reales, de fantásticos personajes vivos, como Bernardo Provenzano, “El Señor de los Cielos”, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, Vicente “El Mayo” Zambada, los hermanos Beltrán Leyva, algunos Narcopolíticos, etc.
Los nombres de varias ciudades se han cambiado para darle toda la fuerza dramática a la tragedia que hoy viven: la República Mexicana es “El Reino de Nueva Aztlán” y la Ciudad de México se llama “Ciudad Tenochtitlán”, en donde reina un dios pagano y diabólicamente caníbal: Huitzilopochtli, a quien los españoles llamaron “Huichilobos”. Roma es “La Gran Babilonia”, y Venezuela es “La República Bolivariana”. Otros lugares conservan sus nombres actuales.
Dado que los personajes son muchos y muy variadas las tramas y sus complicados nudos, ofrezco como apéndice un completo “Catálogo de Personajes”.
Todos los argumentos están rigurosamente entrelazados, pero sin perder nunca de vista sus referentes históricos, tanto remotos como actuales. Quedará claramente revelado –¿o más confuso aún?– cómo es posible eso de que “el aleteo de una mariposa en Rusia contribuya a causar una catástrofe en México”, mientras que todo se encamina hacia el inevitable y apocalíptico final.
También comprenderás que la triste y humillante derrota de la española “Armada Invencible” a causa de la violencia marítima y de la astucia de los piratas ingleses, el 8 de agosto de 1588 explica en cierto modo, aunque remoto, el origen de los Cárteles del omnipresente y contemporáneo Narco Global, amparado éste en apariencia bajo la égida sajona, estando en realidad sujeto al brazo eficaz del Sionismo. Y por qué obligadamente hablamos inglés.
O que el dólar sea aún la moneda mundial de intercambio. Como también el hecho de que la victoria cristiana en Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, y que fue un combate naval de capital importancia por la definitiva derrota turca, no puede separarse, como causal remota, del terrorismo islámico de la actualidad. Insisto, sin embargo, en que la trama integradora de “los siete hilos” del relato total, sea tal vez difícil de identificar. Sin embargo, creo sinceramente que todo lector aguzado puede descubrirla a fondo. Entonces el interés crecerá, pudiendo llegar hasta el final con menos tropezones.
Las siete tramas dramáticas que serán reveladas están relacionadas entre sí, como inextricable telaraña masónica de inspiración esotérica: Narcocárteles, Milicia, Política, Finanzas, Educación, Mass Media y Religión.
Una pequeña advertencia más: no existen, en la vida real, personas “perfectamente buenas” ni tampoco “totalmente malas”.
Dejemos a los personajes mediáticos –santos o perversos– como muy apropiados para esos cuentos absurdos y narcotizantes abortados desde el “Canal Donde te Estrellas”, lo mismo que desde la muy primitiva “Taravisión Azteca”, y en general desde todos los “Mass Media” generadores de la patética y nauseabunda telebasura. Porque la perfección es un atributo exclusivo del Ser Absoluto, en tanto que la perfectibilidad continua, lo mismo que la inevitable falibilidad, son atributos humanos intrínsecos.
Los seres humanos somos ambivalentes, contradictorios e incongruentes, como resultado de la ruptura de la unidad entre la inteligencia y la voluntad a partir del Pecado Original. Por cierto, querido lector ateo, escéptico, o agnóstico: no es indispensable ser creyente para que te des cuenta de tu propia e irreductible ambivalencia, por otra parte tan espléndidamente documentada, analizada y demostrada por todas las corrientes en psicología moderna.
Nosotros también, al igual que todos nuestros personajes, sin excepción, deberíamos estar conscientes de cuán terrible es el brutal realismo con el que San Pablo describe nuestra escindida y ambivalente condición actual, agravada y convertida en vicio permanente y degenerativo como resultado del pecado personal:


“Pero tú, que te precias de ser judío; tú que te apoyas en la Ley y te glorías en Dios; tú que dices conocer su voluntad e, instruido por la Ley, pretendes discernir lo mejor, presumiendo ser guía de ciegos y luz para los que andan en tinieblas; tú que instruyes a los ignorantes y eres maestro de los simples, porque tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad; ¡tú, que enseñas a los otros, no te enseñas a ti mismo!
“Tú, que hablas contra el robo, también robas. Tú, que condenas el adulterio, también lo cometes. Tú, que aborreces a los ídolos, saqueas sus templos. Tú, que te glorías en la Ley, deshonras a Dios violando la Ley. Porque como dice la Escritura: Por culpa de ustedes, el nombre de Dios es blasfemado entre las naciones.
“Porque sabemos que la Ley es espiritual, en tanto yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Cuando hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena.
“Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne.
“En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.
“Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.
“De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Ay de mí!
 “¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte?
“¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi razón sirvo a la Ley de Dios, y con mi carne sirvo a la ley del pecado”.
Romanos 2, 17-24 y 7, 14-25.


Los humanos somos imperfectos y ambivalentes en diversos grados, aunque en particular cada persona sea perfectible. Incansables buscadores del Bien, la Verdad, la Belleza y la Unidad, incluso cuando nos equivocamos: queremos el bien, nunca el Mal en cuanto mal.
Lo único en verdad malo es aquello que no existe. En la penumbra de un Planeta sumergido en la “Contracultura de la Muerte” queremos cantarle a la Vida. Con argumentos racionales y científicos, creíbles por cualquier persona inteligente y de buena fe, sin importar su credo religioso.
Seguiremos ciertos modelos actuales que están teniendo mucho éxito, tanto en los medios masivos como en la literatura. Así que habrá “temporadas”, dentro de una o varias “series”. “Personajes típicos” y cierto tipo de “héroes” –aunque no infalibles ni perfectos.
Verás en acción y en conflicto intrapsíquico a toda una colección de “villanos” –no siempre tan perversos o malvados como los que nacieron del esquizoide cerebro del “Señor Taranovela”– y una mayoría de personas comunes que enfrentan una avalancha de desgarradores dilemas nada sencillos de resolver.
Lo más probable es que te encuentres a ti mismo en algunas o muchas de estas páginas. Y que te sientas, como nosotros, avergonzado ante el cúmulo de nuestras humanas debilidades, pero movido también al sincero arrepentimiento antes de que ya no sea posible hacerlo; esto es, y lo repetimos, a riesgo de parecer repetitivos: cuando la muerte biológica cancele todas nuestras posibilidades de rectificación.

Aclaración o advertencia sobre el lenguaje:

El lenguaje escrito es la más importante fuerza reveladora de los bienes y de los males del mundo. Así como la principal potencia corruptora. En el tratamiento descuidado y escatológico de los contemporáneos hacia la lengua, hay un evidente signo de abandono de los valores y las virtudes, en general. Hemos leído a muchos autores mexicanos, de todos los colores, olores y sabores. Casi siempre –salvo excepciones notables– con mucho esfuerzo, gran pena y poco gusto.
Desde el mal comprendido genio, “Maestro de América” –Don José Vasconcelos–, el erudito y sabio Rubén Marín, pasando por el irredento Octavio Paz y aterrizando en la estatura ínfima de José Agustín, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes –cuya fama, dicho sea de paso, me resulta imposible de comprender y aceptar. Muchos de ellos escriben, tal como suenan, todas las leperadas, suciedades, giros, caló, groserías y demás “lindezas” típicas de nuestro soberbio analfabetismo.
No es nuestro caso. Porque nuestros personajes hablan de manera normal. Cuando son groseros, cosa en la que naturalmente algunos de ellos incurren con frecuencia, hacemos una de dos: o lo damos a entender, o en el contexto se sobreentiende, lógicamente. Rara vez, entonces, verás escritas las escatológicas expresiones tepiteñas o alvaradeñas. No tiene caso. No pertenecen al arte, sino a su negación.
Todos nuestros personajes, cuando hablan, escriben o se comunican entre sí, utilizan un lenguaje más o menos correcto; algunos son muy cultos y aun elegantes, incluso operan dentro de un nivel literario de alta escuela.
Cuando el tipo es de suyo vulgar, grosero, inculto y malhablado, difícilmente ponemos las palabrotas textuales en sus labios, para no manchar las páginas ni seguir deteriorando ética, estética y culturalmente al lector. Preferimos referirnos a lo escatológico y lo sucio en forma descriptiva e indirecta, sin recurrir al manido y ramplón recurso comercial en el que intencionalmente cae el ya citado –entre otros muchos mexicanos– seudoescritor Carlos Fuentes, cuyo populachero y decadente modelo pleno de suciedades de todos tipos he seguido al pie de la letra para escribir justamente el revés de como él lo hace.
No cabe duda: ellos buscan sólo vender; pero nosotros buscamos encontrar y proponer el Bien, desarrollarnos y desarrollar a otros con el amor a la Verdad y disfrutar de la Belleza, buscando siempre la Unidad con todos nuestros hermanos, con toda la raza humana.
Por otra parte, como una especie de alegre revancha, después de seis años de asfixia idiomática, política, intelectual –víctimas de ese ranchero inculto, bucólico, enamoradizo y primitivo que fue el presidente Vicente Fox– podemos retomar, sin miedo a las primitivas feministas, el buen castellano. Disfrutaremos mucho cada vez que en vez de decir “niños y niñas, chiquillos y chiquillas”, escribamos simplemente “niñez”, sin sentir que ofendemos a su inculta e insoportable electorera “majestad”, como tampoco a las respetables féminas de deformación perredista.
Gozaré cuando escriba “Hombre”, en el sentido del “ántropos” griego, es decir, la “Persona Humana”, en vez de decir “hombres y mujeres, frijoles y frijolas, jóvenes y jóvenas”. Y menos aún el insoportable y absurdo “las y los”. No menos revanchista será eludir el colmo de la estupidez encerrada en la expresión informática “niñ@s”, en vez de referirnos a la infancia o la niñez.

 Postura Contra el Antisemitismo.

La creación misma del Estado de Israel está ligada con la promesa que hace miles de años hizo Yahvé a Moisés. Todo el fundamento legal del moderno Estado judío descansa en esa premisa histórica. Tanto, que su sociedad sigue debatiendo si vive bajo una virtual teocracia o una con democracia parlamentaria de corte occidental.
Y es que si bien un alto porcentaje de los israelíes se declara laico, pacifista y democrático, son los sectores conservadores y religiosos –“Sionistas”– quienes han bloqueado sistemáticamente una solución pacífica con Palestina. Aunque frecuentemente los eternos rivales se sienten a efectuar tan pomposos como inútiles y estériles “diálogos por la Paz”. Los sionistas son casi los únicos que determinan la geopolítica.
Cuando por medio de la prosa narrativa intentamos demostrar que en gran medida los Azotes y las Plagas –así, con mayúsculas– que hoy padece la Humanidad entera no son producto del azar ni de la evolución –suponiendo que éstos existan– sino que son fenómenos intencionalmente creados y genialmente dirigidos por pequeños pero cuasi todopoderosos grupos de inspiración y raíces sionistas, no nos convertimos por ello en antisemitas ni en conspiranoicos.
A continuación leemos lo que nos cuenta Uri Avnery, valiente periodista israelita oculto y perseguido, sobre la totalmente deshumanizada “Agenda Oculta” o “Ruta Secreta del Sionismo”:


 “La auténtica visión sionista no admite mapas, pues consiste en un Estado sin fronteras que se expande incesantemente en función de su poderío económico, demográfico, militar y político. La estrategia sionista es como las aguas de un río que fluyen hacia el mar: avanzan por el paisaje trazando meandros y esquivando obstáculos, se desvía ora a la derecha, ora a la izquierda; discurre a veces por la superficie y otras bajo tierra, y en su camino va captando el caudal de otras corrientes. Hasta que al final llega a su destino. Esa es la auténtica agenda, inmutable, oculta, consciente e inconsciente. No requiere decisiones, fórmulas o mapas, pues está grabada en el código genético del movimiento.
“Ello explica, entre otras cosas, la construcción de los asentamientos ‘ilegales’. Cada uno de los millares de funcionarios y oficiales que se consagraron durante décadas a esa empresa sabían exactamente qué hacer, incluso sin recibir instrucciones expresas.
“Esta es la razón de la negativa de David Ben-Gurion a incluir en la Declaración de Independencia del Estado de Israel ninguna alusión a las fronteras. El hombre no tenía la más mínima intención de conformarse con las fronteras fijadas por la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947.
“Todos sus predecesores compartían idéntico punto de vista. Incluso en los acuerdos de Oslo se delineaban “zonas” pero no se fijaba ninguna frontera. El cómplice presidente Bush padre dio por bueno este planteamiento cuando propuso “un Estado Palestino con fronteras provisionales", todo un absurdo en el ámbito de la legislación internacional.
“Israel se parece a la Unión Americana, que se fundó a lo largo de la Costa Este y que no descansó hasta alcanzar la Costa Oeste en el extremo opuesto del continente. El incesante y masivo flujo de inmigrantes procedentes de Europa se desparramó hacia el Oeste, rompiendo fronteras, violando todos los tratados, exterminando a los nativos americanos, desencadenando una injusta guerra contra México, anexándose todos los estados fronterizos del sur, e invadiendo Centroamérica y Cuba. La consigna que los espoleaba y que justificaba todas sus acciones la acuñó en 1845 John O'Sullivan: el “Destino Manifiesto". “La versión israelí del ‘Destino Manifiesto’ es el slogan de Moshe Dayan: <Estamos predestinados>. Dayan, un típico representante del sionismo dijo: <Ante sus propios ojos –los de los palestinos de Gaza– estamos transformando en nuestra patria las tierras y pueblos en los que moraron ellos y sus antepasados. Es el destino de nuestra generación, la opción de nuestra vida: estar preparados y armados, ser fuertes y recios, o de lo contrario la espada se deslizará de nuestras manos y nuestra vida se extinguirá>.
<Estamos condenados a vivir en un permanente estado de lucha con los árabes. Para los cien años del Regreso a Sión estamos trabajando en dos frentes: construir la tierra y construir el pueblo. Es un proceso de expansión que requiere más judíos y más asentamientos. Es un proceso que no ha llegado a su fin. Aquí hemos nacido y aquí encontramos a nuestros padres, que vivieron antes que nosotros. No es vuestro deber alcanzar el final. Vuestro deber es añadir vuestro grano de arena para expandir los asentamientos en la medida en que podáis a lo largo de toda vuestra vida ... (y) no decir: este es el final, hasta aquí, hemos acabado>.
“Dayan no se refería solamente a su generación. El segundo discurso es menos conocido pero más importante. Lo pronunció en agosto de 1948, tras la ocupación de los Altos del Golán, frente a una concentración de jóvenes kibbutzniks:
“Dayan, que conocía muy bien las antiguas escrituras, tenía en mente la frase del Capítulo de los Patriarcas que constituía la base del Talmud:

<No te corresponde a ti acabar el trabajo, pero no eres libre de abandonarlo>.

“Esa es terrorífica la agenda oculta. Debemos desenterrarla de las simas de nuestro subconsciente para traerla al ámbito de lo consciente y poder confrontarla, revelando así el terrible peligro que encierra, el peligro de una guerra eterna que sin límites de tiempo puede acabar conduciendo a este Planeta al desastre Apocalíptico final”.


Hemos dicho que desde los primeros instantes de la Historia, tras la Caída, la promesa salvífica de Dios Padre a sus atribulados hijos Adán y Eva, nuestros primeros padres, fue tomada siempre en una de dos vertientes: la primera, de carácter “Cristocéntrico”; y la segunda de inspiración luciferina y por lo tanto “Antropocéntrica”, hoy reconocida con el nombre de “Sionismo”, porque fue en Monte Sión donde Abraham recibió la “promesa” de marras.
El Sionismo consiste, primordialmente, en la auto expulsión del plan de Dios para ser salvos después del Pecado Original: en vez de morir al pecado para resucitar por siempre en la Gracia, el hombre que se adhiere explícita o implícitamente al Sionismo rechaza a Cristo como Salvador, para sumergirse en el drama de la rebelión demoníaca y hacer depender sus propias esperanzas y las de la Humanidad en el triunfo definitivo de un Mesías guerrero todopoderoso, humano, que instalará en la Tierra una paz milenaria –paradójicamente por medio de las armas de destrucción masiva– apoyado en sus poderes superiores y en el sometimiento de las Naciones que previamente habrán apostatado de su Fe en Cristo.
El pueblo judío, dispersado por Roma entre las naciones, hubiera podido proclamar con sus palabras y sus hechos las verdades de la existencia de Dios y Su Revelación –Buena Nueva, Evangelio– para todo hombre. Pero de la manera más trágica posible, dos eventos colisionaron contra gran parte de los judíos para nublar su entendimiento, quebrar su voluntad y alejarlos de Dios. Primero, el exilio se prolongó por cientos y por casi dos mil años. Segundo, a lo largo de la Historia, muchos judíos –al igual que muchos cristianos traicionaron la Palabra de Dios– abandonaron una fe basada en la Torah. Esos judíos ya no vivieron el exilio en términos Divinos, sino que trataron de explicarlo y resolverlo conquistando el poderío absoluto sobre este mundo, mediante la casi infalible capacidad corrosiva de las ordenes secretas y masónicas, tanto como de las innumerables guerras y revoluciones por ellos provocadas.
En su hondísima y acérrima frustración, a causa de la insoportable largura del exilio, ellos satanizaron e infiltraron a casi todas las Naciones. Según su punto de vista, todos los Gentiles siempre odiarían al pueblo judío. Entonces ellos concluyeron: “debemos acabar el exilio por medios políticos y aun militares”. De esta forma nació la pretendida “religión” del Sionismo, al que más bien deberíamos llamar “secta”.
Porque ni todos los judíos son sionistas, ni todos los sionistas son judíos. Admiramos a los judíos auténticos –judíos bíblicos, ortodoxos– no sólo por su capacidad de diálogo con las otras dos religiones monoteístas: Catolicismo e Islam, sino por su forma mística y de inconcebible profundidad espiritual al contemplar su propio exilio milenario.
El Rabino Samson Rafael Hirsch  –líder judeo-alemán durante casi todo el siglo XIX– dijo, textualmente, con admirable sencillez y profunda humildad:

“Durante el reinado del emperador romano Adrián, cuando ocurrió la rebelión de Bar Cojba, todo resultó ser un desastroso error. A partir de ahí se volvió esencial que los judíos seamos recordados y respetados por todas las generaciones por un importante y esencial hecho: específicamente, que el pueblo de Israel nunca debe intentar restaurar su independencia nacional por medio de su propio poder; sino que deberá solamente confiar su futuro como Nación únicamente a la Providencia Divina.”

Más adelante, el mismo Rabí Hirsch escribe con claridad refulgente:

“Nosotros nos enlutamos ante la destrucción del Templo de Jerusalén. Anidamos en nuestro corazón la dureza que cultivamos en nuestros años de vagar como consecuencia del justo castigo de Nuestro Padre Dios, impuesto sobre nosotros para que fuésemos mejores. Lamentamos hoy la pérdida de la observancia de la Torah que esta ruina ha traído, ruina que nos obliga a manifestar nuestra nostalgia por la lejana tierra sólo en el luto, en el hecho de desear y en esperar pacientemente. Y sólo por medio del cumplimiento honesto de todas las obligaciones judías podemos esperar la realización de esta esperanza. Pero Dios nos prohíbe luchar por la reunión o por la posesión de la tierra excepto por medios espirituales.”

El intento de explicar el exilio mundanamente –al estilo Sionista– no es sólo un error de doctrina o una distorsión de la historia judía. Es algo que golpea en el centro de la fe judía y la destruye. El Maharal de Praga –Rabino checoslovaco y líder judío medieval –1525 a 1609– dice:

 “…un judío debe de dar su vida antes de tratar de terminar el exilio conquistando la Tierra Santa”. ¿Por qué? ¿Por qué esto fue visto como tan básico para las creencias judías? En términos simples, si se mira el exilio o ‘Diáspora’ como el resultado de causas y efectos militares, y no como resultado de nuestros propios pecados, entonces el mismo corazón y el alma son desgarrados de su destino judío y guía Divina. Podemos usar nuestra libertad para alterar el plan Divino de exiliarnos como un castigo. Así, el arrepentimiento, la expiación y el regreso milagroso no ocurrirán. Acertamos con la esencia del destino judío cuando aceptamos que sólo puede ser cambiado para nuestro bien únicamente por nuestras fuerzas espirituales. De otra forma, la mundana, Dios es exiliado de nuestro drama y de la final resolución de las esperanzas de la Humanidad”.

El abandono intencional del Plan Divino, libremente ejecutado, con plena advertencia, alevosía y ventaja por la pandilla sionista requirió, entre otros genocidios –Pearl Harbor, Dresden, Vietnam, Corea, Irak, Afganistán, Irán, Líbano– masacrar y esclavizar a los habitantes palestinos de la Tierra Prometida. El movimiento Sionista, y después el estado Israelí conquistado por los herejes, lograron caracterizar a los seguidores de Alá como enemigos irracionales, para quienes la conquista militar y aun la aniquilación son su único destino. Así, las metas espirituales del exilio –el arrepentimiento y la obligación de servir como “una luz para las naciones”– fueron exterminadas por la ideología demoníaca del Sionismo antropocéntrico y anticristiano.
Al afirmar a lo largo de este relato la innegable intervención de las autoridades religiosas judías –no todos los judíos del tiempo de Jesús, ni de todas las épocas– en la condena y muerte de Jesús es, sencillamente, servir a la Verdad.
Pero esto no significa llamar a todos los judíos de todas la épocas “deicidas”, ni fomentar el execrable antisemitismo, ni mucho menos aplaudir las persecuciones antisemitas de tipo nazi –si bien no comulgamos con la gigantesca rueda de molino del mal llamado “Holocausto”.
Jesús, el único Mesías, no fue ajusticiado exclusivamente por el poder político de La Gran Babilonia, sin la intervención del Sanedrín Judío. El juicio civil ante Pilatos nunca ha suscitado dudas en cuanto a su historicidad.
El juicio religioso, en cambio, involucra claramente al tribunal judío del Sanhedrín en el juicio contra Jesús. La historicidad de los relatos evangélicos del proceso de Jesús, que hablan del juicio ante el tribunal judío con sentencia que éste no puede ejecutar sin permiso de Roma, y otro juicio del gobernador romano, no admite dudas razonables.
Por otra parte esta actuación del Sanhedrín contra Jesús resulta coherente con el inmenso escándalo que su predicación y su actividad suscitan en los celosos guardianes de la ortodoxia judía. Insistimos: no ofrecemos en nuestro relato ni en nuestras personas tintes de antisemitismo, sino sólo apego a la verdad histórica. Conocer las circunstancias en las que murió Jesús es particularmente provechoso para entender el fanático anticatolicismo que se ha venido desatando, “Desde el Nido de la Serpiente”, como nunca, en esta época postmoderna.
La forma en que la historia ha llegado hasta nosotros en los libros del Nuevo Testamento nos permite reconstruir la realidad de los acontecimientos. De hecho, en la antigüedad, la historicidad del proceso a Jesús no constituyó problema. Su condena por el tribunal religioso judío fue muy pronto un tema que aumentó la polémica entre los judíos que no creyeron en Él y los cristianos.
La discusión giraba en torno a la interpretación de los hechos, no en torno a la historicidad del relato evangélico. Coinciden en este punto la tradición judía y las cartas de san Pablo, que no atribuyen a Pilatos un papel relevante en la muerte de Jesús y sólo hablan de responsabilidad judía.
Hasta hace dos siglos, en el judaísmo no creyente en Jesús no se negó la intervención del alto tribunal judío en la condena de Jesús. La responsabilidad de Pilatos en la muerte de Jesús, que la tuvo grande, apenas es subrayada. Es en la época moderna cuando surge otra polémica de tipo científico: la afirmación de que “el proceso de Jesús ante el Sanedrín no es histórica”.
 Estudiosos judíos sujetos a un sesgo intelectual comprensible, pero finalmente insostenible, y algunos ingenuos cristianos, piensan –colmados de fanatismo o ignorancia– que la muerte de Jesús en la Cruz fue obra exclusivamente del procurador romano; que las autoridades judías no intervinieron en ella, o al menos no en la forma de un proceso religioso contra Jesús, en el que fuera condenado a muerte por blasfemia, como “pretenden” los evangelistas.
De no aceptarse la absoluta historicidad del proceso ante el Sanhedrín, Jesús habría muerto ajusticiado por el gobernador romano como un “pretendiente mesiánico” más. Sin embargo, si así hubiera sido, muy fácilmente hubiera sido considerado por la tradición judía como un héroe.
Contra todas las variantes que, durante los dos últimos siglos, han presentado la teoría de un Jesús Mesías político, afirmamos: el proceso de Jesús que narran los evangelios, del que forma parte esencial la actuación fiscal del Sanhedrín, armoniza perfectamente con lo que fue la actividad de Jesús y la reacción que provocó en los grupos sionistas fanáticos, en extremo celosos de la Ley y la tradición –deformadas por el enfoque antropocéntrico– y en las prepotentes y enquistadas autoridades religiosas judías.
Es imposible, por tanto, explicar el proceso y la condena de Jesús como obra exclusiva de la autoridad romana, representada por el procurador Poncio Pilatos.
También el Sanhedrín, en el que ejercían su poder los saduceos, hizo su juicio mortífero y emitió su despiadada condena. El Sanhedrín no estaba constituido por todos los judíos del tiempo de Jesús ni los judíos de todos los tiempos, injustamente acusados estos últimos de algo que no hicieron. A los picados por el virus del antisemitismo y capaces de echar la culpa de la muerte de Jesús exclusivamente a los judíos, les viene bien la recomendación que San Pablo dirigía a los cristianos de Roma provenientes del paganismo: «Porque no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no seáis sensatos por vosotros mismos: que el obcecarse una parte de Israel sucedió para que la plenitud de los pueblos entrara».
Es un misterio el por qué tuvo que morir Jesús. Son históricas las claras divisiones de las autoridades judías respecto a Jesús. Entre la casta religiosa de Jerusalén no solamente el fariseo Nicodemo o el notable José de Arimatea eran en secreto sus discípulos, sino que durante mucho tiempo hubo disensiones a propósito de Cristo. En la misma víspera de la Pasión, San Juan pudo decir de ellos que “un buen número creyó en Él, aunque de una manera imperfecta”.
Eso no tiene nada de extraño si se considera que al día siguiente de Pentecostés multitud de sacerdotes iban aceptando la fe cristiana y que algunos de la secta de los Fariseos habían abrazado la fe en Cristo. Incluso Santiago puede decir a San Pablo que “miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley”.
Las autoridades religiosas de Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir respecto de Jesús. Los fariseos amenazaron de excomunión a los que le siguieran. A los que temían que todos creerían en Él y que vendrían los romanos y destruirían el Lugar Santo y la Nación Judía, el Sumo Sacerdote Caifás les propuso: “es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”. El Sanhedrín declaró a Jesús reo de muerte como blasfemo, pero habiendo perdido el derecho a condenarlo a muerte, lo entregó a los romanos, acusándole de revuelta política, lo que le pondrá en paralelo con Barrabás acusado de sedición. Son también las amenazas políticas las que los sumos sacerdotes ejercen sobre Pilatos para que éste condene a muerte a Jesús.
Sostenemos, entonces, que los Judíos como Nación o Pueblo no son responsables colectivamente de la muerte de Jesús. Los individuos identificables con precisión como culpables de la crucifixión, son muy pocos, desde el punto de vista histórico. Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso de Jesús, y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso –Judas, el Sanedrín, Poncio Pilatos– lo cual sólo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén, a pesar de los hostiles alaridos de una muchedumbre manipulada y de las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de Pentecostés.
El mismo Jesús perdonando en la Cruz, y Pedro siguiendo su ejemplo, apelan a la ignorancia invencible de la mayoría de los Judíos de Jerusalén, e incluso de algunos de sus jefes. Sin dejar de reconocer y aun señalar que debió darse un buen número de culpables conscientes, así como también de ignorantes culpables. Incluso el grito aquel de “¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” no ratifica la responsabilidad a los restantes judíos en el espacio y en el tiempo.  Tanto es así que la Iglesia ha declarado en el Concilio Vaticano II:

 “Lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy. No se ha de señalar a los judíos como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se dedujera de la Sagrada Escritura”.

Sostenemos que todos los pecadores –mucho más que la misma Secta Sionista– somos los autores de la Pasión de Cristo. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en el Magisterio de su Fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que “los pecadores mismos somos los autores y los instrumentos de todas las penas que soportó el Divino Redentor”.
Nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo. La Iglesia Católica no duda en imputar a los cristianos contumaces en el pecado la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que nosotros, con frecuencia, hemos abrumado únicamente a los judíos. Haciendo gala no sólo de nuestra ignorancia, sino precisamente del espíritu más anticristiano posible. Porque todos los seres humanos, sin distinción de ninguna clase, somos hermanos.
Consideramos como culpables de la horrible falta de la crucifixión de Cristo a quienes continuamos recayendo en nuestros pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal crucificamos por nuestra parte de nuevo al Hijo de Dios y lo exponemos a pública infamia. Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los Judíos. Porque según el testimonio del Apóstol, “de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria”.
Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de Él con nuestras acciones, le ponemos encima, de algún modo brutal, nuestras manos criminales.  Y tampoco son los Demonios quienes le han crucificado, si bien el Mundo, el Demonio y la Carne nos tientan constantemente a hacerlo; somos cada uno de nosotros, los pecadores, quienes con nuestros pecados lo hemos crucificado y lo seguimos crucificando todavía, deleitándonos en los vicios y en los peores crímenes, como bien lo señaló San Francisco de Asís.

Postura ante la Iglesia Católica, Apostólica, Romana.

En el Apocalipsis de San Juan, capítulo 17, leemos unos versículos de difícil interpretación: “Ven a ver el castigo de la Gran Prostituta… Vi a una Mujer sentada sobre un monstruo de color escarlata, y la mujer estaba vestida de púrpura, ataviada de oro, piedras preciosas y perlas… Ya cayó, ya cayó la Gran Babilonia, porque del vino enloquecedor de su prostitución han bebido todas las naciones, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los mercaderes del mundo por la enormidad de su lujo se enriquecieron”.
Desde los primeros años de la Era Cristiana, hasta la fecha, se ha venido acusando a la Iglesia Católica en particular, y a veces a las “iglesias cristianas”, como a “mujeres vestidas de púrpura”, dedicadas a la prostitución con los reyes y los millonarios de todo el mundo. Estas acusaciones, muchas veces verdaderas, las han realizado –no por amor a la Verdad, sino por odio a Cristo– los adversarios de la única Religión Revelada y los cristianos deseosos de lograr reformas a fondo, a tono con sus gustos y debilidades o preferencias personales, incluyendo las antinaturales. Sobre todo ahora, con el amplísimo y decadente menú postmoderno.
Esto nos lo señala osadamente el Papa Benedicto XVI, cuando declara, con toda su fuerza, que el peor enemigo de la Iglesia Católica se encuentra, ayer, hoy y siempre, en su propio seno:

“Aceptemos la realidad aterradora: la persecución, los sufrimientos de la Iglesia Católica, no vienen de fuera, sino justo del interior de la Iglesia, del pecado que existe en el seno de la Iglesia”.

Así, Benedicto XVI ha tomado asertivamente la ruta autocrítica seguida en otras épocas por los grandes líderes del Papado. La historia se repite en un constante retorno, por lo que mis narraciones son temas recurrentes, pero con lenguaje, armas, tecnología, escenarios y juicios actuales. Por ello, a quienes torpemente se escandalizan por la frecuencia, los nombres y el número de nuestros personajes eclesiásticos corruptos –pederastas, narcos, adictos, mafiosos, masones, herejes, infiltrados y otros– es indispensable aclararles algunas verdades contundentes:

Primera. Entre “Los Doce Apóstoles” ya había un banquero de corazón y mente sionistas: Judas Iscariote, quien entrega a su Maestro con un beso en la mejilla. Si hoy en día existen 182 cardenales, es de suponer que veinte de ellos sean otros tantos “Judas” que lanzan besos a diestra y siniestra, aunque a simple vista parezcan merecer el título de “Su Eminencia”. ¿Para qué escandalizarnos, pues?
Segunda. Personajes corruptores en la Iglesia siempre los ha habido, sobre todo entre los años 870 y 1050, y luego en el Renacimiento. Se han dado sujetos de triste y nefasta influencia, como el papa Sergio III, cuya elección fue organizada por el senador Teofilacto y su esposa Teodora. Es igualmente cierto que hoy disfrutamos, desde hace varios siglos, de un ejército excelso de papas virtuosos, santos y hasta geniales.

Desde San Pedro hasta Benedicto XVI han reinado 264 papas. Han sido canonizados un total de 81. Se han dado 38 antipapas. Un antipapa es quien se proclama sumo pontífice, sin haber sido legítimamente elegido. Como lo hizo el tan patético y esquizofrénico político autoproclamado “Pejidente Lejítimo” mexicano. Por lo tanto son impostores, carecen de autoridad y no son sucesores de San Pedro, aunque ellos y los adversarios de la Iglesia los consideren legítimos. Incluso utilizan sus macabras historias –como la del cadáver de un antipapa que fue exhumado, juzgado y mutilado varias veces– para atacar lo inatacable.
Cuando Jesucristo estableció su Iglesia, la quiso construir sobre los Apóstoles como “columnas”, “fundamentos” o “piedras”, de modo que debemos entender que Jesús participó a otros de su oficio sagrado. Pero Jesús no hizo que los Apóstoles fuesen “impecables” como lo era él, es decir, que fuesen necesariamente santos. Un ejemplo muy dramático es el caso de San Pedro, elegido por el Señor para “confirmar a sus hermanos” y pastorear “a sus ovejas”, quien habiendo recibido ya la plenitud del Espíritu Santo en Pentecostés, fue reprochado por San Pablo porque “fingía”, y fingir en cuestiones importantes como lo que se narra en Gálatas, es un pecado grave.
¡Y eso que estamos hablando del Pedro que recibió el Espíritu Santo en Pentecostés! Pues bien, ese mismo Pedro, sin errar en su doctrina, ciertamente cayó en la “corrupción” por su modo de obrar: no quería comer con los gentiles, por miedo a los judíos. Esto era evidentemente una acción corrupta, que llevaba a gran escándalo a los cristianos. San Pablo se enojó mucho con él y lo corrigió en público. No conocemos la respuesta de San Pedro, pero es lógico deducir que se arrepintió y cambió su modo de obrar.
Si el propio San Pedro, primer Papa, cayó en ese error –no doctrinal, como sabemos, pues predicaba el evangelio correctamente; sino que se trató de una mala acción suya– ¿debemos pensar que Jesús renegó de él?
¿Que el evangelio de Pedro estaba equivocado?
¿Que la oración de Jesús falló cuando oró para que la fe de Pedro no decayera?
¿Que la Iglesia de Pedro no era la verdadera?
¿Acaso Jesús amparó estos hechos?
¿Fue cómplice del fingimiento de Pedro, o ahora lo es de la pederastia de Marcial Maciel?
Ciertamente no; pero entonces, la acción pecaminosa de Pedro y de todos los sacerdotes católicos: ¿significa que el cristianismo –del cual Pedro era sin duda el exponente principal– estaba equivocado?
¿Qué Marcial Maciel era un hereje o un cismático? Es lo que de hecho dicen los sectarios “evangelistas”: “como los papas, muchas veces, se corrompen, luego la Iglesia Católica no puede estar avalada por Cristo”.
La solución es más sencilla de lo que parece. Jesús no prometió a ninguno de sus apóstoles, ni siquiera a Pedro, que habrían de ser impecables. Tampoco existe humano alguno que sea impecable e infalible éticamente. Y la historia nos dice que de hecho los pastores de la Iglesia, aun los santos antes de serlo, han cometido gravísimos pecados, quién más, quién menos.
Todos eran y son pecadores. Como muchos obispos, sacerdotes y religiosos mexicanos. Sobran los ejemplos, cuyas traiciones, arrepentimientos, dudas, ambivalencias, perfidias, conflictos interiores, desviaciones sexuales y afectivas veremos contadas y analizadas al detalle en estas páginas. Porque es verdad que ha sido tan fuerte la sospecha del vínculo de la Iglesia Católica Mexicana con el Narco Global, que el Papa Benedicto XVI expresó su preocupación desde su cátedra.
Como es cierto también que el muy opulento y rico señor Obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, fue recientemente denunciado por fraude al simular un préstamo por 130 millones de dólares y que cuando lo llamaron a declarar, mandó un mensaje con sus abogados: “…ustedes me la persignan, ya hablé con el presidente de la República”.
Expresión más propia de un peladito de barrio que de un dignatario de la Iglesia.
Otro no menos excesivo Monseñor, el Cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez, ha sido polémico por su opulencia y sus agresivas e imprudentes declaraciones: “Se necesita no tener madre para ser protestante…”. “Las mujeres no deben de andar provocando, por eso hay muchas violadas…”. “Los militantes del PRD son hijos de las tinieblas”. También ha sido señalado por estar inmiscuido en las “narcolimosnas”.
En 2003 se filtró una investigación sobre lavado de dinero que el Procurador Jorge Carpizo interpuso en contra del Cardenal ante la Procuraduría General de la República, en la que se señala que el prelado recibió “narcolimosnas” de personajes como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, los hermanos Lupercio Serratos, Rafael Aguilar Guajardo y Rafael Muñoz Talavera, a partir de 1996.
Desde entonces, este clérigo posee ranchos, granjas y grandes extensiones de tierras para el cultivo de maíz, ubicadas en su mayoría en Nextitlán, Teocaltiche y Tapalpa, donde los lugareños veían bajar con frecuencia diversas narco avionetas. Además, es público y notorio que ha recibido considerables donaciones de caballos, cerdos, toros y aves de corral.
Otro caso que dio de qué hablar fue el del obispo de la Diócesis de Aguascalientes, Ramón Godínez Flores, quien en abril de 2007, apoyado en el pasaje bíblico en el que María Magdalena le lava los pies con perfume a Jesucristo, admitió que a la Iglesia Católica llegan limosnas del Narco, “pero que se purifican al entrar a ella”. Explicó, pretendiendo justificar lo injustificable, hasta caer en el absurdo:
 “Donde quiera se dan limosnas del Narco, como en Aguascalientes y en Tepezalá. No nos toca a nosotros investigar el origen del dinero. No porque el origen sea malo hay que quemarlo. Hay que transformarlo, más bien. Todo dinero puede ser transformado, como una persona también que está corrompida se puede transformar. Si una persona se puede transformar, cuanto más lo material”.
Lo que Jesús le prometió a Pedro, y en comunión con él a todos los pastores de su pueblo, es la infalibilidad doctrinal, que es algo totalmente distinto: se trata del don del Espíritu Santo que hace que la Iglesia predique el Evangelio sin error alguno, gracias a esta promesa: “las puertas del infierno no prevalecerán” contra la Iglesia en cuestiones de fe y de moral, y nada más. El Espíritu Santo no permitirá –lo ha prometido y lo ha cumplido Jesús– que la Iglesia, en cuestiones de fe y de moral, equivoque su enseñanza “ex cathedra”.
Que tal o cual Papa sea un santo, y tal otro un corrupto, no cambia nada. Claro: el ejemplo de santidad es un testimonio vivo del Evangelio, y la corrupción no lo es. Dios hubiese podido hacer de su Iglesia una sociedad perfecta, pero no lo hizo. Y quien sostenga que no ha cometido pecado es un mentiroso contumaz.
Los evangélicos dicen que Jesús dijo: “el árbol bueno no puede producir frutos malos”, queriendo decir que los frutos malos de los papas católicos son una prueba clara de que el catolicismo es un “árbol malo”. Preguntémosle a cualquiera de ellos si nunca ha pecado. Y si sostiene que nunca lo ha hecho, con sólo esa respuesta estaría cometiendo el peor de los pecados: el de soberbia. Es un hecho que en las primeras comunidades cristianas se cometían también muchos pecados. Lo demuestran las dos cartas de San Pablo a los Corintios.
¿Podemos concluir que esas comunidades no estaban avaladas por Jesús, siendo que fueron fundadas por los mismos apóstoles? Jesús no avala el pecado. Sin embargo, el hecho de que alguien peque no significa que la comunidad a la que pertenece sea toda ella desaprobada y desamparada por Jesús. Sería absurdo concluir que la religión cristiana querida por Dios es aquella donde nadie comete ningún pecado. En todo caso, tal religión no existió nunca, ni existe hoy, ni existirá jamás.
La historia de la Iglesia está llena de Papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos corruptos; pero mucho más de Papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos santos; y más que en cualquier otra religión. Esos no me espanta ni se oculta en la Iglesia. Ella nunca ha enseñado que sus pastores sean todos santos, aunque algunos cristianos que no conocen bien su fe pueden pensar cualquier cosa. Al contrario, sabemos que somos todos grandes pecadores, y que el deseo de santidad y la santidad misma son un regalo de la misericordia de Dios. Ojalá tengamos siempre papas santos, pero no necesariamente tiene que ser ni va a ser así.
La potencia de Dios se muestra “en la debilidad”, como misteriosamente lo dejó en claro San Pablo ; no confiamos en nuestra santidad, sino en la de Dios. Y si Jesús no quiso que los pastores fuesen necesariamente santos, pienso que tampoco lo debemos esperar nosotros a priori. Nos preguntan muchos católicos incultos y de mente cuadriculada:
–¿Cómo puede ser que un Papa o un obispo sean grandes pecadores? –Nosotros les contestamos:
–Pues pregúntate primero tú: “¿cómo puede ser que tú y nosotros, bautizados, rescatados, nueva creación, nacidos de lo alto y de nuevo por el agua y el Espíritu, creyentes en Jesús, experimentemos sin embargo todos los días los efectos del pecado?”
La respuesta es la misma para ti, para mí y para todos los papas, sacerdotes y ministros, no sólo del catolicismo, sino de cualquiera otra confesión religiosa. La Iglesia Católica tiene registrados los hechos de los Papas corruptos, porque finalmente nada se oculta. Los hechos están ahí, registrados por la historia. Hay grandes enciclopedias con las vidas de los Papas que se pueden consultar en las buenas bibliotecas. Todos los documentos pontificios y eclesiásticos se guardan en los archivos, abiertos sin restricción alguna a todos los historiadores.
Nuestra conclusión es que el Papado es un hecho que no puede ser explicado a la sola luz natural de la razón humana. No puede existir ninguna explicación natural acerca de sucesos como estos:
Uno: que el Papado haya resistido, incólume, la acción corrosiva de sus astutísimos adversarios infiltrados en su seno desde los primeros instantes de su historia.
Dos: que ningún Papa legítimo haya jamás caído en contradicciones doctrinales de fondo respecto de ninguno de sus antecesores.
Tres: que el cúmulo de pecados y crímenes, tracciones y perjurios, abusos y engaños de todos tipos cometidos por muchos de sus miembros y principales líderes, no hayan destruido a la Iglesia. Por el contrario, todos los imperios de la tierra han caído, sin excepción, víctimas de sus propios crímenes, en tanto la Iglesia se sienta a las puertas de la basílica de San Pedro a ver pasar los cadáveres de sus enemigos. Por ahí han desfilado Napoleón, Hitler, Mussolini y otros muchísimos. Obama, Castro, Chávez y el “PRIANRD” también pasarán.
Cuatro: que la Iglesia es un hecho –milagro– divino, resultante de un complejísimo e inimaginable proyecto, cuya flamígera trayectoria nos guía a través del tiempo. Es la Palabra de Dios que se anuncia a sí misma a la Humanidad.
Como cristianos y católicos no podemos deshacer o desconocer el pasado ni comenzar a escribir a nuestro propio antojo una novela ficción –al estilo de ese voraz vendedor disfrazado de escritor llamado Dan Brown–, porque conocemos que la morada de Dios está entre nosotros y que, además, todos somos criaturas del tiempo, personalidades constituidas y formadas por lo que nos ha ocurrido, por lo que constituye nuestra historia pasada, por nuestras predisposiciones genéticas y sobre todo por aquello que ha sido objeto de nuestra propia elección o que hemos realizado bajo nuestra libre responsabilidad.
El Papado es, pues, una de las formas concretas en las que el orden, la unidad y la fidelidad a la Verdad han sido preservados en la Iglesia, a pesar de la indignidad de muchísimos de sus miembros y dignatarios.
Porque, además: ¿cuántas historias existen –como la que a continuación resumo– entre las muy conocidas y las muchas más que permanecen secretas? No importa: ninguna de ellas ha destruido a la Iglesia, haya sido narrada o no. Nosotros preferimos contar algunas de las que conocemos, para resaltar aún más el esplendor de la Verdad, “ad Maiorem Dei Gloriam”:


El corrupto y muy poderoso senador Teofilacto reunía en su persona tres poderes: cabeza de la aristocracia romana, jefe de las fuerzas armadas y alto funcionario pontificio. Su esposa, la hermosísima Teodora, desde su rutilante pubertad, era una intrigante psicópata de primer nivel. Esta pareja controló el Papado durante más de veinte años, si bien nunca logró que el Papa Sergio III–ni ninguno otro– incurrieran en herejía o en cisma.
Sergio III se acomodó a la tutela de aquel par de pillos, al grado que se hizo amante una de sus hijas, Marozia, de sólo veinte años –en extremo bella, sensual y seductora desde muy joven. De ese amasiato nació un astuto varón que llegaría a ser el Papa Juan XI. A la muerte de Teofilacto, la señora Marozia tomó el mando, y con la ayuda de su esposo, el conde Vito de Toscana, mandó encarcelar y luego asesinar al papa Juan X, el cual pretendía emanciparse de los poderes mundanos de La Gran Babilonia. Después de nombrar dos papas de transición, Marozia impuso al hijo bastardo que había tenido del papa Sergio III. Por ello Juan XI fue sumiso y eficaz instrumento corruptor de su madre. Años después, le tocó al nieto de Marozia sentarse en la silla de Pedro, bajo el nombre de Juan XII, cuando acababa de cumplir dieciséis años. La escandalosa vida sexual de aquel Papa Juan, quien además gustaba de las bacanales y de la violencia en cuanto generadora de placer, indignó y enfureció al mismo pueblo de La Gran Babilonia, acostumbrado a ver, sentir y vivir las más variadas formas de putrefacción moral.
“Uno de sus sucesores fue otro Juan, el decimotercero, hijo de “Teodora la Joven”, la hermana pequeña de Marozia. En este negrísimo y largo periodo, los obispos medraban integrados a la “nobleza” feudal, y consideraban sus respectivas diócesis como bienes útiles y deleitables de exclusiva propiedad familiar.
“Todo se vendía al mejor postor: parroquias, abadías, indulgencias y sacramentos. Un sínodo reunido en el año 909, en Francia, se lamenta así: “los malos sacerdotes se pudren en el estiércol de la lujuria y su mala conducta daña la reputación de los que siguen castos, puesto que los laicos dicen, con razón, que tales son los sacerdotes de la Iglesia”.
Un virtuoso y ejemplar obispo italiano puede decir entonces a su clero: “Me da vergüenza hablar, pero creo que callarse es peligroso; varios entre ustedes están tan subyugados por la pasión que permiten a obscenas cortesanas vivir en su casa, compartir sus alimentos, salir en público con ustedes. Conquistados por sus encantos, las dejan regentear su casa, nombran como herederos a sus bastardos, y para que sus mujeres anden bien ataviadas, las iglesias quedan despojadas y los pobres sufren”.
En la luciferina figura femenina de Marozia se inspira la leyenda de la “Papisa Juana”, recientemente llevada al cine. Este período se resume como “El Reinado de las Hetairas”, o bien “el período de la Pornocracia”. Aunque Marozia fue amante de Sergio III, madre de Juan XI, abuela de Juan XII y tía de Juan XIII, ninguno de los papas fue hereje ni pudo destruir la obra de Cristo.
“Fueron necesarias las intervenciones de varios emperadores alemanes y de varios virtuosos papas reformadores para liberar al Papado de los poderes lanzados contra la Silla de Pedro ‘Desde el Nido de la Serpiente’ ”.


A principios de Tercer Milenio no tenemos papisas ni hetairas en el gobierno de la Iglesia. No obstante, hay algo mucho peor: sufrimos la presencia de tenebrosos personajes, como Marcial Maciel y otros muchos –incluso cardenales– menos famosos, y en extremo poderosos y bien camuflados bajo sus sotanas púrpuras, blancas, multicolores o negras. Y hoy en día, como nunca antes en la Historia Universal, el odio a la vida, inspiración nacida “Desde el Nido de la Serpiente”, aplaude el aborto y todas las formas “de convivencia” que hacen imposibles el amor y la vida.
Como decía el controvertido y escandalizante secretario de gobernación, Carlos María Abascal Carranza: “El país se encuentra frente al germen de una dictadura. Hitler no les concedió el derecho de vivir a los judíos. Llegó al poder por la vía de la democracia y sus propuestas se aprobaron en el parlamento alemán por la mayoría de votos”.
Ese personaje no habló desde su concepción personal, sino desde un punto de vista objetivo, universal, inherente a nuestra naturaleza racional, espiritual y trascendente. Y afirmamos con él: es peor la interrupción del embarazo que el Holocausto, sin importar las dimensiones reales de éste. Porque los nonatos no pueden defenderse –mientras que los judíos sí– y hoy el sitio más inseguro para un pequeñito de esos, indeseados, es el vientre de su propia madre. Particularmente en la “Ciudad de la Esperanza”.
El fanatismo de nuestros adversarios se opone a la esencia del ser y nos descalifica por pensar y actuar en sentido contrario a la “Cultura de la Muerte”. De ahí que con toda justicia, los promotores de las leyes que favorecen todo lo antinatural –aborto, “matrimonio” homosexual, adopción por parejas del mismo sexo– no pueden ser equiparados con narcotraficantes: o son mucho peores, o padecen una ceguera de la que son culpables.
Sí: culpables por no atreverse a salir en búsqueda de una Verdad que es superior, anterior e independiente de cualquier observador. Igualmente, tenemos que reconocer que nuestro gobierno de facto es un “Narco Estado” eficiente en el “Crimen S. A.” y fallido en el Estado de Derecho. Precisamente aquí depredan, en este país cuyo verdadero nombre es “Impunilandia”, muchos de quienes se han dedicado a atacar a la Iglesia Católica durante milenios, si bien su rabia es ahora indescriptible, y su eficaz astucia insuperable.
Al hablar y escribir sobre ellos nuestra intención no es juzgarlos en su fuero interno. No nos toca hacerlo, pues ya se las vieron o se las verán con Jesucristo en persona. Pero nos parece indispensable y obligatorio hacer un análisis que nos permita mirarnos detenidamente a nosotros mismos en el espejo de nuestras propias miserias: fanatismo, superstición, ignorancia culpable. La enfermedad es de todos, como de todos es también el remedio. Bien lo dijo un obispo italiano del siglo X: “callarse es peligroso”.
Benedicto XVI está hablando. Nosotros, obedientes a su reinado virtuoso, procuramos emularlo. También aclaramos que es mucho y muy grave lo que todos nosotros, los autores de estas narraciones, vivimos de niños, de jóvenes y aun de adultos, bajo el poder manipulador y tiránico de eclesiásticos corruptos. En vez de respirar por la herida –como los tardíos detractores de Maciel– sólo queremos que todos los hombres de buena voluntad, unidos, hagamos nuestra parte para derrotar o al menos contener a los cínicos poderosos que, dentro de la Iglesia Católica y dentro de nuestro pésimo gobierno –sujeto ya a los poderes cupulares del Planeta– hacen el mal y protegen a los malvados.
En las perversas y nauseabundas historias aquí entrelazadas con cierto detalle, no pretendemos atacar ni difamar a nuestro Iglesia, ni mancillar a nuestro amado México, ni denigrar a persona alguna. Al escribir sobre los innumerables y nefandos crímenes cometidos por políticos, civiles, militares y eclesiásticos, nos asombramos ante un hecho imponente: que donde abunda el pecado sobreabunda la Gracia, siempre, y de todas maneras. Conoceremos las historias –clonadas y adecuadas al siglo XXI– de algunos emperadores, como Otón y Enrique; y la vida de algunos papas, como Silvestre II, Benedicto VIII, León IX, los Papas Borgia y della Rovere.
También la del famoso monje Hildebrando que reinó con el nombre de Gregorio VII –el de la reforma gregoriana– para saber qué nos toca hacer a cada quién para contribuir a la salvación de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Esa Iglesia Católica que volvió a los abismos del hedonismo durante los papas Borgia, y que resurgió nuevamente gracias a la acción de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y otros muchísimos santos que también hoy en día actúan en heroico silencio. No cabe duda que debemos repetir y reconocer: “las puertas del Infierno no prevalecerán”.
La obra completa se dividirá en siete “Temporadas”, cuyos nombres, en atención al suspenso de la trama, por ahora sustraemos parcialmente a tu natural curiosidad. La primera está en tus manos: “Los Narcopsicópatas de Huichilobos”, con sus tres partes o tomos. Este es el primero: “México en la Piedra de los Sacrificios”. ¿El argumento? Lo anuncio: como en la novela histórica “El Gatopardo” del italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, sucede que el “gatopardismo” consiste en “cambiar algo para que nada cambie”. Los Altos Mandos del Poder Planetario hacen todo lo necesario para sostener su estrategia fundamental: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Y siendo así la inconcebible realidad oculta: ¿de qué nos ocuparemos en el desarrollo del  argumento? No, por supuesto, de las truculentas y manidas historias de los tiroteos interminables con su trágica cauda de miles de cadáveres descuartizados, encostalados, decapitados, quemados, encajuelados o capados. Eso no es lo importante, porque nada cambia con hacer el periodístico recuento y la descripción numérica o circunstancial de las masacres.
Aunque parezca que en el “Tablero de Ajedrez del Narco” los “alfiles” estén “cayendo”, se trata de una mera estrategia genialmente mentirosa. García Abrego, Oziel Cárdenas, Nacho Coronel, Beltrán Leyva, “El Tony Tormenta”, “El Vicentillo”, “La Barbie”, “El Grande”, “El Z-18”, “El Charro”, “El Mamito”, “El Chango” y otros de su calaña luciferina, son meros instrumentos desechables, que son sustituidos al instante. Valga la redundancia sobre el tema, para que quede lo más claramente asentado posible.
Por eso todo sigue igual y peor, porque el “Mando Único”, ese del que nadie habla porque nadie quiere conocer, porque nadie se atreve a reconocer su existencia, sigue al frente del negocio global –¿cuál, de verdad?– “Desde el Nido de la Serpiente”.
Los periodistas azotan sus teclados entre gritos, mientras permanecen ciegos ante las verdaderas fuerzas que pretenden denunciar, sin siquiera sospechar su verdadera esencia y el grado de su malignidad trascendente:
–“¡Un policía muerto allá, y dos mil de aquí!” Perdón, señores periodistas, pero el dato, por sí solo, nada significa.
El General Sandy Winnefeld, quien encabeza el “Comando para la Defensa Espacial de América del Norte”, dijo que su país debe seguir apoyando a México, “siempre, siempre con respeto pleno a la soberanía”, mientras que es evidente que los mandos supremos están diseñando la estrategia para justificar una invasión armada –policial y militar– contra México.
Exactamente como en estos momentos, cuando escribo este párrafo: las tropas de la OTAN bombardean algunas ciudades de la Libia de Muamar El Gadafi, “ese perro loco” –así lo llamó George “War” Bush– supuestamente para impedir que la población civil siga siendo masacrada por un tirano. “O ese sátrapa asesino se larga, o atacamos” –prometió Barack Obama, cancerbero del Imperio Global en marcha hacia la hegemonía total, con el más puro estilo hollywoodesco que las masas adoran.
Cuento una muy historia larga pero muy superficialmente conocida: el poderoso vecino del norte consume el 60% de las drogas que la Tierra produce, hace astronómicos negocios con la venta de armas a los Capos y México pone docenas de miles muertos, muchos de ellos inocentes. Tan inocentes como las doncellas que los mayan arrojaban en los cenotes “sagrados”, o como los niños aztecas que eran ofrendados al diabólico Huichilobos –Huitzilopochtli–, el ídolo matricida.
Mientras que a uno de los agentes del Servicio Migratorio y Aduanas de los USA, Jaime Zapata, le rinden honores y el presidente yanqui manifiesta su pesar por ese homicidio, aquí ya dejaron de escucharse los redobles de los tambores y pasaron al olvido las guardias a militares y agentes asesinados. Hoy se habla de muertos en México como si fueran estadísticas sobre la inflación o el desempleo. La costumbre de ver ríos de sangre ha insensibilizado casi absolutamente a la población. Sólo se quejan quienes pierden a sus seres queridos o son víctimas de secuestros. Pero… ¿por qué ocurre esto? Nadie se ha ocupado de descubrir la verdad.
¿Quién se cree esta sarta de verdades al uno por ciento?


“Tras el arresto en México de los presuntos asesinos del agente Jaime Zapata —en el que según confirmó ayer la Casa Blanca habrían colaborado agencias federales de EU—, una coalición de agencias federales encabezadas por la DEA, el FBI, la agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) y la Agencia para el Control de Contrabando de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF) participaron en una agresiva campaña de capturas e incautación de armas, explosivos, drogas, oro y dinero en efectivo.
 “Este es un asunto personal en honor de Jaime Zapata”, dijo el agente de operaciones especiales de ICE, Louis García.
“El portavoz de la DEA, Michael Sanders, informó que ‘la razón subyacente de las redadas fue ver si podíamos obtener cualquier tipo de información de los atacantes que ayude al FBI en su investigación del asesinato de Zapata.
 “Se trata de una respuesta a la muerte del agente... Estamos sacudiendo el árbol para obtener información de inteligencia buena y dura”, dijo Sanders sobre la operación llevada a cabo en San Diego, San Antonio, Chicago, Detroit, Atlanta, Newark, Miami y Denver.
“Ayer por la mañana los agentes en Atlanta, San Luis, Denver, Detroit, San Antonio, San Diego, Chicago y Nueva Jersey habían incautado 9 millones de dólares en efectivo y una veintena de armas; confiscado unos 12 kilos de metanfetaminas, 107 de coca, 2.5 de heroína y 150 de mariguana en unos 150 lugares distintos.
“Los arrestos iniciaron el miércoles, continuaron ayer y se espera que sigan el viernes, cuando las autoridades podrían dar a conocer cifras consolidadas a nivel nacional.


El 24 de agosto del año 2010 hubo 135 asesinatos a manos del Narco. Fue el día más cruento de la “guerra”. El segundo peor fue el 14 de junio de ese mismo años, y el tercero correspondió al viernes 18 de febrero del 2011. A pesar de ello, se advierten las presiones, desde frentes múltiples, que exigen el retiro de las fuerzas armadas.
¿Quiénes en el mundo oficial se estremecen y reaccionan proactivamente ante las masacres? Nadie: las redes sociales están atascadas de mensajes tan insulsos como este: “Yo voy con Creel”. “Todos somos jóvenes Bravos”. A estos animales políticos –“presupuestívoros”– sólo les interesa ganar, a como dé lugar, la carrera por el Poder. Aunque tengan que aliarse “políticamente” con un clon del Adversario al que desean vencer. Será muy tarde si se alían y luego vean los deplorables pero previsibles y evitables resultados
Los gobernadores son responsables de garantizar tranquilidad en sus entidades, pero la Constitución no los obliga a combatir el tráfico de drogas por tratarse de un delito federal. Las leyes no han cambiado sobre el particular. Así que a nadie debe sorprender que los gobernadores, verdaderos “Virreyes”, sean, en muchos estados, los verdaderos jefes de la Narcomafia.
Bien: pero… ¿por qué? ¿Cómo llegaron hasta ahí, manejando el “Narcosexenio”? ¿Por cuáles motivos, con qué apoyos, en qué circunstancias y realizando cuáles proyectos? De eso se trata esta “novela”, que más bien es un fiel análisis atípico y profundo de lo que sólo podemos ver en sus aspectos sintomáticos y superficiales. Porque los Mass Media, cómplices o ignorantes, ocultan y deforman la amarga verdad.
Cada día crece el número de muertos y surgen nuevos cárteles, entre otros el “Del Sur” en Guerrero y “La Resistencia” en Jalisco, además de aumentar la crueldad de “La Línea”, derivado de la poderosa mafia de Sinaloa, identificada también como “La Federación”.
Fue detenido Juan Carlos Vasconcelos –“El Canas”– un cínico criminal que, confiesa, su trabajo consiste en asesinar. Como él hay millones en el país. Pero nadie se pregunta ni sospecha por qué se formaron como bestias, ni de dónde vienen, ni quiénes son realmente sus fabricantes, ni cuál es su propósito final. De eso nos ocuparé.
En tanto el crimen organizado asuela a México, lo cual se menciona en el mundo y se nos compara con Afganistán e Irán, en los Estados Unidos se multiplican las voces sobre una intervención armada en nuestro país para “garantizar la seguridad” de su Imperio. El alcalde de Brownsville, Pat Ahumada, propone que soldados y policías entren a México a poner orden. Y mientras a Jaime Zapata le hacen honores en su tierra, aquí nos devoran todos los demonios. Es la diferencia. Pero… ¿por qué tienen que ser así las cosas?
¡Atrevámonos a levantar el telón del Narcocirco, para mostrar la verdad desnuda!


Huixquilucan, México, 15 de Agosto del 2011.

Y AÚN FALTAN SIETE AÑOS HISTORIA, PARA COMPLETAR ESTA INTRODUCCIÓN.

Juan Bosco Abascal Carranza.